viernes, 19 de noviembre de 2010

UNAS NOTAS PARA OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA II




En nuestra primera entrega señalamos que el Cineclub jugó un papel importante en la lucha por conseguir espacios de libertad durante el franquismo y que, en torno a él se produjo una confluencia de personas e ideas que iban -en sus inicios- desde un difuso e inconcreto filocomunismo hasta un moderado cristianismo social.

Aunque gran parte de esa historia la hemos contado en la revista publicada en 2004 conmemorando los 40 años de la fundación del Cineclub y que aquí hacemos amplio uso de ese material hay, en el relato que sigue, otros elementos novedosos que interesa dejar "negro sobre blanco" en esta tímida aproximación a "otra historia" de nuestro pueblo.

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El Cineclub Orotava quedó aprobado e inscrito en el Registro Oficial de Cine Club con el número 74 - Sección B; su domicilio social lo tenía en el Colegio S. Isidro Labrador, regentado por la Congregación Salesiana, en la calle de Nicandro González y Borges. La fecha de ins­cripción fue el 23 de Marzo de 1965. La Junta Directiva estaba formada por las siguientes personas: Presidente: Justo Díaz Expósito. Vicepresidente: Melchor García Hernández, Secretaria: María Luz Luís Illada, Tesorero: Eulogio Domingo Méndez García, Vocales: Juan Felipe Hernández González, Antonio Santos Cruz, Carlos Tomás Pérez Méndez (sustituido en Octubre por José Antonio Delgado Luís).

Con anterioridad a esta fecha, bajo el nombre de Cine-Forum estudio 3, se proyectaron en los Colegios de los PP. Agustinos del Puerto de la Cruz y de los PP. Salesianos de la Orotava, en sesiones de prueba, películas de varias nacionalidades con el fin de ir interesando y enterando a la afición orotavense de nuestro propósito: elevar el nivel cultural cinematográfico. Las películas fueron: La silla vacía, Margari­ta de la noche, Aventuras de Arsenio Lupin, La evasión, Maigret en el caso de la condesa, El rebelde orgulloso, El último perro y El eclipse. La chica con la maleta de Valerio Zurlini sería la primera cinta proyectada bajo el nombre de Cineclub Orotava, aún sin legalizar.

La Memoria de la primera temporada hace un recuento de los films y de las actividades realizadas: Se comenzaron las proyecciones con la película «La chica de la maleta», continuando a lo largo de la temporada con Retrato en negro, de Michael Gordon; Todos a casa, de Luigi Comencini; El empleo, de Ermanno Olmi; El árbol del ahorcado, de Delmer Daves; Adiós a las armas de Charles Vidor; el listado de películas finaliza con La colina de los diablos de acero de Anthony Mann.

Se reseña también lo que iba a ser marca de la actividad del Cineclub, la presen­tación y el coloquio: Desde el comienzo de nuestras proyecciones y antes de empezar las mismas, uno de los componentes de la Directiva hacía la presentación de la película, iniciándose al final de ésta un interesante coloquio entre los asistentes, exponiendo todos y cada uno, sus opiniones sobre la película proyectada, haciendo resaltar a lo largo de éste, los valores artísticos y cinematográficos de cada película.

El Cineclub se vio así vinculado, en su primera época, a instituciones religio­sas –en los programas aparece el título Integrado en el Colegio Salesiano y en sus Juntas Directivas aparece la figura del Consejero religioso (quien tendrá los mismo derechos y obligaciones que cualquier otro miembro del equipo directivo)–. Desde él se ofreció, sin embargo, por medio de las presenta­ciones y coloquios la posibilidad de articular un cierto debate cultural, que con facilidad devenía político, que acabaría, inevitablemente y por las limitaciones de una institución enormemente con­servadora, generando roces y fricciones que harían necesaria la emancipación.

Dos anécdotas, y el hecho significativo de la desaparición en Diciembre de 1965 del títu­lo "Integrado en el Colegio Salesiano", en los dípticos con los que se informaba de la película, pueden servir como señales de la existencia de ciertas corrientes de rebeldía y disconformidad con un ambiente espeso y sofocante.

Diciembre de 1965. La elección de la pe­lícula La gata sobre el tejado de zinc de Richard Brooks, basada en una obra de Tenesse Willians (¡hay que ver lo de moda que se puso este autor en esos tiempos!) no había estado exenta de discusiones; parecía una apuesta arriesgada porque lo escabroso del tema: la homosexualidad y los de­seos sexuales (¡deseos antinaturales! como escribió Juan Cobos en Film Ideal) le habían merecido ser calificada como "del 4”. Alguna representante del gremio de las "beatas", miembro de la aristocracia de la villa y poseedora de tí­tulo nobiliario, había expresado su repro­bación. El asesor religioso del Cineclub objetó, además, que el encargado de la proyección, José Acosta, era menor de edad y no podía actuar como tal. El ambiente se fue cargando y enrareciendo pero, finalmente y utilizando los servicios de otro proyeccionista, la película fue programada y exhibida. La batalla dejaría heridas.

Enero de 1966. La proyección de la película Los chicos de Marco Ferreri llevó a la sesión al entonces alcalde de la Villa, D. Juan Cullen; la película, cruda, realista, mostraba una España bastante alejada de la que nos vendía la propaganda oficial y en el coloquio algu­nos de los que intervenían lo pusieron de manifies­to. La autoridad municipal se vio obligada a puntualizar que esas manifestaciones, fuera de lugar, eran producto de nuestro desconocimiento de las ex­celencias del Movimiento del 18 de Julio. Más de un brazo en alto pidiendo la palabra, desde luego sin intención alguna de hacer saludo fas­cista, pusieron a prueba la habilidad del modera­dor que, no obstante, no pudo silenciar el comen­tario que daría fin, entre un considerable revuelo, al coloquio: "¡Ya estamos hartos de tanto 18 de Julio!". Resulta ocioso añadir que el alcalde se interesaría posteriormente por saber quien había sido el jovencito autor de la frase de marras.

Sexo, religión y política constituían, como no podía ser de otro modo en una opresiva sociedad nacional-católica, el escenario de la contestación.

La situación devino insostenible y el Cineclub decidió volar solo, abandonando pau­latinamente el recinto del Colegio pero sin con­seguir, durante largo tiempo, librarse de la aseso­ría religiosa que, no obstante, acabó cambiando de titular (el beligerante sacerdote Ángel Martín dejó su puesto al más conciliador Manuel Porlán).

La segunda temporada 1965 - 1966, de la que no se conserva Memoria Final de Actividades, fue de transición. Desde los incidentes de La gata sobre el tejado de zinc y Los chicos, las relaciones con la Comunidad Salesiana se hicieron más tirantes y comenzaron a alternarse las proyecciones, en el lugar habitual –el Colegio S. Isidro– y las salas comerciales de la Villa (se tomó el acuerdo de elevar a la Supe­rioridad la necesidad de que las proyecciones se lleven a efecto en los locales, Cine Orotava y Teatro Atlante, de esta Villa, dado el defecto de aforo del que hasta ahora se ha venido utilizan­do); también en el seno de la Directiva se reflejó esta tensión que, simplificando, podríamos etique­tar como batalla entre continuistas y rupturistas.

Los films exhibidos a lo largo de este pe­ríodo se inician con Electra, de Michael Cacoyanis el 24 de Octubre de 1965. Le segui­rían: Gaudí, Crónica familiar. Vencedores y ven­cidos, Con la muerte en los talones, La gata so­bre el tejado de zinc, Noche de circo, Un gángster para un milagro, Los chicos, Noche de verano, El hombre de Alcatraz, El milagro de Ana Sullivan.

Desde el 30 de Mayo al 14 de Junio se ce­lebran, en el Cine Orotava, los Actos de Clausu­ra de la 2ª Temporada. Las películas: El ingenuo salvaje (Elfidio Alonso), Suspense (Presentación: Melchor Dorta, coloquio M Porlán), Calle Mayor (Alfonso Trujillo), La corrupción (Ángel Mar­tín), La isla desnuda (Justo Díaz) y El evangelio según S. Mateo (Leandro Medina). En Agosto, colaborando con la Sección de Estudiantes del Instituto de estudios Hispánicos, tiene lugar una Semana de Cine Hispano-argentino proyectándose El Jefe (Nicomedes Gómez Pimentel), El espontáneo (Alfonso Trujillo), El de­lantero centro murió al amanecer (Justo Díaz), Los tarantos (Juan Gómez Luís-Ravelo), El hombre de la esquina rosada (Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas) y La tía Tula (José M. Martínez de la Peña).

La elección de las películas -dentro de las posibilidades que ofrecía un mercado controlado por la censura política y religiosa- intentaba privilegiar aquellas que, además de su calidad cinematográfica, posibilitaran cierto "juego" crítico. Esta tendencia iría acentuándose a medida que los sectores más concienciados de la dirección del Cineclub iban ganando poder.

Al mismo tiempo, durante este periodo, se publicaba un periódico con la cabecera de "Hogar-Club" (nombre de resonancias cristianas), nacido al amparo de grupos de inspiración católica y sensibilidad social, bastante activos entonces, en el que con mayor o menor timidez, una dosis enorme de retórica y cierta cursilería, expresábamos nuestras opiniones.

La presentación del periódico en Octubre de 1964 deja claros sus objetivos: Quisiera exponerles claramente lo que es, o lo que será el Hogar Club... El motivo de su fundación se debe, en gran parte, al contar desde un principio con el ofrecimiento estimulante de un local apropiado, donde encontramos una base sólida en la que mate­rializar nuestra idea, que consiste en conseguir el acercamiento de los jóvenes de la Orotava. Es de mencionar que esta idea no partió exclusivamente de los jóvenes sino también de algunas personas mayores que, con su consejo y apoyo, han contribuido a que ésta sea una próxima realidad... Es fin del Club conseguir que los jóvenes de la Orotava puedan ampliar su formación, en toda la acepción de la palabra; desea también fundir en uno solo a todos los grupos en que, desgraciadamente, está dividida la juventud de esta Villa.

Tutela bienintencionada, aspiraciones interclasistas, paternalismo cristiano: El albañil, el carpintero, el estudiante, el comerciante, el oficinista... y todos los que componen esta comunidad, pueden ser miembros activos del Hogar y colaboradores de nuestro periódico. Nuestra misión seria unir a toda esta juventud en un afán común: más alegre y mejor formada.

Como se ve, amparo de las instituciones eclesiásticas, y proclamas bienintencionadas con reminiscencias nacional-católicas: un corsé que acabaría mostrándose, al menos para algunos de nosotros, demasiado estrecho.

Cuatro números (desde Octubre de 1964 hasta Enero-Febrero de 1965) recogen parte de una experiencia interesante. También en él –como en el Cine club– se producirían fricciones con una autoridad religiosa omnipresente, patemalista y tolerante sólo hasta cierto punto. Chela y el párroco de aquel momento, Leandro Medina, protagonizarían uno de estos choques.

Para un grupo más radical, animador también del Cineclub, la tutela acabó resultando intole­rable. También aquí había que intentar volar solos. Un nuevo periódico, con el título AHORA, sal­dría a la calle en Septiembre de 1965.

De esa historia hablaremos en nuestro próximo artículo.


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