Hace unos días expresaba mi hastío por el puritanismo ñoño y cursi que nos oprime y que trata de borrar la realidad -amén de falsificar la historia- por decreto. El episodio de lo sucedido con el espectáculo teatral "Hair" es el colmo de la demencia: un espectador -¡al que el calificativo de imbécil le queda corto!- denunció a la Agencia de Salud Pública de Barcelona que se fumaba en el escenario -¡qué otra cosa iban a hacer unos actores inmersos en la libertaria etapa hippie! Esta campaña de incentivación de la delación y la denuncia, con tanto descerebrado suelto, puede llevarnos a extremos harto peligrosos e indeseables.
Cito a Umberto Eco en "El cemeneterio de Praga": Alguien ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de la raza. La identidad nacional es el último recurso para los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. ¡Cuánta verdad encierran sus palabras!
En un país tan poco cívico como el nuestro poner en marcha una iniciativa, como la que pretende la Dirección General de Tráfico, permitiendo circular a las bicicletas por las aceras es un ejemplo más de lo alejados que están de la vida real, los rectores de la "cosa pública". Por si ya no hubieran suficientes motivos para el encabronamiento, ¡uno más!
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