lunes, 16 de marzo de 2009

LOS MECANISMOS DEL SENTIMIENTO RELIGIOSO



Este artículo, hijo de su tiempo, vio la luz en el número 5 de la revista "El Aguijón", antes —durante el franquismo— cuando no podía hablarse en voz alta de ello había circulado como panfleto.

Si tuviera que escribir sobre este asunto —algo que probablemente haré— cambiaría gran parte de lo que en él hace referencia a esa cándida esperanza de construcción de sociedades sin clases como espacios en los que los conflictos humanos se desvanecerían: el paso del tiempo y la realidad nos hacen ser más objetivos.


LOS MECANISMOS DEL SENTIMIENTO RELIGIOSO


El objeto de las presentes reflexiones no es ofrecer un análisis completo de algo tan importante, por lo que entraña para el hombre, como el sentimiento religioso; se trata simplemente de un intento de poner en claro algunos de los mecanismos a que responde ese sentimiento religioso, y contribuir así, en alguna medida, a hacer la crítica de la religión como alienación del hombre.

Desde nuestro punto de vista, es el hombre el que crea a sus dioses impulsado por una serie de carencias que se le imponen como duras realidades:

1- Carencia de inmortalidad
2- Carencia de conocimientos
3- Irrealización de toda una serie de potencialidades y posibilidades como consecuencia de las limitaciones que la sociedad en la que vive y se desarrolla, le impone, condicionándolo y anulándolo.

La primera de ellas se siente como tal carencia, por el deseo, connatural a lo vivo, de seguir viviendo. Sólo el hombre, de forma clara, con su conciencia de vivir, (conciencia que el animal o el vegetal no poseen), se enfrenta a la muerte como algo trágico, como una renuncia total que le resulta inadmisible. Se ve así en la necesidad de crear, de inventar otra vida, ¡simplemente para seguir viviendo de una ú otra manera!

La segunda de esas carencias es claramente perceptible si se observa, por ejemplo, que la concepción de los dioses ha ido evolucionando con el hombre. Dios tiene historia y ello prueba que no es algo exterior al hombre, sino que, por el contrario, como idea que responde a una serie de necesidades humanas, ha ido modificándose a medida que el hombre se alzaba desde el reino animal, donde todo era miedo e indefensión frente al poder de la Naturaleza —Dios como poder desconocido, el Sol, un volcán, etc.—, hasta nuestros días, en los que la idea de Dios responde a mecanismos más sutiles —el hombre ha separado de sí y de las relaciones entre seres humanos todo lo mejor y lo más deseable creando, por un lado, un ser exterior extraño a él y abstracto al que llama Dios, y por otro una vida ultraterrena de felicidad y reparaciones—. La lucha del hombre con la Naturaleza y la evolución de la sociedad y las estructuran sociales han ido eliminando el misterio, desvelándolo. Se le ganan posiciones al Dios—misterio y éste se humaniza paulatinamente. La ciencia, que ha jugado en este proceso un papel básico, expresa en cada época su concepción del mundo mediante teorías que pretenden dar una explicación coherente de los fenómenos conocidos, por medio de leyes que rigen los procesos. Una teoría científica no aspira a dar una explicación acabada sino que procede por aproximaciones sucesivas cada vez más amplias y abarcadoras. Tratar de “explicar” la creación del mundo mediante la introducción de un “ser inexplicable” no es un proceso muy diferente al que nuestros antepasados empleaban cuando atribuían la erupción de un volcán a la ira divina. Ambos responden a idéntica causa, la carencia de conocimientos.

La ciencia no ofrece aún explicación a Todo, de hecho se encuentra en proceso de avance, pero de ello no se deduce que no sea capaz de explicar, en un futuro más o menos remoto, lo que ahora nos resulta inentendible. Basta reflexionar, para hacer creíble esta hipótesis, en el proceso de desarrollo del conocimiento científico en nuestro siglo.

La tercera de las carencias antes reseñadas está en relación, de alguna manera, con el desconocimiento y alienación con que se vive la vida en una sociedad cuya estructuración en clases condiciona y anula múltiples posibilidades del hombre. Esta alienación y condicionamientos provocan una insatisfacción y frustración que se haría muy difícil de tolerar, si no existiesen toda una serie de mecanismos coactivos, (poder represivo de la clase dominante policía, información controlada, educación dirigida etc.), o sublimadores, (la religión, como opio del pueblo, para hacer soportable la miseria física y moral), que tratan de mantener inmutable una estructura social que favorece a una minoría.

Centrándonos en el problema de la religión, que ahora nos ocupa, es claro que la estructura de la que se dota a “la otra vida” responde a los mas íntimos deseos del oprimido —¡es tan satisfactorio el que la injusticia sea reparada siempre!—, aunque no olvide al opresor para el que resulta cómodo el que las reparaciones tengan lugar en la “otra vida” a la que se tiene un simple acceso mediante un sincero arrepentimiento in artículo mortis.

La insistencia en las reparaciones y satisfacciones que la otra vida proporcionará al individuo juega así un papel reaccionario, claramente beneficio so para la clase dominante, al adormecer y anular los deseos de hacer justicia en éste mundo. Se sanciona así, haciendo uso del sentimiento religioso, una estructura social injusta.

Las dificultades que existen para acabar con esa estructura social opresiva y el poder corruptor y anulador que ésta posee, provoca dos tipos de personas que, de una u otra forma, desarrollan mecanismos de defensa catalogables en alguna medida como religiosos: el nihilista—escéptico y el hombre gris.

Es claro el que por un lado las dificultades para eliminar las barreras que se oponen a la plena satisfacción de las aspiraciones humanas, y por otro la inexistencia de alternativas concretas, sugestivas, que permitan la incorporación de amplios sectores de población a esa lucha liberadora, provocan salidas de tipo individualista de las que son ejemplos claros las adscripciones personales, por la vía de la fascinación, a ciertas prácticas derivadas en alguna medida de religiones de tipo oriental, (las drogas, el yoga,...), así como una revitalización del misticismo y el irracionalismo, (las connotaciones de carácter liberador y salvador que tienen en el fondo los extraterrestres, tan de moda actualmente, son evidentes).

Por otra parte, la propia insignificancia, la insignificancia del hombre gris que vive una vida desprovista de estímulos, es extraordinariamente difícil de asumirse. El hombre gris se ve necesitado de nuevas oportunidades, que desaprovecha en su frustrada vida terrena, y crea “otra vida” en la que esa oportunidad se le brindará de nuevo. La comprensión de la amarga realidad que supone sufrirse como mediocre no es nada cómodo. Por ello, cuando no se ofrece una salida satisfactoria, revolucionaria en sentido amplio, la exaltación demagógica del “valor” del hombre gris y la utilización de sus represiones y frustraciones en provecho de poderes e intereses reaccionarios, conduce a fascismos de todo tipo.

El carácter político que posee la comprensión de estos hechos, de esas carencias a las que hemos hecho alusión, es evidente al ponerse de manifiesto, por un lado la utilización de la religión para mantener el orden establecido por una minoría privilegiada, y por otro el que esa estructura social clasista es la productora de la frustración y anulación del potencial y aspiraciones que como seres humanos poseemos y que podríamos desarrollar en otro tipo de sociedad sin clases.

De la exposición anterior se infiere que el segundo de los mecanismos del sentimiento religioso, —la carencia de conocimientos— , es posible eliminarlo a medida que la ciencia avanza, ya que responde a motivos de tipo racional.

Los restantes, sin embargo, obedecen a procesos de carácter más instintivo, irracionales; la pérdida de la vida y la asunción de la propia mediocridad son realidades excesivamente duras para el hombre.

Obviando el problema de la finitud de la vida humana y de la angustia que conlleva esa evidencia, una reflexión inmediata a propósito del tercero de los mecanismos de soporte del sentimiento religioso muestra el que si un sistema político-social no potencia al máximo las capacidades individuales del hombre que vive en colectividad, provoca la aparición y el reforzamiento de los sentimientos religiosos al no extinguir y acabar con lo que constituye su base material: las carencias no satisfechas.

Es evidente que la imposibilidad de realizar lo mejor de cada individuo en un entorno social hostil, conduce a una transferencia de deseos puramente humanos al terreno de lo divino.

Las sociedades clasistas, por su propia estructura, (apropiación por una mi noria que posee en exclusiva los medios de producción, del producto y los bienes creados por un sector mayoritario de la sociedad que sólo posee su fuerza de trabajo; coacción y leyes opresivas...), impiden que los instintos o tendencias progresivas de hombre se desarrollen, obligándole, por el contrario, a mantener en tensión, ágiles y listas para su uso, las tendencias antisociales como el egoísmo o el individualismo a ultranza.

El socialismo, con su lucha por la eliminación de las clases —base imprescindible para una igualdad de hecho, no formal— del enfrentamiento de unos contra otros, etc., constituye la única esperanza para la liberación total real.

Dentro de un régimen socialista, las contradicciones individuo—sociedad son también fuente de conflictos, de tal manera que la respuesta al desafío que plantea la auténtica liberación humana, provocará el salto hacia nuevas perspectivas apenas entrevistas, ó el retorno a la alienación anterior. La conciencia se deriva de la existencia; la conciencia religiosa procede de una existencia limitada, reprimida en cualquiera de sus múltiples facetas
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1-El sentimiento religioso es producto de una serie de carencias humanas.
  • El hombre es mortal
  • El hombre no acierta a explicar todo lo que le rodea
  • El hombre está inmerso en una sociedad hostil que lo condiciona
2-La explotación del sentimiento religioso, predicando la resignación y la esperanza en una liberación en “la otra vida”, es reaccionaria y ayuda a los opresores que desean que nada cambie porque ya disfrutan de ese hipotético paraíso aquí en la tierra.

3-La mediocridad del hombre gris le obliga a concederse nuevas oportunidades, normalmente “creando” otra vida en el Más Allá.

4- Ofrecer, como recambio a la mediocridad humana, falsos objetivos que manipulan sus frustraciones, conduce al fascismo.

5- Sólo en una sociedad no represiva del socialismo en su última etapa o comunismo, propiciadora de lo progresivo, pueden eliminarse los sentimientos de alienación religiosa, porque en ella verá superadas la mayoría de las carencias que ahora transforma en ilusiones transterrenales.

6- La potenciación de una sociedad socialista auténticamente libre y no castrante de las potencialidades humanas, es la única garantía para la liberación religiosa.

7- La eliminación del miedo a la muerte será la última etapa de la liberación religiosa.

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