jueves, 28 de octubre de 2010

RÁFAGAS VI

  • La descalificación permanente del adversario político reduce a la nada la idea de que la política no debía ser otra cosa que servicio a la ciudadanía. 
  • La existencia de intereses contrapuestos en las sociedades complejas hace necesario el juego civilizado de los partidos que los representan.
  • El sufragio universal, ¡de ahí su importancia!, obliga a no apartarse en exceso de lo que beneficia a las mayorías si se quiere acceder al poder y mantenerse en él.
  • Los partidos, o los dirigentes, cómplices de prácticas corruptas envilecen el sistema democrático, porque burlan las reglas comunes, y, en una sociedad civil vertebrada, no tendrían "cancha" alguna.
  • Mirar para otro lado permitiendo o no penalizando la corrupción de los "propios" es la peor lacra de la democracia y un síntoma de enfermedad de la ciudadanía. ¡Jamás se debe dar un cheque en blanco a ninguna organización política!
  • Pagar por el ejercicio de la política fue, en su momento, un avance que permitió acabar con el monopolio de los que entonces podían dedicarse en exclusiva a ella -los ricos.
  • Convertir la política  en una profesión, en una forma de vida, no sólo garantiza ingresos dinerarios más que aceptables -¡cuantiosos en los casos en los que se acumulan cargos!- sino, que también, permite establecer redes de relaciones que se traducen en última instancia en poder, en privilegios.
  • Esta perversión exige introducir limitaciones en la duración de los mandatos y en un control más estricto del patrimonio de "entrada y salida" así como de  las incompatibilidades.

2 comentarios:

Francisco dijo...

No solo los políticos sino quienes siguen votando a los partidos que viven de la corrupción.

miguel dijo...

Las sociedades sin una cultura política asentada y sin una ciudadanía potente tienen estos inconvenientes