A lo largo del rápido e incompleto recorrido que hemos hecho por la historia de la Química hemos dejado abiertos varios problemas que, ahora, en los albores del siglo XX, con la irrupción de la física cuántica y más en concreto con la "construcción" del modelo atómico de Bohr y de los que acabarían complementándolo, cobran actualidad porque pueden abordarse desde nuevas perspectivas; los problemas a los que nos referimos tienen que ver, por un lado, con la "explicación" de las extrañas regularidades que presenta la clasificación periódica de los elementos en la Tabla de Mendeleiev y, por otro, con el viejo y misterioso asunto que se esconde tras la llamada entonces afinidad química -el modo en que se combinan y unen los elementos químicos para formar moléculas- y que, poco a poco, va a pasar a conocerse como teoría del enlace químico.
No es posible abordar en toda su complejidad un asunto de tan largo alcance como el que abre la teoría cuántica en el mundo del átomo, pero sí queremos dejar constancia aquí de que la finura y sutileza de esta teoría va a mostrarse capaz de arrojar luz no sólo sobre la composición de las moléculas sino, también, sobre su específica arquitectura. Un vasto territorio que va desde lo inorgánico a lo orgánico puede observarse, así, desde una perspectiva nueva.
En efecto, las restricciones que se imponen las leyes de la física cuántica en el nivel atómico -de las que las que aparecen en el primigenio modelo atómico de Bohr son una "tosca" muestra- van a acabar definiendo qué estructuras es posible construir y cuáles no, tanto a nivel atómico -explicando así la particular configuración de la Tabla Periódica- como a nivel molecular -dando cuenta de las posibilidades de establecimiento o no de un determinado enlace y, en consecuencia, de la formación o no de las correspondientes moléculas.
La versatilidad y variedad de los enlaces -de los que son responsables sustancialmente los electrones "alojados" en la zona más externa de los átomos- es la que acabará dando origen a la riqueza y complejidad de nuestro mundo inorgánico y orgánico entre los que, pese a las apariencias, existe continuidad evolutiva -¿no es acaso la vida resultado de los aun desconocidos procesos de la química prebiótica?
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