La estrategia del PP es nítida: ¡Hay que neutralizar a Rubalcaba! Para ello no duda en utilizar, como hizo durante la anterior legislatura, la política antiterrorista sin importarle para nada los efectos que su actitud tiene en la resolución de un conflicto que afecta directamente a personas concretas: los amenazados de ETA.
En estos días, en paralelo con un medio de comunicación que ha estado intoxicando permanentemente sobre este tema, ha desplegado una hipocresía que, a mi juicio, sólo cabe etiquetar como nauseabunda. ¿Es que alguien piensa que los responsables de acabar con el terrorismo de ETA no deben aplicarse, en cuerpo y alma, a conseguir que esos criminales dejen las armas? De ahí lo que se ha calificado como "proceso de paz"; metidos en este asunto ¿cabe, acaso, esperar que las reuniones y las negociaciones se rijan por normas caballerescas o, por el contrario, resulta inevitable un juego de disfraces, verdades a medias y mentiras, más propio de una confrontación con tahures? El PP sabe que la partida hay que jugarla en estos términos, ¡de hecho ellos han estado en uno de los lados de la mesa -el mismo que ha ocupado el gobierno socialista- en tiempos de Aznar!, y, sin embargo, actúan como si no lo supieran, ¡tomándonos por idiotas!, y concediendo toda la credibilidad a aquellos a los que dice combatir, ¡los etarras!
La perversión que supone anteponer los intereses partidistas a los de la sociedad en un asunto de tanto calado como el terrorismo, es una muestra más del envilecimiento de la política y una muestra evidente de la bajeza moral de los que, me temo, van a gobernar nuestro país en un futuro no muy lejano.¡Se avecinan tiempos aun más negros!
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