lunes, 29 de noviembre de 2010

PERPLEJIDADES VI

  • Hay en el espacio por el que se navega una oferta tan sobreabundante que resulta casi imposible posar sobre ella una mirada sosegada, detenerse para leer lo que se esconde detrás de un titular. El viaje se convierte, en múltiples ocasiones, en fin, en lugar de ser el medio del que nos servimos para llegar a un contenido. Llenamos, así,  un tiempo, de frases que prometen información relevante pero no acabamos accediendo a ella de forma que quede un poso.
  • Por otra parte, muy a menudo desanima pasear por las llamadas "redes sociales" y comprobar que mucho de lo que circula y se intercambia en ellas, sobre todo si el asunto roza la política, apenas se diferencia de lo que discurre por los medios tradicionales -platós de televisión, emisoras de radio o periódicos de inequívoca adscripción política-: descalificación del oponente, defensa a ultranza del afín y, en consecuencia, como corolario inevitable, nulo ejercicio de la capacidad crítica.
  • En cualquier caso, difícil es pedir al ciudadano de a pie aquello que sus representantes públicos no practican: el ejercicio de la dialéctica, el intercambio de puntos de vista, la argumentación razonada y la evolución de las ideas como producto del diálogo.

viernes, 26 de noviembre de 2010

UNAS NOTAS PARA OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA IV


En las entregas anteriores hicimos mención a dos periódicos que vieron la luz en La Orotava durante la sórdida época del franquismo: Hogar Club y Ahora. En lo que sigue vamos a centrarnos con más detalle en sus características y en lo que, en su momento, significaron.

Dejaremos para una próxima incursión el análisis de un tercero, “El Aguijón”, que vería la luz en una época distinta y de mayores expectativas –la de la Transición–, donde ya resultaba posible hablar con mayor libertad.

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El primero de los periódicos con la cabecera “Hogar Club”, de claras resonancias eclesiásticas, se editó a finales de 1964 –lo dirigía Pedro Cruz Sacramento, aparecía como Director Técnico Carlos Tomás Pérez Méndez, el Tesorero era Melchor Dorta y completaban la plantilla, como asesores, Chela, Antonio Jesús García, (Pedro) Coronado y Choro (Melchor García).

La declaración de intenciones con la que se abría el primer número, bajo la rúbrica de Melchor Dorta, que aunque publicada con anterioridad en nuestra segunda entrega volvemos a incluir aquí, no ofrece dudas sobre el territorio en el que se iba a moverse:

Estimados lectores y amigos todos.

Quisiera como encargado de la presentación del Hogar Club, de formación tan reciente que aun no ha llegado a oídos de muchos jóvenes de La Orotava, exponerles claramente lo que es o lo que será el Hogar Club, teniendo en cuenta, claro está, mis escasas cualidades literarias.

El motivo de su fundación se debe, en gran parte, a contar desde el principio con el ofrecimiento estimulante de un local apropiado, donde encontramos una base sólida en la que materializar nuestra idea, que consiste en conseguir el acercamiento de los jóvenes de La Orotava.

Es de mencionar que esta idea no partió exclusivamente de los jóvenes sino también de algunas personas mayores que, con su consejo y apoyo, han contribuido a que ésta sea una próxima realidad que satisfaga plenamente todas nuestras esperanzas.

Pero aparte de esta, yo añadiría que puede considerarse como otra causa el vernos apoyados y el haber sido correspondidos en todo momento de una manera elogiable por todos los miembros que forman actualmente el Hogar Club, ya que sin su ayuda, todas nuestras ilusiones se hubiesen derrumbado.

Es fin del Club conseguir que los jóvenes de la Orotava puedan ampliar su formación, en toda la acepción de la palabra; desea también fundir en uno solo a todos los grupos en los que desgraciadamente está dividida la juventud de esta Villa.

El Hogar Club es un lugar en donde se acoge a todos los jóvenes –chicos y chicas– que con buena intención acudan a él con el deseo de practicar sus aficiones preferidas.

Después de una enumeración de las actividades que se pretendía desarrollar en el Club – Sala de juegos, biblioteca, discoteca, Cine-forum, Corte y Confección, un Coro, una rondalla y el propio periódico–  concluía la presentación con un deseo:

En nombre de la Directiva del Hogar Club quisiera rogarles su cooperación para que todos estos objetivos no sean pura utopía sino con la ayuda de Dios, una próxima y feliz realidad.

El caserón en el que se ubicaba el Hogar Club – un local apropiado, donde encontramos una base sólida en la que materializar nuestra idea– no era otro que el que había acogido en su momento al “Avecren”, nombre con el que calificábamos a un extraño colectivo de mayores que, tras unos Ejercicios Espirituales, habían cambiado sus costumbres y pretendían cambiar las de los demás. Estaba, pues, vinculado a la Iglesia –la presencia del párroco de la Concepción así lo atestiguaba– y era ésta, por mediación de los jóvenes militantes de la Acción Católica –Pedro Cruz Sacramento más conocido como “Pedro el Chatarra” y Francisco Mesa Bravo entre otros– la que pretendía seguir ejerciendo su “benéfica” influencia sobre los jóvenes que ya habían abandonado las aulas.

No es extraño que alguno de los más lúcidos, como “Chela”, expresara sus dudas sobre el tono del Hogar Club en un artículo que lo iba a enfrentar con el mencionado párroco, Leandro Medina.

Decía el primero en una sección que titulaba Pedacitos de turrón…del duro y que firmaba con el seudónimo de Veolof:

El peor pecado es la hipocresía. Y hay que decirlo: Aquí, en el Hogar Club y en el periódico, vamos pecando, ¡eh!, vamos pecando.

Modelo de razonamiento de una muchacha del Hogar Club: “De acuerdo, el Hogar Club es para todas las clases sociales, pero una cosa es que sea para todas las clases sociales y otra que entre todo el mundo”. Oído por mí, así. Sin comentarios.

¿No va siendo hora de que ciertos señores que escriben en este periódico se quiten su aureolita de santurrones y se muestren tal y como son? Yo creo que sí, porque hay que ser bueno, malo o mediocre; pero serlo con valentía. Sin caretas.

Porque, vamos a ver: “esto” ¿es el órgano informativo del Hogar Club o una revista de orientación religiosa?

En resumen: el Hogar Club no es lo que algunos esperábamos que fuese. Y, el periódico, tampoco.

El Arcipreste no estaba dispuesto a dejar sin respuesta la osadía del ya por entonces cáustico y transgresor “Chela” y en un artículo, sin firma, para así implicar a la directiva del Hogar Club, titulado Para ti, “Veolof”. Sólo para ti, dejaba claras sus ideas:

Es valiente el que escribe construyendo, a pesar de ver sus propios defectos. No es hipócrita, a no ser que se ponga a sí mismo como modelo. Quizás al escribir delinee su propio deseo de perfección.

En cambio es cobarde el que todo lo critica, el que encuentra hipocresía en todo y en todos. Y más cobarde cuando al criticarlos, se pone la careta del seudónimo, y pide a los demás que se la quiten.

Estos pedacitos de turrón tienen sabor de almendra amarga.

En torno a los “pedacitos de turrón” se reune la familia toda para saborearlos. Pero “estos”…espantan a la familia en vez de unirla.

Ya que te has puesto cristales de color ante los ojos, ¿por qué has elegido el negro precismente?

Es chocante que los jóvenes se quejen siempre de la “incomprensión” de los mayores … y luego… sean intransigentes con los propios compañeros.

Si crees que este no es el camino, trázanos tú una meta y deja que todos contemplemos y admiremos tu acierto. ¡Ah! y ayúdanos a seguirla.

Tú defines que el peor pecado es la hipocresía. Yo –opinión modesta y particular– creo que el peor pecado es “creer hipócritas a los demás”, porque eso es soberbia, y la soberbia no sólo es el peor pecado, sino que es el origen de todo pecado.

Parece que te molesta que salga a relucir el problema religioso en el periódico, que es periódico de problemas de la juventud… Eso demuestra que también los jóvenes son hombres, porque el hombre es “un animal religioso”. Si le quitas al joven la religión, dime ¿a qué queda reducido?

También te molesta el que el periódico y el Hogar no estén hechos a tu medida –“no es lo que algunos esperábamos”– ¿Qué es lo que tú esperabas? Y lo que tú esperabas, ¿es seguro que es lo mismo que esperaban todos los demás? Además, ¿qué quieres? ¿Qué todos seamos tan perfectos como tú, a la primera…? En el camino estamos, y deseos no faltan.

El tiempo, la buena voluntad, la colaboración y la unión, a pesar de las divergencias, harán lo que hoy es un deseo. Paciencia, chico.

El cura no escondía sus ideas y el lenguaje era inequívoco: El hombre es “un animal religioso”. Si le quitas al joven la religión, dime ¿a qué queda reducido?

Las reticencias de “Chela” eran compartidas por algunos de los que participábamos en el periódico y buena prueba de ello es que en Septiembre de 1965 sacamos a la luz, al margen de toda relación y tutela eclesiástica, una nueva publicación con la cabecera de AHORA.  

En esa nueva empresa participamos activamente, Domingo Eulogio, "Chela", Melchor García, Francis Miranda, Juan Cruz y yo mismo. En los dos únicos números que vieron la luz se podía detectar un inconformismo que anunciaba otros “aires” y que ya había tomado cuerpo en una actividad que se desarrollaba en paralelo y de la que ya hemos hablado con anterioridad: el Cine Club.

El primer número se abría con un Saludo y estímulo que Juan Cruz había conseguido que nos escribiera el prestigioso periodista Luis Castañeda. En él, leído con la perspectiva de los años, nos animaba en la empresa que iniciábamos e, incluso, abogaba por una renovación generacional afirmando:

Porque en nuestro país ésta es una hora de juventud. Tanto que yo vengo sosteniendo en conversaciones privadas, con hiperbólica y desesperada anatematización, que para despejar con rapidez el futuro destino de nuestro pueblo, es preciso que desde migeneración para atrás desaparezcamos todos del escenario social. Con esto quiero sugerir que por nuestra rutinaria visión de las cosas, por los tardígrados movimientos que imprimimos a la sociedad, por el peso muerto con que retardamos la evolución de la historia, por la resistencia que deliberada o mecánicamente oponemos a la reestructuración más justa y más ágil de la vida pública, representamos un estorbo para las aspiraciones nobles, generosas y apremiantes de la juventud.

[…] Con esta revista la juventud tiene ahora en el Valle de la Orotava una plataforma para cumplir el predicado unamuniano de llamar mentiroso al que miente, ladrón al que roba y estúpido al que va por ahí diciendo estupideces. Y esto ya sería bastante como quehacer premioso de su impaciencia.

Que acabara la soflama mentando al indomable vasco, por aquél entonces guía espiritual de algunos de nosotros, fue con toda probabilidad lo que desató nuestra (mi) destemplada reacción.

El segundo, y último número, se abría con un artículo bajo el elocuente título de Cantos de sirena.

La lectura del artículo “Saludo y estímulo”, por Luis Castañeda, publicado a manera de pórtico en el número 1 de este periódico, ha llenado mi alma, hecha no de cera, y así incapaz de sentir y sí de amoldarse, de profunda irritación. Irritación y desánimo es lo que me produce ese saludo y estímulo, que si es sincero, como así creo, pues no quiero ni tengo por qué dudar de ello, indica en su autor una ceguera intensa, acaso disculpable caso de tratarse, como así me parece, de idealismo quijotesco.

Parece claro que la lectura de la unamuniana Vida de D. Quijote y Sancho está reciente en el ánimo del autor, quien prosigue:

Nada sé de los motivos que ha tenido D. Luis para decir de nosotros, los jóvenes, “que vivimos en perpetuo afán de navegación”, “que es tanta nuestra ambición de conocimiento, que quisiéramos abarcar el mundo por la cintura, y tanto nuestro deseo de perfección que estamos predispuestos al holocausto en aras de todas las causas que creemos justas y redentoras”

Debo reconocer, incluso hoy día, que el bienintencionado periodista se excedió en sus loas; no me extraña, pues, que con la exaltación del momento, continuara mi requisitoria en los términos que siguen:

Nada sé de sus motivos, ni nada puedo saber. Sólo se me ocurre achacárselos a esa ceguera “quijotesca” que llevó al Caballero de la Triste Figura a confundir rameras con doncellas, o molinos de viento con gigantes. Pero no puedo permanecer callado, tengo que sacarlo de su error y decirle que somos lo primero, que es nuestra desgracia ser rameras y no doncellas, que no deseo oir música de sirenas y dejarme seducir por ella.

Sé que vivo – y así la mayoría – al tibio calor del estercolero, lleno de hediondez; pero no me confunda, no confunda la mofeta con el armiño; no necesito una palabra de consuelo, una limosna, quiero un empujón, un bofetón que me despierte de mi letargo.

Después de asegurar que no era mi intención polemizar –aunque leído lo escrito suene más bien a excusa– y de agradecer su “saludo y estímulo”, palabras que agradezco pero que no me sirven, elevaba el tono de la soflama, ya claramente unamuniana.

Si vamos a continuar vistiendo la verdad desnuda con ropas de bufón, para hacer gracias, adular a los intocables o no escandalizar a los santones de turno, muy corta será nuestra existencia, existencia que merezca la pena.

Creo y veo que es necesario, para salir de esta vileza que nos aturde, mirar la vida cara a cara, apartar lo que estorbe, descorrer el velo y decir: ¡Esto es así!, puede que no te guste, pero ¡esto es!

Ver las cosas de frente, buenas y malas, ese es el ideal; te diré lo que para mí eres; si te envidio o te odio te lo haré saber. ¡Haz tú lo mismo conmigo!

La suciedad oculta en los rincones es la más difícil de barrer; ¿por qué llenar, entonces, nuestra alma de rincones? Aventarla, pregonando la verdad, ¡mi verdad!, ¡tu verdad! Así el viento se la llevará lejos, lejos de ti y de mí; podremos, por fin, vernos, desnudos, tal como somos, sin velos.

El artículo lo terminaba con un “aviso para navegantes”: Un periódico como el nuestro, que aspira –por lo menos oficialmente– a sacar de este mar de tibieza a nuestro Valle, no puede comenzar tratando los temas con evasivas; no puede ni debe dejar de decir la verdad, esa verdad por la que tanto suspiramos.

Rectificar es de sabios y ahora se está a tiempo, pues si los artículos van a ser una suave rienda que continúe conduciendo nuestro apático caballo por caminos trillados, en vez de un recio latigazo que lo haga galopar, preferible es que callemos.

Imagino al pobre Juan Cruz intentando, ante los anteriores exabruptos,  dar explicaciones a D. Luis Castañeda; entiendo, pues, su reacción de negarse a vender el periódico en el Puerto de la Cruz.

La aventura acabó con este número; una aventura que nos deparó momentos inolvidables y polémicas de una ingenuidad entrañable.

Así, este segundo número incluía una carta de Andrés Chaves en la que este, después de dejar constancia que había leído con inusitado asombro un artículo de Francis Miranda titulado El tremendismo actual, concluía:

Claro que todos tenemos nuestras teorías y el señor Miranda es un idealista a machacamartillo (sic) al afirmar que añora la sencillez y dulzura de las publicaciones de Juan Ramón Jiménez que con sus melosas palabras nos hace dormir estáticos en una nube ignorando la cruel realidad.

Menos mal que el garrotazo brutal de Cela o Williams nos hace bajar de esa nube y demostrarnos con un inmenso chichón que el mundo no es precisamente un burrito llamado Platero y rosas, rosas, rosas…

De todas las historias que vivimos, mientras redactábamos el periódico, es digna de reseñar la de una usurpación de la que fuimos conscientes en su momento, pero que no supimos cómo resolver, cuando recibimos dos artículos con la firma de Juan Carlos Arencibia; uno de ellos era, sin duda, producto de su pluma, pero el otro, ¡ah!, el otro era diferente, ¡otra cosa! en nuestro fuero interno sabíamos que no era suyo– 

Se titulaba La libertad del otro y comenzaba de esta forma rotunda: La libertad del otro constituye el fundamento de mi libertad. Sin su libertad yo no soy libre. La razón de ser de mi libertad he de buscarla en el otro. La oposición entre el otro y yo es más aparente que real, más ficticia que auténtica. A lo que verdaderamente se opone el otro es a lo otro. De un hombre a otro va apenas nada. Un hombre se diferencia o distingue de otro hombre por la visibilidad de las sombras que proyectan sus pasos.

Y así continuaba varios párrafos más, hasta concluir de esta guisa:

Así pues, la libertad del otro es la que me dice de manera expresa si gozo yo de libertad o si vivo esclavo de una obstinante (sic) superioridad. Es pues tan necesaria la existencia del otro que necesito de ella para ser yo mismo.

El respeto a la libertad del otro no es una virtud, ni un obsequio, sino que constituye un elogio a nosotros mismos. Lo que sucede es que el respeto a la libertad ha de ser tan amplio y generoso como corresponda a la misión y a la función que cada uno cumpla o ejerza en la vida.

Algunas de las frases, sobre todo las del comienzo, quedaron grabadas en nuestra memoria, ¡al menos en la mía!, y por ello pude, al fin, descubrir al verdadero autor de las mismas cuando, muchos años después, leyendo Dios y el Estado de Bakunin, me topé con un discurso que incluía párrafos como los que siguen:

La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación. No me hago libre verdaderamente más que por la libertad de los otros, de suerte que cuanto más numerosos son los hombres libres que me rodean y más vasta es su libertad, más extensa, más profunda y más amplia se vuelve mi libertad.

Nunca entendí, sin embargo, cómo llegó Juan Carlos, que transitaba por territorios bien alejados de cualquier veleidad anarquista, a ese texto –¿quizás un viejo libro de la época republicana que escapó de la purga franquista?

De cualquier forma, por vías insospechadas, el subversivo militante anarquista encontró hueco en nuestro periódico.

La aventura acabó en octubre de 1965 con el tercer número en imprenta –la imprenta que regentaba Chile– y sin fondos para pagarlo. No pudimos continuar hablando de teatro, cine y literatura ni, tampoco, dar salida a nuestro, aún confuso,  inconformismo.

Tendrían que pasar 13 años para que nuestro pueblo volviera a contar con otro periódico. En 1978 saldría a la calle el beligerante "Aguijón". ¡Esta historia la contaremos en otro momento!




jueves, 25 de noviembre de 2010

FIESTAS, SALVAJES Y TRANVÍA


Acabo de ver en televisión imágenes de algunas de las salvajadas que tienen como escenario el tranvía que hace el trayecto Santa Cruz- Laguna; parte de esas imágenes corresponde a  las noches de Carnaval y otras a las de los fines de semana.

Lo que aparece muestra el incivismo de grupos -se dice, e imagino que así es, minoritarios- de "intoxicados", que no dudan en destrozar bienes públicos y en poner en riesgo no sólo su vida (¡lo que, reconozco, me importa poco!) sino, (¡y esto sí me preocupa!), la de los demás.

Impacta, porque, a diferencia de lo que sucedía en otros tiempos, la educación alcanza ahora a la mayor parte de la población y, casi con toda seguridad, esos energúmenos han pasado por las aulas de escuelas, quizás de los institutos y, tal vez, alguno por las de la Universidad. No puedo evitar que la constatación del fracaso me irrite y entristezca.

Espero que, a diferencia de otros casos, esta vez no aparezcan los indignados representantes del amable y pacífico pueblo de Tenerife para "matar al mensajero" y considerar como un agravio que se airee un problema de gran calado: la ordinariez, borreguez y cutrerío que suele acompañar a la mayor parte de las manifestaciones festivas -carnavaleras o de botellón- en las que el sentimiento de ser parte de la masa anula la individualidad y en las que se constata el fracaso de una sociedad que se encuentra a gusto en ellas.


NOTAS PARA OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA III



En estas notas para “otra historia de La Orotava” habíamos dejado el relato en el momento en que el grupo que animaba el Cineclub tomó la decisión de desligarse del Colegio Salesiano y sacudirse así la “tutela religiosa”. En paralelo a ello se produce también otro hecho significativo que protagonizan algunas personas de la “misma cuerda”: la edición de un nuevo periódico sin tutela alguna. En septiembre de 1965 sale a la calle el primer número.

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La pugna en el seno del Cineclub, a la que hacíamos mención en nuestra entrega anterior, se saldaría con la «victoria» de las tesis rupturitas; se impondría, pues, una reorganización de la Junta Directiva que queda constituida, en noviembre de 1966, por las siguientes personas: Presidente: Justo Díaz Expósito, Vicepresidente: Melchor García Hernández, Secretario: Juan Felipe Hernández González, Vicesecretario: José Isidro Linares Bercedo, Tesorero: Domingo Abreu Rodríguez, Vicetesorero: Melchor Dorta Hernández y Vocales: Eulogio D. Méndez, Alfonso Trujillo Rodríguez, Manuel Rodríguez Mesa, Francisco García Hernández. Consejero religioso: Manuel Porlán.

Estos cambios en la dirección y los nuevos objetivos, que habían ido madurando a lo largo de la temporada anterior, son presentados así en la Memoria de la temporada 1966 - 67: La reorganización de la Junta Directiva y el propósito de exhibir films de riguroso estreno, constituyeron los dos agentes provocadores que determinaron el nuevo giro de nuestro Cineclub. Se trataba de la adhesión de un sector más amplio de público: el adulto.

Los tiempos exigían cuidar la expresión y confiar en la capacidad para leer entre líneas y, por ello, el hartazgo por el control –razón fundamental para buscar “otros aires”– se convertía en: El círculo, estrecho en sí, en que nos desenvolvíamos no era propicio. Resultaba anacrónico e insuficiente: los films eran de reestreno y a veces las cintas se hallaban en muy mal estado. El ambiente tampoco lo era. Las garantías que podíamos ofrecer de una buenas sesiones a ese público eran poco menos que bastardas en interés, ya que no en calidad. No obstante, ese mismo público que pretendíamos ganar, y que considerábamos acreedor de «garantías» era demasiado irregular. ¿Respondería?

El balance final resultaría, no obstante, claramente optimista y así concluía la Memoria: Queda así cerrada una nueva etapa muy significativa y que se caracterizó por su singular ambición y la consecución de lo propuesto.

Se abría un nuevo periodo que duraría 6 años y se clausuraba otro que merecía el siguiente, y quizás muy duro, juicio: Un año éste muy importante para nuestro Cineclub. Viene a significar algo así como "un reconocimiento oficial" de su mayoría de edad. Acabó con una serie de limitaciones, a todas luces perjudiciales para la continuidad del mismo. Limitaciones estas que marcaron, con un sello bien definido, las dos primeras etapas que, si bien podemos considerarlas como experimentales, una tercera en idénticas condiciones hubiera supuesto una estocada mortal para el mismo. El salto, revolucionario en sí, implicaba una serie de riesgos en los que campeaba, claro está, el económico. Sin embargo, el anquilosamiento de nuestro Cineclub había llegado a un punto en que se hacía necesaria la ruptura radical y absoluta de unos supuestos asfixiantes. Esta ruptura fue decisiva y se produjo sin muchas dificultades, aunque sí con pequeñas incidencias.

En la Memoria se apunta también la posibilidad de una muy pronta federación, máximo objetivo, hasta esa fecha, inalcanzado. Los films proyectados durante la temporada fueron: La piel suave, París, bajos fondos, La mosca, Los honores de la guerra, El crepúsculo de los dioses, El maquinista de la General, Judex, La mano en la trampa, Llueve sobre nuestro amor, El escándalo Rosemarie, Tiempo de amor. La tradicional Semana de cierre contó con los siguientes títulos: El momento de la verdad, La clave del enigma, Lemmy contra Alphaville, Relato íntimo, Mayor Dundee y Teresa Raquin.

Ya estaba claro que la cultura no era inocente y que su posesión liberaba (¡al menos eso creíamos entonces!). Había, pues, que importar, desde donde fuera posible, nuevo material, conseguir películas a las que no se tenía acceso en los circuitos comerciales. Asociarse a la Federación Nacional de Cineclub se convirtió en un objetivo que, por problemas económicos, tuvo que posponerse una y otra vez.

La política explícita –la implícita siempre había estado presente– formaba ya parte de nuestras preocupaciones y el espectro ideológico de los que trabajaban en el Cineclub, dentro y fuera de la Directiva, era amplio –desde liberales tibios hasta filocomunistas–, lo suficientemente amplio como para que se midieran los pasos y, así, unos atemperaran mientras otros empujaban para ir más lejos (resulta curioso constatar que, más tarde, cuando se intentó montar aquella utopía de gabinetes municipales en la sombra, auspiciados por la Junta Democrática, volviéramos a encontramos –¡esta vez sí! – como conspiradores, muchos de los que entonces preparábamos las sesiones del Cineclub o escribíamos en el nuevo periódico que con el nombre de AHORA acompañaba a nuestra actividad cinéfila). Por aquel entonces ya habíamos comenzado a leer a Marx, a Engels y a otros popes y epígonos; el marxismo había irrumpido en nuestras vidas y los textos de El manifiesto comunista o de Los orígenes de la familia la propiedad privada y el estado o La esencia del Cristianismo, entre otros muchos, nos habían procurado todo un nuevo conjunto de “verdades evidentes” que ejercerían una influencia marcada en las opciones vitales de algunos de nosotros.

Los inicios de la temporada 1967 - 68 ven, tras un largo forcejeo, la dimisión de su primer Presidente Justo Díaz Expósito. En su carta de despedida señala: Justo Díaz Expósito, tiene el honor de comunicar a la actual Directiva del Cine Club Orotava que a partir del día de la fecha - 26 de noviembre de 1967 -, dimite como directivo de dicha Asociación Cultural, de la que desde el primer momento fue su Presidente y sin cuya iniciativa personal los aficionados al Cine no contarían hoy con ESTE Cine Club.

Se hace cargo de la Presidencia el entonces Vicepresidente Eulogio Domingo Méndez – sin duda el principal animador de esta entidad hasta el año de su clausura en 1972 – y se reorganiza la Junta que, en 1968, queda compuesta por: Presidente: Eulogio D. Méndez, Vicepresidente: Francisco Miranda, Secretario: Juan Antonio Pérez Méndez, Vicesecretaria: Milagros Sánchez, Tesorero: Domingo Abreu, Vicetesorero: Melchor Dorta, Vocales: José Hilario Fernández, Quirina Miranda, Alfonso Trujillo, Francisco García; Consejero Religioso: Manuel Porlán.

El Cineclub Orotava viviría, con altibajos, una etapa de gran actividad cultural y política –¡hasta donde era posible!– acentuando su carácter de foro de discusión y debate al que se desplazaban y en el que intervenían gentes de toda la isla. Los domingos por la mañana adquirieron, desde entonces, "otro sabor".

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL PAPA Y EL CONDÓN



  • Si hace unos años alguien me hubiera asegurado que uno de los problemas más importantes de este siglo, que lleva ya su primera década, tendría como envoltura la religión me habría carcajeado; sin embargo así ha sido, y la amenaza que viene de Oriente adopta el ropaje y la fraseología de la intransigencia y la exclusión: un discurso al que dimos por muerto y enterrado.
  • Ante este panorama -el poder de las religiones en los sistemas teocráticos- resulta un alivio para Occidente tener que lidiar con Benedicto XVI -¡nosotros tenemos, además, que hacerlo con la Conferencia Episcopal Española!
  • Es, no obstante, penoso,  constatar la influencia que aún tienen los actos o pronunciamientos de la Iglesia Católica. Como ejemplo cabe mencionar el impacto que está teniendo la, por otra parte, tímida declaración papal sobre el uso del preservativo; al parecer Benedicto XVI, en un libro-entrevista que salió hoy a la venta, manifiesta su "comprensión hacia determinadas situaciones en las que el uso del preservativo está justificado", y alude concretamente a la prostitución y al peligro consiguiente de contagios de enfermedades letales. No nos sorprende que la Curia ande preocupada porque, ¡ya se sabe!, se empieza por esto y no se sabe donde puede acabarse; de cualquier modo es previsible que una vez que se ha pronunciado el Jefe, los subordinados acaben subiéndose al carro. ¡Veremos cómo lo hacen y las contorsiones con las que justificarán su anterior y doloso empecinamiento!
  • Sería maravilloso que estas declaraciones pudieran tomarse a la ligera -¡casi a coña!- por lo anacrónicas que resultan, si no fuera por la cantidad de personas a las que condicionan. Así que, después de su escandaloso pronunciamiento de marzo de 2009, cuando afirmó que "la abstinencia sexual es el medio para luchar contra la enfermedad" y que el sida "es una tragedia que no puede resolverse sólo con dinero, que no puede resolverse con la distribucion de condones, que incluso agrava los problemas", se trata de un avance, tímido, pero avance al fin y al cabo. ¡Bienvenido sea!

viernes, 19 de noviembre de 2010

UNAS NOTAS PARA OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA II




En nuestra primera entrega señalamos que el Cineclub jugó un papel importante en la lucha por conseguir espacios de libertad durante el franquismo y que, en torno a él se produjo una confluencia de personas e ideas que iban -en sus inicios- desde un difuso e inconcreto filocomunismo hasta un moderado cristianismo social.

Aunque gran parte de esa historia la hemos contado en la revista publicada en 2004 conmemorando los 40 años de la fundación del Cineclub y que aquí hacemos amplio uso de ese material hay, en el relato que sigue, otros elementos novedosos que interesa dejar "negro sobre blanco" en esta tímida aproximación a "otra historia" de nuestro pueblo.

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El Cineclub Orotava quedó aprobado e inscrito en el Registro Oficial de Cine Club con el número 74 - Sección B; su domicilio social lo tenía en el Colegio S. Isidro Labrador, regentado por la Congregación Salesiana, en la calle de Nicandro González y Borges. La fecha de ins­cripción fue el 23 de Marzo de 1965. La Junta Directiva estaba formada por las siguientes personas: Presidente: Justo Díaz Expósito. Vicepresidente: Melchor García Hernández, Secretaria: María Luz Luís Illada, Tesorero: Eulogio Domingo Méndez García, Vocales: Juan Felipe Hernández González, Antonio Santos Cruz, Carlos Tomás Pérez Méndez (sustituido en Octubre por José Antonio Delgado Luís).

Con anterioridad a esta fecha, bajo el nombre de Cine-Forum estudio 3, se proyectaron en los Colegios de los PP. Agustinos del Puerto de la Cruz y de los PP. Salesianos de la Orotava, en sesiones de prueba, películas de varias nacionalidades con el fin de ir interesando y enterando a la afición orotavense de nuestro propósito: elevar el nivel cultural cinematográfico. Las películas fueron: La silla vacía, Margari­ta de la noche, Aventuras de Arsenio Lupin, La evasión, Maigret en el caso de la condesa, El rebelde orgulloso, El último perro y El eclipse. La chica con la maleta de Valerio Zurlini sería la primera cinta proyectada bajo el nombre de Cineclub Orotava, aún sin legalizar.

La Memoria de la primera temporada hace un recuento de los films y de las actividades realizadas: Se comenzaron las proyecciones con la película «La chica de la maleta», continuando a lo largo de la temporada con Retrato en negro, de Michael Gordon; Todos a casa, de Luigi Comencini; El empleo, de Ermanno Olmi; El árbol del ahorcado, de Delmer Daves; Adiós a las armas de Charles Vidor; el listado de películas finaliza con La colina de los diablos de acero de Anthony Mann.

Se reseña también lo que iba a ser marca de la actividad del Cineclub, la presen­tación y el coloquio: Desde el comienzo de nuestras proyecciones y antes de empezar las mismas, uno de los componentes de la Directiva hacía la presentación de la película, iniciándose al final de ésta un interesante coloquio entre los asistentes, exponiendo todos y cada uno, sus opiniones sobre la película proyectada, haciendo resaltar a lo largo de éste, los valores artísticos y cinematográficos de cada película.

El Cineclub se vio así vinculado, en su primera época, a instituciones religio­sas –en los programas aparece el título Integrado en el Colegio Salesiano y en sus Juntas Directivas aparece la figura del Consejero religioso (quien tendrá los mismo derechos y obligaciones que cualquier otro miembro del equipo directivo)–. Desde él se ofreció, sin embargo, por medio de las presenta­ciones y coloquios la posibilidad de articular un cierto debate cultural, que con facilidad devenía político, que acabaría, inevitablemente y por las limitaciones de una institución enormemente con­servadora, generando roces y fricciones que harían necesaria la emancipación.

Dos anécdotas, y el hecho significativo de la desaparición en Diciembre de 1965 del títu­lo "Integrado en el Colegio Salesiano", en los dípticos con los que se informaba de la película, pueden servir como señales de la existencia de ciertas corrientes de rebeldía y disconformidad con un ambiente espeso y sofocante.

Diciembre de 1965. La elección de la pe­lícula La gata sobre el tejado de zinc de Richard Brooks, basada en una obra de Tenesse Willians (¡hay que ver lo de moda que se puso este autor en esos tiempos!) no había estado exenta de discusiones; parecía una apuesta arriesgada porque lo escabroso del tema: la homosexualidad y los de­seos sexuales (¡deseos antinaturales! como escribió Juan Cobos en Film Ideal) le habían merecido ser calificada como "del 4”. Alguna representante del gremio de las "beatas", miembro de la aristocracia de la villa y poseedora de tí­tulo nobiliario, había expresado su repro­bación. El asesor religioso del Cineclub objetó, además, que el encargado de la proyección, José Acosta, era menor de edad y no podía actuar como tal. El ambiente se fue cargando y enrareciendo pero, finalmente y utilizando los servicios de otro proyeccionista, la película fue programada y exhibida. La batalla dejaría heridas.

Enero de 1966. La proyección de la película Los chicos de Marco Ferreri llevó a la sesión al entonces alcalde de la Villa, D. Juan Cullen; la película, cruda, realista, mostraba una España bastante alejada de la que nos vendía la propaganda oficial y en el coloquio algu­nos de los que intervenían lo pusieron de manifies­to. La autoridad municipal se vio obligada a puntualizar que esas manifestaciones, fuera de lugar, eran producto de nuestro desconocimiento de las ex­celencias del Movimiento del 18 de Julio. Más de un brazo en alto pidiendo la palabra, desde luego sin intención alguna de hacer saludo fas­cista, pusieron a prueba la habilidad del modera­dor que, no obstante, no pudo silenciar el comen­tario que daría fin, entre un considerable revuelo, al coloquio: "¡Ya estamos hartos de tanto 18 de Julio!". Resulta ocioso añadir que el alcalde se interesaría posteriormente por saber quien había sido el jovencito autor de la frase de marras.

Sexo, religión y política constituían, como no podía ser de otro modo en una opresiva sociedad nacional-católica, el escenario de la contestación.

La situación devino insostenible y el Cineclub decidió volar solo, abandonando pau­latinamente el recinto del Colegio pero sin con­seguir, durante largo tiempo, librarse de la aseso­ría religiosa que, no obstante, acabó cambiando de titular (el beligerante sacerdote Ángel Martín dejó su puesto al más conciliador Manuel Porlán).

La segunda temporada 1965 - 1966, de la que no se conserva Memoria Final de Actividades, fue de transición. Desde los incidentes de La gata sobre el tejado de zinc y Los chicos, las relaciones con la Comunidad Salesiana se hicieron más tirantes y comenzaron a alternarse las proyecciones, en el lugar habitual –el Colegio S. Isidro– y las salas comerciales de la Villa (se tomó el acuerdo de elevar a la Supe­rioridad la necesidad de que las proyecciones se lleven a efecto en los locales, Cine Orotava y Teatro Atlante, de esta Villa, dado el defecto de aforo del que hasta ahora se ha venido utilizan­do); también en el seno de la Directiva se reflejó esta tensión que, simplificando, podríamos etique­tar como batalla entre continuistas y rupturistas.

Los films exhibidos a lo largo de este pe­ríodo se inician con Electra, de Michael Cacoyanis el 24 de Octubre de 1965. Le segui­rían: Gaudí, Crónica familiar. Vencedores y ven­cidos, Con la muerte en los talones, La gata so­bre el tejado de zinc, Noche de circo, Un gángster para un milagro, Los chicos, Noche de verano, El hombre de Alcatraz, El milagro de Ana Sullivan.

Desde el 30 de Mayo al 14 de Junio se ce­lebran, en el Cine Orotava, los Actos de Clausu­ra de la 2ª Temporada. Las películas: El ingenuo salvaje (Elfidio Alonso), Suspense (Presentación: Melchor Dorta, coloquio M Porlán), Calle Mayor (Alfonso Trujillo), La corrupción (Ángel Mar­tín), La isla desnuda (Justo Díaz) y El evangelio según S. Mateo (Leandro Medina). En Agosto, colaborando con la Sección de Estudiantes del Instituto de estudios Hispánicos, tiene lugar una Semana de Cine Hispano-argentino proyectándose El Jefe (Nicomedes Gómez Pimentel), El espontáneo (Alfonso Trujillo), El de­lantero centro murió al amanecer (Justo Díaz), Los tarantos (Juan Gómez Luís-Ravelo), El hombre de la esquina rosada (Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas) y La tía Tula (José M. Martínez de la Peña).

La elección de las películas -dentro de las posibilidades que ofrecía un mercado controlado por la censura política y religiosa- intentaba privilegiar aquellas que, además de su calidad cinematográfica, posibilitaran cierto "juego" crítico. Esta tendencia iría acentuándose a medida que los sectores más concienciados de la dirección del Cineclub iban ganando poder.

Al mismo tiempo, durante este periodo, se publicaba un periódico con la cabecera de "Hogar-Club" (nombre de resonancias cristianas), nacido al amparo de grupos de inspiración católica y sensibilidad social, bastante activos entonces, en el que con mayor o menor timidez, una dosis enorme de retórica y cierta cursilería, expresábamos nuestras opiniones.

La presentación del periódico en Octubre de 1964 deja claros sus objetivos: Quisiera exponerles claramente lo que es, o lo que será el Hogar Club... El motivo de su fundación se debe, en gran parte, al contar desde un principio con el ofrecimiento estimulante de un local apropiado, donde encontramos una base sólida en la que mate­rializar nuestra idea, que consiste en conseguir el acercamiento de los jóvenes de la Orotava. Es de mencionar que esta idea no partió exclusivamente de los jóvenes sino también de algunas personas mayores que, con su consejo y apoyo, han contribuido a que ésta sea una próxima realidad... Es fin del Club conseguir que los jóvenes de la Orotava puedan ampliar su formación, en toda la acepción de la palabra; desea también fundir en uno solo a todos los grupos en que, desgraciadamente, está dividida la juventud de esta Villa.

Tutela bienintencionada, aspiraciones interclasistas, paternalismo cristiano: El albañil, el carpintero, el estudiante, el comerciante, el oficinista... y todos los que componen esta comunidad, pueden ser miembros activos del Hogar y colaboradores de nuestro periódico. Nuestra misión seria unir a toda esta juventud en un afán común: más alegre y mejor formada.

Como se ve, amparo de las instituciones eclesiásticas, y proclamas bienintencionadas con reminiscencias nacional-católicas: un corsé que acabaría mostrándose, al menos para algunos de nosotros, demasiado estrecho.

Cuatro números (desde Octubre de 1964 hasta Enero-Febrero de 1965) recogen parte de una experiencia interesante. También en él –como en el Cine club– se producirían fricciones con una autoridad religiosa omnipresente, patemalista y tolerante sólo hasta cierto punto. Chela y el párroco de aquel momento, Leandro Medina, protagonizarían uno de estos choques.

Para un grupo más radical, animador también del Cineclub, la tutela acabó resultando intole­rable. También aquí había que intentar volar solos. Un nuevo periódico, con el título AHORA, sal­dría a la calle en Septiembre de 1965.

De esa historia hablaremos en nuestro próximo artículo.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

UNAS NOTAS PARA OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA I



Siempre me ha resultado curioso comprobar que cuando se habla de la historia de La Orotava, apenas hay referencias a la actividad que, bajo el franquismo y los inicios de la democracia, desarrollaron los sectores de lo que podríamos llamar la "izquierda"o, incluso en sentido más amplio, la oposición democrática. Se da, así, la extraña paradoja de que quienes crecieron al amparo del "Régimen" –en absoluto silencio o en tibia colaboración con él– han acabado usurpando todo el protagonismo de la transición hacia una sociedad democrática, llegando, incluso, a reescribir los acontecimientos.

Estas primeras notas que incluyo a continuación tienen como hilo conductor la peripecia del Cineclub Orotava, aunque en ellas se hacen, también, algunas breves incursiones en otros terrenos. En cualquier caso pretenden incitar a los protagonistas de esa parcela poco publicitada y por ello poco conocida de nuestro pasado, a poner "negro sobre blanco" cuanto saben.

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La Orotava, en el momento en que el Cineclub vio la luz, 1964, ofrecía pocas posibilidades de ampliar horizontes a unos jóvenes, educados en su mayoría en el Cole­gio Salesiano. La educación recibida, huelga decido, obedecía al patrón del nacional catolicismo de la época: disciplina, represión, temor a las disolventes ideas liberales, etc.; y en este Colegio –cuya importancia en la articulación de la vida social, cultural y política de este Municipio requeriría un estudio a fondo– todas estas características del nacional catolicismo se llevaban hasta sus últimas consecuencias: las lecturas estaban fuertemente controladas y no se potenciaban, los espectáculos –y en concreto el cine– ­eran considerados como fuente de peligros (la calificación moral de las películas "del 1 , del 2, del 3 y del 3R y del 4", actuaba como referente, marcaba los límites para cada edad), el pecado, en suma, gravitaba, omnipresente, sobre todas las actividades cotidianas.

Al mismo tiempo, aunque de modo soterrado, aún eran perceptibles las huellas dejadas por una contienda incivil que acarreó muertes no sólo como producto de una batalla sino, lo que era más sórdido, como consecuencia de una represión que para algu­nos sería mortal. Una pesada losa de silencios y de odios, a duras penas contenidos, impregnaba –pese a que no fuera sencillo percibirlo– el aparentemente apacible discu­rrir cotidiano. Poco a poco, sin embargo, íbamos situando a ciertos personajes.

En los bares, en los centros de reunión, como la Acción Católica o el Liceo, fue haciéndose posible el encuentro entre dos generaciones de jóvenes –los nacidos durante o un poco antes de la Guerra Civil y los nacidos después de la contienda– que, con distintos niveles de compromiso, compartieron experiencias de todo tipo: a algunos les resultaba interesante Monseñor Fulton Sheen y a otros les inquietaba Dostoyeski.

El papel que el cine jugó en la infancia y la adolescencia de muchos de nosotros aparece poéticamente sugerido en la turbadora película de Víctor Erice El espíritu de la colmena: los ojos de la pequeña Ana Torrent fascinada por las imágenes del Frankestein de James Whale son la ventana abierta a otros mundos, a otra realidad distinta de aquella –hecha de silencios– de la que hay que escapar y de la que tan difícilmente puede escaparse. El cine impidió, sin duda, en gran medida que se nos helara el alma y ayudó, en múltiples ocasiones y sobre todo en las últimas filas de la sala, a que se nos calentara el cuerpo (¡qué joven de nuestra generación –y de tantas otras– no inició sus escarceos amoro­sos y el descubrimiento del otro sexo en la oscuridad de las sesiones de tarde del Atlante o del Cine Orotava!). No es extraño que en él buscáramos una vía de escape: sumergirte en sus historias era borrar nuestra historia próxima.

Pese al ambiente opresivo y opresor, que antes hemos sugerido, la anulación de la per­sonalidad de algunos individuos no fue completa y, a través de ciertos libros –entre los que destacaría el catolicismo social y "comprometido" de Maxence van der Mersch (Cuerpos y almas, Una esclavitud de nuestro tiempo), las heterodoxias de Giovanni Papini (Gog, El libro negro, Palabras y sangre) o las preocupaciones existenciales de Unamuno (La agonía del cristianismo, El sentimiento trágico de la vida)–, de algunos viajes al territorio peninsu­lar y de quien sabe qué otras vías, fue calando un cierto cristianismo de nuevo cuño, más abierto, crítico y solidario y gestándose más de una disidencia. Se crearon secciones de Acción Católica que tenían extraños nombres –JIC, JEC y JOC– y fue desplegándose así un cierto pensamiento heterodoxo y contestatario.

En este clima de impregnación eclesiástica no es extraño que la crisis religiosa, la liberación del corsé católico, fuera la muestra más significativa de un cierto deshielo ideoló­gico. El descubrimiento de otros autores como Camus, Sartre, Bemanos, Henry Miller, etc. y de libros como La Peste o El extranjero, Los caminos de la libertad o La náusea, El diario de un cura rural o, más tarde, Los cementerios bajo la luna, los Trópicos, etc. –en circuitos paralelos y clandestinos– fue per­mitiendo la emergencia de un pen­samiento más libre que conduci­ría a la puesta en cuestión de un sistema, religioso, familiar y polí­tico, mentiroso y falso. La rebel­día juvenil encontró, en nuestro caso, su causa.

Existía un mundo, mucho más rico y estimulante, di­ferente de aquél que nuestros edu­cadores o nuestros padres nos presentaban como único mundo posible. ¡Podíamos pensar de otro modo!. Poco a poco fue hacién­dose palpable la falsificación de un pasado, hasta entonces de blancos y negros, no tan lejano y que había quedado aplastado por una guerra que comenzaría­mos a observar con nuevos ojos. Los viejos republicanos, volve­rían a encontrar, en unos jóve­nes nacidos después de esa con­tienda fratricida, oídos recepti­vos a unas ideas que durante mucho tiempo habían tenido que sofocar; la búsqueda de tes­timonios de los vencidos pasó a ser una obsesión. Sender, Arturo Barea, Max Aub, Malraux, Mi­guel Hernandez, Lorca, Neruda, etc., comenzarían así a ser parte de nuestra educación sentimen­tal. Incluso las borracheras ayu­daban a desinhibirmos y más de una vez acababan por desatar­nos la lengua para acabar gritan­do vivas a la República.

En el proceso de descu­brimiento de la literatura jugaría un papel importante la labor desarrollada por la Biblioteca Pú­blica, y más en concreto por el que sería, durante la mayor par­te de este periodo que ahora his­toriamos, su bibliotecario –Eulogio Domingo Méndez. Desde el periódico AHORA, en Septiembre de 1965, se saluda­ba la apertura de la misma con estas palabras: Esperábamos desde hace mucho tiempo que la Biblioteca, insta­lada en la planta baja del Pala­cio Municipal e inaugurada oficialmente desde hace un par de años, quedase abierta al públi­co. Pues bien, desde hace varias semanas se encuentra en funcio­nes todos los días hábiles de 6 a 9 de la tarde. Dicha Biblioteca es bastante notable y se piensa perfeccionarla con el tiempo.

Solo tiene el pequeño defecto de los ruidos que ocasio­nan los ensayos de la Agrupa­ción Musical Orotava y las molestias que producen algunos ni­ños al lector. No obstante estos defectos, que fácilmente se pue­den subsanar, no podemos silen­ciar la enorme alegría que nos produce el tener a nuestro al­cance una buena Biblioteca.

Cualquier manifestación que se saliera de la cotidianeidad, por inocua que fuera, era vivida corno un acontecimiento importante y algunas figu­ras pasaron a convertirse en iconos míticos. El Ché, Fidel, Lumumba, Ho Chi Mihn y, más tarde, Allen­de, encarnaban, al mismo tiempo, los afanes revo­lucionarios de unos pueblos que nos parecían he­roicos y nuestros propios deseos de liberación per­sonal; lo mejor de nosotros mismos –¡al menos eso sentíamos entonces! – se proyectaba en ellos. El control, la sensación de estar transgrediendo lo permitido, fue empujando a al­gunos a refugiarse en una actividad clandestina, inofensiva en la mayor parte de los casos durante este periodo. Forzados por un sistema político que no soportaba manifestación alguna de crítica y de libertad y que, como todos los totalitarismos, tenía sus confidentes, sus soplones, fuimos estable­ciendo lazos con algunos «notorios» activistas. Nos convertimos así en presa, en motivo de ocupación para esos confidentes que remoloneaban alrededor de los grupos, asistían asiduamente a las sesiones de Cineclub, visitaban bares y tabernas y elabora­ban informes...

Ganar espacios de libertad, esa era nues­tra aspiración máxima, expresar nuestra persona­lidad sofocada. Así fueron construyéndose diver­sas plataformas –los periódicos, el Cineclub, las asociaciones, etc.– que, por pura necesidad, crecieron el amparo de instituciones religiosas –las únicas que gozaban entonces de cierta autono­mía al margen (¿o al lado?) de las que oficial­mente estaban adscritas al Régimen.

En nuestra próxima entrega proseguiremos con nuestra historia ...


martes, 16 de noviembre de 2010

BERLANGA, EN EL RECUERDO



En diversas ocasiones he tenido la oportunidad de hacer mención a la actividad desarrollada durante el franquismo por el Cine Club Orotava: una plataforma desde la que se intentó (¡y se consiguió!) abrir espacios de libertad. Parte de su historia puede consultarse en este mismo blog o en la revista que se editó en 2004 con motivo del 40 aniversario de su puesta en marcha.

Sí quisiera dejar constancia que, con motivo de ese aniversario, el grupo de redactores de la revista decidió recrear una de esas sesiones de domingo por la mañana en las que -compitiendo con la misa- propagábamos "ideas disolventes" en los coloquios que seguían a la proyección de la película.

La película que escogimos para esa recreación, por considerar que encarnaba, más que cualquier otra, nuestra actividad durante esos años de plomo fue "El verdugo", del ahora fallecido Luis García Berlanga -cinta que habíamos exibido en una Semana de Cine Internacional celebrada en el Teatro Tophan del Puerto de la Cruz, como cierre de la primera temporada  en compañía de Fresas salvajes, Romeo, Julieta y las tinieblas, Jazz on a Summer´s day, Sueños y Cleo de 5 a 7. Queríamos así homenajear a un Maestro, irreverente, políticamente incorrecto, al que, con su humor ácido y corrosivo, sin casarse con nadie -¡o quizás por eso!-, siempre consideramos  "uno de los nuestros".

PERPLEJIDADES V

  • ¡No ganamos para sustos! Desde las páginas de foros científicos nos recuerdan una y otra vez, con una persistencia digna de mejor causa, los múltiples peligros que nos acechan. El último de estos avisos reza así: "El humo de los fuegos artificiales es perjudicial para la salud". 
  • Es probable que en fechas próximas alguno de los colectivos empeñados en mantener a toda costa nuestra salud empezará una campaña para prohibir los "voladores". ¡Temblad pirotécnicos y fogateros porque teneis los días contados!
  • A esta manía ordenancista que está adquiriendo tintes preocupantes hay que añadir una "corrección política" (¡visto el comportamiento de los políticos no acabo de entender por qué se la denomina así!)  extremada que amenaza con convertir las relaciones humanas en un juego constante de hipocresías.  
  • Asustado por la enorme cantidad de peligros que, para la salud, suponía "el estar vivo", decidió suicidarse. Dejó escrito la siguiente frase para la posteridad: ¡Muerto el perro se acabó la rabia!

jueves, 11 de noviembre de 2010

EXCURSIONES CIENTÍFICAS I




A menudo aparecen en los medios de difusión noticias sobre lo que se ha dado en llamar Teoría del todo. ¿A que se refieren con esta expresión? ¿Qué se oculta tras ella?
Si rastreamos en nuestra historia descubriremos que lo que pretende esta teoría no es distinto de lo que persiguieron los primeros filósofos: aquellos pretenciosos personajes que, en la perdida Jonia, cavilaban sobre la naturaleza de las cosas mientras intentaban explicar el cambiante mundo de las apariencias en términos de un limitado número de principios.




Que no hubiera acuerdo sobre cuál o cuáles eran estos principios –Agua, Tierra, Aire, Fuego, lo “ilimitado”, etc.– o que lo real resultara más difícil de construir, con estos "ladrillos", que lo esperado, no hizo abandonar a los pensadores y a los científicos y, una y otra vez, la idea de que era posible explicar lo diverso a partir de lo sencillo volvió a asomar en distintas épocas y en diferentes contextos: ¿Qué otra cosa fueron los sueños de Descartes? ¿Qué buscaba Newton en su febril trabajo sobre Alquimia? ¿Qué perseguía Dalton? ¿Qué idea recurrente atormentaba a Faraday?...

En una serie de varios artículos vamos a glosar algunos de los “momentos” de esta búsqueda de la unificación de fenómenos aparentemente diversos.

Primera estación: La síntesis newtoniana



Newton, boquiabierto, miró al cielo sorprendido
y, con verdadera gravedad,
fue testigo de la caída vertical de la manzana.
¡Qué maravillosa observación!
¿Quién hubiera adivinado que tan pedestre milagro podría alterar la historia,
y que, desde entonces, todos, cualquiera que fuera su rango,
debían caer a treinta y dos pies por segundo, cada segundo?
Dannie Abse


La figura de Newton ofrece demasiadas facetas como para que pretendamos abarcarla en tan exiguo espacio. Aquí vamos a dar unas leves pinceladas sobre su trabajo como maestro de la unificación.

Para un profano, inquieto por conocer el funcionamiento del mundo que le rodea, no resulta ni mucho menos evidente que el movimiento de un objeto que cae en las proximidades de la Tierra tenga nada que ver con el majestuoso y rítmico devenir de la Luna a nuestro alrededor: el primer movimiento es perecedero, rectilíneo, y el segundo parece eterno, casi circular. No es extraño, pues, que se considerase a lo que acontecía aquí, en la zona terrestre, corruptible y destinado a finalizar y a lo que estaba más allá de la zona terrestre, en la zona celeste, incorruptible y destinado a durar siempre: se construyeron por ello dos físicas –la terrestre y la celeste.


Esta escisión, que se mantuvo durante siglos, es la que cerraría Newton al desarrollar su ley de la Gravitación Universal en la que asocia a todas las masas una capacidad de interacción mutua que se describe, en su versión moderna, de la forma siguiente:

La fuerza con la que se atraen dos masas puntuales es directamente proporcional al producto de ellas, inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa y se dirige a lo largo de la línea que las une.

La Tierra atrae, pues, no sólo a la manzana que cae libremente del árbol sino que su poder atractivo se extiende a distancias infinitas y por tanto hasta la Luna. Eso mismo ocurre con todos los objetos del Universo y es esa fuerza la que explica y da cuenta de la configuración a gran escala de ese Universo.




La genialidad de Newton probablemente no se habría manifestado en la forma en que lo hizo si no hubiera tenido apoyo en el trabajo precedente de Copérnico –quien supo observar el Universo desde un lugar apropiado– y Kepler –quien obsesionado por descubrir los planos del Gran Arquitecto explicitó las regularidades que presentaban los movimientos de los planetas en torno al Sol–, pues, no en vano, la ciencia siempre se construye en unos casos sobre cimientos y en otros sobre materiales de derribo previos: como el mismo se encargó de reseñar, […] Si he visto más lejos ha sido porque me he aupado a hombros de gigantes.

Vivimos en un Universo entrelazado por fuerzas que permiten explicar de un modo único la caída que precede a la traumática rotura de un vaso que se desliza entre nuestros dedos, el movimiento de los proyectiles y el armonioso discurrir de nuestra morada en torno al astro rey, entre otras muchas cosas.

No es extraño, pues, que nuestro héroe, subyugado por el éxito de su teoría, aventurase una sugestiva hipótesis de unificación más amplia –que acabaría configurando lo que se conocería como programa de Newton – en los siguientes términos:

Me gustaría que pudiésemos deducir el resto de los fenómenos de la Naturaleza siguiendo el mismo tipo de razonamiento que para los principios mecánicos. Ya que muchas razones me inducen a sospechar que todos ellos pueden depender de ciertas fuerzas en virtud de las cuales las partículas de los cuerpos – por causas hasta hoy desconocidas – se ven mutuamente impelidas unas hacia otras y se unen en figuras regulares, o son repelidas y se alejan unas de otras.


Los logros obtenidos no constituyen aún una Teoría del Todo pero sí son un mojón en ese camino para entender lo diverso en términos de leyes únicas.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

PERPLEJIDADES IV

  • Afirman que "los caminos del Señor son inescrutables" (Que no se puede saber ni averiguar. R.A.E.) y luego no sólo nos dicen por donde hay que ir, sino que, además, se ofrecen como guías. ¿En qué quedamos, son inescrutables o no?
  • El articulista, después de diversas consideraciones sobre la soberbia humana, concluía con estas palabras:  Por eso Dios se ha hecho presente a través de los distintos acontecimientos climatológicos, algunos de consecuencias funestas. Hemos estado desafiando a la Naturaleza…Hemos desafiado a Dios constantemente…Que nos pase factura nada tiene de particular, acostumbrados como estamos a vivir sin responsabilidad alguna. Lo extraño es que la factura la paguen siempre los que menos tienen que ver con esos desafíos. ¡Convendría cambiar de cobrador y, en cualquier caso, revisar la dirección a la que se envían las facturas!

  • Volvieron a reunirse los representantes de las grandes religiones monoteístas y, después de agotadores y extensos monólogos sobre la verdad de sus respectivos credos, regresaron, una vez más, a casa sin alcanzar ningún acuerdo.
      

RÁFAGAS VIII: Visita papal y otras cuestiones que quisiéramos zarandajas



  • Salió a la caza y captura de alguna frase ingeniosa y regresó con el morral vacío.
  • Recordó que, en sus años mozos, le había impresionado una frase que aparecía en la novela de Dostoievski "Los hermanos Karamazov": Si Dios no existe, todo está permitido. Con el tiempo acabó, sin embargo, convenciéndose de que podía articularse una ética laica sin acudir a él -¡otra cosa es que esta tarea resultara más compleja! 
  • Ante el caos que se perfilaba en el horizonte comenzó a pensar que quizás conviniera  poner de nuevo en valor la idea de la existencia de Dios.
  • La experiencia de ser libre resultaba agotadora por lo que consideró la posibilidad de "volver al redil"; las resonancias de esta vieja expresión del lenguaje de su niñez le produjeron, no obstante, cierto escalofrío que ni siquiera la condición de borrego de la que disfrutaría a partir de entonces pudo evitar.
  • Escandalizarse por las opiniones que, sobre ciertos asuntos, vierte la Iglesia, carece de sentido -¿Qué cabe esperar de una institución tan antigua?-, irritarse por su intromisión constante en el espacio de los ciudadanos que no pertenecemos a su grey, es cosa bien distinta. Para evitar malentendidos quizás resultara conveniente que los pastores de la Iglesia usaran una vestimenta especial cuando hablan para sus fieles y otra menos llamativa cuando opinan sobre asuntos generales.
  • ¿Qué pensaríamos de alguien que se comportara del modo que sigue?: Llega como invitado de alto -y caro- rango, recrimina al anfitrión su actitud, le afea sus ideas y le indica cómo gestionar la casa y, antes de marcharse, acaba pidiéndole más dinero para sus negocios.

lunes, 8 de noviembre de 2010

LAS BENÉVOLAS: EL NAZISMO PASADO POR EL TAMIZ DE HANNAH ARENDT



Leer los libros publicitados como "imprescindibles" después de que haya pasado el tsunami mediático ayuda a poner las cosas en su sitio. Viene esto a propósito de una obra, Las benévolas de Jonathan Littel,  que hace aproximadamente un año fue saludada como "un acontecimiento literario".

No puede negarse la potencia narrativa de muchos pasajes del relato y tampoco se puede ocultar que la crudeza de algunas descripciones de la barbarie nazi consigue transmitirnos un sentimiento que va más allá del horror, pero no me parece que el autor haya conseguido interesarnos en la peripecia vital de su tortuoso y tópico protagonista -un intelectual de sexualidad compleja al que, a mi juicio, retrata con escasa profundidad psicológica- y que veamos en él algo más que un recurso para ilustrar un conjunto de ideas cuyo rastro nos conduce a la politóloga y pensadora alemana  Hannah Arendt. 
  • El desasosiego que produce la "banalización del mal": la constatación de que ese horror fue perpetrado por "gente corriente" que no sólo aceptó convertirse en partícipe de un diseño de exterminio -integrándose en él como una pieza más del engranaje- sino que, en gran medida, acabó compartiendo los objetivos y fines de un régimen totalitario y genocida. Dice, a este respecto, el autor de Las benévolas: Lo que trato de mostrar, de todas formas, con un personaje como Max es que también, en un periodo de la historia, aliarse con los nazis, para muchos, fue una opción ética. No es que eligieran ponerse de parte de los malos. Igual que los comunistas, optabas por una cosa u otra.. . Los que eligieron a los nazis, lo hicieron siendo conscientes de que tomaban un camino para ellos ético, cuyos errores o imperfecciones debían ser mejorados.
  • Régimen que, lejos de estereotipos al uso poseía una racionalidad propia y una lógica interna que no podemos subestimar porque, ¡no lo olvidemos!, fue capaz de arrastrar a la mayor parte de un país de extensa y profunda cultura. Sobre ello comenta Jonathan Littel: Cuando me puse a investigarlo, me di cuenta de que su ideario también se basaba en raíces sólidas... Me pareció que era una visión del mundo muy construida, que no sólo se reducía a lo que un loco vociferaba por la radio, aunque eso también funcionara.

Asusta y espanta ser conscientes de que la barbarie apenas está contenida por una capa de civilización y que esa envoltura puede deshacerse cuando hace presa en nosotros el miedo o cuando eludimos la responsabilidad personal amparándonos en la obediencia debida o en el anonimato que nos procura el grupo, la "masa".

RÁFAGAS VII

  • ¡Qué acertada resulta, en los tiempos que corren, la frase que Felipe González pone en boca de Azaña!: Si cada español hablara de lo que sabe y sólo de lo que sabe, se haría un gran silencio nacional que podríamos aprovechar para estudiar. ¿Será esta la razón por la que calla Rajoy? ¿Estará, acaso, estudiando?  
  •  Al Papa y a la curia española aún le parecen escasos los privilegios -económicos, institucionales, educativos y de todo tipo- de los que goza su organización en nuestro país y para incrementarlos no ha dudado en agitar el espantajo de un laicismo agresivo y en hacer referencia a un anticlericalismo que, a su juicio, recuerda al que se desató durante la Segunda República. Toda esta palabrería engañosa esconde la nostalgia por unos tiempos en los que la Iglesia en colusión con la dictadura señoreaba sobre la vida y costumbres de una sociedad sometida.
  •  Parece que el denominado "turismo religioso" -¡qué sarcasmo!-  pinchó y que la afluencia de fieles al escenario del happening papal  no respondió a las expectativas. ¿A quién hay que atribuirle la responsabilidad? ¿Al actor? ¿Al director de montaje? ¿Al equipo de publicidad? ¿A lo viejo que resulta el argumento de la representación?

lunes, 1 de noviembre de 2010

UNA NUEVA APROXIMACIÓN AL ASUNTO DE LA INMIGRACIÓN



Hace unos días, inspirados por las reflexiones de Sami Nair, nos aventuramos a poner "negro sobre blanco" unas notas sobre lo que calificamos como "el espinoso asunto de la inmigración"; hoy queremos ampliar esas notas.

Compartimos la idea central del sociólogo francés de que al inmigrante hay que tratarlo como ciudadano -como, por otra parte, hay que tratar a todo individuo miembro de nuestras sociedades abiertas.

Al margen de razones de fondo, hay en este tratamiento razones estratégicas que buscan evitar la identificación y vinculación de los inmigrantes con el indefinido y manipulable magma de lo grupal. Pero, ¿es esto posible? ¿hay que combatir acaso la natural búsqueda del recién llegado de otros miembros de su comunidad de origen? ¿es similar el problema de la integración de los distintos grupos de inmigrantes? ¿qué significa tratar a los inmigrantes como ciudadanos?

Comencemos por esto último recordando que ser ciudadano no es otra cosa que vivir en un espacio social en el que rigen preceptos jurídicos y derechos que obedecen a la existencia de valores políticos comunes, superiores a la diversidad de cada uno. En efecto, el punto de vista del Estado democrático es que la identidad no se define en función de la cultura propia, de la etnia, de la confesión, sino en relación con lo que los antiguos griegos llamaban 'la humanidad política' del hombre, su ciudadanía como ser -para- el prójimo. Esta situación obliga al Estado a transmitir su lengua, sus códigos y sus normas al ciudadano; de este modo, pone a su disposición los vehículos indispensables para la integración y favorece el acceso al 'Nosotros' común.

Resulta claro, pues, que al inmigrante no puede tratársele como mercancía que se utiliza y consume cuando interesa y que se desecha cuando ya no resulta rentable -la crisis actual está poniendo al descubierto el caracter real de nuestra visión del inmigrante, al que aceptamos si permanece invisible, en la sombra y desempeñando tareas que desecha(ba)mos, pero al que rechazamos si se muestra o compite por nuestro espacio de trabajo. Este comportamiento es un ejemplo evidente de discriminación ciudadana.

Negarse a reconocer la existencia de problemas en temas de inmigración -auspiciando un "buenismo" paternalista y acientífico- no es el modo más inteligente de prevenir tensiones sociales ni de tratar de resolver aquellos. Uno de esos problemas, ante el que no cabe escurrir el bulto, es el de la difícil integracion de individuos en los que está profundamente arraigada su pertenencia, generalmente por vía religiosa, a una comunidad para la que la separación entre lo público y lo privado no está aceptada y que acata ciegamente guiarse por normas que están más allá de lo humano. ¿Cómo tratar este asunto?

Conviene recordar que conseguir la separación entre estos dos ámbitos -lo público y lo privado- además de haber sido una conquista cruenta es -a pesar de los flecos que aún quedan por solventar como la presencia indebida de símbolos religiosos en espacios públicos- uno de los signos distintivos de las sociedades realmente abiertas; en efecto, relegar lo religioso al ámbito de lo privado exigió desposeer a la Iglesia de su poder para dictar las normas a las que tenía que ajustarse el comportamiento de los ciudadanos -en nuestro caso esta conquista es reciente (¿olvidamos ya el peso muerto que supuso en nuestras vidas la colusión de la Iglesia y el franquismo?)- y exige, aún, una actitud vigilante para mantenerla a raya a fin de que no interfiera más de lo debido y mayor beligerancia para recortar sus privilegios. No podemos, pues, -a causa de un mal entendido respeto a la "diferencia"- tratar a aquellos que no han "pasado por la Ilustración" -léase musulmanes integristas- de un modo distinto a como tratamos a los cristianos.

Otro de los signos de las sociedades abiertas es la defensa inflexible de los preceptos que recoge la Declaración de Derechos Humanos y del deber que tienen los ciudadanos de respetarlos; no es aceptable, pues, su conculcación esgrimiendo tradiciones o costumbres ancestrales o religiosas.

Normas claras e igualdad de derechos y deberes son las claves de un proceso dinámico y complejo en el que están inmersas nuestras sociedades mestizas.



PERPLEJIDADES III



  • ¡Qué incoherencia!: Declara que la cabra de la Legión es su familia y luego no quiere asumir las consecuencias que se derivan de ello. 

  • No supo qué responder cuando le preguntaron por qué iba a pedir consejo sobre asuntos de sexo a aquél señor de negro que presumía de ejercer la castidad. 
  •  La reunión de los representantes de las tres creencias monoteístas acabó, como no podía ser de otro modo, sin acuerdo y cada uno de los participantes regresó a casa convencido de pertenecer a la única religión verdadera.
  • A veces el desconocimiento es una forma de sabiduría o, como poco, un modo higiénico de encarar la vida. Esa al menos es la impresión que me produce una reciente "encuesta televisiva" en la que los católicos se muestran incapaces de reconocer los textos de sus libros canónicos sagrados. Asusta, en cambio, la precisión con la que los musulmanes reconocen e identifican los suyos.


DE EDUCACIÓN VI: Una tarea de titanes



En en artículo publicado recientemente me hacía eco, con cierta ironía, de las conclusiones a las que había llegado un grupo de expertos en educación. Señalaban estos que las claves del éxito del aprendizaje había que buscarlas, por un lado, en la disciplina, concentración y trabajo de las que hacían gala los alumnos y, por otro, en la autoridad docente de la que gozaban sus maestros y en la implicación de la familia -asumiendo el valor de la educación como factor de promoción social y, por ello o en paralelo a ello, invirtiendo tiempo en la ayuda a los hijos y dinero en las clases, si resultaba necesario.

Creo que lo que aquí se apunta como esencial para el "exito" en educación es acertado, aunque yo añadiría como elemento imprescindible -que en el estudio parecía darse por supuesto y quizás subsumido en el término "autoridad docente"- la motivación y preparación del profesorado; por ello, escribí entonces, sentía un profundo desasosiego al constatar lo alejado que se encuentra de todo ello la sociedad y la escuela española (¡y en mayor medida la canaria!).

Voy a tratar de sustanciar este alejamiento de un modo más concreto y explícito.

Comencemos por la escuela: disciplina, concentración y trabajo en el alumnado y autoridad docente -preparación, motivación y percepción de reconocimiento social- en el profesorado. ¿Es esto lo que encontramos en las aulas de nuestros centros educativos? Me atrevo a afirmar, sin reticencia alguna y sin temor a ser contradicho, que no. ¿Cuáles son las razones? Ya nos hemos ocupado de ello en ocasiones varias pero ayudará a arrojar algo más de luz mirar al espacio en que se sitúa la escuela: la sociedad.

Continuemos, pues, por ella: consideración de la educación como factor de promoción social e implicación de la familia en la tarea de aprendizaje de los hijos. ¿Son estos los ejes que definen la actitud de nuestra sociedad hacia la escuela? Me temo que tampoco.

Para detectar las corrientes, subterráneas o no, que mueven a la sociedad y así valorar el pulso cívico de esta, nada más apropiado que asomarse a la ventana catódica y contemplar el espectáculo que desde ella se nos ofrece -¡afirman sus rectores que guiados y presionados por nuestras preferencias y gustos!

Personajes deleznables elevados a la categoría de iconos, zafios tertulianos que no se escuchan y, a fuer de lo que vociferan, quizás tampoco se oyen, políticos que sobreactúan instalados en la descalificación del oponente y en la práctica de un relativismo (¿o cinismo?) moral que perdona y justifica los errores o sinvergonzerías propias, mientras condena sin paliativos las ajenas (¡aunque sean las mismas!), y comentaristas y creadores de opinión, totalmente identificados con una u otra opción política, de los que no cabe esperar objetividad ni independencia alguna.

Sustitución, en suma, de la idea de que la educación es un factor esencial de promoción y reconocimiento social mediante la que podemos "hacernos libres" por otra concepción en la que no sólo se enaltece el enriquecimiento -de cualquier modo- como el camino más adecuado para alcanzar el éxito, sino en la que además se premia, elevándolas a signo distintivo de la libertad de expresión, la zafiedad y la desconsideración al otro.

Si estos son en realidad nuestras inclinaciones y preferencias, como se empeñan en afirmar los que regentan los medios, desde los que -nos guste o no- se conforma  en gran medida la opinión y el comportamiento cívico y si a ello se añade la tarea de erosión a la que se ha sometido a la enseñanza y a sus actores principales -los profesores-, pocas perspectivas de regeneración tenemos. 

En estos días se ha celebrado una manifestación en Defensa de la Enseñanza Pública que nos hace concebir ciertas esperanzas, porque muestra que el espíritu de resistencia frente a la inepcia y pasividad de nuestras autoridades educativas y a la indiferencia de una sociedad insuficientemente vertebrada, sigue vivo.¡Confiemos en que no se trate de un simple espejismo!