lunes, 22 de octubre de 2012

REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN LO SUSTANCIAL Y LO ACCESORIO (I)



         Desde hace meses la educación ha pasado a ocupar cabeceras en los periódicos de nuestro país, ¿significa esto que este asunto se ha convertido en motivo central de un debate a fondo y en una preocupación genuina de la sociedad?

         La respuesta, desgraciadamente, es negativa; de hecho las razones por las que aparece “bajo foco” son ahora, como en la mayor parte de las ocasiones anteriores, episódicas –los exabruptos del ministro Wert– o circunstanciales (pese a su importancia) –los recortes.

Las razones profundas del fracaso de la educación en nuestro país apenas se abordan y, en cualquier caso, quedan aplastadas por el ruido generado por esas dos Españas que dirimen a “garrotazos y descalificaciones” o con cambios continuados de las leyes educativas sus diferencias. Permanece, así, en la sombra lo sustancial.

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Pese a los casi cuarenta años de democracia hay una serie de contenciosos que no hemos sido capaces de superar y entre ellos se encuentra el de la articulación de un sistema educativo consensuado: ¿cuales son las razones de esta incapacidad que parece congénita? ¿con qué escollo topamos una y otra vez?

Una mirada retrospectiva quizás nos ayude a entender el asunto.

El tránsito de la Dictadura a la democracia fue producto de un pacto entre los poderes fácticos de la Dictadura y las emergentes organizaciones de la oposición antifranquista y, como todo pacto, exigió concesiones mutuas –¡también en educación!

Conviene recordar que durante cuarenta años la Iglesia recibió, por su apoyo decisivo al Alzamiento y posterior Cruzada, un trato de favor y privilegio considerables y que a ella se le encomendó un papel esencial en la educación –esta sí, de adoctrinamiento profundo– de las élites del país. Las distintas órdenes religiosas se convirtieron, así, en patronales del sector hasta el punto de considerar la educación como esfera de su patrimonio.

 

El ascenso del partido socialista al poder fue esencial para iniciar el paso a la modernidad que nuestro país necesitaba y a esa tarea se dedicó, con éxito en muchos casos y con algún que otro fracaso en otros –los claroscuros son propios de toda acción humana, mucho más en la política, y claroscuros encontramos en el asunto que nos ocupa: la educación.

La Iglesia, consciente de la pérdida de la hegemonía de la que había disfrutado durante la Dictadura y sin hacer ningún acto de contricción por ello, comenzó a jugar sus cartas y pasó a abanderar –¡se necesita cinismo!– la defensa de la libertad de enseñanza; amparada por los infames Acuerdos con la Santa Sede y protegida por un sector apreciable de una población de flaca memoria y de una derecha escasamente laica, consiguió una cuota apreciable de control educativo a través de los conciertos de los centros privados y el mantenimiento del estatus privilegiado de la Religión en el currículo educativo general. 

La ideología católica permaneció, así, enquistada en la estructura del sistema educativo y la laicidad perdió la batalla no sólo en este ámbito sino, también, en el espacio civil –¿tiene, acaso, sentido esa omnipresencia de símbolos religiosos en las tomas de posesión de los cargos políticos, la ocupación reiterada de las zonas públicas por procesiones y demás rituales católicos o la inevitable participación de curas en las aperturas e inauguraciones de obras civiles?– y, al igual que en las “guerras de trincheras”, ocupada una posición, no es sencillo desalojarla.

 

De ahí que todos los intentos por modificar el statu quo sean presentados a la sociedad, por aquellos que son el ejemplo más palmario de ideologización, como ideológicos –su defensa de la adoctrinadora asignatura de Religión en la escuela y su oposición a asignaturas como Educación para la Ciudadanía o Ciencias para el Mundo Contemporáneo son claras muestras de esta actitud.

El claro respaldo del ministro Wert a la Iglesia en estos temas resulta inquietante y parece augurar no sólo un debilitamiento de la laicidad en la escuela sino una ofensiva religiosa, ¡claramente ideológica!, para recuperar o ampliar zonas de influencia.

jueves, 4 de octubre de 2012

¿EDUCAR DE OTRO MODO?: LA RED COMO MEMORIA COMPLEMENTARIA



Hace unos días discutía con varios amigos, no recuerdo sobre qué asunto, cuando, en un determinado momento, uno de ellos tiró de Iphone y previa consulta en la Red aportó los datos que neecesitábamos para proseguir el debate; alertado por ello pude comprobar que en más de una tertulia civilizada alguno de los participantes hacía uso de similar artefacto.

Me pareció que, cada vez más, la utilización de esta memoria adicional va a formar parte, si no lo hace ya, de la vida cotidiana y del quehacer de muchísimos ciudadanos.

Pienso que la escuela tendría que adiestrar a los alumnos en el manejo de esta ingente cantidad de información y que las disciplinas que en aquella se imparten deben hacer uso de esa memoria extendida -pues de eso se trata.

martes, 2 de octubre de 2012

D. BOSCO EN LA OROTAVA: OLVIDAR LA HISTORIA ES CONDENARSE A REPETIRLA



            La Familia Salesiana orotavense se apresta a recibir gozosa los restos del Santo Fundador de la Orden.

         En lo que probablemente será una nutrida multitud de loas y recuerdos dulcificados –la nostalgia tiene escasa y selectiva memoria– quisiera incluir aquí, a modo de contrapunto y acudiendo a las fuentes, una edificante historia.

El que sigue, el Sueño de las 22 lunas, es uno de los varios relatos en los que D. Bosco anunciaba muertes y así se cuenta en el libro que recoge los hechos del Santo:

Me encontraba en medio de vosotros en el patio y me alegraba en mi corazón al veros tan vivarachos, alegres y contentos. Quiénes saltaban, quiénes gritaban, otros corrían. De pronto veo que uno de vosotros salió por una puerta de la casa y comenzó a pasear entre los compañeros con una especie de chistera o turbante en la cabeza. Era el tal turbante transparente, estando iluminado por dentro,ostentando en el centro una hermosa luna en la que aparecía grabada la cifra 22. Yo, admirado, procuré inmediatamente acercarme al joven en cuestión para decirle que dejase aquel disfraz carnavalesco; pero he aquí que, entre tanto, el ambiente comenzó a oscurecerse y como a toque de campana el patio quedó desierto, yendo todos los jóvenes a reunirse en fila debajo de los pórticos. Todos reflejaban en sus rostros un gran temor y diez o doce tenían la cara cubierta de mortal palidez. Yo pasé por delante de todos para examinarlos y entre los tales descubrí al que llevaba la luna sobre la cabeza, el cual estaba más pálido que los demás; de sus hombros pendía un manto fúnebre.

Me dirijo a él para preguntarle el significado de todo aquello, cuando una mano me detiene y veo a un desconocido de aspecto grave y noble continente, que me dice: Antes de acercarte a él, escúchame; todavía tiene 22 lunas de tiempo; antes de que hayan pasado, este joven morirá. No le pierdas de vista y prepáralo.

Yo quise pedir a aquel personaje alguna otra explicación sobre lo que me acababa de decir y sobre su repentina aparición, pero no logré verle más.

El joven en cuestión, mis queridos hijos, me es conocido y está en medio de vosotros.

Los comentaristas anotan… Un vivo terror se apoderó de los oyentes, tanto más siendo la primera vez que San Juan Bosco anunciaba en público y con cierta solemnidad la muerte de uno de los de casa.

El buen padre no pudo por menos de notarlo y prosiguió: Yo conozco al de las lunas, está en medio de vosotros. Pero no quiero que os asustéis. Como os he dicho, se trata de un sueño y sabéis que no siempre se debe prestar fe a los sueños. De todas maneras, sea como fuere, lo cierto es que debemos estar siempre preparados como nos lo recomienda el Divino Salvador en el Evangelio y no cometer pecados; entonces la muerte no nos causará espanto. Sed todos buenos, no ofendan al Señor y yo entre tanto estaré alerta y no perderé de vista al del número 22, el de las 22 lunas o 22 meses, que eso quiere decir, y espero que tendrá una buena muerte.

Esta noticia, si bien asustó mucho al principio a los jóvenes, hizo inmediatamente un grandísimo bien entre ellos, pues todos procuraban mantenerse en gracia de Dios, con el pensamiento de la muerte, mientras contaban las lunas que se iban sucediendo.

San Juan Bosco, de vez en cuando, les preguntaba: ¿Cuántas lunas faltan aún?

Y los jóvenes respondían: Veinte, dieciocho, quince, etc.

A veces, algunos que no perdían una sola de sus palabras, se le acercaban para decirle el número de lunas que habían pasado e intentaban hacer pronósticos, adivinar... pero Don Bosco guardaba silencio”.

En este tono prosigue el relato…

La insensibilidad de la que hace gala el relator ante la crueldad con la que el Santo juega con el terror de sus alumnos permite entender la turbia atmósfera de sadomasoquismo que permeó nuestra vida colegial durante los negros años del Franquismo.

Esto es también parte de nuestra historia ¿o no?