jueves, 3 de enero de 2013

OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA: DE PERIÓDICOS (II)





Tal y como señalábamos en la entrega anterior la aventura periodística del Hogar Club finalizó tras varios rifirrafes con la curia y  en Septiembre de 1965 sacamos a la luz, al margen de toda relación y tutela eclesiástica, una nueva publicación con la cabecera de AHORA. En la empresa participamos activamente, Domingo Eulogio, Melchor García, Francis Miranda, Chela, Juan Cruz y yo mismo. En los dos únicos números que vieron la luz se podía detectar un inconformismo que anunciaba otros “aires” y que ya había tomado cuerpo en una actividad que se desarrollaba en paralelo: el Cine Club.

El primer número se abría con un Saludo y estímulo que Juan Cruz había conseguido que nos escribiera el prestigioso periodista Luis Castañeda. En él, leído con la perspectiva de los años, nos animaba en la empresa que iniciábamos e, incluso, abogaba por una renovación generacional afirmando:

Porque en nuestro país ésta es una hora de juventud. Tanto que yo vengo sosteniendo en conversaciones privadas, con hiperbólica y desesperada anatematización, que para despejar con rapidez el futuro destino de nuestro pueblo, es preciso que desde migeneración para atrás desaparezcamos todos del escenario social. Con esto quiero sugerir que por nuestra rutinaria visión de las cosas, por los tardígrados movimientos que imprimimos a la sociedad, por el peso muerto con que retardamos la evolución de la historia, por la resistencia que deliberada o mecánicamente oponemos a la reestructuración más justa y más ágil de la vida pública, representamos un estorbo para las aspiraciones nobles, generosas y apremiantes de la juventud.

[…] Con esta revista la juventud tiene ahora en el Valle de la Orotava una plataforma para cumplir el predicado unamuniano de llamar mentiroso al que miente, ladrón al que roba y estúpido al que va por ahí diciendo estupideces. Y esto ya sería bastante como quehacer premioso de su impaciencia.
  
Que acabara la soflama mentando al indomable vasco, por aquél entonces guía espiritual de algunos de nosotros, fue con toda probabilidad lo que desató nuestra (mi) destemplada reacción.

El segundo, y último número, se abría con un artículo bajo el elocuente título de Cantos de sirena.

La lectura del artículo “Saludo y estímulo”, por Luis Castañeda, publicado a manera de pórtico en el número 1 de este periódico, ha llenado mi alma, hecha no de cera, y así incapaz de sentir y sí de amoldarse, de profunda irritación. Irritación y desánimo es lo que me produce ese saludo y estímulo, que si es sincero, como así creo, pues no quiero ni tengo por qué dudar de ello, indica en su autor una ceguera intensa, acaso disculpable caso de tratarse, como así me parece, de idealismo quijotesco.

Parece claro que la lectura de la unamuniana Vida de D. Quijote y Sancho está reciente en el ánimo del autor, quien prosigue:

Nada sé de los motivos que ha tenido D. Luis para decir de nosotros, los jóvenes, “que vivimos en perpetuo afán de navegación”, “que es tanta nuestra ambición de conocimiento, que quisiéramos abarcar el mundo por la cintura, y tanto nuestro deseo de perfección que estamos predispuestos al holocausto en aras de todas las causas que creemos justas y redentoras”

Debo reconocer, incluso hoy día, que el bienintencionado periodista se excedió en sus loas; no me extraña, pues, que con la exaltación del momento, continuara mi requisitoria en los términos que siguen:

Nada sé de sus motivos, ni nada puedo saber. Sólo se me ocurre achacárselos a esa ceguera “quijotesca” que llevó al Caballero de la Triste Figura a confundir rameras con doncellas, o molinos de viento con gigantes. Pero no puedo permanecer callado, tengo que sacarlo de su error y decirle que somos lo primero, que es nuestra desgracia ser rameras y no doncellas, que no deseo oir música de sirenas y dejarme seducir por ella.

Sé que vivo –y así la mayoría– al tibio calor del estercolero, lleno de hediondez; pero no me confunda, no confunda la mofeta con el armiño; no necesito una palabra de consuelo, una limosna, quiero un empujón, un bofetón que me despierte de mi letargo.

Después de asegurar que no era mi intención polemizar y de agradecer su saludo y estímulo, palabras que agradezco pero que no me sirven, elevaba el tono de la soflama ya claramente unamuniana.

Si vamos a continuar vistiendo la verdad desnuda con ropas de bufón, para hacer gracias, adular a los intocables o no escandalizar a los santones de turno, muy corta será nuestra existencia, existencia que merezca la pena.

Creo y veo que es necesario, para salir de esta vileza que nos aturde, mirar la vida cara a cara, apartar lo que estorbe, descorrer el velo y decir: ¡Esto es así!, puede que no te guste, pero ¡esto es!

Ver las cosas de frente, buenas y malas, ese es el ideal; te diré lo que para mí eres; si te envidio o te odio te lo haré saber. ¡Haz tú lo mismo conmigo!

La suciedad oculta en los rincones es la más difícil de barrer; ¿por qué llenar, entonces, nuestra alma de rincones? Aventarla, pregonando la verdad, ¡mi verdad!, ¡tu verdad! Así el viento se la llevará lejos, lejos de ti y de mí; podremos, por fin, vernos, desnudos, tal como somos, sin velos.

El artículo lo terminaba con un “aviso para navegantes”:

Un periódico como el nuestro, que aspira –por lo menos oficialmente– a sacar de este mar de tibieza a nuestro Valle, no puede comenzar tratando los temas con evasivas; no puede ni debe dejar de decir la verdad, esa verdad por la que tanto suspiramos.

Rectificar es de sabios y ahora se está a tiempo, pues si los artículos van a ser una suave rienda que continúe conduciendo nuestro apático caballo por caminos trillados, en vez de un recio latigazo que lo haga galopar, preferible es que callemos.

Imagino al pobre Juan Cruz intentando dar explicaciones a D. Luis Castañeda; entiendo, pues, su reacción de negarse a vender el periódico en el Puerto de la Cruz.

La aventura acabó con este número; una aventura que nos deparó momentos inolvidables y polémicas de una ingenuidad entrañable.

Este segundo número incluía una carta de Andrés Chaves en la que después de dejar constancia que había leído con inusitado asombro un artículo de Francis Miranda titulado El tremendismo actual concluía:

Claro que todos tenemos nuestras teorías y el señor Miranda es un idealista a machacamartillo (sic) al afirmar que añora la sencillez y dulzura de las publicaciones de Juan Ramón Jiménez que con sus melosas palabras nos hace dormir estáticos en una nube ignorando la cruel realidad.

Menos mal que el garrotazo brutal de Cela o Williams nos hace bajar de esa nube y demostrarnos con un inmenso chichón que el mundo no es precisamente un burrito llamado Platero y rosas, rosas, rosas…

De todas las historias que vivimos mientras redactábamos el periódico es digna de reseñar la de una usurpación de la que fuimos conscientes en nuestro fuero interno cuando recibimos dos artículos que firmaba Juan Carlos Arencibia; uno de ellos era producto de su pluma –una birria que desechamos– pero el otro, ¡ah!, el otro era diferente, ¡otra cosa! Se titulaba La libertad del otro y comenzaba así:

La libertad del otro constituye el fundamento de mi libertad. Sin su libertad yo no soy libre. La razón de ser de mi libertad he de buscarla en el otro.

La oposición entre el otro y yo es más aparente que real, más ficticia que auténtica. A lo que verdaderamente se opone el otro es a lo otro.

De un hombre a otro va apenas nada. Un hombre se diferencia o distingue de otro hombre por la visibilidad de las sombras que proyectan sus pasos.

Y así continuaba varios párrafos más, hasta concluir de esta guisa:

Así pues, la libertad del otro es la que me dice de manera expresa si gozo yo de libertad o si vivo esclavo de una obstinante (sic) superioridad. Es pues tan necesaria la existencia del otro que necesito de ella para ser yo mismo.

El respeto a la libertad del otro no es una virtud, ni un obsequio, sino que constituye un elogio a nosotros mismos. Lo que sucede es que el respeto a la libertad ha de ser tan amplio y generoso como corresponda a la misión y a la función que cada uno cumpla o ejerza en la vida.

Algunas de las frases, sobre todo las del comienzo, quedaron grabadas en nuestra memoria, por ello pude, al fin, descubrir al verdadero autor de las mismas cuando, muchos años después, leyendo Dios y el Estado de Bakunin, me topé con un discurso que incluía párrafos como los que siguen:

La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación. No me hago libre verdaderamente más que por la libertad de los otros, de suerte que cuanto más numerosos son los hombres libres que me rodean y más vasta es su libertad, más extensa, más profunda y más amplia se vuelve mi libertad.

Nunca entendí, sin embargo, cómo llegó Juan Carlos, que transitaba por territorios bien alejados de cualquier veleidad anarquista, a ese texto – ¿un viejo libro de la época republicana que escapó de la purga franquista?

El tercer número no vió nunca la luz por falta de recursos, pese a estar casi montado en la imprenta...


domingo, 23 de diciembre de 2012

OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA: DE PERIÓDICOS (I)




         De las actividades desarrolladas durante distintas épocas de mi vida forma parte importante la edición de periódicos –probablemente la razón haya que buscarla en mi vocación irrealizada de escritor y configurador de opinión.

         Mis primeras experiencias periodísticas tuvieron lugar en el que bajo el nombre, de claras resonancias eclesiásticas, HOGAR CLUB, se editó a finales de 1964 –lo dirigía Pedro Cruz Sacramento, hombre vinculado desde esa época al cristianismo social. Tenía yo entonces 18 años y ya había iniciado mi aventura madrileña, como queda reflejado en el listado de articulistas del primer número donde aparezco así: Miguel Hernández, 2º de Física.

El artículo con el que me estrené, Ellas, produce sonrojo al leerlo. También, excepción hecha de lo escrito por José H. “Chela”, la mayor parte de lo que se incluyó en los cuatro números que aparecieron. Entusiasmo sí que había y una cierta voluntad de modificar –¡dentro de ciertos cauces!– una realidad insatisfactoria.

         La declaración de intenciones con la que se abría el primer periódico, bajo la rúbrica de Tesorero, Melchor Dorta, no ofrece dudas sobre el territorio en el que se movía el Hogar Club:

         Estimados lectores y amigos todos.

         Quisiera como encargado de la presentación del Hogar Club, de formación tan reciente que aun no ha llegado a oídos de muchos jóvenes de La Orotava, exponerles claramente lo que es o lo que será el Hogar Club, teniendo en cuenta, claro está, mis escasas cualidades literarias.

         El motivo de su fundación se debe, en gran parte, a contar desde el principio con el ofrecimiento estimulante de un local apropiado, donde encontrarmos una base sólida en la que materializar nuestra idea, que consiste en conseguir el acercamiento de los jóvenes de La Orotava.

         Es de mencionar que esta idea no partió exclusivamente de los jóvenes sino también de algunas personas mayores que, con su consejo y apoyo, han contribuido a que ésta sea una próxima realidad que satisfaga plenamente todas nuestras esperanzas.

         Pero aparte de esta, yo añadiría que puede considerarse como otra causa el vernos apoyados y el haber sido correspondidos en todo momento de una manera elogiable por todos los miembros que forman actualmente el Hogar Club, ya que sin su ayuda, todas nuestras ilusiones se hubiesen derrumbado.

Es fin del Club conseguir que los jóvenes de la Orotava puedan ampliar su formación, en toda la acepción de la palabra; desea también fundir en uno solo a todos los grupos en los que desgraciadamente está dividida la juventud de esta Villa.

El Hogar Club es un lugar en donde se acoge a todos los jóvenes –chicos y chicas– que con buena intención acudan a él con el deseo de practicar sus aficiones preferidas.

Después de una enumeración de las actividades que se pretendía desarrollar en el Club, concluía la presentación con un deseo:

En nombre de la Directiva del Hogar Club quisiera rogarles su cooperación para que todos estos objetivos no sean pura utopía sino con la ayuda de Dios, una próxima y feliz realidad.

 El caserón en el que se ubicaba el Hogar Club no era otro que el que había acogido en su momento al “Avecren”, nombre con el que calificábamos a un extraño colectivo de mayores que, tras unos Ejercicios Espirituales, habían cambiado sus costumbres y pretendían cambiar las de los demás – grupo al que considerábamos el summun de la hipocresía y al que pertenecían notorios personajes de la sociedad orotavense de entonces como Pedro Méndez o Domingo Jiménez. Estaba, pues, vinculado a la Iglesia y era ésta, por mediación de los jóvenes militantes de la Acción Católica –Pedro “el Chatarra” (Presidente del Hogar Club) y Francisco Mesa Bravo entre otros–, la que pretendía ejercer su influencia apostólica sobre los jóvenes.

No es extraño que alguno de los más lúcidos, como “Chela”, expresara sus dudas sobre el tono del Hogar Club en un artículo que lo iba a enfrentar con el por entonces párroco de La Concepción, Leandro Medina.

Decía el primero en una sección que titulaba Pedacitos de turrón…del duro y que firmaba con el seudónimo de Veolof:

El peor pecado es la hipocresía. Y hay que decirlo: Aquí, en el Hogar Club y en el periódico, vamos pecando, ¡eh!, vamos pecando.

Modelo de razonamiento de una muchacha del Hogar Club: “De acuerdo, el Hogar Club es para todas las clases sociales, pero una cosa es que sea para todas ls clases sociales y otra que entre todo el mundo”. Oído por mí, así. Sin comentarios.

¿No va siendo hora de que ciertos señores que escriben en este periódico se quiten su aureolita de santurrones y se muestren tal y como son? Yo creo que sí, porque hay que ser bueno, malo o mediocre; pero serlo con valentía. Sin caretas.

Porque, vamos a ver: “esto” ¿es el órgano informativo del Hogar Club o una revista de orientación religiosa?

En resumen: el Hogar Club no es lo que algunos esperábamos que fuese. Y, el periódico, tampoco.

El Arcipreste no estaba dispuesto a dejar sin respuesta la osadía del ya por entonces cáustico “Chela” y en un artículo, sin firma, para así implicar a la directiva del Hogar Club, titulado Para ti, “Veolof”. Sólo para ti, dejaba claras sus ideas:

Es valiente el que escribe construyendo, a pesar de ver sus propios defectos. No es hipócrita, a no ser que se ponga a sí mismo como modelo. Quizás al escribir delinee su propio deseo de perfección.

En cambio es cobarde el que todo lo critica, el que encuentra hipocresía en todo y en todos. Y más cobarde cuando al criticarlos, se pone la careta del seudónimo, y pide a los demás que se la quiten.

Estos pedacitos de turrón tienen sabor de almendra amarga.

En torno a los “pedacitos de turrón” se reune la familia toda para saborearlos. Pero “estos”…espantan a la familia en vez de unirla.

Ya que te has puesto cristales de color ante los ojos, ¿por qué has elegido el negro precismente?

Es chocante que los jóvenes se quejen siempre de la “incomprensión” de los mayores …y luego…sean intransigentes con los propios compañeros.

Si crees que este no es el camino, trázanos tú una meta y deja que todos contemplemos y admiremos tu acierto. ¡Ah! y ayúdanos a seguirla.

Tú defines que el peor pecado es la hipocresía. Yo –opinión modesta y particular– creo que el peor pecado es “creer hipócritas a los demás”, porque eso es soberbia, y la soberbia no sólo es el peor pecado, sino que es el origen de todo pecado.

Parece que te molesta que salga a relucir el problema religioso en el periódico, que es periódico de problemas de la juventud… Eso demuestra que también los jóvenes son hombres, porque el hombre es “un animal religioso”. Si le quitas al joven la religión, dime ¿a qué queda reducido?

También te molesta el que el periódico y el Hogar no estén hechos a tu medida –“no es lo que algunos esperábamos”– ¿Qué es lo que tú esperabas? Y lo que tú esperabas, ¿es seguro que es lo mismo que esperaban todos los demás? Además, ¿qué quieres? ¿Qué todos seamos tan perfectos como tú, a la primera…? En el camino estamos, y deseos no faltan.

El tiempo, la buena voluntad, la colaboración y la unión, a pesar de las divergencias, harán lo que hoy es un deseo. Paciencia, chico.        

El cura no escondía sus ideas y el lenguaje era inequívoco: El hombre es “un animal religioso”. Si le quitas al joven la religión, dime ¿a qué queda reducido?

Las reticencias de "Chela" eran compartidas por algunos de los que participábamos en el periódico y buena prueba de ello es que en Septiembre de 1965 sacamos a la luz, al margen de toda relación y tutela eclesiástica, una nueva publicación con la cabecera de AHORA.


De esta aventura hablaremos en la próxima entrega.

jueves, 13 de diciembre de 2012

REFLEXIONES EN TIEMPOS REVUELTOS



La irrelevancia de la política -¡al menos la española!- para gestionar la crisis conlleva una creciente desafección hacia los que protagonizan aquella; pagados para hacer más llevadera la vida de la ciudadanía, los percibimos (a veces con razón) no sólo como incapaces para desarrollar esa misión sino como agentes de nuestra desazón, incomodidad y penuria. ¿Extraña, pues, que se conviertan en blanco de nuestra ira?

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Cuando se está en una situación de emergencia se sacrifican los principios y lo que hasta entonces parecía inasumible muta y acaba siendo deseable; se envilece, así, el clima moral y la sociedad se gangrena. El espacio público es colonizado por los oportunistas y desaprensivos y desaparecen los límites, el pacto social pierde efectividad y la jungla invade la polis.

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No hay forma de debatir de modo sosegado en este país; el argumentario de las facciones está escrito y modificarlo se considera una derrota; no se confronta, pues, para mejorar las posiciones de partida, para matizar y enriquecer las tesis sino para aplastar al oponente, porque lo que está en juego no es el beneficio de los representados sino el poder de los representantes.

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Sorprende -¡entiéndase la sorpresa como simple recurso retórico!- la rapidez con la que Esquerra Republicana de Catalunya ha aparcado su exigencia a Mas de abandono de la política de recortes para pactar el apoyo a su gobierno a cambio de una concreción clara de la agenda soberanista. Se muestra con claridad que el izquierdismo de esa formación política no es otra cosa que un ropaje de "quita y pon" con el que cubrir su auténtica esencia: el independentismo.

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La forma en que el gobierno del PP gestiona los asuntos públicos muestra no sólo los peligros que comporta la mayoría absoluta sino, también, el talante de esta formación. Máximos exponentes de este estilo de hacer son los titulares de Educación y Justicia -aquellos a los que a priori se conceptuaba inicialmente como más dialogantes y modernos. Wert y Gallardón destacan no sólo por su habilidad para enfurecer a los colectivos sobre los que tienen competencias y por su escasa capacidad para consensuar acuerdos sino por el narcisismo y la chulería de la que hacen gala -ambos son, además, expertos en envilecer y retorcer el lenguaje y despreciar, así, la inteligencia de los ciudadanos.





 

sábado, 8 de diciembre de 2012

A PROPÓSITO DE LOS DESAHUCIOS



La alarma social que los desahucios han generado me ha recordado un episodio –con este grave asunto como protagonista– que tuvo lugar en los convulsos tiempos de nuestra transición política y que me ha parecido oportuno evocar.

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Aquella situación tenía tintes surreales: ¡una familia –padre, madre y seis hijos– ocupaba una de las salas del piso alto del Ayuntamiento y hacía vida allí! Los tiempos confusos y convulsos que siguieron a la muerte del dictador, durante los que se procedió a la articulación de lo que acabaría etiquetándose bajo el nombre de la Transición, posibilitaron, en toda la geografía de nuestro país –¡también en nuestro municipio!– actuaciones que bajo el franquismo resultaban impensables. La que habían protagonizado “los okupas” con los que hemos iniciado estas notas es una de ellas.

“El Aguijón”, periódico nacido en diciembre de 1978, bajo el paraguas de la Asociación Cultural Valle de La Orotava, daba cuenta, en un artículo titulado “El desahucio, una injusticia social más” del número de marzo del 79 dedicado a las inminentes elecciones municipales, de unos hechos que iban a traer cola.

El autor, Nicolás G. Lemus, uno de los miembros más activos del grupo editor y por aquel entonces Presidente de la Asociación de Vecinos 24 de Junio de la Villa de Arriba, escribía: El 12 de febrero, en la Villa Arriba, concretamente en la calle de San Juan, tuvieron lugar unos hechos que, a estas alturas de siglo, creíamos desaparecidos. Las camas, calderos, sillas, armarios, etc., de una familia compuesta por un matrimonio y seis hijos acupaban la calle. Se procedía al desahucio de unos vecinos del mencionado barrio. Las razones del mismo no fueron ni la falta de pago ni otras achacables a ellos sino razones de índole legal que nosotros no cuestionamos.

Recuerdo con nitidez los hechos que se relatan dado que compartí con el firmante del artículo toda la historia, como corresponsable del Aguijón, como Vicepresidente de la Asociación de Vecinos y como compañero de militancia en el PCE. A ello debo añadir que el cabeza de familia desahuciado era Pepe, uno de mis primos hermanos argentinos.

En calidad de responsables de la Asociación de Vecinos estábamos al tanto de la fecha del acto de desahucio y allí nos presentamos tratando, sin éxito, de impedir su materialización. Realizado el desahucio intentamos, a lo largo de esa tarde, encontrarles acomodo –el Alcalde predemocrático Juan Antonio Jiménez estaba de viaje y nadie se hacía responsable de lo que pudiera sucederle al matrimonio y su prole.

Creo que, a sugerencia de uno de los guardias municipales encargados de mantener el orden en lo que devino todo un acontecimiento, acabamos dirigiéndonos, ya anochecido, a la casa del teniente alcalde D. Manuel Barrera –concejal de la “hornada del 64”, en la Perdoma donde ejercía como maestro. Golpeamos la puerta, sin obtener respuesta, y a continuación la ventana; de ella emergió un malencarado y malhumorado edil que, embutido ya en su pijama, trató, en primera instancia, de escurrir el bulto. Nuestra insistencia y la vívida descripción de unos niños dispuestos a pernoctar a las puertas de entrada, bajo los soportales, del Ayuntamiento le obligó a ceder y tras llamar a la Comisaría de Policía autorizó a que se nos franquearan las puertas de la Casa Consistorial. Con el temor de que, al reflexionar sobre el alcance de esta decisión, revocara la orden volvimos a toda prisa al lugar donde nos esperaban los desahuciados; con ellos y con dos guardias que abrieron las puertas entramos en el Ayuntamiento. Las órdenes no debieron ser muy precisas y claras porque ante nuestro rechazo a que se les ubicara en un cuarto de la entrada –esgrimiendo razones de humedad e insalubridad para los pequeños– conseguimos que se instalaran en el piso alto, en la zona más noble del edificio.

Una vez asentados allí el problema iba a adquirir una repercusión más amplia sirviendo como elemento de agitación política; así, un mes más tarde, en plena campaña electoral, nos permitiría convocar, en la sala que albergaba no sólo a la familia sino también sus enseres, colchones, ropas, etc., una asamblea a la que invitamos a los cabezas de lista a la alcaldía por los diferentes partidos (la mayor parte de ellos declinó la invitación).

En el artículo al que nos hemos referido más arriba se hacían ciertas consideraciones que están de rabiosa actualidad y bajo el epígrafe Ante un desahucio, ¿qué hacer? se decía:  

Hasta hace poco tiempo se llevaba a cabo un desahucio y la única respuesta posible era la lamentación y la indignación por parte de la gente. Se consideraba que ante la actuación de la ley no se podía hacer nada; la familia desahuciada se recogía en la casa de algún familiar o buscaba desesperadamente donde pernoctar. Esta actitud pasiva e ineficaz ante este problema pasó a la historia. La existencia de Asociaciones de Vecinos combativas en los barrios puede hacer que desaparezcan tales arbitrariedades... 

La experiencia concreta de la Asociación de Vecinos 24 de Junio de la Villa de Arriba con el caso de desahucio que aquí comentamos es suficientemente ilustrativa. Sirve de precedente para demostrar que, ante un problema social como el que un desahucio pone de manifiesto, quedarse con los brazos cruzados no conduce a nada; que, por el contrario, sólo la presión decidida de los vecinos en el Ayuntamiento evita las injusticias. De ahí el apoyo decidido de nuestra Asociación a esta familia, así como su actitud resistente ante las autoridades, plantando su casa en los salones del Ayuntamiento. Estos factores han sido decisivos para la búsqueda de soluciones al problema. 

Se ha demostrado que las Asociaciones de Vecinos que, de verdad, están dispuestas a la defensa de los intereses de las gentes de sus barrios son efectivas.

Nicolás señalaba, además, en el mencionado artículo, por un lado, que la dilatada permanencia de la familia en el Ayuntamiento era la única garantía para que no se echara tierra sobre el asunto y el problema se mantuviera vivo –y así fue, dado que al final conseguimos que se los realojara en la Barriada de San Antonio– y por otro recriminaba a los partidos políticos su inhibición ante un problema social que los había desbordado preguntándose ¿estarán nuestros partidos preparados para resolver los miles de problemas sociales y políticos que padece nuestro pueblo de La Orotava? ¿Llegaríamos muy lejos, con la mentalidad de la que han hecho gala ante un problema social concreto?

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A la luz de lo que ha sucedido después, estas reflexiones siguen manteniendo su vigencia.

lunes, 5 de noviembre de 2012

VIERA EN LA CIENCIA DE SU TIEMPO (V): LA HISTORIA NATURAL








Es evidente que la Historia Natural es el tema científico al que Viera dedicó una atención más continuada y en el que sus aportaciones tienen mayor importancia. Así lo atestigua no solo su obra magna, en este campo, Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, o Índice alfabético descriptivo de sus tres Reinos animal, vegetal y mineral, sino también su opúsculo, Librito de la Doctrina Rural, para que se aficionen los jóvenes al estudio de la Agricultura, propia del hombre o el poema Las bodas de las plantas.  

Los sistemas de clasificación

Como apuntamos más arriba, la física de Galileo, Descartes y Newton, así como la revitalización del atomismo habían conseguido arrinconar  a una concepción del mundo, la aristotélica, profundamente teleológica, que se apoyaba en una visión del funcionamiento del universo impregnada de nociones biológicas. El finalismo de ésta dejará paso al mecanicismo que conlleva el nuevo paradigma y éste se aventurará, incluso, en el terreno que menos propicio le es: el dominio de lo vivo. Esta incursión no se saldará con excesivo éxito pero sí servirá para abrir ciertas grietas en un ámbito hasta entonces inexpugnable.

Durante esta época que historiamos, lo que ahora conocemos como Biología, término introducido solo a finales del siglo XVIII, no existía como tal, y, de hecho, para hablar de los reinos animal, vegetal y mineral se usaba el término Historia Natural. Historia natural, – dice Hankins en su libro Ciencia e Ilustración significa una pesquisa o investigación de la naturaleza; y naturaleza, en el sentido aristotélico, significa esa parte del mundo que está formada y que funciona sin el artificio del hombre. (...) por consiguiente la historia natural abarca toda la gama de las formas observables, desde los minerales hasta el hombre, excluyendo solamente aquellos objetos fabricados por las manos del hombre y por su inteligencia. Su método es descriptivo y su alcance enciclopédico.

Este vasto territorio aparecía sumido en la mayor de las confusiones y, al igual que sucedería con la química, la claridad solo comenzaría a entreverse cuando se consiga construir un lenguaje sencillo en el que hablar de los seres que lo pueblan y se establezca cierto orden. Botánica, Zoología y Mineralogía necesitarán, pues, sistematizarse y a esta tarea dedicarán sus esfuerzos numerosos naturalistas. Si, incluso, en el campo de la física, científicos como Kepler tuvieron como norte de su trabajo la búsqueda de los planos que el Creador había utilizado en el diseño del Mundo, no puede sorprendernos que en el ámbito de la historia natural se actuara guiados por el mismo impulso: el objetivo de los naturalistas del siglo XVIII fue, así, encontrar un sistema natural que identificara las plantas y animales por sus esencias, es decir, por aquello que los hacía ser lo que eran. Esta búsqueda del sistema natural, es decir la determinación de la esencia de animales o plantas, era pues la búsqueda del designio de Dios. La tarea no es sencilla y los sistemas pretendidamente naturales, proliferan sin que se produzca el acuerdo entre los naturalistas; alguno de ellos, como es el caso de Buffon, sostendrá incluso que todas las clasificaciones no son otra cosa que artificios impuestos a la naturaleza por nuestra mente. Al margen de esta crítica radical al empeño clasificatorio, durante la Ilustración hubo dos bandos claramente enfrentados: el de los que creían en la posibilidad de articular un sistema natural basado en una sola característica y el de los que sostenían la necesidad de hacer uso de todo un complejo de características. Joseph Pitton de Tournefort (1656 – 1708) y John Ray (1627 – 1705) son, representantes significados de estas dos posiciones en liza.

Para el primero de ellos, es la forma de la corola la que permite con facilidad agrupar y clasificar las plantas, (así lo expresará Viera en El librito de la Doctrina Rural: [el Sistema de Tournefort es] el que da a conocer las clases de las plantas por la figura de sus rosetas, como si son campanudas, aclaveladas, amariposadas, aparasoladas, azucenadas, etc.), en tanto que el segundo – influido por la filosofía lockeana para la que el conocimiento de la naturaleza se obtiene a través de los sentidos, mediante colecciones de sensaciones, ninguna de las cuales es la esencia del objeto percibido – fundaba su sistema, que sólo podía ser en todo caso, por esa imposibilidad de captar la esencia de las plantas (o animales), probablemente natural, en multitud de caracteres, entre ellos la naturaleza del fruto y el número de cotiledones de la semilla. La aparente sencillez del primero contrastaba con la dificultad que entrañaba ubicar una planta en el segundo.



Linneo debe su fama como naturalista no a sus precursoras aportaciones en ecología, fitogeografía, dendrocronología e, incluso, en evolucionismo sino fundamentalmente a la introducción de una nomenclatura binomial coherente y extremadamente útil para clasificar animales y plantas y ello pese a que este logro no fue otra cosa que un subproducto de su enciclopédica tarea de colocar en un esquema coherente y conciso los métodos de identificación y catalogación de animales y plantas. Es cierto que el empleo de nombres compuestos de dos palabras para diferenciar, en la clasificación de objetos, lo general (el grupo entero) de lo particular (el elemento singular de ese grupo) tenía una larga tradición pero es a Linneo al que se debe por primera vez la utilización deliberada y precisa de este sistema a los seres vivos de un modo conjunto. Por ello los botánicos aceptarán como fecha clave de creación de la nomenclatura que aún utilizan la de 1753, momento en que se publica el Species Plantorun, y los zoólogos la de 1758, año en el que se editó el volumen I del Systema Naturae.

Linneo era un científico eminentemente práctico y realista y con esta mentalidad enfrentó el problema de poner orden en el caótico mundo de los seres vivos. Consciente de que  una clasificación natural – aquella que hace uso de un gran número de caracteres asociados – representa una meta deseable, pero inalcanzable porque, como muy bién entendería Buffon, diluye las diferencias, opta por una clasificación que, a juicio de la mayoría de los naturalistas, incluso de la época,  es artificial – en la que se escogen unos pocos caracteres fácilmente observables – con la que se gana en sencillez. Los caracteres escogidos por Linneo tienen como sustrato los órganos sexuales de las plantas (Viera lo sintetiza así, en el Librito de la Doctrina rural antes mencionado: (...) es el más seguido, y da a conocer las Clases de las plantas por el número de sus estambres, y los órdenes por el de sus pistilos. Llámase sistema Sexual, porque los estambres son evidentemente los machos que fecundan a los pistilos, que son las hembras, sin cuyas bodas no hay fructificación... Pero dejemos esto para la Botánica). Como señala William T. Stearn: Los grandes grupos linneanos son a todas luces artificiales, se fundamentan ante todo en el número de elementos florales, pero la disposición de los géneros en estos grupos artificiales es con frecuencia totalmente natural, reuniendo los géneros que más se asemejan por la suma de sus caracteres. 


La polémica continuará en pleno siglo XVIII y así, Michael Adanson (1727 – 1806) dirá en relación a este tema: Las clasificaciones botánicas que únicamente consideran una parte o un pequeño número de partes de las plantas son arbitrarias, hipotéticas y abstractas, y no pueden ser naturales (...) Sin duda, el método natural en botánica solo puede conseguirse teniendo en cuenta la colección de toda la estructura de la planta; en tanto que Linneo sostendrá, por el contrario: (...) la división sistemática de las plantas debe tomar como base la estructura primaria. Por consiguiente, como la naturaleza confirma que la fructificación es el único fundamento sistemático de la botánica, puede demostrarse que es el fundamento absoluto.     




Linneo (1707 – 1778)

Naturalista y médico sueco hijo de un pastor luterano mostró, desde su infancia, una enorme pasión por las plantas. 

Estudió medicina en la Universidad de Lund, desde donde se trasladó a Upsala. En 1732, por elección de la Real Sociedad de Ciencias de esta ciudad, es comisionado para hacer un viaje de estudio a Laponia, desde donde retorna con un numeroso herbario e importantes observaciones que publica bajo el título de Flora lapponica.

Se desplaza a Holanda donde estudia y realiza el doctorado en medicina a la edad de 28 años; publica el Systema Naturae – breve trabajo en el que adelantaba las líneas maestras de su plan para clasificar los tres reinos de la naturaleza – y más tarde los Fundamenta Botanica. Tras una breve estancia en Inglaterra regresa a Suecia en 1737 donde edita Classes Plantarum. Un año más tarde fue a París donde es elegido miembro de la Academia de Ciencias y a su vuelta a Suecia es nombrado profesor de medicina, botánica e historia natural en la Universidad de Upsala. Permanecerá en ella hasta su jubilación en 1764 después de haber recibido amplio reconocimiento científico en todo el mundo y ser ennoblecido.



¿Cómo se alimentan las plantas?

Resulta significativo señalar que la cuestión de la fisiología vegetal y animal aparezca, como no podía ser de otra forma cuando pensamos en ello desde nuestra óptica actual, relacionado con el estudio de los gases.

La historia de la emergencia de esta disciplina podemos hacerla arrancar de van Helmont quien no solo estudió el comportamiento de los salvajes e incontrolables espíritus a los que bautizaría con el nombre de gases que: no pueden ser retenidos en recipientes ni reducidos a una forma visible, a menos que la semilla (la fuente de su elasticidad) sea primero extinguida; sino que también analizó el proceso de crecimiento de las plantas – el experimento del sauce plantado en tierra, al que alimentó, al menos en apariencia, solo con agua es todo un clásico – . De sus observaciones concluiría que la mayor parte de la sustancia del árbol no es otra cosa que agua trasmutada, de acuerdo con sus creencias alquímicas, en material térreo, la madera.




El eco de este trabajo fue grande y de él encontramos rastros en la obra de autores como Robert Boyle quien en El químico escéptico escribe, llevando la experiencia de van Helmont un poco más allá, al eliminar la tierra en la que hacía crecer las plantas: (...) el agua puede, por medio de diversos principio seminales, transmutarse sucesivamente en plantas y animales. Y si consideramos que no solo los hombres sino también los niños de mama se ven atormentados a menudo por cálculos y que, incluso, los más diversos tipos de animales se ven molestados por la aparición de grandes y pesadas piedras en sus hígados y vejigas pese a que solo se alimentan de hierba y otras plantas que no son, quizás, otra cosa que agua disfrazada, no resultará improbable que incluso algunas acreciones de naturaleza mineral puedan formarse a partir de agua. Esta capacidad trasmutadora del agua en tierra, solo será definitivamente erradicada cuando Lavoisier aplique su precisa técnica del balance contable a los supuestos casos de mutación y cuando, más tarde, con el nacimiento y desarrollo de la nueva química se descomponga y recomponga el agua en sus constituyentes más elementales.
  
La dirección en la que se enfocaba el proceso nutricional de las plantas mediante la trasmutación del agua en tierra, en la más clara tradición aristotélica, no concedía ningún papel a la atmósfera. Esta situación cambiaría en la década 1670 – 1680 cuando, como consecuencia de la utilización del microscopio para observar la estructura y partes de animales, vegetales, etc., se constatara la existencia de poros diminutos (estómatas) en las hojas de las plantas, a través de los cuales, parecía establecerse una comunicación entre el interior de éstas y la atmósfera. Nehemiah Grew y Marcello Malpighi llegarán a conclusiones similares, atribuyendo a estos conductos funciones asimilativas y o secretoras. Así se expresa el primero: (...) Pero, del mismo modo que la piel de los animales, sobre todo en ciertas zonas, tiene poros u orificios abiertos, bien para la recepción o bien para la eliminación de algo, con la finalidad de beneficiar al organismo, también la piel de al menos muchas plantas está provista de orificios o conductos para la mejor evaporación de la savia superflua o para la admisión de aire.

Cincuenta años más tarde Stephen Hales aborda el estudio de las plantas desde la perspectiva de la física y de la incipiente química. En su Estática vegetal analiza el proceso de flujo de la savia haciendo uso de la hidrostática y apunta que los vegetales respiran y que el aire forma parte del metabolismo de las plantas: Habiendo encontrado después de muchos experimentos ... que el aire es aspirado en grandes cantidades por los vegetales, no sólo por sus raíces, sino también a través de diversas partes de sus troncos y ramas, ello me impulsó a emprender una investigación más concreta sobre la naturaleza del aire y a descubrir, si fuera posible, las razones de su gran importancia para la vida y sustento de las plantas. (...) En las experimentos con viñas, observamos la enorme cantidad de aire que ascendía en ellas a través de la savia de los tubos; ello muestra que gran parte de él es absorbido por las plantas y transpirado con la savia a través de las hojas (...) Por tanto es muy probable que el aire penetre libremente en las plantas, no solo con la finalidad principal de nutrición a través de las raíces, sino también a través de la superficie de sus troncos y hojas, especialmente durante la noche cuando las plantas pasan de un estado de transpiración a otro de fuerte absorción (...). Con estos antecedentes, no es extraño que se dedicara al estudio de la extracción de gases de todo tipo de sustancias, vegetales, animales y también minerales y que sus aportaciones acabaran siendo de enorme importancia no sólo en el tema que ahora nos ocupa sino en más amplio de los gases o aires fijos. En el curso de sus investigaciones desarrollaría un instrumento de importancia crucial: la cuba neumática o colector de gases que jugará un papel de relevancia extrema en el control y manejo de los hasta entonces ubicuos aires.




El principal personaje de la revolución química, Lavoisier, también intervendrá, siquiera sea de modo indirecto en esta historia de desentrañamiento del mecanismo de nutrición de las plantas, cuestionando la, hasta entonces, admitida trasmutación del agua en elementos terrosos, sea directamente, sea por intermedio de las plantas. En relación a la primera de estas trasmutaciones llevará a cabo su famoso experimento de las repetidas destilaciones de agua que, al parecer, acababan generando un residuo terroso, y en relación a la segunda sugerirá otros mecanismos explicativos de alta plausibilidad: (...) Hay aquí, entonces, dos fuentes a partir de las que las plantas crecidas sólo en agua pueden extraer los materiales terrosos que se encuentran en ellas tras un análisis: primero, a partir de la propia agua en la que están presentes siempre pequeñas cantidades de tierras (en solución); segundo, a partir del aire y de las sustancias de todo tipo con las que está cargado. Los experimentos realizado sobre el crecimiento de plantas en agua no prueban, en ningún sentido, la posibilidad de trasmutar el agua en tierra.


Otro de los protagonistas de la revolución química, Joseph Priestley, también jugará un importante papel en nuestra historia. Su aportación tiene que ver con la repetida constatación de que ciertos procesos, como la llama de una vela o la respiración animal, tienen la capacidad de viciar el aire común; Priestley se interroga es estos términos: La cantidad de aire que se requiere para mantener ardiendo incluso una pequeña llama, es prodigiosa. Se afirma que una vela ordinaria consume alrededor de un galón por minuto. Tomando en consideración el espectacular consumo de aire que supone la actividad de fuegos de todo tipo, volcanes, etc.,parece una importante cuestión  filosófica el indagar que cambios experimenta la constitución del aire por la acción de la llama así como descubrir que provisión existe en la naturaleza para remediar el daño que experimenta la atmósfera por estas acciones. Los experimentos que realiza en esta línea le permitirán constatar: (...) Estas observaciones me llevan a concluir que las plantas, en vez de afectar al aire del mismo modo en que lo hace la respiración animal, invierten los efectos de esta y tienden, por el contrario, a mantener la atmósfera suave y saludable cuando se ha vuelto nociva por la acción de la actividad animal o de la putrefacción que acompaña a su muerte.   

Las acciones contrapuestas de animales y plantas reciben, en el contexto de los conocimientos de la época, una explicación unificada que las relaciona con otro asunto crucial, la combustión. La respiración animal, del mismo modo que la combustión y la putrefacción, parecen añadir algún efluvio venenoso al aire, viciándolo. Las plantas que crecen en este aire  lo reparan eliminando este efluvio incorporándolo a su estructura como alimento aéreo. La noción de ciclo vital aparece aquí con nitidez y el mecanismo resulta plausible porque integra gran número de experiencias y observaciones. Por otra parte, la naturaleza del efluvio se identifica con el flogisto y los procesos aquí descritos pasan a formar parte del marco explicativo general de los procesos químicos que la teoría del flogisto procura.

Viera, como así lo atestiguan sus referencias a Hales, Priesley, etc., está al tanto de estas observaciones y experimentos, e incluso mantiene relaciones de cierta amistad con alguno de los que investigan este tema. Tal es el caso de Jan Ingenhouzs al que conoció y trató durante su viaje a Austria: (...) Recibimos la visita del doctor Ingenhousz, médico del emperador, autor de los nuevos experimentos sobre los aires fijos de las plantas. Más tarde, el 12 de Diciembre, anotará: Estuvimos en casa de Mr. Ingenhousz, quien nos divirtió con sus invenciones eléctricas y aires de las plantas(...) Con aire desflogisticado extraído de las plantas, encendió una vela recién apagada, produciendo resplandor y rechinamiento. Ejecutó otras curiosidades con este mismo aire y el inflamable, y el nitrógeno, etc.; prosiguiendo el 14 de Enero: Tuvimos segunda sesión en casa del célebre Ingenhousz. Diónos parte de sus experiencias en orden al placer que proporciona el aire desflogisticado cuando se respira. Trató de un aire inflamable, mucho más activo que la pólvora, etc.; y el 19 de ese mismo mes: (...) Por la noche estuvimos con nuestros españoles en casa del doctor Ingenhousz quien repartió algunos de sus curiosos experimentos. De estas charlas y de estos opúsculos que recogen sus descubrimientos hará, sin duda alguna, uso al escribir el Canto V sobre Los aires vegetales en el Poema de los aires fijos.



Jan Ingenhousz (1730 – 1799)

Nacido en Breda, se trasladó a Inglaterra donde ejerció como médico durante el periodo 1765 – 1768, época en la que destacó como precursor del método de variolación, o vacunación contra la viruela mediante la utilización de los virus obtenidos en pacientes con contagios leves. En 1768 aplicó este método a la familia de la emperatriz vienesa María Teresa ejerciendo hasta 1779 – época en la que lo conoció Viera – como médico de la corte. A su regreso a Londres publica sus investigaciones sobre fisiología vegetal en un artículo titulado Experiments upon vegetable, discovering their great power of purifying the commom air in sunshine, and of injuring it in the shade and at night. Aparte de estas actividades, Ingenhousz inventó un aparato para generar cantidades apreciables de electricidad estática y realizó las primeras medidas cuantitativas de la conductibilidad térmica de diversos metales. Murió en Inglaterra en 1799.

Los descubrimientos de Ingenhauzs sobre el papel de la luz en el proceso de asimilación de los gases por las plantas pueden resumirse en estos términos:

a)      Bajo la influencia de la luz del Sol las plantas emiten aire desflogisticado (oxígeno) mejorando el aire viciado y haciendo el aire común u ordinario de mejor calidad.
b)      La acción anterior se lleva a cabo con mayor vigor e intensidad cuando la iluminación aumenta
c)       En el proceso anterior no participa toda la planta sino fundamentalmente las hojas y los brotes
d)     Las hojas verdes en la oscuridad y las raíces, flores y frutos en la oscuridad o a la luz vician la atmósfera por la emisión de un gas tóxico
e)      Sometidas a un ciclo de iluminación normal, la mejora producida en la atmósfera por las hojas verdes durante el día sobrepasa el viciado que éstas producen durante la noche así como el que generan las otras partes de la planta durante todo el ciclo.

El conocimiento que Viera posee sobre el proceso mediante el que se alimentan las plantas no está exento de contradicciones y así, al mismo tiempo que en el poema de Los aires fijos presenta en el Canto V, bajo la inspiración de Ingenhouzs, una acertada descripción del ciclo vital de aquellas, no duda en conferir al agua, en la estela de las viejas ideas de van Helmont, un papel casi exclusivo en el proceso nutricio cuando escribe en El librito de la Doctrina Rural:

pregunta: ¿El agua es principio nutritivo de las plantas?

respuesta: ¿Quien lo puede dudar? No, ninguna planta puede vivir sin agua

p: ¿Y puede vivir con agua sola?

r: Sí señor: son muchos los experimentos que lo comprueban, pues un sauce, plantado en un cajón y regado con agua destilada, llegó a pesar cerca de 200 libras, sin mermas de la tierra. También varias plantas criadas sobre musgo, o vidrio molido vegetaron muy vigorosas, y dieron fruto con la sola humedad, que chupaban sus raíces, y que sus hojas atraían de la atmósfera.

p: ¿Pues no se ha creído que las plantas se nutren también de sales de la tierra?

r: ¡Ah señor!, en agricultura no se habla ya de sales, ni de aceites, sino de la descomposición del agua, mediante la virtud digestiva de los vegetales, como más adelante veremos.

p: Está muy bien que el agua pura sea principio nutritivo de las plantas; ¿pero no vemos que el agua cargada de materiales producidos por la putrefacción y fermentación del estiércol, les es más favorable?

r: No hay duda que es así; pero es porque la planta, recibiendo de ese modo unos jugos ya laborados, y más asimilados a ella, tiene menos que trabajar.

La ruta hasta el desentrañamiento del proceso de fotosíntesis aparecía delineada por Ingenhouzs; su recorrido, no obstante, sería largo y dificultoso; pero esto es otra historia, sin duda apasionante, cuyos momentos más significativos son:

·         La comprensión del proceso de la combustión, con la consiguiente identificación de los aires desflogisticado y fijo como oxígeno y dióxido de carbono respectivamente, permitió realizar, en 1804, experimentos precisos sobre los intercambios gaseosos en los procesos de nutrición y crecimiento de las plantas pudiéndose determinar entonces que la ganancia de peso de estas era la suma del carbono procedente del dióxido de carbono absorbido a partir de la atmósfera y del agua incorporada a través de las raíces.

·         Los avances posteriores en termoquímica permitirían, casi medio siglo más tarde, entender que la energía luminosa procedente del Sol se almacenaba como energía química en los productos generados durante la fotosíntesis según una reacción que viene sintetizada en la ecuación siguiente:

CO2 + 2H2O --> (C H2O) + O2 + H2O

·         Los detalles mediante los que el proceso general indicado por la ecuación anterior tiene lugar, sus fases luminosa y oscura, sólo acabarían comprendiéndose de modo completo ya en el siglo XX.