martes, 18 de enero de 2011

DOS HISTORIAS HUMANAS, DEMASIADO HUMANAS: "Arrugas" y "El arte de volar", novelas gráficas


En más de una ocasión he señalado la sinrazón de seguir considerando al comic como un arte menor y me he permitido recomendar varias obras -novelas gráficas, se las llama en un intento de aproximarlas a la literatura- de una profundidad más que estimable. Las que hoy me propongo comentar, Arrugas de Paco Roca y El arte de volar de Antonio Altarriba y Kim, pertenecen por derecho propio a esta categoría; son creaciones sensibles que producen turbación y desasosiego, por la humanidad que desprenden, a quien se aproxima a ellas.


La primera solo nos muestra un periodo corto de la vida del protagonista, Emilio -un antiguo empleado de banca al que va destruyendo esa terrible enfermedad, el Alzheimer, que te roba la memoria y te mata en vida-, la segunda, en cambio, narra la peripecia vital de Antonio a lo largo de un periodo de tiempo que se extiende desde 1910  hasta 2001.


Pese a que el espacio y el tiempo en los que se despliegan las historias es bien distinto -sólo hay un ámbito común, y quizás bien significativo, a ambas: la deprimente residencia de mayores- los dos relatos destilan buenas dosis de amargura sobre la condición humana.

De Emilio poco sabemos, parece un hombre corriente en un estado de edad avanzada, un viejo, en suma, y quizás por esa indefinición del personaje y por lo "normal" de su peripecia -la inevitable, pese a momentos de comunicación esporádicos, y radical soledad a la que estamos finalmente condenados- nos resulta sencillo ponernos en su pellejo. El dibujo de trazo claro y expresivo ilustra, sin retórica, una historia de la que, con algo más que un temblor, nos sentimos próximos.

De Antonio se nos cuenta su vida -sobre un trasfondo histórico, el de nuestro país, que forma parte de la experiencia generacional de nuestros padres y, en parte, de nosotros mismos-, en ella, como en la de todos nosotros, coexisten y conviven, ilusión, idealismo, barbarie, cinismo y frustración.

Kim, el autor del caricaturesco "Martínez, el facha" entre otros memorables personajes, crea, con su dibujo expresivo y, en ocasiones, "sucio", una atmósfera que nos transporta sin esfuerzo a los distintos escenarios en los que transcurre la trama - desde la España profunda del campo aragonés a las sórdidas pensiones de las capitales de provincia, desde los campos de batalla de una guerra incivil a los campos de internamiento franceses, desde la atmósfera clandestina de la resistencia a la grisura de un país al que se regresa como vencido, desde la hipócrita doble moral del estraperlista a la paulatina renuncia a los viejos ideales-.

Un largo viaje que nos lleva, con el protagonista, desde el idealismo juvenil a la amargura de la vejez. Todo acabará para Antonio, como para el Emilio de Arrugas, en una residencia de ancianos, pero, a diferencia de este -sumido en el olvido- aquél decidirá, finalmente, volar y poner el cierre a una historia agotada.







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