miércoles, 5 de septiembre de 2012

MALTRATO BANCARIO: TRIBULACIONES DE UN USUARIO DE LA CAJA




Uno siempre había creído –al menos eso era lo que decían quienes sabían de economía, finanzas y negocios– que cuando una empresa necesitaba liquidez, dinero en suma, se esforzaba por atraer a los clientes ofreciéndoles incentivos, buen servicio y ventajas de todo tipo; jamás, salvo que quienes regentaran la entidad fueran suicidas o pretendieran acabar con ella, era de recibo actuar de otro modo y, en ningún caso, era imaginable tener como código de conducta el desprecio y maltrato del usuario.

Pues bien, en estos tiempos de mudanza y de destrucción de ancestrales certezas, esta creencia carece, al parecer, de sentido; para cerciorarse de ello basta con acudir a la Caja de Ahorros de La Orotava a realizar cualquier gestión: colas interminables, restricciones horarias para realizar según qué operaciones, escasez de personal, etc., etc., etc.; en suma, desatención y maltrato al cliente.

Puestos a tomar el pelo a quienes depositan el dinero en esa entidad, o quizás por eso –ya se sabe que pervertir el lenguaje y el significado de las palabras es ahora moneda corriente– ha pasada a formar parte de un grupo mayor que –¡sí!, ¡sí!, no es broma– se denomina Banca Cívica (¡¡¡). 

El sector bancario, responsable en gran medida de este desaguisado que padecemos todos y estimulado tanto por las escasas responsabilidades que se le han exigido como por la inyección de dinero –el nuestro– con que le surte el Gobierno, no sólo no modifica sus malas prácticas sino que, por el contrario, las acentúa: ¿por qué preocuparse por el servicio que damos si, en cualquier caso, nuestro rescate está garantizado?

Hay que devolver el verdadero sentido a las palabras y empezar poner en valor nuestra condición de ciudadanos.



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