lunes, 20 de septiembre de 2010

DE EDUCACIÓN Y DE "CHIVOS EXPIATORIOS"

Mucho se ha escrito sobre el deterioro acelerado que la enseñanza ha sufrido en nuestro país desde la puesta en vigor de la denostada LOGSE y del aterrizaje paralelo de psicólogos y pedagogos tanto en los centros de decisión de la política educativa como en los centros de aplicación concreta de esta política -las escuelas e Institutos de Secundaria.

Se ha llegado, en algunos casos, a establecer una relación causa-efecto entre la vigencia de la citada ley y la escasa calidad de la enseñanza. El asunto, a mi juicio, es más complejo y considero que atribuir todos los males de la educación española a esa norma es una simplificación; no lo es, en cambio, asignarle la cuota de responsabilidad que le corresponde por su incapacidad para dar una respuesta adecuada a los retos planteados por la educación en la sociedad democrática que sucedió al franquismo. Voy a intentar, en lo que sigue, una primera aproximación a un asunto, el de la enseñanza, en la que nos jugamos mucho.

• Los cambios que ha experimentado la sociedad española desde el advenimiento de la democracia han sido considerables en todos los ámbitos -económico, social, político, etc.-; aquélla, la sociedad, se ha hecho más compleja y por tanto nos exige a los que vivimos en ella -y en consecuencia a los gobernantes- mayor capacidad para entender y lidiar con los problemas que se presentan. ¿Hemos estado a la "altura de las circunstancias?

• Una de las mutaciones de mayor impacto ha tenido lugar en el seno de la institución familiar que se ha visto alterada y modificada, entre otras causas, por la incorporación de la mujer al trabajo y su creciente autonomía, por la nueva arquitectura de las relaciones paterno-filiales y por la diversidad de formas que el núcleo familiar ha adoptado. Pensar que esta revolución no iba a cambiar el papel que esta institución tiene como elemento educativo y que ello no iba a afectar a los otros ámbitos donde también se desarrolla la actividad de enseñanza y aprendizaje es algo más que una ingenuidad. De hecho las dificultades para seguir ocupándose "de cerca" de los hijos han obligado no sólo a buscar alternativas diversas para rellenar el ocio de los vástagos sino, también, a delegar en otras instituciones -en particular en la escuela- tareas que antes se acometían en la vieja célula familiar.

• Por otra parte, la eclosión de la libertad no sólo ha diversificado los mensajes sino que, al eliminar la pauta única -las órdenes, la reglamentación-, nos ha convertido en responsables de nuestras elecciones. Es esto último lo que no parece estar plenamente asumido y de ahí el auge tanto del victimismo como de la culpabilización de los "otros" -políticos, profesores, médicos, abogados, funcionarios, sindicalistas, etc.- cuando "pintan bastos".

• Esta actitud de elusión de responsabilidades se ha visto, en cierto modo, alentada desde las esferas de poder que, con un discurso pretendidamente progresista, han asumido como indiscutible un tosco determinismo social que reduce a su mínima expresión la capacidad para actuar del sujeto -al que se disculpa, tolera y comprende una amplia muestra de comportamientos incívicos e inadecuados.

• Una etapa de dinamismo económico -basada como ahora sabemos en cimientos de escasa solidez- ha alterado estructuras arcaicas -¡cuasi feudales en nuestras islas!- dando visibilidad a franjas de población hasta entonces invisibles. Alentados por un sistema de mercado que prometía enriquecimiento fácil y rápido, la formación se ha visto como algo prescindible, demasiado pesado y lento. La educación no ha estado, así, pese a su gratuidad y obligatoriedad, a su democratización, en el centro del escenario; de hecho, se la ha percibido, desde sectores con escasa tradición ilustrada, como "una pérdida de tiempo" -han proliferado, así, los inadaptados del sistema, los "disruptivos".

• El rechazo radical a una educación nacionalcatólica, autoritaria, distante y represiva -marca de fábrica del franquismo- ha generado en el ámbito de la escuela, pero también en el de la familia, identificaciones y actitudes simplistas. Se han confundido papeles y funciones y muchos profesores y padres han pretendido convertirse en "colegas" de alumnos e hijos -¡como si eso fuera posible sin coste alguno!

• Democratizar y extender la enseñanza así como ocuparse en la escuela de funciones asistenciales que antes se resolvían en el seno del núcleo familiar, ha conllevado poner el acento en cuestiones ajenas a la transmisión y adquisición de conocimientos -los contenidos se han "dulcificado" perdiendo protagonismo frente a otros objetivos más etéreos -basta recordar los intentos de sustituir las claras calificaciones numéricas que sostenían al Sobresaliente, Notable, Aprobado, Suspenso o Muy Deficiente, por las melifluas notas de los "Progresa adecuadamente" o las ambiguas anotaciones literales, que maquillan una realidad desoladora.

No es extraño que, ante este cúmulo de modificaciones, el desconcierto se haya instalado en los centros educativos, como también lo ha hecho en la sociedad, y que esta última, incapaz de asumir la cuota de responsabilidad que le toca, haya buscado un chivo expiatorio en los protagonistas de la institución a la que ha transferido la solución a sus inquietudes: escuela y profesores están, pues, en el ojo del huracán. De los sinsabores de estos últimos nos ocuparemos en otra ocasión.

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