miércoles, 22 de septiembre de 2010

DE EDUCACIÓN II

En una entrega anterior con el título De educación y de "chivos expiatorios", hablábamos, entre otros asuntos, de la cuota de responsabilidad de la Administración Educativa en el proceso de deterioro sufrido por la enseñanza en nuestro país. Voy a intentar, en lo que sigue, sustanciar dicha cuota.

¿Cómo han respondido los poderes públicos a los retos de una educación democrática? ¿Sobre qué ejes se ha articulado el cambio de la educación para pasar desde un sistema autoritario y dirigista a otro democrático y de mayor consenso? ¿Cómo se han gestionado los cambios profundos que en este tiempo se han producido en la sociedad española?

Es innegable que la estructura organizativa de los Centros educativos se ha democratizado y los órganos de dirección han dejado de ser nombrados a "dedo" para ser elegidos por los Claustros y Consejos Escolares; también es cierto que se ha estimulado, a través de sus organizaciones y de estos últimos, la participación de padres y alumnos. Y, por encima de todo, se ha acometido un proceso, ya irreversible, de extensión generalizada de la enseñanza a todos los niveles y de su obligatoriedad hasta los 16 años. Asuntos, todos ellos, abordados desde una óptica de progreso y avance social. Otros, como por ejemplo la enseñanza de la Religión, no han recibido en cambio una solución satisfactoria -¡el peso de la Iglesia es demasiado grande!

Todas estas actuaciones se han desarrollado con el telón de fondo de una sociedad en la que también se han producido cambios considerables, que enumerábamos en el citado artículo y entre los que, por su repercusión sobre la escuela, destacan los que tienen como protagonista a la institución familiar, mutada de raíz por la incorporación de la mujer al trabajo y su creciente autonomía, por la nueva arquitectura de las relaciones paterno-filiales y por la diversidad de formas que el núcleo familiar ha adoptado, desbordada por los nuevos retos de una sociedad más abierta e incapaz de cumplir, en algunos casos, tareas educativas básicas. A este panorama se añade la visibilidad que han adquirido ciertos sectores de la población, ahora incorporados al sistema -¡y antes invisibles por marginados!-, como consecuencia de la extensión y la obligatoriedad de la enseñanza.  

Estas mutaciones, como no podía ser de otro modo, han generado múltiples convulsiones en el sistema educativo que la Administración se ha encargado de acentuar al primar los aspectos asistenciales e integradores en detrimento de los que tienen como núcleo la transmisión y adquisición de conocimientos. ¿Era posible actuar de otro modo?

Creemos que sí, sobre todo porque estas acciones se han revestido de un ropaje y una fraseología hueca y mendaz -la fraseología de la Logse- con los que se ha intentado "vender" el mundo idílico de una reforma impecable escondiendo las "trampas" que encierra.

Sin ánimo de ser exhaustivo listamos a continuación alguna de ellas: 
  • Igualitarismo a la baja, reduciendo a su mínima expresión los contenidos
  • Desnaturalización de la necesaria relación desigual entre profesores y alumnos y deterioro del clima en el que se tiene lugar el proceso de enseñanza y aprendizaje  
  • Diseño de procedimientos de evaluación que  adulteran y falsean el nivel de los conocimientos adquiridos
  • Mecanismos de promoción de curso que reducen el fracaso escolar por la simple vía de negarlo
  • Presión sobre los profesores para que el "balance de resultados" sea aceptable
  • Reconversión de los centros educativos cuyo eje era la formación en centros asistenciales que giran en torno a la socialización
El peaje que se ha tenido que pagar por esta política falsamente integradora ha sido considerable y sus víctimas de mayor relevancia -por el papel esencial que juegan en el proceso educativo- han sido los profesores, soldados que libran la batalla en primera línea sometidos al "fuego amigo" de una Administración Educativa que no los apoya y al "fuego hostil" no sólo de unos padres que quieren que les solventen sus carencias -¡sin reconocerlas!- sino, también, de una sociedad que desprecia la tarea de los que enseñan. ¿Es extraño que esta profesión se haya convertido en "profesión de riesgo" y que cunda el desánimo entre las filas de los enseñantes?

Negro panorama el que se dibuja y escasas las perspectivas de que cambie el dibujo.

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