domingo, 9 de enero de 2011

UNAS NOTAS PARA OTRA HISTORIA DE LA OROTAVA X: El movimiento vecinal y la génesis de AIO


En entregas anteriores habíamos mencionado que, al amparo de la Asociación Cultural Valle de La Orotava, habíamos recuperado el Cineclub –ahora con el nombre de Valle de Taoro– y puesto en marcha en diciembre de 1978 un periódico, El Aguijón.

Estos años, los finales de la década de los 70, serán los de "estreno" de la recién instaurada democracia; años llenos de ilusión y de iniciativas, en los que todo parece posible.

La crónica, centrada en el periodo que precedió a las primeras elecciones municipales democráticas, en marzo de 1979, va a hacer amplio uso de los documentos que aparecen reflejados en ese Boletín crítico, El Aguijón, que tantas alegrías –¡y más de un sobresalto!–  nos procuró al grupo de los que lo hicimos posible.

Aquí va el enlace desde el que puede accederse al número que se desee consultar:
 http://impresiones-miguel.blogspot.com/2009/03/el-aguijon-on-line.html

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Las Asociaciones de Vecinos jugaron en este periodo un cierto papel en lo que se pretendía fuera la vertebración de un poderoso movimiento ciudadano. Pasado un cierto tiempo acabaría siendo un mero instrumento para alcanzar poder en la política municipal. Desde la izquierda jugamos a este juego y contribuimos a “crear” asociaciones en zonas como San Juan, Los Poyos, San Antonio o Palo Blanco, en algunos casos en competencia con los activistas cristianos que se movían alrededor del sacerdote salesiano Víctor Rodríguez Jiménez –el “cura que enseñaba a leer a los pobres”.

Serían estos activistas los que impulsarán la reivindicativa "Manifestación de las velas" –efeméride que en ATI consideran emblemática–  a la que yo mismo, en el primer número de El Aguijón, me refería, bajo el título Manifestación en La Orotava: irrupción activa del pueblo en la vida del Municipio, en los siguientes términos:

La reciente manifestación celebrada en La Orotava bajo el auspicio de varias Asociaciones de Vecinos de zonas periféricas, merece un comentario reflexivo, desde distintos ángulos, que en este artículo vamos a intentar.

Los motivos por los que la manifestación se convocó son claros: falta de agua, falta de luz, falta de escuelas, falta de equipamiento snitario, etc.; en suma, abandono y marginación inadmisibles en una época como la que vivimos y que solo hay que atribuir a la política de desinterés de la que han hecho gala unos miembros de Ayuntamientos impuestos que únicamente defienden sus intereses particulares o los de las personas que ahí los colocaron.

Hay muchas formas de defender los intereses de los poderosos, pero en el fondo de todas ellas late la misma preocupación: evitar la promoción del pueblo. Esto es, sin lugar a dudas, lo que esta y anteriores Corporaciones municipales han estado haciendo.

Y en la Plaza del Calvario se reunieron alrededor de mil personas, de estos barrios y de otras zonas del Municipio. Campesinos, obreros, amas de casa, profesionales, estudiantes, niños, etc., con pancartas alusivas: ¡Queremos luz! ¡Queremos escuelas! ¡Queremos agua!...

Y la lógica indignación por este desprecio a sus derechos elementales se tradujo en gritos coreados masivamente: ¡Son muchos años sin soluciones! ¡Alcalde, dimite, el pueblo no te admite! ¡Más escuelas para los barrios!... También podían oirse algunos otros de carácter más personal y ofensivo, producto de corazones y cabezas hartas de palabras.

Llegada a la Plaza del Ayuntamiento, en el interior del cual se celebraba sesión plenaria, los manifestantes pidieron a gritos la presencia del Alcalde quien, en primera instancia, optó por no aparecer.

Tras la lectura de un memorial de agravios desde la escalinata de acceso a la Casa Consistorial y a medida que el tiempo pasaba sin que hiciera acto de presencia la primera autoridad, los ánimos se encresparon y algunos grupos minoritarios comenzaron a corear gritos de tono ofensivo que el servicio de orden de la manifestación no supo cortar a tiempo. La inhibición de algunos organizadores que, llegada la hora legal de finalización del permiso, se desentendieron del curso que los acontecimientos estaban tomando, contribuyó a dar alas al alboroto. Muchas pancartas acabaron en una hoguera.

El tono del relato no oculta la militancia del que lo escribe. Y así prosigue:

La gente fue abandonando la Plaza, satisfechos muchos por haber hecho palpable su protesta y conscientes de que este Ayuntamiento no puede solucionar un problema del que es corresponsable; insatisfechos otros que aún creen en los milagros y la buena voluntad de personas que, en realidad, solo tienen desprecio y miedo al pueblo y que desearían que todo siguiera como antes: “Yo mando y ustedes obedecen”.

La aparición del alcalde, cuando apenas quedaban una trescientas personas, fue recibida con insultos por algunos de los allí presentes y aquél, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, se retiró al interior del Ayuntamiento.

Minutos después hizo su aparición la Policía Armada, que invitó a retirarse a los escasos manifestantes que quedaban.

El artículo continuaba, calificando como bochornoso el tratamiento periodístico que, en El Día y en El Diario de Avisos, recibían los hechos y cerraba con las siguientes consideraciones:

Con todos sus fallos – que los hubo y los hay – como por ejemplo la marginación de Asociaciones de Vecinos, también periféricas, como las de la Barriada de San Antonio, la Villa Arriba o Los Poyos, o la falta de un servicio de orden más efectivo, la manifestación mostró claramente las líneas por las que tiene que discurrir, en el futuro, el movimiento ciudadano: Unión de los vecinos para la resolución de sus problemas y control efectivo sobre el Ayuntamiento.

El Aguijón recibiría una nota de los organizadores y convocantes del evento, que se publicó en el número de Febrero de 1979, en la que se hacían las siguientes precisiones:

1- En general estamos de acuerdo con la valoración que se hace en el mencionado artículo.

2- No ha habido marginación de ninguna Asociación de Vecinos, pues a todas se les había comunicado por escrito, para su participación, a las anteriores reuniones.

3- Los organizadores no nos inhibimos en ningún momento, aunque es verdad que nos vimos desbordados al final de la manifestación por el comportamiento de algunas personas que no pertenecían a los barrios implicados.

Gran parte de los que trabajábamos en el movimiento vecinal sabíamos lo que estaba en juego: el poder municipal. De ahí estos “adornos florales” y este intento por aparecer “desinteresados”. Soterrada, una lucha por ganar influencia en el movimiento vecinal.

La puesta en pie de candidaturas para las, entonces, inminentes elecciones municipales iban a desvelar las verdaderas intenciones de los diferentes grupos en liza.

Nosotros lanzábamos nuestra propuesta desde las páginas de El Aguijón en un artículo con el expresivo título Democracia. Sí, pero ¿qué democracia?, que firmaba yo mismo.

En él se desarrollaba un argumentario para sostener lo que ya habíamos definido como las líneas maestras por las que tiene que discurrir el movimiento ciudadano: Unión de los vecinos para la resolución de sus problemas y control efectivo sobre el Ayuntamiento.

La propuesta que defendíamos iba en la línea de organizar una candidatura que tuviera como protagonistas centrales a las Asociaciones de Vecinos y así se exponía en el texto:

Pensamos que, concibiendo la democracia como participación activa, la candidatura que se presente –si se presenta, como resultado de anteponer la eficacia y el tan mencionado “servicio al pueblo” a los compromisos y a las ambiciones de corto alcance– tiene que articularse sobre principios diferentes a los habituales en la concepción de la democracia como delegación.

Por ello estimamos que su programa debe recoger como principio básico esta idea de democracia, así como su consecuencia obvia: el movimiento ciudadano es un vehículo para incorporar al pueblo a la política. No se trata, pues, de designar y encaramar en las poltronas municipales –¡que tanto saben de olvidos!– a ciertos miembros del movimiento ciudadano o a los distintos cabezas de serie de las diferentes candidaturas, delegando en ellos todas las responsabilidades; se trata, por el contrario, de incrustar al movimiento ciudadano como un todo en el poder municipal. Para que la actuación de esos representantes se corresponda con los intereses generales del movimiento ciudadano es necesario que se recoja con claridad su control por el Colectivo de Asociaciones de Vecinos; control que posibilite la sustitución de esos representantes mediante la decisión del Colectivo.

El artículo concluía con una nota en la que el autor mostraba claros síntomas de pesimismo:

Este artículo se escribe consciente de que la alternativa que defiende no se plasmará en algo concreto en las próximas elecciones municipales, en las que, por el contrario, se planteará la lucha de múltiples candidaturas que agitarán –eso sí– el tan socorrido eslogan acerca de la unidad del pueblo. Se habrá perdido, en nuestra opinión, una oportunidad para conseguir en la práctica una unidad, sin exclusiones, frente a las opciones oligárquicas.

El pesimismo tenía sus raíces en lo que había sido nuestra actividad política durante los meses que precedieron a los comicios municipales.

Recuerdo, a este respecto, con nitidez una reunión en Barroso a la que asistimos miembros de todas las Asociaciones de Vecinos del Municipio. En ese encuentro propusimos presentar una lista única de todo el movimiento ciudadano; la propuesta provocó una animada y acalorada discusión en la que, también lo recuerdo con claridad, Luis Hernández Melo acalló y desmintió a uno de los miembros de su grupo que, ingenua e inadvertidamente, reconoció que esa era su intención y que de ello habían hablado. El boicot a la propuesta y la consiguiente derrota de esa iniciativa se vio apoyado por el sector afín a la UPC quienes, en una muestra de acreditada miopía política que aquí estrenaron y que luego mantendrían, a mi juicio, a lo largo de los años, defendieron dejar a un lado –¡cómo si ello fuera posible!– al movimiento vecinal.

La declaración final de 24 de enero, suscrita en el local de Chasna, por los representantes de Camino de Chasna, Bebedero Alto, Barroso, Pinoleris, Candelaria del Lomo, La Perdoma, La Luz, Villa Arriba y Los Poyos, recogía en su segundo punto lo que sigue:

2- Acordaron por mayoría, después de largas deliberaciones en dos reuniones anteriores, no presentar candidatura por dichas Asociaciones para las Municipales, dejando en libertad a sus socios para presentarse libremente.

¡Habían triunfado las tesis de los que trabajaban en la sombra para poner en pie la Agrupación Independiente Orotava! Años más tarde, cuando ya no era necesario negar las evidencias, Francisco Sánchez señalaría que el inspirador de esta agrupación había sido el sacerdote Víctor Rodríguez quien les había hecho ver que la única solución era crear un partido político e intentar entrar en el Ayuntamiento para producir el cambio desde dentro.

De este trabajo en la sombra hay constancia en un documento "de parte"; en efecto, en el libro del salesiano Los altos de La Orotava (Notas para un Informe), en la página 182, se puede leer: Mientras tanto el 18 de enero de 1979, un grupo de amigos, alguno de ellos con experiencia política y conocedora de la legislación sobre estos asuntos –parece evidente que se refiere a los que luego capitanearían la "nave", Antonio Santos (ex Concejal) y Francisco Sánchez (abogado)–, de la que carecían las Asociaciones, habían celebrado un primer encuentro en una casa de las medianías, a la que estaban invitadas personas conocidas de los barrios. Se explicó que se trataba de una consulta acerca de la candidatura independiente, es decir, no dependiente de ninguno de los partidos existentes, y de ámbito solamente municipal, con el fin de colocar en el Ayuntamiento a un representante que defendiera los derechos elementales, hasta ahora desoídos, de la zona rural.

De estas maniobras, intuídas entonces, volvía a hacerme eco, desde las páginas de "El Aguijón", en un artículo en el que hacía un análisis de las diferentes candidaturas que se presentaban a los comicios municipales.

Finalmente, agitando el eslogan “Votar por nosotros es votar por la Orotava”, concurre a estas elecciones la AIO, animada por miembros señalados del ya muerto Partido Popular Canario –los hermanos Francisco e Isidoro Sánchez, Antonio Santos y Eusebio Luis Hernández Melo– intentando capitalizar el movimiento ciudadano en su provecho. Movimiento ciudadano que, a través de un comunicado aprobado por 9 Asociaciones de Vecinos y publicado en los periódicos de la provincia –Aguijón incluido– dejaba claro que las mismas no apoyaban ninguna opción concreta. ¡Esto lo sabe usted Sr. Melo! ¡No parece importarle ahora la desintegración del movimiento ciudadano!

Las diferencias entre esta candidatura y la de la UCD, así como los intereses que defienden no son excesivamente distintos como lo prueba el que su no fusión con el Centro no obedece a motivos ideológicos sino a cuestiones técnicas que van desde las siglas a utilizar hasta la distribución de los puestos.

En cualquier caso, ¡ellos acabarían llevándose “el gato al agua” y recibiendo el premio! A los demás nos iba a quedar, además de cara de tontos, el derecho al pataleo.




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