martes, 3 de febrero de 2009

DARWIN, UN ANIVERSARIO (II)

En biología la evolución no es otra cosa que la inferencia de que los seres vivos comparten ancestros comunes y han, en palabras del propio Darwin, descendido con modificación a partir de esos ancestros.

El territorio en el que se despliega la evolución no es otro que el que aparece nítidamente reflejado en el título de su obra fundamental: Sobre el origen de las especies mediante selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida.

Esta obra había incorporado ciertas sugerencias hechas por Thomas R. Malthus en su famoso Ensayo sobre la población en las que se señalaba que, a diferencia del crecimiento en proporción aritmética de los recursos alimenticios, la población crecía en progresión geométrica.

Darwin constató que las especies poseen una gran fertilidad y que hay muchas más crías que las que alcanzan la edad adulta. Las poblaciones permanecen aproximadamente similares, con cambios pequeños y los recursos alimenticios son limitados y, también, mantienen cierta estabilidad a lo largo del tiempo. De ello se desprende la existencia de una lucha por la supervivencia. Al mismo tiempo, en las especies que se reproducen por vía sexual hay una extensa variabilidad (no parece haber dos individuos idénticos) y muchas de estas variaciones son hereditarias. De ahí que los individuos menos adaptados al entorno tengan menos posibilidades de sobrevivir y, en consecuencia, de reproducirse. Aquellos que sobreviven tienen más posibilidades de dejar sus rasgos hereditarios a las generaciones futuras. Estos procesos lentos provocan en última instancia poblaciones que se adaptan al entorno y que, al cabo de múltiples generaciones, acumulan variaciones que acaban cristalizando en variedades nuevas hasta que finalmente devienen especies nuevas.

A juicio de Darwin el mecanismo principal – aunque no el único – de la evolución biológica es la selección natural que, también en sus propias palabras, define así:

Debido a esta lucha por la vida, la variación, por muy ligera que sea y proceda de la causa que proceda, si resulta beneficiosa de algún modo para el individuo de una especia, en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos y con la naturaleza externa, tenderá a la conservación de ese individuo y generalmente será heredada por su descendencia. La descendencia, además, gozará así de una mejor oportunidad de supervivencia porque, de los muchos individuos de una especie que nacen periódicamente, sólo una pequeña parte puede sobrevivir. He denominado a este principio, en virtud del cual toda ligera variación, si es útil, se conserva, principio de selección natural, con el fin de señalar su relación con la capacidad de selección del hombre.

La selección natural se despliega, pues, sobre la existencia de variabilidad genética en una determinada población de seres que viven en unas condiciones ambientales determinadas. Si estas condiciones ambientales favorecen a unas de estas variaciones más que a otras, son aquellos seres que las posean los que tienen mayores posibilidades de supervivencia y los que, por ello, ven favorecidas sus posibilidades de dejar en herencia esas variaciones favorables. Este proceso acumulativo de variaciones adaptativas puede acabar dando origen a nuevas especies.

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