BREVES APUNTES SOBRE LA
ÓPTICA EN EL MUNDO ÁRABE
También aquí están
representadas las tres corrientes a las que hemos nos hemos referido en la
panorámica somera realizada sobre las teorías de la visión en Grecia.
1.- Así, Al-Kindi (fmales
del siglo VIII) aparece como un defensor, aunque crítico, de las teorías de
Euclides. Se alinea, pues, con los partidarios de las teorías extraemisionistas
y lanza una crítica profunda contra la idea introemisionista que, a su juicio,
es insostenible. Revisa, no obstante, la teoría del cono visual y concibe el modo
en que se percibe, a través de él, de un modo diferente a como lo hacen
Euclides y Ptolomeo.
1.1.- Crítica del
introemisionismo
A juicio de Al-Kindi todas
las teorías de la visión desarrolladas en Grecia, excepto la de Euclides,
tienen algún elemento introemisionista por lo que, a fin de defender a aquélla,
somete a crítica exhaustiva la idea introemisionista.
Sus argumentos son de
diversa naturaleza y a lo largo de ellos no duda en apoyarse en las razones más
diversas. Así repetirá el argumento aristotélico acerca de la capacidad de las
personas de vista débil para percibir su propia imagen frente a ellos a
causa de que el poder procedente de la vista, cuando no puede penetrar el aire
a causa de su debilidad, retorna a través del aire al cuerpo del observador.
Siguiendo a Teón de
Alejandría afIrma que la estructura del órgano determina su funcionamiento y, a
diferencia de los oídos, huecos para recoger el aire que produce sonido, el
ojo, esférico y móvil, está diseñado no para recoger impresiones sino para, a
través de su movilidad, desplazarse y seleccionar el objeto sobre el que
enviará sus rayos. Otro argumento es que sólo la teoría extraemisionista tiene
capacidad para explicar la selectividad de la mirada y la dependencia de la
agudeza con la posición dentro del campo visual Por otra parte, el proceso de
aprehensión del objeto en las teorías introemisionistas es, a juicio de
Al.Kindi, "global": es decir, si las formas de los objetos sensibles
penetran en el ojo, entonces, la perspectiva con la que son observados no tiene
por qué tener ninguna influencia y un círculo, visto desde cualquier punto,
debe aprehenderse siempre como tal. No obstante y (... ) por el contrario cuando
los círculos y el observador están en el mismo plano, los círculos son vistos
como rectas. Por tanto -concluye- un cierto poder va desde el observador
a los objetos y por medio de él aquellos son percibidos.
1.2.- Naturaleza de los
"rayos visuales"
Para Al-Kindi la teoría de
Euclides que mantiene que los rayos visuales tienen un carácter discreto,
resulta insostenible. Éstos deben tener anchura y longitud y el cono visual
debe ser continuo.
1.3.- Variaciones de
sensibilidad dentro del cono visual
Al-Kindi, al polemizar con los seguidores
de Euclides, se ve obligado a reconsiderar las razones por las que los objetos
cerca del eje visual se ven con más nitidez que aquellos otros que están en la
periferia. Concluye que ello no se debe, como aseguran los euclidianos, a que
el rayo que se dirige a lo largo del eje visual sea el más corto y por tanto el
que percibe con mayor fuerza -parece aceptarse así que la potencia perceptiva
varía en relación inversa a la longitud del rayo- sino a otras razones. Que no
es así se demuestra, a su juicio, sin más que observar que un objeto colocado
en el punto de la periferia E está más próximo que otro, sobre el eje óptico,
situado en D y, sin embargo, éste último aparece más nítido. De hecho, dirá,
una estrella situada a lo largo del eje óptico aparece más nítida que cualquier
objeto situado en los laterales del campo visual. El factor determinante de la
clarida de visión no es, pues, la longitud del rayo.
Las razones para Al-Kindi
son de dos tipos:
a) Su teoría se inscribe
dentro de la tradición estoica y por ello afirma que al ser la acción de ver
una transformación del medio, éste se modifica de diferente modo según sea el
poder del rayo. El rayo axial posee en mayor grado que cualquier otro esta
capacidad de modificación y a través de él se percibe con mayor nitidez.
b) Por otra parte, y al
igual que lo que sucede cuando a una linterna se añade otra: crece la
iluminación, los lugares sobre losque inciden más rayos visuales se ven con
mayor claridad. A fin de ilustrar como se explica geométricamente este hecho
haremos referencia a la figura.
Parece, pues, que la mayor
claridad con la que se perciben los objetos alineados con el eje óptico se
debe, no a la mayor potencia de los rayos emitidos a lo largo de él, sino al
hecho de que están en la zona que recibe una mayor cantidad de ellos.
Estos rayos proceden de la
parte exterior del ojo que se convierte así en el elemento activo -se separa
pues de Euclides y Ptolomeo que situaban el centro de actividad (el vértice del
cono visual) dentro del ojo-.
Es también importante
señalar que Al-Kindi introduce, en la proposición que acabamos de comentar,
serias correcciones al modelo de cono visual de la tradición matemática
anterior porque aquí llegan a cada punto del campo visual multitud de rayos en
lugar del rayo único que lo alcanzaba en las teorías de Euclides y Ptolomeo.
2.- La enorme influencia de
Galeno, como consecuencia del profundo interés que suscitó en el Islam la
medicina, provocó que la física médica tuviera importantes defensores, entre
los que cabe destacar a Hunain ibn Ishaq (muerto en el 877). Hunain se centra,
en el libro Diez tratados sobre el ojo (Sobre las estructuras del ojo, sus
enfermedades y sus tratamientos), en la descripción de la anatomía y
fisiología ocular y en el estudio de los nervios ópticos, desarrollando, en la última
parte del tercero de ellos, una teoría de la visión de raíces profundamente galénicas.
2.1.- ¿Cómo concebían los
médicos de la época el proceso de percepción visual? ¿Qué conocían sobre
anatomía y fisiología ocular?
Acabamos de apuntar la
enorme influencia ejercida por Galeno en la medicina árabe, no es extraño por
tanto que la anatomía y fisiología del ojo sea, en el Islam, profundamente
galénica. Así, Hunain, usa, en los dos primeros capítulos del libro antes
referido, el contenido del libro 10 del tratado de Galeno Del uso de las
partes.
El objeto central del ojo
es el humor cristalino que es incoloro, transparente, luminoso y
redondo. Su redondez no es, no obstante, total puesto que presenta un cierto
achatamiento cuya finalidad no es otra que permitirle recibir más
impresiones de los objetos perceptibles que las que recibiría en el caso de que
fuera perfectamente redondo; ya que un cuerpo achatado encuentra más de los
objetos que están en su camino que lo que encuentra un cuerpo esférico
perfecto. El humor cristalino ocupa la posición central del ojo no sólo con
el objeto de recibir los servicios de los otros humores oculares y túnicas sino
como expresión de su rango al ser el asiento o sede del poder visual.
Detrás del humor cristalino
está el humor vítreo cuya función principal es la de nutrir al primero
mediando entre él y los vasos sanguíneos de la retina.
Hunain lo expresa así: La
nutrición tiene lugar de este sabio modo: que el miembro nutrido reciba una
adición de sustancia que posea su misma naturaleza (... ) Como las
lentes necesitan nutrirse y como, según hemos ya señalado, su humor es blanco,
transparente y luminoso, resulta imposible que reciba su nutrición directamente
de la sangre. Se requiere un elemento de intermediación entre él y la sangre;
el humor vítreo, de características más próximas a la blancura y transparencia que
la sangre, cumple esa función. Por ello el humor vítreo tiene una posición adyacente
a las lentes, sin separación alguna, y éstas yacen sumergidas en aquél.
Detrás del humor vítreo hay
tres túnicas: la retina, la coroide y la esclerótica.
La retina nace desde el
nervio óptico y encierra el humor vítreo. A través de sus venas y artenas nutre
a éste y por su intermedio al humor cristalino, transportando además a este
último, por medio del nervio óptico, el pneuma visual. La coroide, que
nace de la envoltura interior del nervio óptico, cubre y alimenta a la retina
mientras que la esclerótica, nace de la envoltura externa del nervio óptico y su
función es eminentemente protectora.
Hay también un humor y tres
túnicas en la parte anterior del cristalino. El humor acuoso (o
albuminoide) de apariencia similar a la clara de un huevo, separa el humor
cristalino de la úvea (túnica que se asemeja a la cáscara de una uva y
que prolonga la coroide por la parte anterior del ojo) y su función es nutrir y
humedecer al cristalino. La úvea que posee una apertura en su parte anterior a
través de la cual puede salir el pneuma, nutre, a su vez, a la córnea y
evita que ésta pueda dañar al cristalino. La córnea, prolongación de la
esclerótica, es transparente y dura actuando como elemento de protección del
globo ocular. Finalmente una última túnica, la conjuntiva, recubre el
conjunto.
Además del globo ocular, el
aparato óptico consta de los denominados nervios ópticos que nacen en la parte
posterior de los ventrículos anteriores del cerebro, se unen brevemente en el quiasma
óptico y se dirigen a los ojos, de modo que el nervio que tiene su
origen en la parte derecha del cerebro va al ojo derecho y el que nace en el lado
izquierdo termina también en el ojo izquierdo. Los nervios ópticos son
huecos de modo que puedan actuar como canales que conducen el pneuma óptico
desde el cerebro a los ojos.
La función del quiasma
óptico es, para Hunain, la de redistribuir el pneuma, de forma que
cuando se ciega o se cierra un ojo el que queda abierto expele mayor cantidad
de fluido visual reforzándose su capacidad perceptiva: (...) si uno cierra uno
de los ojos, la visión obtenida con el otro deviene más clara y aguda. La razón
no es otra que el que todo el poder que antes se repartía entre los dos ojos ... ahora se concentra en
uno sólo.
Esto queda conftrmado, a su
juicio, porque si se cierra un ojo, la pupila del otro se agranda como
consecuencia de que la úvea se distiende a causa del incremento de pneuma que
sale a través del ojo abierto.
Otra de las funciones de
este quiasma, cuya importancia no necesita justificarse, es la de dotar al
fluido visual de un origen común a fm de que la visión binocular no genere dos
imágenes distintas.
Este esquema anatómico y
ftsiológico será utilizado, con algunas ligeras matizaciones, por todos
aquellos que se ocuparon del problema de la visión en el mundo islámico.
3.- Las traducciones de
Aristóteles al árabe fueron múltiples y muy tempranas, no es extraño que su
filosofía ejerciera una influencia importantísima en todos los campos del saber
y en concreto en el ámbito de la Física. Su psicología, como ya hemos señalado
con anterioridad, conceptúa a los órganos de los sentidos como elementos
pasivos en los procesos de percepción y por ello el extraemisionismo no tiene
cabida en su sistema. No es extraño, pues, que los aristotélicos árabes
desarrollaran una crítica acerada de las teorías extraemisionistas en sus
diferentes versiones euclídea y estoica.
3.1.- Crítica del extraemisionismo
Serán Avicena (980-1037) y Averroes (1126-1198) los dos filósofos árabes que con mayor rigor defenderán
las tesis aristotélicas sobre el proceso de visión; someterán por ello a
crítica la física extraemisioista que subyace en las corrientes euclídea y
estoica.
a) Refutación de la
teoría euclídea de la visión: A fin de tomar en consideración todas las
alternativas presentes en el esquema euclídeo, Avicena considera cuatro modos
de "entender" dicho esquema: a) la sustancia emitida por el ojo radialmente
es de naturaleza corpórea y continua y mediante ella se establece el contacto
entre el ojo y el objeto visible; b) lo que se emite desde el ojo del
observador es una sustancia continua que hace contacto con el objeto visible
desligándose de aquél; c) la sustancia emitida desde el ojo consta de rayos
separados que tocan al objeto sólo en ciertos puntos del mismo; y d) la
sustancia corpórea no establece contacto alguno con el objeto visible.
Para Avicena resulta
absurdo suponer que algo tan pequeño como el ojo puede emitir una sustancia
material continua capaz de llenar una semiesfera tan amplia como la que
visualizan nuestros ojos. Por otra parte esa emisión material, de acuerdo con
el principio general de que dos cuerpos no pueden ocupar simultáneamente el
mismo lugar, deberá barrer el aire existente entre el objeto visto y el foco
emisor. A Avicena tal posibilidad le resulta absurda. A su juicio, además, el hecho
de que sea la base del cono visual la que perciba el tamaño y forma de los objetos
impide explicar el por qué los objetos más alejados nos resultan más pequeños -dotar
de contenido físico a la teoría euclídea la inhabilita, pues, para explicar la
perspectiva-. A este tema volverá más
tarde cuando defienda la concepción aristotélica.
La tercera de las
versiones, que es en realidad la más próxima a las ideas de Euclides, tiene,
desde el punto de vista de Avicena, la dificultad de que al percibir los rayos
sólo aquello que tocan, el observador sólo verá las zonas donde estos rayos
caigan y dejará de ver aquellas otras donde los rayos no incidan; el cuerpo solo
será, así, percibido parcialmente (...). Por otra parte, y como
consecuencia de la imposibilidad de
existencia del vacío, Avicena se interroga en estos términos: Si los rayos
visuales penetran en el agua -puesto que vemos a través de ella creando pasadizos
que antes no existían, ¿cómo es que no aumenta el volumen del liquido a causa
de la adición de la sustancia corpórea de los rayos visuales?
b) Refutación de la teoría
galénica: de acuerdo con su conceptuación, los partidarios de esta teoría
sostienen que los rayos emitidos por el ojo no perciben directamente el objeto
visible sino que utilizan el medio transparente -aire o cualquier otro- que hay
entre observador y objeto observado, como su instrumento. El medio
transparente, pues, adquiere una nueva disposición o estado de tensión que, a
juicio de Avicena, resulta imposible porque ello implicaría que tal estado
sería compartido por todos los que en aquél momento estuvieran observando el
objeto y, así, las personas de vista debilitada verían mejor si se agruparan
(...) y un hombre de poca vista vería con más nitidez si estuviera
cerca de otro cuya visión es más potente (...) Constatamos que un
hombre de vista debilitada no mejora su visión uniéndose a otros con mejor
vista o a muchos otros también débiles de vista. Esta opinión es, por tanto,
falsa. La conversión del medio en "algo" distinto -bien sea
transmisor de las impresiones visuales a cada individuo concreto o bien
prolongación del órgano visual que siente- por la acción del pneuma es
criticada ampliamente por Avicena en su tratado Kitab al-Shifa en el que
concluye que la teoría galénica debe rechazarse por redundante.
c) Reafirmación de la teoría
aristotélica: en el libro que acabamos de mencionar Avicena afirma: Al igual
que otros sensibles no son percibidos porque algo se extienda desde los órganos
de los sentidos hacia ellos y los encuentre o se una a ellos o les envíe un
mensajero, la visión no tiene lugar como consecuencia de que sea emitido un
rayo, de una u otra manera, y alcance al objeto sino a causa de que la forma del
objeto llega a la vista transmitido por el medio transparente.
Avicena acepta en todos sus
extremos la versión expuesta por Aristóteles en el tratado Acerca del Alma (comentada
más arriba) pero la lleva un poco más lejos tratando de incorporar lo que de
más atractivo tiene la teoría euclídea: su lenguaje matemático, y para ello no
duda en afmnar lo siguiente: el ojo es como un espejo, y el objeto visible
es como el objeto que se refleja en un espejo por la mediación del aire o de
otro cuerpo transparente; y cuando la luz incide sobre el objeto visible,
proyecta la imagen del objeto sobre el ojo (...) Si un espejo poseyera alma,
vería la imagen que se forma sobre él.
Puede resultar interesante
analizar la explicación que da Avicena al cambio de tamaño de los objetos con
la distancia utilizando esta idea de que la visión se obtiene como consecuencia
de la reflexión especular porque, por primera vez, se hace un uso de la
matemática en una teoría introemisionista.
Un objeto situado en HD
estampará una imagen en AB, sobre la superficie del ojo; si el mismo objeto se
traslada a KZ la imagen en el ojo se restringirá al arco TY, menor que AB: (...) Y todo lo que se forma sobre un arco menor se ve también menor; por tanto
la imagen del objeto colocado en KZ es menor. Más adelante escribirá: Es
extraño que la gente que defiende la teoría de los rayos (que emanan del
ojo) hablen también del ángulo (formado en el ojo por el objeto visible);
porque este ángulo sólo resulta útil cuando la imagen viene hacia el ojo pero
no cuando la vista avanza hacia el objeto. Avicena sostiene, pues, que solo
la teoría introemisionista de Aristóteles es consistente con el tratamiento
geométrico del proceso de visión robándole al extraemisionismo su arma más
poderosa y atractiva.
LA ÓPTICA DE ALHAZEN
Alhazen somete nuevamente a
crítica las teorías extraemisionistas añadiendo, a los argumentos hasta
entonces esgrimidos, otros nuevos que recoge en su obra maestra de óptica Kitab
al·Manazir (De aspectibus).
Así, en primer lugar,
señala: Encontramos que cuando el ojo se fija en una luz extremadamente
brillante, sufre a causa de ello y es dañado; así, cuando alguien mira al Sol
no puede verlo con claridad porque sus ojos experimentan dolor a causa de su luz.
Esto mismo ocurre cuando mira, desde la posición en que la luz es reflejada, un
espejo pulimentado sobre el que incide la luz del Sol. Sus ojos se verán
nuevamente dañados por la luz que los alcanza y"no será capaz de
mantenerlos abiertos. Las heridas se producen por medio de agentes externos
y, por ello, el proceso de visión es producto de una acción exterior. El
proceso de la visión posterior o retardada también avala, a su juicio, esta
posición introemisionista.
Alhazen es cauto, sin
embargo, y, consciente de la capacidad adaptativa de las teorías físicas,
afIrma solamente que es una propiedad de la luz el actuar sobre el ojo y
está en la naturaleza del ojo en ser afectado por aquélla.
En segundo lugar Alhazen,
totalmente convencido de que la percepción visual tiene lugar en el ojo y la
mente del observador y no en el lugar en que los rayos contactan con el objeto
(...) el ojo no percibe la luz y el color a menos que algo llegue al ojo
desde el objeto iluminado y coloreado (...), se dedicará a mostrar que los
rayos visuales resultan superfluos y así escribirá: (...) (1os matemáticos que postulan la existencia
de rayos visuales) solo usan en sus demostraciones líneas imaginarias a las
que llaman líneas radiales... y la creencia de los que consideran a estos rayos
como simples líneas imaginarias es correcta, pero no lo es la de aquellos otros
que suponen que algo real es emitido desde el ojo. Los rayos pueden, pues,
utilizarse matemáticamente pero no poseen realidad física alguna.
Alhazen acepta la
descripción galénica del aparato óptico y admite que es en el cristalino donde
se produce la "fijación" de las formas y los colores provenientes de
los objetos: (...) (cuando la forma de la luz) alcanza la superficie del humor
cristalino, actúa sobre él, y éste sufre a causa de la forma, porque es una propiedad
de la luz el actuar sobre el ojo y una propiedad de éste el sufrir a causa de
aquélla. Y este efecto, que la luz produce en el cristalino, lo atraviesa (...) y lo percibe a través del ordenamiento de las partes de la forma en la
superficie y en todo el cuerpo del cristalino (...). Será este
ordenamiento de la forma en la superficie y en el volumen del cristalino el
problema que Alhazen tendrá que resolver para que su teoría introemisionista
sea aceptada.
Recordemos que, después de
las críticas a las que habían sido sometidas las teorías extra e
introemisionistas, parecía complicado construir un nuevo esquema que fuera
capaz de dar respuesta a las diferentes objeciones. Alhazen llevará a cabo esa
labor y desarrollará una teoría que integra en un cuerpo único los aspectos positivos
que presentan las tres corrientes de pensamiento cuya historia hemos intentado
trazar.
¿QUÉ RASGOS NUEVOS TIENE
SU TEORÍA?
La primera diferencia
sustancial en relación a las teorías introemisionistas que le precedieron hay
que buscarla en que en su caso la emisión desde el objeto es puntiforme: cada
punto del objeto iluminado y coloreado radia en todas direcciones: (...) desde
cada punto de todo objeto coloreado, iluminado por cualquier luz, mana luz y
color a lo largo de cualquier línea recta que pueda trazarse desde dicho punto.
La impresión visual coherente que percibimos debe pues reconstruirse a
partir de la emisión desde multitud de fuentes de radiación incoherente. Parece claro que una de
las dificultades máximas para desarrollar una teoría coherente del proceso de
visión es el que concierne al modo en que se forma la
imagen en el ojo o en la mente. De ahí que la mayor parte de las teorías hayan
concebido el proceso mediante una aprehensión
completa bien por medio de la emisión de simulacros desde el objeto o bien
mediante una especie de palpación por medio de los
rayos visuales. A Alhazen se debe el mérito de acabar con este esquema porque
mediante su teoría la reconstrucción de la imagen
del objeto se hace a través de una integración a partir de puntos.
.
Las dificultades de esta
reconstrucción aparecen de modo inmediato porque a cada punto del ojo llega luz
y color procedente de cada punto del objeto, ¿cómo es que no se produce una
confusión y mezcla de luces y de colores?, ¿cómo es que se percibe una imagen
que reconstruye la forma y el color del objeto observado?, ¿cómo es posible que
pueda establecerse una correspondencia biunívoca entre los puntos de un objeto
enorme con los de una imagen de tamaño muy inferior?
El problema de la reconstrucción
tiene, pues, una dimensión física producto de la sobreabundancia de rayos que
llegan a la superficie exterior del ojo y una dimensión matemática que tiene
que ver con la medida de los conjuntos infinitos.
En efecto, una
reconstrucción que reproduzca la forma y color del objeto emisor exige que cada
punto de la superficie del cristalino reciba un solo rayo procedente de aquél,
es decir, hay que establecer una correspondencia biunívoca entre los puntos del
campo visual y los puntos del cristalino. Expresado de un modo sencillo diríamos
que en el trayecto desde la superficie del ojo a la superficie del
cristalino --en el que se produce la detección si consideramos que la
recomposición debe ser "idéntica y no invertida"- deben
"perderse" (o atenuarse) todos los rayos excepto uno.
Alhazen hará uso de un
fenómeno que ya había sido estudiado por Ptolomeo y que hasta ahora no había
sido utilizado en ninguna de las teorías ópticas: la refracción.
A pesar de que no había
sido posible obtener las leyes cuantitativas de este fenómeno sí era conocido
el comportamiento cualitativo de los rayos refractados que, como sabemos, se
desvían de la línea de incidencia acercándose o alejándose de la normal según
se pase desde un medio menos denso a otro más denso o viceversa. Sólo los rayos
que inciden perpendicularmente a la superficie de separación pasan sin
desviación alguna; serán precisamente éstos los que jueguen un papel
fundamental en la teoría óptica de Alhazen quien en su obra ya citada De aspectibus
escribirá: A través de cada punto de la superficie del ojo pasan
simultáneamente las formas de todos los puntos del campo visual, pero sólo la
forma de un único punto incide perpendicularmente y pasa directamente (sin
refractarse) a través de la transparencia de las túnicas y humores oculares,
ese punto (del campo visual) está localizado en el extremo de la perpendicular
trazada desde el punto de la superficie del ojo que estamos considerando. El
resto de las formas de otros puntos del campo visual son refractados en el punto
de la superficie del ojo considerado y atraviesan la transparencia de las
túnicas y humores oblicuamente.
Cada punto de la córnea
recibe, pues, un único rayo perpendicular que pasa al cristalino sin
refractarse, el conjunto de todos estos rayos constituye un cono con el campo
visual como base y el centro del ojo como vértice (¡el cono visual de la teoría
matemática encuentra aquí su homólogo!). Una teoría introemisionista consigue, por
primera vez, incorporar a su estructura la potencia que comporta el uso de las
matemáticas.
Alhazen dedicará parte de
su tratado a buscar argumentos (que desde nuestra perspectiva actual no son
excesivamente convincentes) que justifiquen la eliminación de los rayos
refractados intentando convencer al lector de su escasa capacidad de
"dejar huella". Por otra parte también mostrará con su invención de la
cámara oscura que los numerosos rayos que penetran a través de la pupila
en su paso hacia el cristalino no se perturban entre sí y se propagan
independientemente.
BIBLIOGRAFÍA
Aristóteles, Acerca del Alma,
Ed. Gredos
Cohen Mortis and Drabkin L. E., A Source Book in Greek Science, Harvard
University Press
Lindberg David C., Theories of Vision, Chicago Press
Park David, The fire within the eye, Princeton University Press
Platón, Timeo, Ed. Gredos
Sambursky S., El mundo
físico de los griegos y El mundo físico a finales
de la Antigüedad, Alianza
Smith A. Mark, Ptolemy's Theory of Visual Perception (Optics), Transactions
of the American Philosophical Society
Zajonc Arthur, Catching the Light, Oxford University Press
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