domingo, 2 de enero de 2011

UNAS NOTAS PARA OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA IX



Habíamos prometido en nuestra entrega anterior, dedicar cierto espacio al agitado periodo que se extiende desde los momentos en que, ¡esta vez, sí!, el fin del dictador parece próximo hasta la época en que, nombrado Juan Carlos Jefe del Estado, se inicia la Transición. Es una época pródiga en reubicaciones y realineamientos, en la que adquiere plena vigencia ese dicho que habla de las ratas que abandonan el barco ante la inminencia del hundimiento y, añadimos nosotros, también de las que abordan las nuevas naves prestas a zarpar.

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En 1974, después de haber sustituido al frente del Gobierno al recientemente "volado" Carrero Blanco, Arias Navarro impulsa lo que pasará a conocerse como "el espíritu del 12 de febrero" –un intento de continuar el franquismo después de Franco.

Un plan limitado que, entre otras cosas, preveía la elección, frente al nombramiento gubernamental, de los alcaldes y altos funcionarios locales, el aumento del número de diputados electos en las Cortes, la atribución a los sindicatos verticales de un mayor poder de concertación y, como promesa estrella,  la creación de asociaciones políticas, extrañas entidades que pretendían valvular a los partidos políticos –¡bestias negras del glorioso Movimiento! Al principio, la declaración tuvo su traducción en la actitud menos represiva hacia la prensa y los editores, adoptada por Pío Cabanillas, ministro de Información. Ello, unido a un aumento de la tolerancia con los sectores más moderados de la oposición, dio lugar a cierto optimismo que, pronto, se vería confrontado con la dura realidad de un régimen en el que el llamado "búnker" tiene un poder aun considerable –estalla el "caso Añoveros", que pone de manifiesto las crecientes tensiones con una iglesia, hasta bien poco, compañera inseparable y ahora díscola, se ejecuta a Salvador Puig Antich pese a la presión internacional, etc.– y al que la "revolución de los claveles" del mes de abril, en el vecino Portugal, atemoriza.

Las órdenes de cierre de los resquicios abiertos se intensifican y, después del brutal atentado de la Calle del Correo, acaban propiciando el cese de Pío Cabanillas, el ministro más "aperturista", y de una serie de colaboradores. El deterioro de Franco se hace evidente y en julio de 1974 ingresa en el Hospital –sus entradas y salidas, hasta su muerte en noviembre de 1975, mantienen en vilo al país–. Un mes antes de su muerte, en septiembre, tienen lugar, pese a las protestas internas y externas, los últimos fusilamientos de la dictadura –dos militantes de ETA y tres del FRAP–: el Caudillo se despide fiel a sí mismo y a su trayectoria "genio y figura hasta la sepultura". 

La oposición democrática se organiza creando, primero, bajo la iniciativa del PCE, el 30de julio de 1974, la Junta Democrática, luego, auspiciada por el PSOE, en junio de 1975, la Plataforma de Convergencia Democrática y, finalmente, tras la fusión de ambas, ya en abril de 1976, la conocida coloquialmente como "Platajunta" y oficialmente como Coordinación Democrática.  

Es en este contexto en el que hay que situar la historia que aquí estamos narrando y es en él donde adquieren sentido preguntas como las que siguen: ¿Son los concejales de espíritu renovador,  a los que hemos catalogado en nuestra entrega anterior como "posibilistas", encarnaciones premonitorias del "espíritu del 12 de febrero"? ¿No son, acaso, el desbarajuste y  las tensiones en el Ayuntamiento orotavense de entonces un reflejo de lo que sucede en las más altas instituciones del país? ¿No son los artículos antifranquistas que reclaman una "gestión democrática de los Municipios" una manifestación clara del programa que anima a la "Platajunta"? ¿No es el trabajo en los barrios un claro intento de concienciación de sectores, hasta entonces, marginados y una pugna por ganar influencia en los tiempos "por venir"?

Enero del 75 se abre, para la historia de nuestro pueblo, con un largo y valiente artículo del sacerdote salesiano Víctor Rodríguez Jiménez –personaje que jugará un papel importante en la historia de la política de nuestro pueblo– en el que, bajo el título Niños pobres en el monte de La Orotava, denuncia la situación de abandono, de indigencia, en la que se encuentran las zonas altas del municipio –en la que él y un grupo de colaboradores lleva trabajando, cual si de “tierra de misión” se tratara, desde mediados de 1973– y traza un desolador panorama sobre la educación que reciben los más pequeños.

Su llamada de atención encuentra eco dispar en la prensa, reflejo claro de sensibilidades e intereses diferentes: un anónimo firmante –"Antiguo alumno salesiano"– escribe en la misiva de 17 de ese mes, enero, con el título Carta abierta a don Víctor Rodríguez Jiménez, lo que sigue: Nunca pensé que uno de mis profesores salesianos pudiera tener el “atrevimiento” de contar y contar cosas con tantos pelos y con tantas señales como las que usted ha contado. Seguramente, con el transcurso de los años, los tiempos han cambiado, y la misión un tanto mística del sacerdocio de capilla, filas, aulas, recreos, formación en silencio, ejercicios espirituales, castigos corporales, abstenciones de vacación dominical, supeditación a los deseos de una clase dominante que con el dinero todo lo podía, esa misión del sacerdote-educador con una concepción totalmente desfasada para los tiempos que se están viviendo, haya pasado a mejor vida, es decir, haya muerto. Antes, don Víctor, su estilo y el de sus compañeros de comunidad religiosa no me gustaba; menos aún, cuando yo era la primera víctima de sus “maneras” didácticas y pedagógicas... Pero ahora, sí que me gustan sus maneras, sus inquietudes, su labor misional, un tanto romántica y, sobre todo, su valentía para publicarlas en las páginas de los periódicos.

Advierte al cura de las consecuencias de su denuncia en estos términos: De ahora en adelante, don Víctor, aquella oligarquía adinerada le mirará con muy malos ojos. Y no es eso lo peor: también será colocado en la lista negra por la nueva rica burguesía, la aristocracia de las finanzas, los “lobo-blues” (según el nomenclator muy en uso), los falsos triunfalistas del momento y los muchos retrógrados del lugar. No me extrañaría nada, [...], que se viera usted obligado a cambiar de aires y de domicilio.

Finaliza la misiva haciendo votos por una “salida” diferente y expresa su esperanza de que los tiempos sean otros y tal vez en un mañana más próximo que lejano, usted y los suyos, y entre los suyos yo me cuento desde ahora, encuentren el cauce apropiado para convertir las palabras en hechos redimiendo a estas gentes de su postergación de siglos.

Otro es, en cambio, el tono del acreditado, digámoslo suavemente,  “camaleónico” –siempre próximo a los que mandan– Benjamín Afonso Jr. quien, aprovechando un artículo sobre el mismo tema firmado por “Miguel Hernández” –¡nada que ver con el relator de estas notas!–, arremete contra este y, de paso, aprovecha para, por un lado, enmendar la plana al salesiano, al que trata, irónicamente, con cierta condescendencia, y, por otro, defender el trabajo del Ayuntamiento: El señor Hernández, que dice ser hijo de La Orotava y como tal oculta su segundo apellido, por aquello de los prejuicios –¡la argumentación, como se ve, es todo un dechado de coherencia!– funda sus comentarios en otro publicado días pasados por el salesiano don Víctor Rodríguez Jiménez que, según tengo entendido, imparte sus enseñanzas en el Colegio de San Isidro de esta Villa. Que, por cierto, el fundador de ese centro dejó el mismo para que los niños pobres de La Orotava acudiesen para recibir la enseñanza sin pagar ni un céntimo.

Después de despacharse a gusto con el señor Hernández, vuelve a referirse al que es, sin duda, el objetivo de su comentario, el cura: Don Víctor clama por los niños del monte, me parece muy bien. Pero no solamente los niños del monte necesitan ayuda. Allí, a trescientos metros de donde duerme este salesiano, existe un grupo de familias que vive en las más indigentes necesidades (sic). Me estoy refiriendo al exconvento de Santo Domingo de esta Villa. También aquellos niños necesitan de su ayuda. Dígaselo, por favor.

Termina, con la untuosidad que le caracteriza, en estos términos: Venga usted a La Orotava, visitemos los Centros y analicemos las cosas detenidamente y verá que los niños del monte de La Orotava no viven tan mal como usted nos dice, ni como nos cuenta don Víctor Rodríguez. [...] Ahora en nuestro Ayuntamiento disponemos de gente joven que está trabajando con ilusión, para poco a poco ir subsanando estos males que, como usted mismo afirma, corroen a los pueblos.

En febrero de ese año el alcalde, Juan Antonio Jiménez, se ve obligado a dar una entrevista en El Día para "salir al paso" de los rumores, denuncias y noticias que tienen a su municipio como protagonista. En ella –como, al parecer, es moneda corriente en las declaraciones de los políticos de todo tiempo y condición– niega la mayor, que exista "mar de fondo" y desavenencias, y "explica" el destino del presupuesto –¡volcado al Casco!– de un Ayuntamiento que no es tan rico como algunos creen; al tiempo, trata, por un lado, de mostrar la diferencia que existe entre lo que se promete y lo que se puede hacer: Hay que comprender que la gran mayoría de los que vamos a la gestión pública, en el momento de enfrentarnos a las elecciones prometemos cosas que en nuestro fuero interno y en nuestro quehacer cotidiano hemos visto que son necesarias. Pero como no se conoce el funcionamiento del municipio, al enfrentarnos a la realidad surge la decepción, pues son muchas las ideas que se ven obligados a frenarse, y, por otro, a asegurar la buena "sintonía" entre los miembros de la Corporación: Formamos un buen equipo, pero, desgraciadamente, la Prensa, por diversas circunstancias, les dio mucho realce [a las discrepancias], sin antes haberse cerciorado.

El "impase" se mantendría durante un cierto tiempo pero las tensiones larvadas no desaparecerían.

El trabajo del cura salesiano y su grupo en las zonas altas de La Orotava va a tener, además de repercusiones sociales, importantes consecuencias políticas. De hecho, lo que comenzó siendo una tarea, en cierta forma, de "misión" acabaría adquiriendo un claro carácter político –Francisco Sánchez, que accedería a la alcaldía representando a la AIO, afirmaría, más tarde, que el sacerdote les hizo ver que "la única solución era crear un partido político e intentar entrar en el Ayuntamiento para producir el cambio desde dentro". De ello hablaremos en próximas entregas.

No eran los grupos que se movían en torno a este cura los únicos que actuaban en los barrios periféricos, otros, vinculados a o en la órbita de organizaciones comunistas, hacían un trabajo similar; reflejo de ello son los artículos, a los que nos hemos referido en la entrega anterior, publicados en El Día,  en agosto de 1976, los días 20, 24, 27 y 29: su título genérico, La Orotava: Por una gestión democrática de los Municipios, sus autores, conocidos izquierdistas –Fernando Estévez, Domingo Domínguéz, Fernando Delgado y yo mismo–, y su contenido, un recorrido crítico por la “realidad” de nuestro pueblo en tres entregas y un epílogo con los encabezados: La cultura y el casco urbano, San Antonio: un ejemplo de barrio periférico, Los barrios rurales e Ideas para una alternativa.

Releerlos ha supuesto para varios de sus autores algo más que una sorpresa: ¡el análisis que hacíamos no andaba muy "descaminado"! Incluimos a continuación parte de lo que aparecía en el último de ellos, Ideas para una alternativa: Hemos pretendido, en los tres artículos publicados anteriormente, hacer un recorrido, incompleto a causa de la amplitud de la tarea, por los problemas que afectan a diversas zonas del municipio orotavense, ofreciendo, según indicábamos en el primero de ellos, no un recetario de medidas concretas –ya que no es un asunto técnico el que plantean– sino unas pautas generales que, basándose en la recuperación y ejercicio de la soberanía del pueblo, permitan soluciones reales. Somos conscientes de que esas pautas no están basadas, en cierta medida, en un análisis profundo de la estructura de clases y los centros de poder de esta zona del Valle y, por tanto, no superan claramente el marco democrático; pero también creemos que sin este marco, en el que existan libertades sin exclusiones, es utópico plantear con realismo las soluciones de cuestiones cuya raíz está en la forma de tenencia y explotación de la tierra, la propiedad del agua, el control de las grandes empresas, los centros de crédito, etc.

Así entendemos que, por una parte, la consecución de un Ayuntamiento auténticamente democrático, elegido por sufragio universal, y la puesta en marcha de una estructura asociativa potente a nivel de barrios y de vecinos del municipio son básicos para resolver nuestros problemas concretos con auténtica participación activa y, por otra, constituyen un aspecto fundamental y complementario de la batalla por las libertades políticas plenas, de expresión, reunión y asociación y la instauración de un marco estatal democrático que tenemos planteados todos los pueblos de España.   

A esta entradilla le sigue una agrupación, en tres planos, de los problemas enumerados en los artículos precedentes siguiendo criterios de resolubilidad. Así, algunos de ellos –la reposición del depurado bibliotecario, la apertura de la Casa de la Cultura, el rescate del patrimonio de la bibliotecas privadas, la electrificación de las zonas rurales o la exigencia de una mejora de los transportes en la zona alta– pueden resolverlos las autoridades actuales y que nosotros debemos plantear colectivamente con fuerza; otros, en cambio, requieren, para su resolución auténtica, la existencia de una estructura democrática y de un control efectivo de múltiples actividades y de los Ayuntamientos por los vecinos –asignación presupuestaria, control efectivo de los concejales, solución de los problemas globales de la Barriada de S. Antonio o el análisis de la deficiente enseñanza pública–; y, unos terceros, piden planteamientos más radicales y exigen una remodelación en profundidad de la estructura de la sociedad –erradicación del analfabetismo y puesta en cuestión del sistema de tenencia y explotación de la tierra, propiedad de las aguas–. ¡Cómo se ve, todo un programa de emancipación gradual!

Se señala a continuación que existen características comunes entre todos estos planos, al ser diversos aspectos de una misma realidad, que ponen de manifiesto, al mismo tiempo, el camino para acceder a soluciones reales. Esta realidad ha sido la marginación total en la que se ha mantenido a la mayoría de las capas sociales del país durante estos últimos 40 años, utilizando, desde la represión hasta la intoxicación ideológica, en base a una identificación falsa entre pazrégimen autoritario y caosdemocracia, que sólo favorecía los intereses de las clases dominantes.

Acaba el artículo con un llamamiento a la incorporación de todos los individuos que constituimos la mayoría social a luchar por resolver nuestros problemas concretos, que están íntimamente unidos a los problemas generales del país, dotándonos de unas auténticas organizaciones de base en asociaciones de vecinos, barrios, etc., así como conectando con las diversas opciones políticas que existen en la zona y a nivel nacional.  

Los artículos, como indicamos con anterioridad, tienen considerable repercusión y el día 1 de septiembre de 1976 aparece el extenso artículo de Antonio Santos, La agonía del municipio, en el que expone las razones de su conversión a la democracia sin adjetivos y anuncia la renuncia irrevocable a (su) cargo de concejal. Don Antonio se confiesa –como corresponde a su condición de activo militante cristiano–, apela a nuestra comprensión y confía en nuestra candidez e ingenuidad. Su relato comienza así: Hace dos años y medio con mucha ilusión y ganas de trabajar accedí, en compañía de otros hombres jóvenes y de espíritu renovador, a la corporación municipal de La Orotava. En los primeros meses de actuación el impulso nuevo se hizo notar, aunque realmente no se tradujera en hechos de importancia trascendente que hicieran cambiar en muchos grados la trayectoria, para imprimir a nuestro municipio un nuevo estilo “liberalizador y democrático”, en el cual fueran los concejales los que tuvieran en sus manos los medios de decisión.

La conversión está en marcha y próxima la “caída del guindo”: Esto era un espejismo ya que los meses transcurridos han demostrado que el poder es monolítico y los asesores administrativos y técnicos tienen más poder que los propios concejales, que no son capaces de unirse y denunciar la línea dictatorial.

La consecuencia que saco de todo esto, después de un análisis sereno y sin pasión del problema municipal, es que el pueblo durante muchos años ha estado ausente de ser protagonista en la elección de las personas que tenían que representarlas, la soberanía popular ha estado olvidada y sin ella nadie puede gobernar, pues, ¿a quiénes representamos los actuales concejales? ¿cómo se puede gobernar de espaldas al pueblo? Y una de las lecciones más importantes aprendidas en este tiempo hasido esta: sin libertad total y democracia plena muchas personas han estado ausentes durante largos años de los órganos de poder, al considerar que sin las verdaderas premisas de libertad y consenso democrático, no se podía entrar en el juego que un dirigismo excluyente trataba de imponer. ¡Ya está!, la luz se ha hecho y don Antonio ha devenido demócrata sin adjetivos, arrojando el añadido de “orgánico” por la borda: ¡nada de tercio sindical, familiar, de entidades o de lo que sea!, de ahora en adelante, ¡demócrata a secas!

Después de unos "golpes de pecho" adicionales pasa a enumerar los, a su juicio, más importantes problemas [...], para que los representantes que el pueblo elija, los resuelvan y acaba su exposición con lo que suena a “disponibilidad” para lo que ha de venir: Estos problemas [...] son los que hacen que renuncie al cargo no representativo, pues sin duda alguna he comprendido que es el pueblo soberano el que, a través de unas elecciones libres y con participación de todas las fuerzas democráticas, debe elegir a sus representantes para que luego se les puedan exigir responsabilidades de su gestión. Cuando este juego sea real, la vida de los ayuntamientos será fiel reflejo de la voluntad del pueblo. Se acabará con la falta de interés, con la vida monótona y lánguida de la actual corporación en la que el dirigismo quiere imponerse y la tecnocracia trata de quemar más las iniciativas y buena voluntad de los concejales.

El 3 de ese mes aparece en la sección Cartas al Director de “El Día” una misiva que firma “Un villero de la periferia” donde puede leerse: La Orotava tiene una cara que no es la festera de sus alfombras y Romería. Ni la de sus típicos balcones, casas solariegas y conjuntos histórico-artísticos. Una cara que por primera vez se enseña, sin complejos de ningún tipo, a la opinión pública a través de un medio de difusión como es la prensa (Por una gestión democrática de los municipios, El Día de fechas 20, 24, 27 y 28 de agosto). Es el primer intento serio, desde que yo tengo narices, y ya van siendo muchos años, de sacar a la luz unos trapitos sucios que habían permanecido escondidos y que sólo muy de vez en cuando eran aireados en los plenos municipales, escasísimos de público.

El 10 de septiembre el vástago del cronista oficial del pueblo, Benjamín Afonso Jr., encabezaba su comentario periodístico con un interrogante: ¿Qué sucede en el Ayuntamiento de la Villa?. Han pasado ya unos años desde su defensa de la gente joven que está trabajando con ilusión, los tiempos que se anuncia son otros y, como buen “olisqueador” de los aires de cambio, se distancia de los que parecen haber "perdido comba", llegando incluso, después de “puntuar” negativamente la renuncia del Concejal Santos y de hacer referencia a unas irregularidades denunciadas por otro concejal, don Miguel A. Domínguez –¡este del tercio familiar y también buscando nuevo “nicho”!– en torno a una construcción ilegal en las Cañadas, a afirmar, en un alarde de "valentía" que esta situación no hace más que perjudicar la buena marcha de nuestro municipio, si es que alguna vez ha marchado bien.

El 17 tercia en el asunto el letrado y a la sazón miembro de la Agrupación Socialista local –por entonces en fase de consolidación–, Tomás Guardia Ascanio, con un escrito Por sus obras los conoceréis..., en el que pasa revista a las declaraciones hechas por tres concejales del Ayuntamiento de La Orotava.

La primera fue realizada por el concejal del tercio sindical, don Antonio Santos Cruz, que es presidente local de los demócratas disidentes, en la que de acuerdo con la postura de su partido “no al pacto, sí a la ruptura”, renuncia irrevocablemente a su cargo de concejal, no sin antes exponer en veinte puntos las líneas que seguiría si fuese él –o alguno de su partido– elegido por el pueblo para regir sus destinos. ¿Será don Antonio Santos Cruz un demócrata teórico en potencia, que, estando dentro del juego por él aceptado, al no salirse con la suya, renuncia al cargo, con el gravísimo perjuicio para este municipio? Puede ser que el lobo que aulla intente atraer a otros lobos, tal vez de distinta camada, para que sigan merendándose una buena parte del rebaño.

La segunda fue la expuesta por el concejal del tercio familiar, don Miguel Domínguez Hernández, que al parecer no se encuentra aun adscrito a partido alguno y que expone y denuncia la construcción clandestina de una obra en la zona de las Cañadas del Teide. El señor concejal se lamenta, ya que “investiga”, “pide información al señor Secretario de la Corporación, hasta dos veces, sin haber obtenido respuesta alguna” para, finalmente, preguntarse “¿qué persona lo autorizó?

El letrado se pregunta, a su vez, si no parece estarse produciendo en el seno de la Corporación el extraño hecho de que se halla mucho más placer en denunciar y acrecentar los males que en corregirlos e interpela al edil de marras en los términos siguientes: ¿No fue usted uno de los que el pasado año renunció públicamente a su cargo y aun se mantiene en su puesto?

El tercer concejal al que se refiere el escrito de Tomás Guardia es don Cecilio Arbelo Sánchez, vinculado al negocio de las aguas y todo un clásico de las corporaciones franquistas –¡es concejal desde el año 1964!–, quien, en una entrevista con Benjamín Afonso Jr., se lamenta de que no hay agua en el pueblo y menciona que “hace varios años el Heredamiento propuso al Ayuntamiento un nuevo convenio que no se llevó a cabo por disparidad de opiniones”. Guardia apostilla: Señor concejal, ¿no es cierto que la fecha de ese nuevo convenio del que habla y del que ahora se muestra muy partidario es de tiempo reciente?, ¿no ocupaba ya un puesto en la Corporación? ¿no es cierto que usted puso reparos a ese convenio?. ¿Qué es lo que pretende?, continuar en el privilegiado puesto que hoy ocupa, lavándose las manos a estas alturas.

A continuación dispara por elevación y tras hablar del drama de un Municipio mal gobernado y mal administrado insta al Alcalde a convocar una conferencia de prensa de cara a toda esta Villa, en la que sean tratados con absoluta verdad los problemas relativos al municipio, que tanto parece apasionar, de una forma dictatorial, al señor Jiménez, y de los que, a no ser que persiga fines muy distintos, con su actuación, que el de favorecer los intereses de la Villa, evidencia, con todos los respetos, un absoluto desconocimiento.

Tiempos agitados en los que se van perfilando las alternativas a la grisura de los tiempos de la dictadura franquista.



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