Vamos a centrar nuestra
reflexión en el periodo que se extiende desde Ptolomeo a Alhazen, un período
que abarca unos mil años. Parece claro pues, que la exposición deberá ser
necesariamente sintética sobre todo porque, además, no es posible entender las
teorías de la visión desarrolladas en este largo tramo de tiempo sin
inscribirlas dentro de una tradición que se remonta a los inicios del
pensamiento filosófico en Grecia. Ello nos obligará a ampliar aun más el
período estudiado.
Aristóteles inicia la Metafísica
con estas palabras: Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de
saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos es una
prueba de esta verdad. Nos agradan por sí mismas, independientemente de su
utilidad, y sobre todas ellas, las de la vista. En efecto, no sólo cuando
tenemos intención de obrar, sino hasta cuando no nos proponemos ningún objeto
práctico preferimos, por decirlo así, la vista al resto de los sentidos. La razón
es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos ayuda a conocer los objetos
y nos revela multitud de distinciones.
No es extraño, pues, que el
estudio del proceso de visión así como el de la propia naturaleza de la luz
ocupara un lugar central en la reflexión que los griegos hicieron sobre el
mundo fenoménico; porque parece claro que difícilmente podremos entender lo
que vemos si no somos capaces de entender cómo vemos.
Por otra parte hay toda una
tradición importante en la que la luz se asocia a los inicios del proceso de
creación:
En el principio creó
Dios los cielos y la tierra. La Tierra era caos y confusión y oscuridad por
encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo
Dios: "Haya luz" y hubo luz. Vio Dios que la luz era
buena, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz
"día" y a la oscuridad la llamó "noche". Y atardeció y
amaneció el día primero, se lee en el
Génesis,
Y así se expresa Ra: Yo soy aquél que abrió sus ojos, y allí se
hizo la luz; cuando sus ojos se cierran cae la oscuridad.
La luz, o el acto de ver,
aparece así como elemento articulador e incluso creador del orden cósmico. La
metáfora de la luz impregnará todos los códigos de comunicación entre el hombre
y la divinidad.
Nuestro artículo apenas se
ocupará de estos aspectos no por considerarlos irrelevantes para la comprensión
de la historia del pensamiento científico de la época sino porque ello nos
apartaría de lo que es nuestro objetivo fundamental: la exposición de las
distintas teorías de la luz y la visión en ese periodo.
TEORÍAS DE LA VISIÓN EN
GRECIA
1.- La naturaleza de la luz
para los egipcios aparecía, como pone de manifiesto el texto antes citado, muy
clara: cuando Ra abrió sus ojos, hubo luz; cuando sus ojos se cerraron, cayó
la oscuridad. La mirada de Ra era la luz del día de modo que permanecer a
su luz era estar sometido a la mirada de su dios. La luz era, pues, la visión
de Dios.
Ecos de este modo de
concebir las cosas se encuentran en una de las teorías griegas sobre el proceso
de visión: vemos a través de rayos que se emiten en línea recta desde los ojos.
A esta corriente de
pensamiento sobre la que se articulará la tradición matemática, pertenecen
Euclides y Ptolomeo.
2.- Para otro conjunto de
filósofos no será el ojo el sujeto activo de la visión; mas bien, por el
contrario, a él llegarán las impresiones procedentes de los objetos que dejarán
su marca, su huella.
Los atomistas serán los representantes más conspicuos de
esta tradición que podemos conceptuar como física.
3.- No puede olvidarse, por
otra parte, que existe en la ciencia griega una poderosa tradición médica de
enorme interés e influencia. No es extraño, por tanto, que el proceso de visión
fuera estudiado desde esta perspectiva.
Existe, pues, una tradición
médica cuyo máximo exponente es Galeno.
Trataremos por tanto, en
una primera aproximación, de hacer comprensibles las razones por las que se
sustanciaron cada una de estas corrientes de pensamiento y para ello haremos un
breve recuento de fenómenos asociados a la visión y a la luz.
- Sólo vemos aquello que es
alcanzado por una línea recta trazada desde el objeto al ojo (o desde el ojo al
objeto) –lo que queda al alcance de nuestra vista– y no podemos ver en la
oscuridad.
- Podemos oír lo que ocurre
en la habitación vecina y, por tanto, podemos concluir que existen partículas
de sonido enormemente pequeñas que penetran a través de las paredes o techos.
Un discurso articulado consta de una serie secuencial de sonidos que podemos.
imaginar compuesto de un chorro de estas diminutas partículas diferentes entre
sí. También las partículas luminosas atraviesan los medios transparentes
pero... cuando miramos no vemos de modo secuencial, como en el caso del sonido,
sino todo de una vez. Lo que llega a nuestros ojos (¡si es que algo
llega!) posee unas características diferentes a las de las partículas sonoras porque
nos posibilita la formación de un cuadro total en nuestra mente que es distinto
en cada instante.
- Pese a que pueda parecer
extraño hay un hecho que resulta enormemente paradójico: no vemos la luz sino
únicamente los objetos iluminados.
Las teorías más antiguas
sobre el proceso de visión se remontan a Empédocles (493-433 a.C.) y a los
atomistas Leucipo y Demócrito. Son aquí perceptibles ya esos dos modos de
concebir el proceso de visión que, de modo genérico, podemos conceptuar como extraemisionista
("algo" sale del ojo e incide sobre el objeto) e introemisionista
("algo" procedente del objeto penetra en el ojo).
Los textos que incluimos a
continuación son un buen ejemplo de estas concepciones:
Como cuando un hombre,
pensando salir en una noche ventosa, se procura una luz, una llama de fuego
brillante que rodea con una linterna para protegerla del viento; [...] la luz, la sustancia más fina, pasa a su
través e ilumina, sin desviarse, el exterior con sus rayos; así en esos tiempos
(cuando Afrodita creó los ojos) el fuego primigenio, encerrado en membranas, hizo
nacer la redonda pupila en sus delicados vestidos que están horadados con
maravillosos canales. Estos canales mantienen retenida el agua que rodea la
pupila pero dejan pasar el fuego que es la materia más sutil.
(EMPÉDOCLES, Fragmentos).
Las partículas están
siendo emitidas continuamente desde la superficie de los cuerpos y, pese a
ello, no se observa disminución alguna porque otras toman su lugar. Esas
partículas mantienen, durante un cierto tiempo, las posiciones y organización
que sus átomos poseían en el sólido del que formaban parte, pudiendo, en
ocasiones, desorganizarse y sumirse en la más amplia desorganización...
Debemos considerar
además que es mediante la entrada de algo que procede de los objetos exteriores
como vemos sus formas y podemos aprehenderlos. Pues no es mediante el aire o el
medio que nos separa de ellos ni mediante rayos o corrientes de diverso tipo
como esos objetos estampan en nosotros su sformas o colores sino como
consecuencia de la entrada en nuestros ojos o en nuestras mentes de ligeras películas
procedentes de esos mismos objetos...
(EPICURO, Carta a
Herodoto en el libro
Vidas de filósofos
eminentes de DIÓGENES LAERCIO)
Para los atomistas el
fundamento objetivo de la sensación es única y exclusivamente el contacto,
pudiendo éste ser de dos tipos: contacto directo entre la persona que percibe y
el objeto percibido –como en el tacto o el gusto–, o contacto entre la persona y
los átomos emitidos desde el objeto y que
penetran en la nariz, el oído o el ojo –en el caso del olfato, el sonido o la
visión–. Su clasificación de las cualidades de los cuerpos en primarias u
objetivas (como la impenetrabilidad, dureza, forna, etc.) y secundarias o
subjetivas (entre las que se encuentra el color, el olor, sonido, etc.) les permite
articular una explicación coherente de los procesos de la naturaleza.
A fin de ilustrar, de un
modo menos genérico, esta manera de explicar el mundo quizás convenga, por el
tema que nos ocupa, hacer explícito el modo en que explican la percepción del
color.
Para Demócrito es la forma
de los átomos la razón fundamental de que percibamos los objetos con un color u
otro: El blanco está formado por átomos lisos, por lo que no es rugoso ni
oscurecedor, ni difícil de penetrar, siendo especialmente brillante, ya que es
necesario que los cuerpos brillantes tengan poros rectos y traslucidos... El
negro está hecho de átomos del tipo opuesto, dentados, con lados desiguales y
disimilares; de ahíque sus poros sean oscuros, no rectilíneos y difícilmente
penetrables por la luz. El rojo está formado por los mismos átomos que lo
caliente, pero mayores [...] una indicación de que los átomos rojos son del
mismo tipo que los calientes es el hecho de que obtengamos el rojo cuando producimos
calor y que todos los cuerpos combustibles sean rojos en tanto que contienen
materia ígnea [...] los demás colores son una mezcla de todos éstos.
(TEOFRASTO
De sensu)
Para Epicuro la explicación
anterior no da cuenta de los cambios de sabor o color de las sustancias con el
paso del tiempo sin introducir la idea de que se produzca una sustitución de un
tipo de átomos por otro completamente distinto; por ello propone como solución
alternativa imaginar que los cambios cualitativos son el resultado de
diferentes agrupaciones de átomos en estructuras que se asemejarían a nuestras
actuales moléculas: Supongamos pues, que los átomos carecen de color por
naturaleza y que es la variedad de las formas de que están dotados la que
engendra y hace variar los colores; de ahí que sea importante cómo se combinan,
en qué posición y qué movimientos tengan entre sí, a fin de que, fácilmente puedas
dar al instante razón de por qué aquellas cosas que eran de color negro un poco
antes hayan podido adquirir de repente una pureza marmórea [...]
Podrías decir que lo que
vemos con frecuencia negro, después de que se haya mezclado su materia y se
haya mudado el orden de los átomos y de que se haya puesto o quitado alguna
cosa, se hace de tal manera que parece purificado y blanco.
(LUCRECIO De rerum natura).
Variaciones sobre este
mismo asunto –la visión y la luz– los encontraremos en otros influyentes
filósofos griegos. Así, Platón (427-347 a.e.) se ocupará de ello en diversos
pasajes del Timeo o del Teeteto, mientras que Aristóteles (384-322
a.e.) le dedicará su atención en los tratados Acerca delAlma y Sobre
las sensaciones. El estoicismo, al igual que el epicureismo, también
abordará el problema de la visión y de la luz como parte de su reflexión sobre el
Cosmos.
Ciertamente, era
necesario que la parte delantera del cuerpo humano se diferenciara y
distinguiera de la trasera. Por ello, primero pusieron la cara en el recipiente
de la cabeza, le ataron los instrumentos necesarios para la previsión del alma
y dispusieron que lo anterior por naturaleza poseyera el mando. Los primeros
instrumentos que construyeronfueron los ojos portadores de luz y los ataron al rostro
por lo siguiente: idearon un cuerpo de aquel fuego que sin quemar produce la
suave luz, propia de cada día. En efecto, hicieron que nuestrofuego interior,
hermano de ese fuego, fluyera puro a través de los ojos, para lo cual
comprimieron todo el órgano y especialmente su centro hasta hacerlo liso y
compacto para impedir el paso del más espeso y filtrar sólo el puro. Cuando la
luz diurna rodea el flujo visual, entonces, lo semejante cae sobre lo
semejante, se combina con él y, en línea recta a los ojos, surge un único
cuerpo afín, donde quiera que el rayo proveniente del interior coincida con uno
de los extremos. Como causa de la similitud el conjunto tiene cualidades semejantes,
siempre que entre en contacto con un objeto o un objeto con él, trasmite sus
movimientos a través de todo el cuerpo hasta el alma y produce esa percepción
que denominamos visión.
Cuando al llegar la
noche el fuego que le es afín se marcha, el de la visión se interrumpe, pues el
salir hacia lo desemejante muta y se apaga por no ser ya afín al aire próximo
que carece de fuego. Entonces deja de ver y se vuelve portador del sueño, pues
los dioses idearon una protección de la visión, los párpados. Cuando se
cierran, se bloquea la potencia del fuego interior que disminuye y suaviza los movimientos
interiores y cuando estos se han suavizado nace la calma, y cuando la calma es
mucha, el que duerme tiene pocos sueños. Pero cuando quedan algunos movimientos
de mayor envergadura, según sea su cualidad y los lugares en los que quedan,
así es el tipo y la cantidad de las copias interiores que producen y que, al
despertar, recordamos como imágenes exteriores.
(PLATÓN, Timeo)
La visión no es pues el
resultado de la fusión o coalescencia de una emanación procedente de los
objetos con otra procedente del ojo sino del encuentro entre la emanación del
objeto y el cuerpo único homogéneo formado por la fusión previa de la emanación
ocular y la luz del día. A través de este encuentro se transmiten los
movimientos al alma donde producen sensaciones.
Aristóteles rechaza las
teorías precedentes sobre la luz y la visión; para él, la luz no es ni una
emanación corpuscular y la visión no es producida por ninguna emanación material
desde el ojo al objeto ni desde éste a aquél. Su atención se centra en el
medio, que considera imprescindible, como se pone de manifiesto en el tratado Acerca
del alma, donde escribe: Una prueba evidente de ello es que si colocamos
cualquier cosa que tenga color directamente sobre el órgano mismo de la vista,
no se ve. El funcionamiento adecuado, por el contrario, consiste en que el
color ponga en movimiento lo transparente –por ejemplo el aire– y
el órgano sensorial sea, a su vez, movido por éste último con quien está en
contacto. No se expresa acertadamente Demócrito en este punto cuando opina que
si se produjera el vacío entre el órgano y el objeto, se vería hasta el más
mínimo detalle, hasta una hormiga que estuviera en el cielo. Esto es, desde
luego, imposible. En efecto, la visión se produce cuando el órgano sensorial
padece una cierta afección; ahora bien, es imposible que padezca influjo alguno
bajo la acción del color percibido, luego ha de ser bajo la acción de un agente
intermedio; por fuerza ha de haber, pues, algo intermedio y, por tanto, hecho
el vacío, no sólo no se verá hasta el más mínimo detalle, sino que no se verá
nada en absoluto.
(ARISTÓTELES, Acerca
del alma)
A lo largo del texto
anterior Aristóteles ha introducido diversos conceptos e ideas que es necesario
precisar: por un lado, establece con claridad que la percepción se produce como
consecuencia de que el órgano sensorial padece una cierta afección, su esquema
es, pues, introemisionista, no obstante ello no quiere decir, ni mucho menos,
que esa emanación que procede de los objetos coloreados sea material al modo en
que lo son los eidola o simulacros de los atomistas; por otro, Aristóteles,
consciente de que la luz no es realmente visible y de que no se ve en la oscuridad,
introduce la noción de transparencia en estos términos: Y llamo
"transparente" a aquello que es visible si bien –por decirlo en una
palabra– no es visible por sí, sino en virtud de un color ajeno a él. Tales son
el aire, el agua y multitud de sólidos: no son transparentes, en efecto, ni en
tanto que agua ni en tanto que aire, sino porque en ellos se da una cierta
naturaleza, la misma que se da en el cuerpo eterno situado en la región más
alta del firmamento. Para Aristóteles, pues, lo transparente es visible en
tanto que comunica al observador el color de los cuerpos situados al otro lado;
lo transparente no es algo que se ve sino algo a través de lo que se ve. La
luz, por otra parte, aparece definida como un estado de lo transparente,
–estado que resulta de la presencia del fuego o de cualquier otro cuerpo
luminoso–; es, en un lenguaje propio del sistema aristotélico –la actualización
de la transparencia–, la adquisición de ese estado en el que la transparencia no
es mera potencialidad sino plena actualidad de modo que los objetos separados
del observador por el medio, resultan visibles. [...] La luz, a su vez, es
el acto de esto, de lo transparente en tanto que transparente. Por el
contrario, en los cuerpos transparentes en potencia se da la oscuridad [...]
lo oscuro no es sino lo transparente pero no cuando es transparente en acto,
sino cuando lo es en potencia: es que la misma naturaleza es unas veces
oscuridad y otras luz.
Al ser un estado del medio,
más que una sustancia, la luz no necesita tiempo para propagarse ya que todo el
medio puede pasar de lo potencial a lo actual instantáneamente. Aristóteles,
consciente de que parece verse "de golpe", criticará a aquellos que sostienen
que la luz tarda en ir de un lugar a otro: [...] Y han cometido un error Empédocles
y quienquiera que con él haya afirmado que la presencia de la luz se produce al
desplazarse ésta y situarse en un momento dado entre la Tierra y la capa
celeste que la rodea, si bien tal movimiento nos pasa inadvertido. Tal
afirmación, desde luego, no concuerda ni con la verdad del razonamiento ni con
la evidencia de los hechos: y es que cabría que su desplazamiento nos pasara
inadvertido tratándose de una distancia pequeña; pero que de oriente a
occidente nos pase inadvertido constituye, en verdad, una suposición colosal
Finalmente el color, que
no es otra cosa que aquello que recubre la superficie de los objetos visibles y
que tiene el poder de poner en movimiento lo transparente en acto –entendido el
movimiento como capacidad para producir nuevos cambios cualitativos en el medio–,
aparece definido con estas palabras: [...] Todo color es un agente capaz de
poner en movimiento a lo transparente en acto y en esto consiste su naturaleza.
He ahí por qué el color no es visible si no hay luz, mientras que a la luz, el
color de cualquier cosa resulta visible.
La teoría aristotélica de
la visión podría resumirse brevemente del modo siguiente: la visión –y también
el resto de las sensaciones– se realiza a través de un medio que en este caso
es lo transparente o diáfano. La transparencia en cuanto posibilidad o potencia
pertenece a diversos cuerpos, por ejemplo el aire o el agua. La actualización o
acto de la transparencia es la luz; ésta es, por tanto, un estado de lo
transparenta como tal y no un movimiento: su aparición es instantánea. El color,
en fin, actúa sobre lo transparente en acto que, a su vez, actúa sobre el órgano
correspondiente.
La importancia del medio
que separa al observador del objeto observado, tiene también una importancia
fundamental en la teoría estoica del proceso de la visión y ello no debe
sorprendemos si se tiene en cuenta que para los miembros de esta corriente
filosófica el Cosmos aparece como un todo continuo y dinámico, ligado por la
actividad del pneuma.
¿Qué es este pneuma que
va a jugar un papel esencial en su teoría de la visión? Sus orígenes se hallan
en Anaxímenes –para el cual "el aire" rodea el universo del mismo
modo que el alma (que es aire) mantiene la cohesión de los organismos vivos– y,
a través de Empédocles –que consideraba que la sustancia que llena el universo,
al modo de un alma, es un pneuma– llega a los estoicos.
Para ellos el pneuma está
compuesto de aire y fuego –dos sustancias que poseen propiedades elásticas– y
llena el Cosmos haciendo posible la cohesión de su materia por medio de su
propiedad fundamental: la tensión. Hay quienes, como los estoicos, dicen que
existe una "toniké kinesis" (un movimiento de tensión) en las sustancias
que mueve simultáneamente hacia dentro y haciafuera. El movimiento hacia fuera
da lugar a las cantidades y cualidades, mientras que el movimiento hacia dentro
produce la unidad y la sustancia.
El
pneuma es una sustancia continua cuyo movimiento no consiste
en desplazamiento, sino en propagación de "estados" dentro de un
"continuo".
La teoría estoica de la
percepción llevada a su más elaborada forma por Galeno (129-199 d.C.) está
apoyada sobre la propagación de estos estados de tensión y así, la visión se
debe a que un flujo de pneuma pasa desde el asiento de la consciencia
(el hegemonikon) al ojo y excita el aire adyacente poniéndolo en un estado
de tensión. A través de este aire tenso, simultáneamente iluminado por el sol,
se establece el contacto con el objeto visible; el medio, en este caso el aire,
transformado por la acción conjunta de la luz del sol y el pneuma óptico,
se convierte en un instrumento del alma, deviniendo perceptivo, es pues, en
gran medida, una extensión de nosotros mismos. Su teoría de la visión comparte,
al menos en parte, el enfoque de la corriente extraemisionista aunque, sin
duda, la percepción del objeto visto implique, al menos en una segunda fase,
que "algo" vuelva desde el objeto al "alma" para ser
percibido.
Por otra parte, será Galeno
el que introducirá por primera vez todo un conjunto de detalles de naturaleza
anatómica y fisiológica en las teorías de la visión.
Así, además de las
funciones del nervio óptico como transmisor del pneuma a los ojos,
atribuirá al cristalino el papel fundamental como órgano de la vista y
describirá con detalle los restantes órganos oculares –la retina, la córnea, el
iris, los humores vítreo y cristalino, etc.
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