viernes, 27 de agosto de 2010

EL AGUIJÓN EN RED. ACTUALIZACIÓN

Hemos vuelto a poner en Red la revista "El Aguijón" y actualizado los enlaces que aparecen en el artículo publicado en marzo de 2009 en este blog con el título "El Aguijón on line". Confiamos que, esta vez, no vuelvan a interferir los "duendes de la informática".

Para un acceso al conjunto: http://www.scribd.com/forotava

jueves, 26 de agosto de 2010

UNIFICANDO LA VISIÓN DEL MUNDO VII



Una visión sobre el funcionamiento de la sociedad:
el marxismo

Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo.
Karl Marx. Tesis sobre Feuerbach




No será sólo en el ámbito de las ciencias, como ya hemos tenido ocasión de comprobar en este recorrido sintético por el siglo XIX, donde aliente el espíritu unificador.

También recorre y se instala en el espacio de la filosofía, la historia, la política o la sociología a las que, como parte de la “vida espiritual”, encadena y supedita Carlos Marx a la estructura material y la dinámica de las sociedades.

Marx resumió la génesis de su concepción materialista de la historia –esa visión unificadora a la que nos estamos refiriendo–, en su obra Contribución a la crítica de la economía política (1859) en los términos siguientes:

El primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los “Anales francoalemanes”, que se publicaban en París. Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política.



En Bruselas a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor Guizot proseguí mis estudios de economía política comenzados en París. El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: “en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.

La organización de la sociedad y la dinámica de la misma –y por ende su historia pasada y futura– quedaban, así, desveladas.


Será en su obra fundamental El Capital donde estudie a fondo “la anatomía de la sociedad civil” y donde desarrolle su teoría de funcionamiento del capitalismo, a su juicio un modo de producción más dentro de la evolución, en cierta medida inexorable, de las sociedades: Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social.


Al cambiar la base económica se transforma -más o menos rápidamente- toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués.


La larga cita anterior termina anunciando, en tono profético, el advenimiento futuro de una sociedad en la que quedarán superados los antagonismos que han protagonizado la dinámica evolutiva de lo que etiqueta como “prehistoria de la sociedad humana”:

Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.

Como a todos los profetas, la cruda realidad ha acabado por desmentirlos, y como decían los clásicos: “los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”

miércoles, 25 de agosto de 2010

UNIFICANDO LA VISIÓN DEL MUNDO VI



Un rodeo necesario: Darwin y la Física (III)




Se pueden comparar las Matemáticas con un molino de exquisita artesanía,
que muele la materia por fina que sea, pero, así y todo,
lo que produce depende de lo que se meta;
y no hay molino en el mundo que pueda extraer,
a partir de guisantes secos, harina de trigo,
y, de la misma manera, ninguna página de fórmulas
puede dar un resultado definido a partir de datos imprecisos.
T. H. Huxley, 1869


La estimación de la edad de la Tierra llevada a cabo por Darwin haciendo uso del ritmo de erosión del Weald, una formación del Cretásico inferior en el sureste de Inglaterra, cifraba ésta en unos 300 millones de años; a estos cálculos siguieron otros que, apoyándose en procedimientos similares y usando como zona de estudio localizaciones diferentes, arrojaron resultados que, aun haciendo variar las cifras, seguían siendo millonarios en años.




El físico escocés lord Kelvin abordó el problema de la edad de la Tierra desde una perspectiva diferente a la geológica. Así, en 1862 publica un artículo con el título Sobre la edad del calor del Sol en el que mediante el concurso de las leyes conocidas de la física –mecánicas y térmicas– y de ciertas hipótesis plausibles sobre el proceso de generación del Sol concluía: Parece, por consiguiente, como más probable que el Sol no ha iluminado la Tierra a lo largo de 100 millones de años y es también casi seguro que ni la ha iluminado a lo largo de 500 millones de años. Respecto al futuro, debemos decir con la misma certeza que los habitantes de la Tierra no podrán continuar disfrutando de la luz y el calor esenciales para su vida, por muchos millones de años, a no ser que fuentes de calor desconocidas ahora por nosotros, estén preparadas en el gran almacén de la creación.




Conviene mencionar aquí que, a la altura de los tiempos que corrían, las fuentes de calor o energía a las que Kelvin podía referirse no eran otras que las suministradas por las reacciones químicas o las que resultaban de la conversión del trabajo mecánico en calor. Los cálculos empleando la primera de estas fuentes pronto la inhabilitaron como respuesta, de forma que sería la segunda –en su versión de caída meteórica por atracción gravitacional y conversión de la energía potencial en energía cinética y en última instancia en calor– la alternativa más aceptable.

No se limitó el físico escocés al cálculo anterior y desvió su mirada desde el Sol a la propia Tierra. A ella aplicaría, por un lado las leyes de la física que daban cuenta del enfriamiento de los cuerpos sólidos o en estado fundido, y por otro los efectos de desaceleración del movimiento rotatorio que, a su juicio, provocaban las mareas. Los resultados que arrojaban los cálculos limitaban la antigüedad de nuestro planeta y con ella la posibilidad de evolución de la vida en ésta quedaba seriamente comprometida.



Las limitaciones que estos cálculos imponían influyeron sobre los creadores del evolucionismo, como bien refleja la preocupación que Darwin transmitió a Wallace –de la que ya dejamos constancia en un artículo anterior– o la carta que envió a Croll en la que reitera ese estado de ánimo: [...] estoy enormemente preocupado por la corta duración del mundo, de acuerdo con Sir W. Thomson, porque para apoyar mis teorías, necesito un período muy largo antes de la formación del Cámbrico.

Pese a ello, los geólogos y biólogos que aceptaban las tesis evolucionistas, así como el uniformitarismo en el que estas tesis se sustentaban, no se mostraron excesivamente impresionados por los argumentos provenientes de la Física y, convencidos de la certeza de los datos que les suministraban sus disciplinas científicas, emprendieron no sólo una defensa en toda regla de sus posiciones sino, también, un ataque despiadado a sus oponentes que, incapaces de fijar con suficiente solidez las condiciones iniciales y las propiedades de los objetos –el Sol y la Tierra– a los que aplicaban sus expresiones matemáticas, dejaban entrever las debilidades e inconsistencias argumentales de sus análisis y la escasa fiabilidad de sus resultados.



Finalmente, el almacén de la creación, al que se había referido Kelvin en el texto antes citado, iba a acudir en ayuda de las tesis darvinianas cuando en 1896 Becquerel descubre la radiactividad y, poco después, Pierre Curie encuentra que las sales de radio liberan calor de modo continuo. Una nueva fuente de energía y de producción de calor iba a entrar en juego. Su estudio, a lo largo de todo el siglo XX, iba a permitir no sólo comprender de forma más adecuada los procesos responsables de la generación de energía en las estrellas y en concreto en el Sol –la fusión de átomos de hidrógeno para formar helio con la liberación de tanta energía que ni siquiera es apreciable el enfriamiento del Sol durante periodos de tiempo extremadamente largos–, sino también a desarrollar una técnica de datación de la antigüedad de los fósiles de una precisión muy superior a lo imaginado hasta entonces. La física y las ciencias de la naturaleza iban a reconciliarse.



En la actualidad la edad estimada de la Tierra se cifra en torno a los 4500 millones de años, un tiempo del que a Darwin le hubiera gustado disponer.

La noción de evolución, tan clarificadora finalmente en el territorio de lo vivo, acabará extendiéndose más allá de este e impregnando todas las disciplinas científicas y muy en particular la física y la química: se hablará así de evolución molecular, planetaria o estelar e, incluso, de evolución del Universo. La cadena de transformaciones se extiende, pues, desde los orígenes de todo cuanto existe.


Esta es, sin embargo, otra historia, una apasionante historia de la que aún no están escritos todos los detalles pero de la que sí se conocen, o al menos así parece, casi todos los caracteres con los que se escribirá.


UNIFICANDO LA VISIÓN DEL MUNDO V



Un rodeo necesario: Darwin y la Física (II)

Algunos agujerean y perforan
La sólida tierra, y de los estratos que hallan
Hacen una lista, mediante la que aprendemos
Que quien los hizo y reveló su fecha a Moisés
Estaba en un error respecto a su edad.
The task, 1785, William Cowper

En el artículo precedente nos habíamos hecho eco del impacto que, en Darwin, habían tenido las críticas de lord Kelvin al soporte de su teoría –el tiempo del que había dispuesto la Tierra para hacer posible el árbol evolutivo–. A fin de comprender las razones que movieron a Kelvin a abordar un problema geológico desde la perspectiva de la Física es necesario dar algunas de las claves de esta historia.






En las sociedades arcaicas, plantearse datar el origen del mundo y, más en particular, el de la Tierra carecía de sentido; sólo a partir del afianzamiento del Cristianismo esa datación adquiriría “carta de naturaleza”. El método consistió en utilizar el relato bíblico –en concreto la genealogía proporcionada por el Génesis– como base de un cálculo que permitía remontarse desde la actualidad a los tiempos de Adán y Eva: el resultado de ese cálculo arrojó un guarismo en torno a unos 5500 años antes de Cristo. Este dato pesaría como una losa sobre todos los intentos de abordar la edad de la Tierra desde una perspectiva ajena a la religión.



Esta nueva perspectiva, exigida por todo un conjunto de “hechos” de difícil encaje en el corsé creacionista de la narración bíblica, tuvo, sin embargo, serias dificultades para afianzarse. Un ejemplo claro de los equilibrios que era necesario guardar lo encontramos en Descartes, quien su obra El Mundo o Tratado de la luz escribe: […] No dudo en modo alguno que el mundo haya sido creado desde el primer momento de su existencia con tanta perfección como ahora posee, […] de igual modo que Adán y Eva no fueron creados niños, sino con la edad de hombres perfectos […], pero, sin embargo, dado que se conocería mucho mejor cual ha sido la naturaleza de Adán así como la de los árboles del Paraíso, si se examinara cómo los niños se forman poco a poco en el vientre de la madre, cómo las plantas surgen de las semillas, que habiendo considerado solamente lo que fueron cuando Dios los hubiera creado, de igual modo lograremos un mejor entendimiento de lo que sea la naturaleza de las cosas que pueblan el mundo, si pudiéramos imaginar algunos principios que fueran muy inteligibles y muy simples, y a partir de los cuales hiciéramos ver claramente que los astros y la Tierra, al igual que cuanto es visible en el mundo, hubiera podido generarse a partir de ciertas semillas, aún cuando supiéramos que no fue generado de esta forma; ello sería más estimable que si lo describiéramos solamente como es, o bien como creemos que ha sido creado.



La idea de evolución que aquí se atisba recibiría un respaldo posterior en la obra de Georges Louis Leclerc (1707–1788) más conocido como Conde de Buffon, quien, en La historia de la Tierra y Las épocas de la Naturaleza, traza un detallado itinerario secuencial desde los orígenes de la Tierra hasta la actualidad usando tres grandes medios: los hechos, los “monumentos” o fósiles y las tradiciones. Buffon tratará de ir más allá de lo que posibilitan los relatos orales o escritos (tradiciones), para dejar hablar a los monumentos (los fósiles) así como a los vestigios de la acción de unas leyes naturales en las que posee plena confianza, (los hechos). Pese a que los resultados y la argumentación utilizada no sean extremadamente rigurosas la novedad del planteamiento es incuestionable: se pretende responder a una pregunta –la historia de la Tierra– desde la ciencia. Se abría, así, una brecha que desde entonces no dejaría de crecer, estimulada, además, por la renovación de las concepciones filosóficas y la emancipación progresiva del espíritu frente a las creencias tradicionales que alcanzaría su cenit durante la Ilustración.

Algunos de los factores que contribuyeron a afianzar la nueva visión fueron:

• El estudio de los fósiles y los estratos de la corteza terrestre generalizó la idea de que seres distintos a los actuales pudieron poblar la Tierra en tiempos pasados durante períodos de larga duración. No se tardó mucho en comprobar, por el estudio de esos restos, que la configuración de la Tierra había cambiado, que el mar cubrió en otra época regiones que actualmente forman continentes y que flores tropicales crecían en zonas donde ahora reina un clima templado. Y, sobre todo, se llegó a la evidencia de que animales y plantas, que no existen en nuestros días, lo hicieron en otro tiempo remoto y que ciertas formas o especies actuales no aparecieron hasta fechas relativamente recientes. La conclusión inevitable era que a medida que los tiempos geológicos cambiaban, la fauna y la flora también lo hacían.




• El profundo estudio de las especies y sus variedades, la distribución geográfica de los organismos, los experimentos sobre cruzamientos, el cultivo de organismos en diferentes condiciones y la observación de algunas mutaciones, desacreditaron poco a poco el dogma de la fijeza de las especies y obligaron a sustituirlo por la concepción de una variabilidad de las formas organizadas.

Del análisis de los hechos antes enumerados surgirían diversas interpretaciones que, al buscar el agente fundamental de esos cambios, pondrían el acento en el agua –los neptunianos– o en el fuego –los plutonianos o vulcanistas– y, al analizar la intensidad de esos agentes, optarían por la violencia –catastrofistas– o por la acción continuada y persistente –uniformitaristas o gradualistas– Para los catastrofistas la espectacular orografía de la corteza terrestre solo era explicable en términos de fuerzas de enorme intensidad cuya acción, además, podía hacerse compatible con la cronología bíblica; para los gradualistas, en cambio, la explicación había que buscarla en procesos del mismo tipo de los que se observan en la actualidad. Este énfasis en la acción continuada y persistente de fuerzas de intensidad "normal" obligaría a ampliar hasta extremos inimaginables –en los que no encontramos vestigios de un comienzo ni perspectivas de un fin– la edad de la Tierra.



No es posible detenerse en las vueltas y revueltas de esta apasionante historia de la que se haría eco el mismo Goethe en el Fausto pero sí conviene, para entender el contexto de las objeciones de Kelvin, señalar que hacia mediados del siglo XIX el uniformitarismo había conseguido establecerse como la teoría más ampliamente reconocida en los ámbitos académicos gracias a la obra de Charles Lyell (1797 – 1875), quien en su tratado Principios de Geología argumentó, de un modo que resultaría convincente, la idea de que todo cambio geológico y biológico se debe a causas ordinarias, que han actuado igual durante toda la larga historia de la Tierra ; historia que ahora devenía muy larga. Poco a poco la vieja idea de que la naturaleza era pródiga en violencia y avara en tiempo iba a acelerar su declive y a transformarse en su opuesta. Esta obra, que Darwin leería durante su famoso y decisivo viaje a bordo del Beagle, ejercería una influencia enorme sobre el naturalista inglés: en ella encontraría argumentos para mantener que la evolución por selección natural disponía de tiempo suficiente para desplegarse.



Nosotros no disponemos de más espacio por lo que la conclusión de nuestra historia debe dilatarse también en el tiempo. ¡Hasta la próxima entrega!


UNIFICANDO LA VISIÓN DEL MUNDO IV


Un rodeo necesario: Darwin y la Física (I)


A mi retorno, en el otoño de 1836, comencé inmediatamente
 a preparar mi Diario para su publicación,
y vi entonces cuántos hechos indicaban
la descendencia común de las especies.
Charles Darwin.




En un artículo anterior citábamos unas palabras de Richard Feynmann en las que se afirmaba que el descubrimiento de las leyes del electromagnetismo de Maxwell será juzgado como el acontecimiento más significativo del siglo XIX. Probablemente tendríamos que matizar estas palabras y concederle el mismo o incluso rango superior al descubrimiento, por Darwin y Wallace, de la Teoría de la Evolución que el primero argumentaría de forma amplia y accesible en su libro Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, publicado en 1859.




También es esta teoría un ejemplo magnífico de unificación porque apoyándose en sus resultados acabará no sólo resultando comprensible lo diverso –la enorme cantidad de seres vivos que pueblan nuestro planeta– a partir de lo simple –un ser originario común que evoluciona, se modifica y varía y al que un medio externo selecciona por su capacidad de adaptación a él o elimina por su inadaptación–, sino también cerrándose la cisura que separaba a los humanos de sus parientes más o menos cercanos, el resto de los animales. Este encadenamiento común entre los seres vivos permitirá no sólo entender el mundo de una manera radicalmente distinta a la sostenida hasta entonces sino, también, acercarse a la solución de ese interrogante que desde siempre atormentaba al ser pensante: ¿de donde venimos?.





Resulta obvio señalar que el impacto cultural de esta teoría fue impresionante pues, no en vano, se cuestionaba el relato sagrado de la Creación. No es extraño, por tanto, que se elevaran las voces vinculadas a las iglesias de todo tipo para condenar una teoría que ponía “patas arriba” creencias ancestrales y a la que tachaban de disparatada, blasfema, atea y materialista –calificativos a los que, por otra parte, la irracionalidad, fundamentalmente religiosa, nos tiene ya tan acostumbrados a lo largo de la historia.

No fueron, sin embargo, éstas, las únicas voces que cuestionaron esta teoría, ya que la evolución darviniana también alteraba nociones muy arraigadas en el corazón de otras disciplinas científicas. Así, la virtualidad del proceso evolutivo exigía de un tiempo enormemente superior al hasta entonces admitido por naturalistas y geólogos: la Tierra y el Sistema Solar debían ser mucho más viejos de lo supuesto hasta entonces.


 La edad de estos objetos se convirtió en motivo de investigación y de controversia. Geólogos y biólogos desenvainaron sus armas y la controversia entre catastrofistas y uniformitaristas desbordó el ámbito académico y alcanzó al gran público. El debate se extendió a otras áreas científicas y los físicos entraron en liza: su abanderado, William Thomson, lord Kelvin, el más prestigioso de los físicos del momento; su campo de batalla, la edad de la Tierra y del Sistema solar; sus armas, los cálculos sobre el proceso de enfriamiento de la Tierra y sobre la energía que mantiene ardiendo al astro rey; el resultado, el mundo es más joven que lo que la evolución parece exigir.



Así comentaba Darwin, en carta a Wallace en 1869, las objeciones presentadas por lord Kelvin: Los puntos de vista de Thomson sobre la temprana edad del mundo han sido durante algún tiempo una de mis más serias y penosas dificultades. Convencido, sin embargo, de la certeza de sus ideas Darwin desarrollará una estrategia de defensa en dos frentes, por un lado, concediendo la posibilidad de que el ritmo de la evolución, que él estimaba lento, muy lento, pudiera haberse acelerado en los estadios primitivos de configuración de la Tierra, y por otro, apuntando la posibilidad de que nuestro conocimiento de los procesos físicos fuera aún incompleto y que por ello las conclusiones de Kelvin fueran apresuradas y erróneas:

Sólo puedo decir, en primer lugar que no sabemos cuál es el ritmo, medido en años, al que las especies cambian, y en segunda instancia que muchos filósofos están dispuestos a admitir que aún no conocemos suficientemente ni la constitución del Universo ni la del interior de nuestro globo como para especular con suficiente certeza sobre su duración pasada.

Pedía, pues, que suspendiéramos nuestro juicio.

Nosotros acabamos aquí este artículo, pero prometemos volver en breve para tratar de aclarar los antecedentes que condujeron a la unificación darviniana y para desvelar cuál fue la respuesta que obtuvieron las objeciones de Kelvin.

martes, 24 de agosto de 2010

UNIFICANDO LA VISIÓN DEL MUNDO III


Desde una perspectiva amplia de la historia de la Humanidad,
hay muy pocas dudas de que el descubrimiento
de las leyes del electromagnetismo de Maxwell
será juzgado como el acontecimiento más significativo del siglo XIX.
Richard Feynmann






Tercera estación: La síntesis de Maxwell

En los inicios de nuestra historia el llamado efecto ámbar, más tarde conocido como electrización por frotamiento, y la extraña propiedad asociada a ciertas piedras que parecían tener anima fueron percibidos como fenómenos asociados a lo mágico. El largo proceso a lo largo del cual ambos fenómenos acabaron perteneciendo al ámbito de la ciencia es parte sustancial de la historia de la electricidad y el magnetismo.

Lo sorprendente de este relato es que al culminar esta incorporación no sólo acabaron recibiendo una explicación unitaria los fenómenos eléctricos y magnéticos sino que además otro conjunto de fenómenos aparentemente alejados de ambos –los ópticos– terminaría siendo interpretado en clave electromagnética: ¿qué tienen en común las propiedades eléctricas de ciertos materiales con las propiedades de los imanes? ¿qué vínculos pueden conectar la electricidad y el magnetismo con la luz?



Dos son las experiencias claves mediante las que fue posible establecer la vinculación entre la electricidad y el magnetismo: el experimento de Öersted sobre la desviación de una aguja magnética al paso de la corriente por un alambre conductor próximo y el experimento de Faraday sobre la inducción de una corriente eléctrica en un circuito que es atravesado por un campo magnético variable. Estos dos científicos, al igual que sucedió con Newton, pudieron ver más lejos no sólo porque se auparon a hombros de gigantes, sino porque también ellos, como aquel, estaban convencidos de la existencia de un sustrato simple oculto tras lo diverso.

Así lo expresará, en 1845, Faraday:

Las varias formas bajo las que se manifiestan las fuerzas de la materia tienen un origen común; o, en otras palabras, están tan directamente relacionadas y son tan mutuamente dependientes, que, como de facto así resulta, son convertibles las unas en las otras, y poseen equivalentes de capacidad en su acción.

 

 El sustrato sobre el que se articularía inicialmente la unificación de la que nos estamos ocupando sería el ubicuo éter, camaleónico medio introducido por los griegos para dar cuenta del peculiar comportamiento de los objetos que se movían en la esfera celeste. De él se dirá en la 3ª edición de la Encyclopaedia Britannica (1797): No siendo el éter percibido por nuestros sentidos, sino un mero producto de la imaginación traído a escena como mera hipótesis, o con la finalidad de resolver algún fenómeno real o imaginario, permite a los autores una total libertad para modificarlo a su antojo. El trabajo de Maxwell consistirá, así, esencialmente en reducir el electromagnetismo y la óptica –aquello que percibimos por medio de nuestros sentidos– al comportamiento mecánico –pero invisible– de ese material sutil: el éter luminífero. El éxito de la empresa incitó a otros científicos, como Thomson, a buscar, incluso, en ese medio, el plenum universal, una explicación de las propiedades asociadas a la materia ordinaria: desarrollaría así su teoría de los átomos-remolino, de la que el mismo Maxwell escribiría:


Una vez que el átomo-remolino es puesto en movimiento todas sus propiedades quedan fijadas y determinadas de modo absoluto por las leyes de movimiento del fluido primigenio, leyes que aparecen completamente expresadas por las ecuaciones fundamentales. Los discípulos de Lucrecio pueden cortar y modelar sus átomos sólidos con la esperanza de conseguir que se combinen para generar toda clase de mundos; los seguidores de Boscovich pueden imaginar nuevas leyes de fuerza para ajustarse a los requerimientos de cada nuevo fenómeno; pero aquél que osa transitar por el camino abierto por Hemholtz y Thomson no dispone de esos recursos. Su fluido primigenio no tiene otras propiedades que inercia, densidad invariable y movilidad perfecta y el método por el que el movimiento de este fluido puede ser trazado es estrictamente matemático. Las dificultades son enormes, pero la gloria que se conseguiría al superarlas sería única.


A finales del siglo XIX se vislumbraba pues una Teoría del Todo que Fitzgerald, uno de los más relevantes maxwellianos, caracterizaba en estos términos:

Esta hipótesis –se refiere a la teoría de Thomson– explica las diferencias existentes en la Naturaleza como diferencias de movimiento. Si fuera verdadera, el éter, la materia, el oro, el aire, la madera o los cerebros, resultarán no ser otra cosa que diferentes movimientos.

Sugestiva posibilidad que bajo esta encarnadura acabaría, sin embargo, revelándose falsa. Otro avance, no obstante, en la búsqueda de nuevas unificaciones.


UNIFICANDO LA VISIÓN DEL MUNDO II



Segunda estación: Calor y Mecánica: el atomismo

La fuente de calor generado por fricción parece ser inagotable.
Resulta innecesario añadir que cualquier cosa que un cuerpo
o un sistema aislado de cuerpos pueda suministrar sin límite,
difícilmente puede ser de naturaleza material;
y me parece muy difícil o mejor imposible formarme una idea clara
de algo capaz de ser excitado y comunicado
en los experimentos que no sea movimiento.
Benjamin Thompson, conde de Rumford





Cada vez que se aproxima el veranos comienzan a saltar las alarmas que nos previenen sobre los peligros que comportan los golpes de calor. ¿Qué sabemos sobre el calor? ¿Qué es eso de la temperatura? ¿Qué tiene que ver el calor con la Teoría del Todo sobre la que estamos indagando?

Varios son los fenómenos asociados al calor con los que estamos familiarizados: así, al mezclar agua caliente y agua fría obtenemos agua tibia, al calentar los cuerpos, estos no sólo se dilatan sino que, incluso, pueden cambiar de estado, fundiéndose o evaporándose, nos frotamos las manos a fin de aumentar su temperatura, etc.

Las primeras teorizaciones mediante las que se buscaba explicar estos fenómenos dotaban al calor de propiedades similares a las de un fluido, eso sí, un fluido especial. En el lenguaje coloquial aún quedan rastros de esta concepción y, por ello, es común escuchar expresiones como: […] Ese cuerpo almacena mucho calor o acércate para que pueda darte un poco de calor. En estas expresiones aparece siempre el calor con una connotación de cantidad: “algo” material se acumula en los cuerpos y puede transferirse de uno de ellos a otro. Ese “algo” acabaría conociéndose como calórico y haciendo uso de él y adjudicándole diversas propiedades – entre las que destaca la capacidad de las partículas de calórico para repelerse entre sí y para ser atraídas por la materia ordinaria – se pondría en pie una teoría mediante la cual se explicaban de forma coherente los fenómenos a los que antes hemos hecho alusión.

En efecto, en todo cuerpo existía una tensión entre dos fuerzas opuestas, de atracción y repulsión, cuyo equilibrio explicaba su estructura. El suministro de calórico alimentaba la repulsión y esta se manifestaba como un aumento de volumen (los objetos se dilatan al calentarlos) o, en caso extremo, como la rotura de la estructura inicial (el calentamiento convierte los sólidos en líquidos y a estos en gases). Por otra parte, los cuerpos con temperatura elevada, al contener un grado de calórico mayor que el que contienen los de temperatura más baja, ceden a estos parte de ese calórico al establecer contacto entre ambos, hasta alcanzar el equilibrio cuando el grado de calórico de los dos cuerpos se iguala, de forma similar a lo que lo que sucedía con los vasos comunicantes. La explicación del proceso mediante el que el frotamiento producía calor podía parecer, en principio, aceptable –la fricción y el roce de un cuerpo contra otro permitía la expulsión del calórico del interior y este pasaba de latente a manifiesto–, pero como apuntara el conde Rumford tras sus famosos experimentos de perforación de cañones, este proceso parecía ser inagotable…

Cobraría así cuerpo la idea de que el calor –su contenido y su grado– estaba asociado al movimiento de partículas diminutas que constituían los cuerpos y que en última instancia la virulencia de ese movimiento –la energía cinética de esas partículas– era en el fondo lo sustancial del grado de calor de un cuerpo.



Así se expresaba Sir Humphry Davy en una de sus investigaciones sobre la naturaleza del calor:

[…] La fricción y la percusión generan necesariamente movimiento o vibración de las partículas de los cuerpos. Podemos, pues, concluir razonablemente que este movimiento no es otra cosa que calor, o el agente repulsivo. El calor, entonces, o ese poder que impide el contacto completo de las partículas de los cuerpos, y que es además la causa de nuestra sensación de frío o calor, debe ser considerado como una forma peculiar de movimiento, probablemente una vibración de las partículas de los cuerpos, que tiende a separarlas. Puede ser así llamado con propiedad movimiento repulsivo.




La ciencia del movimiento, la Mecánica, aparece así como explicación última de los fenómenos asociados al calor: una nueva unificación, en términos de lo previamente explorado, parece posible.

La conclusión de esa tarea es ya una simple cuestión de tiempo; un nuevo mojón marca el progreso de la Teoría del Todo.

UNIFICANDO LA VISIÓN DEL MUNDO I



A menudo aparecen en los medios de difusión noticias sobre lo que se ha dado en llamar Teoría del todo. ¿A que se refieren con esta expresión? ¿Qué se oculta tras ella?

Si rastreamos en nuestra historia descubriremos que lo que pretende esta teoría no es distinto de lo que persiguieron los primeros filósofos: aquellos pretenciosos personajes que, en la perdida Jonia, cavilaban sobre la naturaleza de las cosas mientras intentaban explicar el cambiante mundo de las apariencias en términos de un limitado número de principios. Que no hubiera acuerdo sobre cuál o cuáles eran estos principios –Agua, Tierra, Aire, Fuego, lo “ilimitado”, etc.– o que lo real resultara más difícil de construir, con estos "ladrillos", que lo esperado, no hizo abandonar a los pensadores y a los científicos y, una y otra vez, la idea de que era posible explicar lo diverso a partir de lo sencillo volvió a asomar en distintas épocas y en diferentes contextos: ¿Qué otra cosa fueron los sueños de Descartes? ¿Qué buscaba Newton en su febril trabajo sobre Alquimia? ¿Qué perseguía Dalton? ¿Qué idea recurrente atormentaba a Faraday?...

En una serie de varios artículos vamos a glosar algunos de los “momentos” de esta búsqueda de la unificación de fenómenos aparentemente diversos.

Primera estación: La síntesis newtoniana


Newton, boquiabierto, miró al cielo sorprendido
 y, con verdadera gravedad,

fue testigo de la caída vertical de la manzana.
¡Qué maravillosa observación!
¿Quién hubiera adivinado que tan pedestre milagro podría alterar la historia,
y que, desde entonces, todos, cualquiera que fuera su rango,
debían caer a treinta y dos pies por segundo, cada segundo?.
Dannie Abse



La figura de Newton ofrece demasiadas facetas como para que pretendamos abarcarla en tan exiguo espacio. Aquí vamos a dar unas leves pinceladas sobre su trabajo como maestro de la unificación.

Para un profano, inquieto por conocer el funcionamiento del mundo que le rodea, no resulta ni mucho menos evidente que el movimiento de un objeto que cae en las proximidades de la Tierra tenga nada que ver con el majestuoso y rítmico devenir de la Luna a nuestro alrededor: el primer movimiento es perecedero, rectilíneo, y el segundo parece eterno, casi circular. No es extraño, pues, que se considerase a lo que acontecía aquí, en la zona terrestre, corruptible y destinado a finalizar y a lo que estaba más allá de la zona terrestre, en la zona celeste, incorruptible y destinado a durar siempre: se construyeron por ello dos físicas –la terrestre y la celeste.



Esta escisión, que se mantuvo durante siglos, es la que cerraría Newton al desarrollar su ley de la Gravitación Universal en la que asocia a todas las masas una capacidad de interacción mutua que se describe, en su versión moderna, de la forma siguiente:

La fuerza con la que se atraen dos masas puntuales es directamente proporcional al producto de ellas, inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa y se dirige a lo largo de la línea que las une.

La Tierra atrae, pues, no sólo a la manzana que cae libremente del árbol sino que su poder atractivo se extiende a distancias infinitas y por tanto hasta la Luna. Eso mismo ocurre con todos los objetos del Universo y es esa fuerza la que explica y da cuenta de la configuración a gran escala de ese Universo.

La genialidad de Newton probablemente no se habría manifestado en la forma en que lo hizo si no hubiera tenido apoyo en el trabajo precedente de Copérnico –quien supo observar el Universo desde un lugar apropiado– y Kepler –quien obsesionado por descubrir los planos del Gran Arquitecto explicitó las regularidades que presentaban los movimientos de los planetas en torno al Sol–, pues, no en vano, la ciencia siempre se construye en unos casos sobre cimientos y en otros sobre materiales de derribo previos: como el mismo se encargó de reseñar, […] Si he visto más lejos ha sido porque me he aupado a hombros de gigantes.

Vivimos en un Universo entrelazado por fuerzas que permiten explicar de un modo único la caída que precede a la traumática rotura de un vaso que se desliza entre nuestros dedos, el movimiento de los proyectiles y el armonioso discurrir de nuestra morada en torno al astro rey, entre otras muchas cosas.


No es extraño, pues, que nuestro héroe aventurase una sugestiva hipótesis de unificación más amplia –que acabaría configurando lo que se conocería como programa de Newton – en los siguientes términos:

Me gustaría que pudiésemos deducir el resto de los fenómenos de la Naturaleza siguiendo el mismo tipo de razonamiento que para los principios mecánicos. Ya que muchas razones me inducen a sospechar que todos ellos pueden depender de ciertas fuerzas en virtud de las cuales las partículas de los cuerpos – por causas hasta hoy desconocidas – se ven mutuamente impelidas unas hacia otras y se unen en figuras regulares, o son repelidas y se alejan unas de otras.



Los logros obtenidos no constituyen aún una Teoría del Todo pero sí son un mojón en ese camino para entender lo diverso en términos de leyes únicas.

viernes, 20 de agosto de 2010

NEGRAS PERSPECTIVAS

Los tiempos que corren son poco propicios para la actividad económica en La Orotava. Poco a poco va cambiando el paisaje comercial y con un dejo de tristeza asistimos a la desaparición paulatina de establecimientos que están ligados a nuestras vivencias personales -la Librería Miranda, la tienda de Carmencita, Necho y tantas otras. Grandes bandas de papel ocupan los ventanales de los escaparates en los que hasta hace bien poco se ofertaban las mercancías y, sobre aquellas, aparecen carteles con desesperados mensajes -"Se traspasa", "Se alquila".


¿Incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos? ¿Obsolescencia? ¿Imposibilidad para resistir la nueva dinámica comercial que han instaurado las grandes superficies? ¿Falta de reflejos y de unidad empresarial? ¿Escaso apoyo desde las instancias municipales?


La batería de preguntas anteriores es un simple recurso retórico; refleja en realidad lo que, a mi juicio, ha pasado en nuestro pueblo - y en tantos otros pueblos en los que la instalación de grandes superficies ha modificado radicalmente el tempo y las costumbres de los consumidores.

La lógica del capitalismo no sabe de sentimientos y las campañas de defensa del comercio de siempre apelando a razones sentimentales están abocadas al fracaso porque el que consume, pese a su buena disposición, acaba por comprar donde encuentra mayores facilidades.

La batalla, desigual, la han ganado las grandes superficies que ofrecen al usuario una serie de ventajas que el comercio local no ha sido capaz de contrarrestar:
  • Oferta amplia, concentrada en una zona espacial reducida, que no sólo posibilita ahorrar tiempo sino que, además, ha creado espacios para la relación social
  • Instalación de franquicias modernas - Zara, Mango, Massimo Duti, Benneton, etc.
  • Servicios de venta que permiten devoluciones, sin problemas y con reintegro, incluso, del importe pagado
  • Aparcamiento gratuito y fácil
  • Servicio de mercado diversificado
  • Cine y espacios de ocio
Quizás habría sido posible atenuar los devastadores efectos de esta ofensiva si se hubieran dado otras circunstancias entre las que me atrevería a señalar las siguientes:
  • Una organización empresarial que hubiera defendido realmente el comercio de La Orotava -Apymevo no sólo no cumplió este papel de resistencia y activación de sus asociados sino que, mediatizado por los promotores de Alcampo, se entregó a ellos con armas y bagaje; tampoco Oropyme, pese al entusiasmo de sus rectores, ha sido capaz de movilizar eficazmente a los suyos.
  • Unos poderes públicos más sensibles -el Ayuntamiento ha apostado decididamente por las grandes superficies como ejemplo de empresas dinámicas y ha actuado y actúa de espaldas a los intereses del pequeño y mediano comercio del pueblo, perjudicándolo con sus decisiones ¿Puede alguien entender de otro modo la sistemática eliminación de toda posibilidad de aparcamiento?
  • Un tejido empresarial más firme que hubiera evitado la falta de compromiso y el individualismo miope así como la escasez de emprendeduría y que, ante una realidad como la que supone la práctica de las grandes superficies, hubiera diversificado la oferta -combatiendo las rutinas que antes eran posibles pero que ahora resultan suicidas- y copiado, aun a costa de ciertos riesgos, la política de ventas y devoluciones de sus competidores.
Si ya resultaba difícil competir en la época del despilfarro, más difícil resulta hacerlo en estos tiempos de "vacas flacas" y me temo que lo que ahora es un goteo persistente -el cierre paulatino de negocios- acabará pronto siendo una riada incontenible.

El espantajo de la Universidad como panacea para solventar los males del comercio orotavense no deja de ser una falsa ilusión -de ello ya nos ocuparemos en otra ocasión.




miércoles, 18 de agosto de 2010

HASTÍO

¡Ni siquiera en verano puede uno librarse de esta impresentable y carroñera oposición!

El portavoz oficial Esteban González Pons se desplaza, imagino que desde una playa en la que descansaba, hasta Melilla donde declara: "El Gobierno ha optado por el abandono, por eso ha tenido que ser el Partido popular el que haya venido a decir a los melillenses que España entera está con ellos..." ; días más tarde Aznar, emulando al "Guerrero del Antifaz", aparece por los mismos predios para dejar claro que "los patriotas" - a los que en su enfermiza paranoia imagina representar - están vigilantes. ¡La estatura que como estadista proyecta este personaje es aún más exigua que su estatura física!

No pueden ocultar cómo les alegra la aparición de cualquier problema que tenga que afrontar el Gobierno socialista -¡es más, tratan de acrecentarlo! - y una y otra vez tenemos, así, que escuchar la cantinela que han venido utilizando desde que, por mentir, fueron desalojados del poder.

Me asusta que en sustitución de unos políticos que no han estado, al menos en los últimos tiempos, a la "altura de las circunstancias", tengamos, después de las próximas elecciones, a otros que han estado a la "altura del betún".

Un panorama que, ciertamente, no invita al júbilo y a la ilusión.

jueves, 12 de agosto de 2010

COMIC Y LECTURA




Hace unos momentos acabo de terminar de leer los datos del Informe PISA de 2009 en los que se ha evaluado la comprensión lectora de un amplio conjunto de países y regiones –España y sus comunidades entre ellos. Los resultados no son muy buenos para el conjunto de nuestro país y malos, sin paliativos, para Canarias –¡nada sorprendente, por otra parte!


En dicho Informe, de ahí este excurso, puede leerse: Una primera certeza que ofrece PISA desde 2000 es que la mejora del rendimiento lector de un alumno tiene un impacto indiscutible en su vida futura, tanto en sus oportunidades académicas como laborales. Una segunda conclusión asocia el rendimiento del alumnado con factores tales como el nivel de interés por la lectura, su tiempo libre dedicado a ella y la variedad de recursos y materiales que leen.


En PISA 2000, resultó mayor la correlación entre la competencia lectora y el compromiso con la lectura (que engloba actitudes, intereses y prácticas) que entre la competencia lectora y el estatua socio-económico. De ahí que se pueda sostener que una de las labores más eficaces que puede desarrollar un centro escolar es promover estrategias de lectura e interés hacia la misma por parte de los jóvenes, como una manera de disminuir la distancia entre las clases sociales. ¡Ahí es nada!

Me pareció interesante recuperar esta reflexión que ya colgué en mi blog hace unos meses.


POTENCIALIDADES EDUCATIVAS DEL COMIC


Pese a que el comic es un medio que ha estado presente, de una forma u otra, en la educación sentimental de casi todo el mundo, suele generalmente, llegada la "madurez" infravalorarse por infantil y, desde el mundo de la enseñanza, despreciarse como instrumento educativo.

Estas apreciaciones son, a nuestro juicio, injustas y miopes, no sólo porque en los comics y tebeos es posible encontrar una enorme cantidad de pistas sobre la sociedad en la que esos cuadernillos se editaron o se editan, sino porque, además, hay un comic “adulto” desde el que se abordan temas de enorme calado. Unos y otros pueden, así, utilizarse como elementos educativos de primera magnitud.

Por otra parte, desde hace unos años, además, los personajes del comic han pasado a ocupar un espacio importante en la industria audiovisual y sus héroes y superhéroes pueblan las pantallas de los televisores y los cines, formando parte también de la educación sentimental de nuestros hijos en unos casos y nuestros alumnos en otros: Superman, Batman, Spiderman, Asterix, Bluberry, El Zorro, El Fantasma, Tarzán, Dick Tracy, X-Men, la variopinta fauna de Sin City, Spirit, etc., son algunos de los personajes de un amplio muestrario. Cualquiera que pretenda educar de espaldas a esta realidad social está condenada al fracaso. Debe, pues, actuarse desde esa realidad y ayudar a entenderla críticamente.



A ello se añade que, en una época dominada por la cultura de la imagen, el formato de los comics, en el que se combinan imagen y texto, facilita la aproximación de los niños y jóvenes al mundo de lo literario, ayuda a la iniciación a la lectura, creando una cierta adicción, y posibilita el tránsito, a medio plazo, hacia escenarios más complejos: los libros.

Sugerimos, a continuación, diversos comics que contienen, a nuestro juicio, elementos más que suficientes para formar parte de una interesante biblioteca.


1.- Dos conflictos recientes de enorme trascendencia histórica –Palestina y los Balcanes– han sido abordados de forma ejemplar haciendo uso del lenguaje del comic: Palestina, en la franja de Gaza de Joe Sacco en el primer caso o Gorazde, zona protegida del mismo autor, Fábulas de Bosnia de Tomaz Lavric o Fax from Sarajevo de Joe Kubert en el segundo, son magníficos ejemplos de las potencialidades informativas, educativas y formativas que el medio ofrece. También han recibido una atención adecuada el ataque terrorista al World Trade Center -El Informe 11-S de Sid Jacobson y Ernie Colón o Sin la sombra de las torres de Art Spiegelmann- y la invasión de Irak.


2.- Las grandes guerras forman parte esencial de nuestra historia más reciente, por ello, entender los intereses en juego, las causas de las mismas y los efectos producidos no puede ser ajeno a cualquier proceso de formación cultural. Los datos, la información descarnada, es, a menudo, insuficiente; acercarse al horror de dramas de proporciones enormes exige dotarse de encarnadura a través de historias de hombres y mujeres. Es ahí donde la maestría de los autores de relatos y en particular de novelas gráficas adquiere su valor: Tardi es uno de ellos y sus historias de la Gran Guerra –La guerra de las trincheras, El soldado Varlot o ¡Puta guerra!– una fuente perturbadora de sensaciones.


3.- El horror del nazismo y las huellas que dejó en quienes lo padecieron de cerca ha sido objeto de la reflexión de filósofos y escritores de todo el mundo y numerosas obras guardan memoria de unos hechos que deseamos irrepetibles. El comic ha dado también una obra maestra, Maus, por la que su autor Art Spiegelmann recibió el Premio Pulitzer: su lectura, asfixiante a veces, permite desarrollar un amplio repertorio de posibilidades educativas. Son también dignas de mención la saga de Osama Tezuca, Adolf, y el relato Auschwitz de Pascal Croci.


4.- La historia más lejana –la oscura Edad Media, la colonización de la América Hispana, la frívola Francia de Luis XIV, la sórdida Inglaterra Victoriana, los tiempos de la Comuna, la conquista del Oeste, etc.– , tiene también en el mundo de los comics una amplia y dignísima representación. Los compañeros del crepúsculo, Las Torres de Bois-Marie, Las 7 vidas del gavilán, Desde el infierno o El grito del pueblo son una buena muestra de ello.

5.- Desde la óptica de los infantes el mundo en el que vivimos resulta, al menos, paradójico. Mafalda y Carlitos y Snoopy ofrecen una enorme gama de posibilidades para dar rienda suelta al contraste de opiniones y al debate.

6.- El opaco mundo del Islam ha sido abordado recientemente por una autora iraní Marja Satrapi en una novela gráfica con el título de Persépolis. Sus páginas, así como la película inspirada en ella, son un excelente medio para aproximarnos al otro.



7.- Nuestra reciente historia, y más en particular la Guerra Civil y la oscura etapa del franquismo, se ha visto reflejada en la grafía de dos autores de culto: Vittorio Guardino –No pasarán– y Carlos Giménez –Paracuellos.




8.- La aproximación de la historieta a la vida cotidiana –bien sea por la vía de la sátira a través de personajes caricaturescos (ejemplos claros los encontramos en los entrañables personajes de los cuadernillos de humor en la época dorada del tebeo español) o bién por la de un tratamiento más realista– tiene en el mundo del comic múltiples representantes. Uno de ellos es Arrugas de Paco Roca y otro El arte de volar en los que se abordan asuntos que van desde el compromiso político, la amistad y la ética hasta el problema del envejecimiento, la soledad y la muerte digna –temas todos ellos que permiten una reflexión en profundidad sobre la tan debatida cuestión de los valores.





miércoles, 11 de agosto de 2010

RÁFAGAS II

  • Tras una cultivada autosuficiencia escondía cierto desencanto por no haber conseguido ser imprescindible para nadie.
  • El énfasis exagerado en lo "políticamente correcto" puede conducir a la tiranía de los hipócritas.
  • "Negar por decreto la animalidad de los humanos es olvidarse de nuestra ascendencia", Darwin dixit..
  • Uno va estando un poco harto de la teatralidad de cierta política - una noble actividad a la que los malos actores convierten en esperpento.
  • Qué triste es acabar dándole la razón a aquellos que etiquetaban como "cosas de jóvenes" nuestros ardores revolucionarios. ¡Es tan feo convertirse en viejo!

AVE FENIX

Después de un largo periodo de silencio, vuelvo a retomar esta ventana que se asoma no se sabe a donde para dar salida a mis "impresiones"