¡No se puede
conocer a alguien a la luz de la
justicia y a la luz
del amor al mismo tiempo!
Bohr
Aquella tarde
Heisenberg no pudo "resistir más la presión a que lo sometía Bohr y rompió
a llorar"; probablemente por su mente pasarían las imágenes, no
tan lejanas en el tiempo, de un Schrödinger enfermo perseguido por el
implacable danés. El motivo de la discusión, dura y muy desagradable, no era
otro que la interpretación de lo que luego pasaría a denominarse Principio de
Indeterminación.
El origen inmediato de
la disputa había que buscarlo en el desafío que, para los cuánticos de la
escuela de Bohr, había supuesto la formulación de la Mecánica Ondulatoria de Schrödinger
y la prueba de equivalencia matemática entre este formalismo y el de la
Mecánica de Matrices; y las razones de su carácter violento, en la importancia
del asunto que estaba en juego: la naturaleza de lo real, la conformación de
una "radical y nueva manera de ver el mundo".
Antes de que pasemos a
exponer al lector los contrapuestos puntos de vista sostenidos por Heisenberg y
Bohr, quizás convendría ponerlo en antecedentes sobre algunos de los hechos más
significativos, tanto de esta accidentada y extraña historia de "los
cuantos" como de la época en la que se gestó un cambio radical en ciencia,
–del que la discusión que relatamos formó parte.
ANTECEDENTES
Los inicios del siglo
XX contemplaron cómo Max Planck, un afamado físico al que no cabe catalogar
como rupturista, se veía obligado a introducir una suposición de consecuencias
imprevisibles (los intercambios energéticos entre materia y radiación
se producen en "cuantos", en paquetes discretos) a fin de obtener una
expresión matemática mediante la que se diera cuenta de la forma de la curva de
radiación espectral del"cuerpo negro". Poco después, en 1905, un
oscuro funcionario de una oficina de patentes en Berna, de nombre Albert
Einstein, publicaba tres artículos de contenido variado ( movimiento browniano,
efecto fotoeléctrico y teoría especial de la Relatividad) pero de enorme
influencia en el desarrollo posterior de la Física.
Todo ello ocurría
sobre un trasfondo de inquietud socio política que repercutía en todos los
aspectos oe la actividad humana y que, sin duda, anunciaba una nueva época.
En 1902 un
revolucionario profesional, Vladimir Ilich Ulyanov "Lenin" publicaba
un libro de título "¿Qué hacer?", en el que teorizaba sobre la
necesidad de crear un partido que se convirtiera en la "vanguardia del
proletariado".
En 1905 estallaba en
Rusia una revolución que, aunque fallida, mostraba claramente la inestabilidad
de un orden que hacía aguas por todas partes.
En 1911 el físico
neozelandés Ernest Rutherford, después del análisis de los experimentos de
deflexión de partículas a de velocidades elevadas por láminas delgadas de oro,
dió a la luz su modelo nuclear y planetario para el átomo. Atraido por la
efervescencia y la actividad científica del Cavendish Laboratory llega a
Cambridge el danés Niels Bohr quien en tres artículos publicados los años 1913,
1914 Y 1915 en la Philosofical Magazine
introduce en un sustrato clásico, de modo audaz, hipótesis de cuantificación en
el átomo a fin de "dar cuenta" del misterioso comportamiento de las
líneas espectrales. Sonmerfeld generaliza, durante los años 1915 y 16, el
modelo de Bohr para el átomo de Hidrógeno extendiendo las condiciones de
cuantificación a sistemas periódicos con más grados de libertad y dando cuenta
así de la estructura fina de las líneas espectrales. La "vieja mecánica
cuántica" está prácticamente concluida (la distinción básica entre la "vieja
mecánica cuántica" y las nuevas ideas que introducirá Heisenberg hay que
buscarla en la transición desde modelos mecánicos del átomo, –aunque
sean simbólicos–, a observables de laboratorio como fundamento de la
teoría).
.
En 1914 se inicia la La
Guerra Mundial y una profunda oleada de nacionalismo anega Europa. Las
organizaciones socialistas se alinean con sus respectivos gobiernos a pesar de
sus previas proclamas internacionalistas y antiimperialistas.
Lenin clama por la
constitución de una Tercera Internacional que declare "muerta la Segunda,
traidores a los socialistas pertenecientes a ella" y propone como
tarea inmediata de los verdaderos revolucionarios "la transformación de
la guerra imperialista en guerra civil". En 1917 explica, en El
imperialismo, fase superior del capitalismo, su punto de vista sobre el
carácter y las causas de la Gran Guerra, las razones del abandono del
internacionalismo por los socialistas y el modo en cómo acabar con aquélla por
medio de la revolución. Revolución que estalla en Rusia en Octubre de ese mismo
año y que acaba con el zarismo.
En 1918 tiene lugar la
disolución de la monarquía de los Hausburgo y el desmembramiento del imperio
austro-húngaro, la flota alemana se niega a zarpar de Kiel, los marineros
enarbolan e izan banderas rojas y se extienden por todo el país los consejos de
trabajadores y soldados. El Kaiser abdica y huye a Holanda, el 9 de noviembre los ministros
socialdemócratas proclaman la República, se constituye un nuevo gobierno y el
11 del mismo mes se firma el armisticio que, ratificado posteriormente, en
Junio de 1919, en el Tratado de Versalles, impone duras compensaciones a los
países derrotados. Los brotes revolucionarios son sofocados con dureza (Rosa
Luxenburgo y Karl Liebknecht son asesinados en Alemania en enero de 1919) y se
fomenta la contrarrevolución y la guerra civil en una Rusia sometida a cerco.
El miedo al socialismo se extiende por toda Europa, las masas adquieren
protagonismo creciente y el "orden burgués" se ve amenazado.
Todo parece posible y
todo parece acabado como bien describe el libro de Joseph Roth "La marcha de Radetzky": "En aquel entonces, antes de la Gran
Guerra,... no era aún indiferente que alguien muriera o viviera. No se
encontraba fácilmente un sustituto para el que desaparecía del mundo de los
vivos, ni se olvidaba al muerto para ocupar su lugar, sino que durante mucho
tiempo se hacía notar el vacío por él dejado, y tanto los inmediatos como los
lejanos testigos de su muerte, enmudecían al advertirlo... Todo cuanto crecía
necesitaba mucho tiempo para terminarse; todo cuanto desaparecía necesitaba
mucho tiempo para ser olvidado, Cuando una vez había existido, dejaba siempre
rastros de su presencia, y se vivía de recuerdos, de la misma manera que en los
tiempos actuales se vive de la facultad de olvidar".
No es extraño pues que
se produzca una eclosión total en casi todos los ámbitos y que esta época
aparezca simultáneamente como el crisol de las vanguardias más rupturistas y de
los movimientos políticos más reaccionarios, que en ella coexista la ciencia
más audaz y creativa con las más variadas y diversas pseudociencias y que se
proclame al mismo tiempo, desde el ámbito de la filosofía, su propia
reconstrucción "al modo de la ciencia" o, por el contrario, su despliegue
como negación de ésta.
Parecía llegado el
momento de pasar revista a un entramado de valores, conceptos, etc., en suma, a
una cultura (de la que la ciencia forma parte esencial) que, incapaz de
culminar expectativas, había arrojado a los pueblos a la barbarie y que ya no
era de "estos tiempos".
Después de apuntado,
en forma sumaria, el "tono de la época", vamos a restringir, aún más,
nuestro análisis al campo de la ciencia y a rastrear en qué medida y por qué
razones (o sinrazones) se cuestionó de un modo radical el modelo clásico de
ciencia. Nuestro estudio será esencialmente "internalista" aunque admitamos
la posible influencia, en el discurso, las interpretaciones, etc., de la
ciencia física, de todo lo que Forman denomina "el ambiente intelectual
de la época de Weimar: antirracionalista, de exaltación de la lebensphilosophie
(filosofía de la vida) y de rechazo del positivismo, mecanicismo y materialismo
encarnados en la noción de causalidad".
La influencia del libro de
Spengler "La decadencia de
Occidente", donde, desde una
concepción cuasi biológica de "las épocas culturales", se proclama la
consunción y la vejez de la nuestra, resulta paradigmática – "Uno también está cansado de tener
solamente interrelaciones de causa y efecto demostradas una y otra vez de
acuerdo a los métodos de conocimiento racionales, y cansado de efectuar tales
demostraciones uno mismo; soy de la opinión de que en la humanidad y en la vida
existe mucho más que un aparato de causalidad mecánica. Uno se ha cansado de
conocer y está sediento de vivir”–.
LA VISIÓN
CLÁSICA DEL MUNDO
Hasta el advenimiento
de la Teoría de la Relatividad y la Física Cuántica, la visión mecánica de
Newton complementada con la teoría del campo electromagnética de
Faraday-Maxwell dominaba – pese a críticas más o menos atinadas pero
puntuales– el escenario de la ciencia física y mediante su amalgama se
"explicaba el mundo real".
Los presupuestos sobre
los que descansaba esta visión del mundo podrían resumirse del modo siguiente:
1.- La materia, que es
discontinua en su estructura, se mueve a través del espacio según las leyes
estrictas de la mecánica.
2.- Todas las diferencias
aparentemente cualitativas de la naturaleza se deben a las diferencias de
configuración o movimiento de estas unidades básicas o de sus agregados.
3.- Todos los cambios
aparentemente cualitativos son meramente efectos superficiales del
desplazamiento de las unidades elementales o de sus agregados.
4.- Toda acción recíproca
entre los corpúsculos básicos se debe exclusivamente a su impacto directo
entendido éste si no entre cuerpos macroscópicos, al menos entre las partículas
elementales del medio intermedio (el éter electromagnético de Maxwell es una de
sus elaboraciones más sofisticadas pero sus antecedentes se remontan a
Descartes entre otros). La acción a distancia es pues una simple figura de
dicción De hecho, cuando el vínculo material directo entre los cuerpos
distantes que actúan recíprocamente parecía estar ausente, la imaginación de
los filósofos y los científicos lo proporcionó en forma de un agente mecánico
intermedio que se compone de partículas demasiado sutiles para ser percibidas
por los sentidos humanos.
5.- La variedad
cualitativa, así como la transformación cualitativa, son adiciones psíquicas de
la mente humana perceptora. No pertenecen, en consecuencia, a la naturaleza de
las cosas.
Conviene hacer algunas
precisiones sobre el conjunto de presupuestos anteriores a fin de aislar los
conceptos y nociones esenciales que subyacen en lo que Millic Capek denomina,
" por propia elección de la palabra", cuadro clásico a fin de
remarcar su carácter pictórico. "Pregunta a tu imaginación si la quiere
aceptar" afirmaba John Tyndall en su alocución de Liverpool a los físicos
de la era victoriana como criterio fidedigno de las teorías científicas
satisfactorias, o sea, pregúntate a tí mismo si puedes
dibujar un cuadro mental del fenómeno en cuestión; recházalo si no se puede
construir un diagrama visual, un modelo mecánico.
Encontramos en este
cuadro clásico los conceptos de espacio, tiempo, materia, movimiento y
causalidad y, aunque cada uno de ellos exigiría un tratado, vamos a intentar
señalar de qué modo son concebidos en esta visión del mundo.
Añadiríamos además
para completar el panorama, que en Física clásica existe, de acuerdo con el más
elemental sentido común, un mundo objetivo "ahí fuera".
Un mundo que
evoluciona de un modo claro y determinista, gobernado por leyes formuladas
exactamente mediante ecuaciones diferenciales. La realidad física existe, pues,
independientemente de nosotros mismos y el modo exacto de "ser" del
mundo no está afectado por cómo decidimos observarlo. Nuestros cuerpos y nuestros
cerebros van a ser ellos mismos parte de este mundo y están, por tanto, sometidos
a evolución en términos de las mismas ecuaciones clásicas exactas y deterministas.
A) El concepto de
espacio
Newton formulaba su
noción de espacio en los siguientes términos: "El espacio absoluto, en
su propia naturaleza, sin consideración hacia ninguna cosa externa, permanece
siempre similar e inmóvil". Este concepto ya se hallaba prefigurado en
el viejo atomismo de Leucipo y Demócrito donde se había establecido por primera
vez la distinción explícita entre la materia definida como plenum o espacio
ocupado en franco contraste con el vacío o espacio desocupado.
El Universo quedó
configurado desde entonces, en términos de un recipiente inmutable e
independiente y de un contenido físico, material, variable ("sólo existen
los átomos y el vacío y aquellos se mueven en éste"). Nunca se enfatizará
suficientemente el poder de la concepción atomista, su capacidad explicativa. Como
bien dice Feynmann: "Si en algún
cataclismo fuera destruido todo el conocimiento científico y solamente pasara
una frase a la generación siguiente de criaturas. ¿qué enunciado contendría el
máximo de información en el mínimo número de palabras? Yo creo que sería la
hipótesis atómica: que todas las cosas están formadas por átomos,- pequeñas
partículas que se mueven con movimiento perpetuo, atrayéndose unas a otras cuando
están separadas por una pequeña distancia, pero repeliéndose cuando se las
trata de apretar una contra otra".
El tema de la
precedencia temporal y lógica del espacio sobre la materia aparece
repetidamente en la reflexión de filósofos y poetas, la nada parece ser autosuficiente
y autoafirmativa, en tanto que el Ser parece requerir una razón suficiente para
su propia presencia. "...La
existencia me parece como una conquista sobre la nada. Me digo que puede
existir la nada, que realmente debe existir, y entonces sospecho que existe
algo. O me imagino toda la realidad extendida sobre la nada como sobre una
alfombra: al principio era la nada, y el ser fue sobreañadido después"
escribirá Bergson en 1907. Paul Valery lo expresará de un modo poético: "Que l'universe n-est que un defaut
dans la pureté du Non-Etre!" y Heidegger lo dramatizará mediante su
aforismo existencial: ¿Por qué existe
cualquier ser y no precisamente la nada?
El espacio atomista es
homogéneo y de esta homogeneidad se derivan sus propiedades esenciales:
independencia, inmutabilidad, infinidad, continuidad matemática, inacción
causal. Toda heterogeneidad hay que buscarla en la materia que ocupa el espacio
y que se desplaza en él. Al espacio sólo pertenecen las relaciones de
yuxtaposición, o como Locke lo expresaba: el espacio es el principium individuationis,
que nos permite distinguir dos sensaciones simultáneas cualitativamnete
idénticas, dos objetos simultáneamente percibidos sólo pueden ser numericamente
distintos si están en dos lugares diferentes". Todas las posiciones en
el espacio son cualitativamente idénticas, su única distinción se debe a sus
relaciones de yuxtaposición o coexistencia. Bergson lo expresará así: el espacio es lo que nos permite distinguir unas
de otras un número de sensaciones idénticas y simultáneas, es así un principio
de diferenciación distinto al de diferenciación cualitativa, y, por
consiguiente, es una realidad sin ninguna cualidad y Bertrand Russell de este modo: Todos los puntos son cualitativamente
similares, y se distinguen por el mero hecho de estar situados unos fuera de
otros.
Ya en ocasiones
anteriores hemos argumentado en favor de la relación entre este espacio físico
atomista y el espacio abstracto de la geometría griega (el espacio de
Euclides), por lo que aquí nos limitamos a recordar que, pese a la aceptación
del espacio heterogéneo de Aristóteles como el espacio de lo físico (impelidos
sin duda por la necesidad de explicar el orden en términos de finalidad, de
diseño), siempre que se matematizó el mundo natural (en Astronomía con
Aristarco, en Mecánica con Arquímedes, etc.) se trató el espacio físico
"al modo atomista".
Esta argumentación,
que podría ser discutible en el ámbito de la ciencia griega, resulta
incontrovertible cuando nos referimos a la ciencia de Newton: la geometrización
y aritmetización del espacio físico resulta ser una consecuencia lógica de la
algebrización de la geometría que Descartes y Fermat materializaron en el siglo
XVII. Existe una identificación indiscutible entre el espacio euclídeo y el
espacio del mundo de los procesos físicos. La geometría de Euclides y la mecánica
de Newton se basan ámbas en hábitos profundamente arraigados de la imaginación
y el pensamiento cuya fuerza es mucho mayor de lo que generalmente nos hallamos
dispuestos a reconocer.
A Kant le impresionaba tanto esta fuerza que la
consideraba como manifestación de la estructura a priori inmutable de la mente
humana; Herbert Spencer, a pesar de su epistemología radicalmente distinta,
coincidía finalmente con Kant, al menos en cuanto a la inmutabilidad de la
estructura intelectual de Newton y Euclides. Esta estructura sería, según
Spencer, el resultado final y definitivo de un largo proceso de ajuste en el
que el mundo externo creó, por decirlo así, su réplica exacta en la mente
humana en forma de la imagen de la naturaleza que contemplaban Euclides y Newton...
: la ciencia clásica era considerada como ajuste final y completo de las
facultades cognoscitivas humanas al orden objetivo de las cosas.
Identificación que
sólo más tarde se volverá problemática cuando se descubran las geometrías no-euclídeas
y se suscite la cuestión de cual, de los ahora diversos espacios matemáticos,
corresponde al espacio real de la física.
B) El concepto de tiempo
También podemos
utilizar la formulación newtoniona como eje de nuestra reflexión sobre la idea
de tiempo en la física clásica: "El tiempo verdadero y matemático absoluto,
de por sí y por su propia naturaleza, fluye uniformemente, sin consideración a
ninguna cosa externa. También se llama duración. El tiempo rela tivo, aparente
y vulgar es cierta sensible y externa medida del tiempo absoluto, estimadt? por
los movimientos de los cuerpos, ya exacta o desigual, y comúnmente se utiliza
en vez del tiempo verdadero (tal como una hora, un día, un mes, etc.)".
El tiempo, al igual
que sucedía con el espacio en otra forma, fluye, cambie o nó alguna cosa; los
cambios están en el tiempo pero no son el tiempo. Si la relación esencial del
espacio era la yuxtaposición, la relación básica en el tiempo es la sucesión.
Es ésta relación de sucesión la que hace posible distinguir dos estados
cualitativamente idénticos de una sóla e idéntica entidad. Se trata pues, al
igual que el espacio, de un principio de diferenciación de un género distinto al
cualitativo.
La homogeneidad del
tiempo, conectada con el flujo uniforme, implica para éste unas propiedades de
tipo similar a las que ya hemos comentado en relación a la homogeneidad del
espacio: independencia, infinidad, continuidad matemática e inacción causal.
El tiempo, al igual
que el espacio es recipiente de toda la materia, es receptáculo de todos los
cambios e incluso, como señaló Whitehead, "el tiempo
es receptáculo no sólo del material físico variable sino también del propio
espacio". El espacio no es
realmente intemporal y más que hablar de un espacio que subsiste ajeno al
tiempo tenemos que hablar de una serie infinita de espacios instantáneos sucesivos
que, aunque cualitativamente idénticos, aún difieren por sus posiciones en el
curso universal e inexorable del tiempo.
C) El concepto de
materia
Desde los lejanos
tiempos de Leucipo y Demócrito la noción de materia se nos representa como
negación de la Nada y a sus elementos constitutivos, los átomos, les atribuimos
la propiedad esencial de "llenar espacio". Éste ser "espacio lleno"
los dota de propiedades de impenetrabilidad, indestructibilidad, rigidez y
homogeneidad.
La historia de la
"hipótesis atómica" muestra como una y otra vez la negación práctica
de alguna de las propiedades antes enumeradas en los, hasta ese momento considerados,
elementos últimos, obligó a buscar en un nivel más profundo unidades más
pequeñas y básicas en las que esos rasgos esenciales volvieran a recuperarse.
Se aceptaba lo que ha
venido a denominarse "el tema de Gulliver": "De esta manera, observan los naturalistas que una pulga tiene
pequeñas pulgas que en ella hacen presa; y éstas tienen otras más pequeñas
todavía que las pican, y así proceden ad infinitum"
Este atomismo
"radical y esencial" adquirió su expresión más acabada, nó en el
modelo de Dalton que contemplaba la existencia de átomos con propiedades cualitativamente
diferentes, sino en la teoría del electrón que aparentemente consiguió reducir,
en línea con los postulados del atomismo filosófico, casi todas las diferencias
cualitativas de la naturaleza a diferencias de complejidad y agregación de los
corpúsculos básicos homogéneos: los átomos de electricidad. A finales del siglo
XIX e incluso a principios del XX se soñaba con cubrir, en un nivel más
profundo (el de la omnímoda unidad del éter), los huecos que aún persistían en
el cuadro mecánico del mundo: la dualidad de materia y electricidad, así como
la doble polaridad (cargas + y -) de ésta. Este concepto de
"éter" tiene también una larga historia en la que no vamos a
detenernos. Mencionaremos aquí que, en nuestro contexto y bajo el ropaje del éter
electromagnético de Maxwell, sirvió como medio que garantizaba la acción recíproca
por contacto entre cuerpos distantes y que, en desarrollos posteriores o
colaterales, se pretendió utilizarlo como sustrato desde el que sería
explicable no sólo la acción recíproca entre los propios cuerpos sino también
la propia individualidad de las partículas básicas.
D) El concepto de movimiento
Los viejos atomistas
reconocieron que el movimiento no se podía derivar de la materia y tampoco del
espacio o el tiempo (cuya inacción causal ya hemos mencionado) y, aunque estas
ideas fueron reformuladas con posterioridad de un modo más elaborado, en su
modelo prefiguraron, de un modo implícito, tanto la ley de conservación de la
masa como la de conservación del movimiento al conceptuar a la materia y al
movimiento como "cantidades sustanciales que se conservan a través del
tiempo, mientras cambia su distribución espacial"
Leibniz lo expresaba así: "Puesto que el cuerpo no es nada
más que materia y figura y puesto que la causa del movimiento no se puede
comprender a base de materia o figura, la causa del movimiento debe estar
necesariamente fuera del cuerpo"
y Locke de este modo: "Supongamos
eterno, grande o pequeño, cualquier paquete de materia; no lo encontraremos en
sí capaz de producir nada... ; si no hubiese otro ser en el mundo, ¿no debe
permanecer eternamente así, terrón muerto e inactivo? ¿Es posible concebir que
puede añadir movimiento a sí mismo, siendo pura materia, o producir cualquier
otra cosa? La materia, pues, por su propia fuerza no puede producir nada; el
movimiento que tiene también debe proceder de la eternidad, o, si no, ser
producido o añadido por algún ser más poderoso que la materia” .
La formulación
explícita de estas leyes tuvo que esperar al siglo XVIII (Lavoisier y Huygens)
y en ese largo camino se tuvo que destruir un prejuicio profundamente asentado
-"el principio de conservación del lugar" íntimamente conectado con
la falsa idea de que "todo movimiento necesita un motor"-, y sus tituirlo
por la ley de inercia donde existe movimiento en ausencia de fuerza y en el que se le da sustancialidad a aquél.
Las leyes de conservación en sus diversas
manifestaciones (momento, energía, masa, etc.) son variaciones de un mismo
tema: "los sucesivos estados del Universo son simples redistribuciones
espaciales de cantidades sustanciales que en conjunto son constantes". Estos
estados sucesivos están, además, prefigurados en los estados anteriores y, dada
la supuesta finitud de los elementos constitutivos del Universo, no sólo no
está excluida la posibilidad de un retorno cíclico sino que tal retorno aparece
como inexorable.
Nietzche lo expresaba como queja agónica en su libro "La voluntad de poder": "... el Universo es un movimiento circular que ya se ha
repetido un infinito número de veces, y que sigue su juego a través de toda la
eternidad" y Poincaré extendía su certificación de validez mediante su
Teorema de recurrencia en el espacio de fases: "un sistema mecánico
(del tipo de los que concibe el modelo clásico que aquí comentamos) regresará,
dado un tiempo suficientemente largo, a un estado que se halla infinitamente
próximo a la configuración inicial".
Todo parece escrito desde
siempre, determinado, como muy bién sintetizó Laplace: "Una
inteligencia que conociera, en un instante dado de tiempo, tanto las fuerzas
que actúan en la naturaleza como las posiciones (y velocidades) de todas las
cosas que existen en el Universo, sería capaz de abarcar en una sóla
fónnula,-lo suficientemente potente como para someter todos los datos a análisis-,
los movimientos de los cuerpos más grandes del Universo y los de los átomos más
ligeros. Para ella nada resultaría incierto y tanto el pasado como el futuro
estarían presentes ante sus ojos.
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