LA FÍSICA CUÁNTICA
B.l La historia inmediata
del Principio de Indeterminación
El Principio de
Indeterminación aparece como pieza central en muchas exposiciones en las que se
habla de la quiebra del modo clásico de ver el mundo o del fin de la ilusión de
Laplace.
En lo que sigue vamos a
trazar su historia inmediata intentando encontrar por un lado las razones por
las que ocupa esa posición de privilegio en el cuerpo teórico de la Mecánica
Cuántica y, por otro, aclarar algunos de los malentendidos que a su alrededor
se han producido.
Resulta necesario presentar una cronología, inevitablemente incompleta, de los "momentos" más relevantes que precedieron a la publicación del artículo de Heisenberg "On the perceptual content of quantum theoretical kinematics and mechanics" en el que se expone por primera vez ese Principio que lleva su nombre.
En septiembre de 1925 el
mismo Heisenberg publica en el Zeitschrift für Physik un artículo con el título
"On a quantum-theoretical reinterpretation of kinematic and mechanical
relations" cuyo objetivo ambicioso era "establecer una base
para la mecánica cuántica teórica, fundada exclusivamente sobre relaciones
entre magnitudes que son, en principio, observables". Se apostaba, de
un modo decidido, por una estrategia de aproximación a la ciencia de lo microfísico
guiada por el mismo método que había usado Einstein en su teoría de la
Relatividad.
En ese mismo mes, Born (con
el que Heisenberg trabajaba) y Jordan envían,a la misma revista, su artículo "On
Quantum Mechanics" en el que desarrollan de modo sistemático la teoría
expuesta por Heisenberg, haciendo uso de la formulación matricial.
En noviembre del mismo año
se recibe en la sede de los Proceedings de la Royal Society el trabajo de Dirac
"The fundamental equations of Quantum Mechanics" y ese mismo
mes, Born, Heisenberg y Jordan, completan y extienden el formalismo matricial a
sistemas microfísicos más complejos, en el artículo "On Quantum
Mechanics 11" de la Zeitschrift für Physik.
En marzo de 1926 Heisenberg
y Jordan publican "The application of Quantum Mechanics to the problem
ofthe anomalous Zeeman effect" en el que hacen uso de la hipótesis del
spin del electrón. La Mecánica Cuántica había encontrado una formulación
potente mediante el que podían abordarse de modo sistemático los fenómenos
atómicos.
Justamente entonces aparece
el primero, de una serie de cuatro artículos escritos por Schrödinger , en el
que bajo el título "Quantization as an eigen value problem" se aborda la obtención de un
formalismo para la Mecánica Cuántica desde una perspectiva radicalmente
distinta de la de los constructores de la Mecánica de Matrices. Como el mismo
autor se encargaba de enfatizar "mientras (ellos) acentúan la
existencia de saltos cuánticos, la pérdida de visualización de los movimientos
atómicos, el positivismo, etc., yo intento justamente lo contrario: una
transición desde la mecánica clásica puntual hacia una teoría continua. El
futuro desarrollo de la física cuántica se vería así mejor servida, práctica e
intelectualmente, por la adherencia a una mecánica ondulatoria casi visualizable
en vez de hacerlo por la sujeción a una teoría sobre la dinámica atómica en la
que se suprime la intuición y se opera sólo con conceptos abstractos tales como
probabilidades de transición, niveles de energía, etc.". Las resonancias
del "modo clásico" de ver el mundo son obvias y el rechazo de la posición
positivista en ciencia también. El principio-guía de la
formulación de Schrödinger hay que buscarlo en las ideas sobre ondas de materia
expuestas por de Broglie. Si las ondas electromagnéticas se comportan como
partículas, por simetría parece lógico pensar que las partículas deben
comportarse bajo ciertas condiciones como ondas de materia. Y si ello es así,
pensó Schrbdinger, debe existir una "ecuación de ondas" que
represente la evolución o propagación de estas ondas de materia expresables por
medio de una función de ondas.
Las ondas de materia
reemplazan a los problemáticos electrones (bolas de materia discreta) y los
modos de vibración armónicos de las ondas de materia hacen lo mismo con las
extraños estados estacionarios de la teoría atómica de Bohr. Las transiciones
continuas entre modos de vibración sustituirían finalmente a los saltos
cuánticos discontinuos entre estados estacionarios de la mecánica matricial.
El entusiasmo que provoca esta aproximación que da reflejado en las palabras de Wilhelm Wien: "Ahora que
Schrödinger ha probado de una vez por todas lo absurdo de los saltos cuánticos
y ha puesto punto final a teorías basadas en esas nociones, sólo será cuestión
de tiempo resolver los restantes problemas por medio de la Mecánica
Ondulatoria"
En Mayo de 1926 un
Schrödinger en plena euforia creativa publica una prueba en la que se muestra
la equivalencia matemática de su formalismo ondulatorio y el matricial de la
escuela de Gotinga-Copenhague. A partir de ese momento las diferencias se
centran en las interpretaciones físicas que subyacían en ambas formulaciones y
que, en última instancia, aunque fuera de un modo no excesivamente articulado,
las habían inspirado. Esta controversia constituye el sustrato de lo que luego
acabará plasmándose en la interpretación canónica de Copenhague y en la contestación
de los heterodoxos.
El desafío de Schródinger
recibe el aplauso de la comunidad de físicos, incómodos con la radical
aproximación de Bohr y su escuela18, e impulsa a estos últimos a elucidar de un modo
definitivo la situación interpretativa de la Mecánica Cuántica. Heisenberg
decide, pese a otras ofertas, ir a Copenhague para trabajar con Bohr.
A finales de Julio de 1926
se produce en Munich el "encuentro" entre Heisenberg y Schrödinger con
motivo de una conferencia en la que éste expuso su teoría ondulatoria. Allí
Heisenberg manifiesta sus objeciones a la nueva teoría que, a su juicio, "no
puede explicar fenómenos cuánticos básicos como la fórmula de radiación de
Plank, el efecto Compton, etc.,"; fenómenos todos ellos en los que
parece requerirse la discontinuidad y los saltos.
En Septiembre de este año
Schrödinger es invitado al Instituto Bohr y allí se confrontan las dos
interpretaciones en un debate que no acercó posiciones y que forzó a Bohr y
Heisenberg a plantearse como tarea ineludible "clarificar la relación
entre la mecánica cuántica y los datos de la experiencia".
De esta tarea de
clarificación, -en la que jugó un papel importante la interpretación
probabilista de la función de ondas introducida por Born en Julio de 1926-,
surgiría tanto el Principio de Indeterminación como el Principio de
Complementariedad.
Todos estos elementos
acabarían configurando la llamada "interpretación de Copenhague".
Heisenberg y Bohr se
plantearon clarificar la relación entre los datos de la experiencia y la
mecánica cuántica. Relación que se había convertido en problemática en términos
que podrían hacerse explícitos acudiendo a un ejemplo: la traza de un electrón
podía observarse en una cámara de niebla y su explicación en una u otra versión
de la Mecánica Cuántica presentaba dificultades ya que, por un lado, en su
formulación matricial negaba el concepto de órbita o camino y por otro, en la
formulación ondulatoria, cualquier "paquete de ondas" que representara
la partícula sufriría una dispersión al evolucionar, incompatible con las
dimensiones de la traza observada.
Heisenberg, en Febrero de
1927, se vió forzado a un replanteamiento del problema que contemplara, por un
lado, el hecho de que el formalismo de la Mecánica Cuántica era demasiado
exitoso como para prescindir de él, y por otro, el que las observaciones de
"la trayectoria" eran incontestables. ¿Cómo conciliar estos extremos?
En sus reminiscencias de aquellos años Heisenberg menciona que una y otra vez
acudió a su mente una frase que Einstein había intercalado en uno de sus
encuentros: "Es la teoría la que decide lo que podemos observar".
Guiado por ella y por su
convicción de que un análisis operacional ( también a "lo Einstein")
de los conceptos de posición y velocidad, o más exactamente su reinterpretación,
jugarían en la mecánica de los micro-objetos el mismo papel que el análisis de
la simultaneidad había jugado en la mecánica de los fenómenos de alta velocidad, Heisenberg
encaró el problema en los siguientes términos:
1) ¿Incluye el formalismo
el hecho de que la posición de una partícula y su velocidad son determinables
en un instante dado sólo con un grado de precisión limitado? y 2) ¿sería tal
imprecisión, si la teoría la admite, compatible con la precisión óptima
obtenible por medidas experimentales?
El Principio de
Indeterminación tuvo sus orígenes en la teoría de transformaciones de
Jordan-Dirac que Heisenberg utilizó para responder a la primera de las preguntas
planteadas anteriormente obteniendo, a partir de ella, las famosa relaciones:
De hecho alguno de los
aspectos cualitativos de esta relación de indeterminación habían sido
anunciados por los autores de esta teoría,
quienes sabían de la imposibilidad de
asignar valores precisos a p y q. - "No se puede
responder a ninguna cuestión en mecánica cuática que se refiera a valores
numericos para q y para p al mismo tiempo" diría Dirac y "Para un valor dado
de q, todos los valores de p son posibles", Jordan.
La tarea fundamental de Heisenberg fue el
determinar el alcance de esta imposibilidad, cuantificándola.
Para dar respuesta a la
segunda cuestión, Heisenberg analizó lo que desde entonces ha pasado a
denominarse el "experimento del microscopio de rayos gamma" (Ver "The
physical Principles of the Quantum Theory". W. Heisenberg. Dover,
págs. 21 y sig.). En este experimento se plantea el definir operacionalmente (en
línea con su concepción de la física a "lo Einstein") el concepto de "posición"
y, a pesar de un error (posteriormente corregido a instancias de Bohr y al hilo
de su famosa controversia), concluye con un resultado que corrobora la relación
teórica obtenida anteriormente.
Es éste el momento en que la polémica entre Bohr y Heisenberg adquiere su mayor
crudeza. Bohr intenta persuadirlo para que no publique el artículo en la forma
en que lo ha escrito porque, a su juicio, pone el énfasis no en lo sustancial, sino
en lo accesorio. Bohr no discute la validez de las relaciones de indeterminación
sino el soporte conceptual e interpretativo que le da Heisenberg.
Para Heisenberg la
indeterminación aparece como una limitación de la aplicabilidad de las nociones
clásicas de posición o momento a los fenómenos microfísicos, para Bohr estas
relaciones son una indicación, no de la inaplicabilidad de uno u otro lenguaje
(de la física de partículas o de la física ondulatoria), sino más bién de la
imposibilidad de usar ambos modos de expresión simultáneamente a pesar de que
sólo su uso combinado nos dé una descripción completa del fenómeno físico.
Mientras que para el
primero la razón de la indeterminación está en la discontinuidad, expresada en
términos del lenguaje corpuscular u ondulatorio, para el segundo la razón hay
que buscarla en la dualidad onda-corpúsculo (núcleo de lo que más tarde
articulará como Principio de Complementariedad).
B.2 Consecuencias filosóficas
El mismo Heisenberg se
encargó de explicitar en su artículo y en publicaciones posteriores algunas de
las profundas consecuencias que tanto para la física, entendida como ciencia de
lo real como para la indagación humana, tenían, su 'Principio de
Indeterminación y las nociones de Complementariedad desarrolladas por Bohr.
En primer lugar afirmó que
el formalismo de Jordan y Dirac sobre la Mecánica Cuántica -en el que había
apoyado su demostración- era completo y acabado. Las relaciones de indeterminación
eran pues irrefutables desde la perspectiva teórica.
En segundo lugar, y como
consecuencia de la completitud del formalismo y de su irrefutable
interpretación en términos de la indeterminación, todos los experimentos
realizados y por realizar no alterarían nunca la validez de la Mecánica
Cuántica ni podrían sobrepasar los limites de precisión impuestos por las
relaciones de indeterminación.
Heisenberg, consciente de
las implicaciones de sus relaciones de indeterminación, no dudaba extraer las
siguientes conclusiones: "... en la formulación fuerte de la
causalidad "Si conocemos el presente con exactitud, podemos predecir el
futuro", no es la conclusión sino la premisa la que es falsa. No podemos conocer,
como cuestión de principio, el presente en todos sus detalles".
Estas implicaciones,
matizadas e incluso en ocasiones reformuladas por Bohr, se convirtieron en el
sello interpretativo de lo que se conoce como interpretación de Copenhague.
El tercer pilar de esta
interpretación-, que acabaría convirtiéndose en canon después del V Congreso
Solvay de 1927 sobre "Electrones y fotones" en el que Bohr y Einstein
hicieron explícita sus discrepancias sobre la completitud de la descripción
cuántica y, más en profundidad, sobre la esencia de la Ciencia y la objetividad
del mundo- era el Principio de Complementariedad y a él vamos a dedicar algunos
comentarios.
- La visión clásica del mundo, defendida apasionadamente por Einstein, se adecúa al sentido común, al afirmar la realidad objetiva del mundo exterior. Reconoce que nuestras observaciones interfieren y alteran el mundo pero de un modo incidental pudiendo hacerse arbitrariamente pequeñas. En particular, se considera que el microcosmos de los átomos y partículas difiere de la experiencia del macrocosmos en términos de escala pero no desde su status ontológico. Así, un electrón es una versión diminuta de una idealizada bola de billar y comparte con esta un conjunto completo de atributos dinémicos, tales como "estar en un lugar" (tener posición), moverse de una cierta forma (tener momento), etc. En un mundo clásico nuestras observaciones no crea la realidad: la desvelan. Los átomos y las partículas continúan existiendo con atributos bien definidos cuando no los observamos.
- Por contraste, la interpretación de Copenhague de la Mecánica Cuántica rechaza la realidad objetiva del microcosmos cuantico. Niega que, digamos, un electrón tenga una posición bien definida o un momento bien definido en ausencia de una medida de uno u otro (y ambos no pueden tener valores precisos simultáneamente). En consecuencia un electrón o un átomo no pueden ser considerados simples objetos diminutos en el mismo sentido en que una bola de billar es un objeto. No puede hablarse de forma significativa sobre lo que un electrón está haciendo entre dos observaciones, porque es la observación la que crea la realidad del electrón. Así, la medida de la posición del electrón crea un electrón con posición y la de su momento crea un electrón con momento. Pero a ninguna entidad puede considerarse existente antes de que la medida se realice. ¿Qué es entonces un electrón de acuerdo con este punto de vista? No es pues tanto un objeto físico como un conjunto de potencialidades o posibles resultados de medidas. Es un conciso modo de referirse a un modo de conectar observaciones a través del formalismo mecanocuántico. Pero la realidad está en las observaciones, no en los electrones.
La aguda controversia con
Heisenberg sobre como interpretar las relaciones de indeterminación acabó
impulsando a Bohr a poner en claro lo que había sido objeto de profundas
reflexiones durante el período que se extiende desde Julio de 1925 hasta
septiembre de 1927. En esta fecha y con motivo de una reunión en memoria de
Volta celebrada en Como, plantea la necesidad de desarrollar un concepto de
largo alcance, el principio de complementariedad, con el que pueda
interpretarse de un modo acabado y coherente la nueva teoría cuántica.
Estas son sus palabras: La
misma naturaleza de la teoría cuántica nos fuerza a considerar la coordinación
espacio-temporal y la expresión de la causalidad, cuya unión caracteriza a la
teoría clásica, como características complementarias pero excluyentes de la
descripción, simbolizando, respectivamente, la idealización de la observación y
la definición.
Este principio reconoce
como inherente a los sistemas cuánticos la ambiguedad esencial de que el mismo
sistema pueda mostrar propiedades aparentemente contradictorias. Un electrón,
como claramente muestra el experimento de la doble rendija desarrollado en el
Capítulo 1 del Volumen 3 "Lectures on Physics" de Richard P. Feynmann, puede por ejemplo comportarse como onda y como partícula y
para Bohr ello sólo indica que estas manifestaciones son facetas
complementarias, (¡no contradictorias!) de una única realidad: un experimento nos
puede revelar la naturaleza ondulatoria del electrón y otro la corpuscular, pero,
ambas no pueden manifestarse a la vez; la elección del experimento a realizar
determina cual de las dos naturaleza va a mostrarse. De modo similar, la posición
y el momento son complementarios, aunque en un sentido más restringido,
y es el experimentador quien, otra vez, decide cuál de
ellos va a observar -la posición y el momento
no son nociones mutuamente excluyentes, puesto que se necesitan ambas para
especificar el estado de un sistema, y ambas se pueden medir en un mismo
experimento. Pero son complementarias en el sentido restringido de que no se
pueden determinar ambas simultáneamente con la precisión que deseemos; es
decir, cuanta más precisión consigamos en una medición, menos podremos
conseguir en la otra. En contraposición, los aspectos ondulatorios y de
partícula que tiene la materia son complementarios y mutuamente excluyentes:
una entidad atómica no puede exhibir simultáneamente sus propiedades de
partícula y onda. Es ésta la razón por la que se afirma, con frecuencia, que la
complementariedad trasciende el principio de indeterminación de Heisenberg.
Bohr hace residir la complementariedad y la esencia de la Física Cuántica en la dualidad onda/corpúsculo y por ello es por lo que polemiza con tanta vehemencia con Heisenberg, quien pone el énfasis interpretativo del Principio de Indeterminación en la "atomicidad de la acción". Bohr no admite que la balanza se incline hacia uno de los aspectos, sustancial eso sí pero incompleto, de la teoría cuántica. Lo novedoso de la formulación de Bohr radica, como expresó Holton, en que a diferencia de lo que había ocurrido hasta entonces en el desarrollo de la ciencia cuando se enfrentaban visiones contrapuestas (conflicto entre "thematha") -intento de englobar uno de los "thematha" en el otro (al modo en que él mismo había procedido cuando enunció el Principio de Correspondencia)-, Bohr pedía ahora a los físicos que aceptasen tanto una visión como otra, aunque no se considerase a ambas centro de atención al mismo tiempo.
Bohr hace residir la complementariedad y la esencia de la Física Cuántica en la dualidad onda/corpúsculo y por ello es por lo que polemiza con tanta vehemencia con Heisenberg, quien pone el énfasis interpretativo del Principio de Indeterminación en la "atomicidad de la acción". Bohr no admite que la balanza se incline hacia uno de los aspectos, sustancial eso sí pero incompleto, de la teoría cuántica. Lo novedoso de la formulación de Bohr radica, como expresó Holton, en que a diferencia de lo que había ocurrido hasta entonces en el desarrollo de la ciencia cuando se enfrentaban visiones contrapuestas (conflicto entre "thematha") -intento de englobar uno de los "thematha" en el otro (al modo en que él mismo había procedido cuando enunció el Principio de Correspondencia)-, Bohr pedía ahora a los físicos que aceptasen tanto una visión como otra, aunque no se considerase a ambas centro de atención al mismo tiempo.
No se trataba pues de
transformar un thema y otro en una nueva entidad. Lo que sucede más bien es que
ambos (continuidad/discontinuidad, onda/partícula) existen en la forma "o uno u
otro" dependiendo de la elección de las preguntas teóricas o experimentales que
decidamos hacer. Bohr encontraba una verdad básica en la existencia de una
paradoja que todos los demás estaban tratando de eliminar."
B.3 Sobre las posiciones
filosóficas en torno a la ciencia.
A lo largo de la historia
de la ciencia, unas veces de modo conscientemente asumido y otras de forma tácita, la mayor parte de los físicos admiten que su
disciplina trata del mundo real, del mundo de los objetos, de los cambios. El
concepto de lo real es, sin embargo, problemático; está construido a partir de
nuestra experiencia inmediata, por un proceso de depuración que no puede, no
obstante, desligarse total y radicalmente de sus orígenes. De
ahí precisamente nacen muchas de las dificultades que encontramos cuando el
objeto de nuestra indagación se aleja de esa región del mesocosmos para la que
estamos biologicamente adaptados y de la que hemos
entresacado "los conceptos familiares (objeto, posición, instante, etc.)
que erigimos en elementos de realidad". De ahí las dificultades interpretativas que surgen en la mecánica de lo
muy rápido y de lo muy pequeño y muy grande.
No es extraño que
justamente al hilo de la reflexión sobre la teoría de la relatividad y la
mecánica cuántica y de las "extrañas y paradójicas" consecuencias que
de ambas parecen inferirse, se hayan enfrentado, de un modo radical a veces,
dos corrientes de pensamiento que simplificadamente calificaremos usando la
terminología de Bemard d'Espagnat como materialista (o realista) y positivista (o
filosofía de la experiencia).
Según la primera de estas
concepciones es sensato y justo afirmar que existe una realidad y que es
independiente del espíritu humano. Éste puede progresar en la dirección de un
conocimiento cada vez mejor de dicha realidad. La consecusión de ese
conocimiento es precisamente el fin de la ciencia. No puede negarse que esta corriente
filosófica hunde sus raíces en la tradición de la física clásica y se ve
seriamente contestada por los espectaculares éxitos alcanzados por la posición
positivista en el ámbito de la física moderna.
Para la filosofía de la
experiencia, o por lo menos para algunos de sus representantes, no es que se
afirme la inexistencia de una realidad independiente, sino que de modo más
sutil se relega esta noción a un segundo plano afirmándose el hecho evidente de
que lo que nosotros podemos conocer es sólamente el conjunto de nuestras
observaciones y nuestros actos. Nos pone pues en guardia contra la idea de aparente
sentido común consistente en "atribuir nuestras percepciones a una causa y
concebir por ello una realidad independiente que desempeña este papel
causal". Esta advertencia ha mostrado su fecundidad a lo largo de la
historia de la ciencia deshaciendo una y otra vez las nociones de realidad
pretendidamente alcanzadas por la ciencia -de hecho, la filosofía de la
experiencia encontró apoyo en la crítica efectuada por Einstein a la noción de simultaneidad
de sucesos espacialmente separados y al énfasis prestado a la definición
operacional de nociones hasta entonces no problemáticas. Mayor apoyo encontró
aun en la interpretación ortodoxa de la Mecánica Cuántica.
La finalidad de ésta no sería pues el conocimiento
de una realidad subyacente a la que no tenemos acceso, sino que, por el
contrario, consistiría exclusivamente en hacer una síntesis de las
observaciones y proporcionar reglas (matemáticas) que, a partir de las
observaciones pasadas, permitan ciertas predicciones en cuanto a los resultados
de las experiencias futuras.
Resulta, sin embargo,
difícil pensar que la infalibilidad de una receta no tenga una razón de ser,
que, (y aquí aparece otra vez ese temido salto desde la apariencia a la esencia -si apariencia y esencia
fueran la misma cosa, no habría necesidad de ciencia (ni de filosofía)-, no sería
otra que la existencia de una realidad independiente, estructurada, cuyas estructuras tendrían además como
consecuencia justamente el que la receta deba salir bien, la regularidad. En la
visión realista el principal interés que presenta el descubrimiento de una
receta que funciona reside en el hecho de que nos da luz sobre las estructuras ocultas
de la realidad independiente.
Quisiéramos acabar nuestra
exposición con una larga cita de Alastair Rae en su libro Física cuántica
¿Ilusión o realidad? que refleja con nitidez la posición adoptada por muchos
físicos ante los desafíos planteados por la radicalidad de algunos de los
presupuestos de esta extraña teoría: "Como
muchas personas formadas en (o quizás deformadas por) la tradición de Copenhague, yo
digo "Sí, es una ilusión. La partícula no
tiene posición, -no es realmente una partícula-, si no se diseña un experimento
para hacer una medida de esta propiedad". No obstante, soy muy consciente
de que esta clase de ideas no surgen fácil y naturalmente sino que parecen ser
una consecuencia forzada por el desarrollo de la física cuántica. Algunos
investigadores del XIX argumentaban, desde una posición positivista, que la
idea de átomo como constituyente de la materia era un postulado que carecía de
significado porque no podía ser sometido a prueba directa; sin embargo, todos
nosotros aceptamos hoy en día la realidad de la existencia de los átomos como
un hecho objetivo directamente verificable. ¿No podría ser que la interpretación de Copenhague nos esté forzando
equivocadamente a calificar de ilusiones cantidades que son por completo reales
y que serán observadas cuando nuestro conocimiento y tecnología progresen lo
suficiente? Pensamientos como éstos son los que harían que la idea de las
variables ocultas pareciese plausible y atractiva, ¡si no fuese porque ninguna
teoría de variables ocultas (que preserve la localidad) es capaz de predecir
los resultados de los experimentos de correlación de pares de fotones (Aspect)!
El que esto no haya sucedido (el desarrollo de una teoría de
variables ocultas sobre la base de un modelo simple del mundo microscópico) es
la razón por la cual yo, junto con muchos otros físicos, he tenido que aceptar
las ideas de Copenhague. No porque nos gustasen en particular, sino porque es
el único modo de describir de cerca el comportamiento del mundo físico. Como
señaló Bohr, muchas veces es la naturaleza misma y no nuestra naturaleza la que
nos obliga a adoptar esta nueva y en cierta medida poco confortable manera de
pensar".
BIBLIOGRAFÍA
Sobre la época
Número monográfico de la
Revista "DEBATS" dedicado a "Berlín 1905 - 1933", Diciembre
1987.
Cultura en Weimar,
causalidad y teoría cuántica, 1918-1927, Alianza, Madrid
Sobre los personajes
Uncertainty The life and science of Werner Heisenberg, David C.
Cassidy,
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El señor es sutil... La
ciencia y la vida de Albert Einstein Ariel, Barcelona
Encuentros y conversaciones
con Einstein, W. Heisenberg, Alianza, Madrid
Ciencia y conciencia en la
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Sobre Relatividad
The principIe of relativity, Einstein, Lorentz... , Dover, N. York
Sobre la teoría de la
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El origen y desarrollo de
la relatividad, J.M. Sánchez Ron, Alianza, Madrid
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Sobre Física Cuántica
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Sobre Filosofía de la
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El impacto filosófico de la
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Filosofía de la física,
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En busca de lo real. La
visión de un físico, Bernard d'Espagnat, Alianza, Madrid
The philosophy of space and time, Hans Reichenbach, Dover, N. York
The philosophy of Quantum Mechanics, Max Jammer, John Wiley, N. York
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