Confieso que no me ha producido sorpresa alguna leer que la Asamblea Local de CC en el Puerto de la Cruz ha elegido por aclamación a D. Marcos Brito como su candidato a la Alcaldía en los comicios que se celebrarán en mayo. De hecho, en un artículo anterior habíamos pronosticado, a la vista de unas declaraciones al Diario de Avisos, que D. Marcos no iba a abandonar -¡su vocación de servicio está más que acreditada!- y que tampoco parecía probable que "su partido" se atreviera a prescindir de alguien que no dudaba en afirmar entonces que su organización aun necesitaba consolidarse, con una estructura diferente porque hasta ahora ha descansado más en mi persona. Nos preguntábamos entonces si no era todo un síntoma de ineficacia, después de todos los años que llevaba al frente de la misma, su incapacidad para no haber conseguido esa consolidación; en realidad queríamos decir que Don Marcos era un maestro en el arte de la simulación y que, de hecho, nunca le ha interesado un partido que pudiera prescindir de él -¡parece que lo ha conseguido!
Otra vez aparece, pues, como oferta a los vecinos portuenses -¡qué viejo es todo esto!- un icono que ha demostrado con creces su incapacidad no sólo para gestionar una ciudad que necesita nuevas ideas sino, también, para generar ilusión y liderar una ofensiva que saque al otrora floreciente municipio de su pronunciado declive.
Queda por tanto en las manos de los electores, como ya apuntábamos entonces, "retirar" para siempre de la política municipal a alguien omnipresente desde los lejanos tiempos del franquismo y que se ha ganado a pulso un merecido descanso -¿es que nadie va a decirle que ya no está para estos trotes y que el mejor servicio que puede hacer a su pueblo es hacer "mutis por el foro"?
El refranero es -¡a veces!- un destilado de sabiduría popular -¡otras, puro lugar común!- que, a menudo, sirve para caracterizar situaciones concretas; a la pertinacia del dirigente nacionalista por ocupar un sillón del Ayuntamiento bien se le podría aplicar con creces aquel dicho de, ¡nunca segundas partes fueron buenas!, si no fuera porque en su caso ya no se trata de "segundas" sino de "quintas o sextas".
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