En una entrega anterior contamos la historia del Cine Club Orotava desde sus inicios en 1964, al amparo del "manto protector" del Colegio Salesiano, hasta su cierre "por orden gubernativa" en 1974. ¡Eran tiempos de dictadura!
En lo que sigue, queremos cerrar esa historia haciendo mención al periodo que se extiende desde 1978 hasta 1989. ¡Nacía y se asentaba la democracia!
TERCERA ETAPA: el Cine Club renace de sus cenizas
La experiencia vivida durante los años en que se mantuvo activo el Cine Club Orotava, desde 1964 a 1974, dejó huella en todos los que participamos en ella y en cuanto tuvimos ocasión volvimos a utilizar el cine como arma de agitación cultural y política.
Otro nombre, aunque de resonancias conocidas, Cine Club Valle de Taoro –puesto en pie, al igual que “El Aguijón”, bajo el paraguas de la Asociación Cultural Valle de La Orotava– sustituyó al antiguo y un nuevo proyecto, más audaz y ambicioso, porque los tiempos eran ya otros –desmoronamiento progresivo de la dictadura y advenimiento de la democracia–, se planteó hacer compatibles dos ámbitos de actuación : la sala convencional y “la calle”.
El Cine Perdoma –regentado por Francis Abrante que se incorporó entonces de forma activa a nuestro grupo– albergaba las proyecciones regladas, en las que tratábamos de reproducir el formato de nuestra experiencia anterior; y las plazas de los barrios, las asociaciones de vecinos y los colegios eran el escenario de nuestra actividad más militante. Esta última posibilidad, las proyecciones itinerantes, resultaba factible porque disponíamos de un cámara de proyección marca "Elmo" adquirida con la aportación del propio Cine Club y los beneficios de la recaudación de las cantinas montadas en el Primer Baile de Magos que, desvinculado de la tutela y control del Liceo de Taoro y organizado por los activos miembros de la Asociación Juvenil Tauro, se celebró en la Plaza del Ayuntamiento en las Fiestas Patronales de 1977.
A lo largo del año 78 se proyectaron en la sala perdomera varias películas –El navegante, Ladrón de bicicletas, La quimera del oro, Como plaga de langosta– y del 11 al 17de septiembre de 1978 se celebró una exitosa “Primera Semana de Cine Internacional”.
La cámara portátil, por otra parte, nos había permitido organizar sesiones al aire libre, en la Plaza de la Constitución –con una sábana extendida entre dos árboles y un tubo de cañería tensándola–, en la plaza de la iglesia villarribera durante las fiestas de San Juan que organizábamos desde la Asociación de Vecinos, en la plaza de Palo Blanco, y otras bajo techo, en el Instituto de La Torrita y en el Pub “La Añepa”. Habíamos hecho nuestro el eslogan de Jean Luc Godard y usábamos el cine como “arma de combate”. El concierto entre estas dos entidades –Pub y Centro educativo– nos permitió, en horario de tarde, disfrutar en el Salón de Actos de “La Torrita” del cine nöir francés y del expresionismo alemán durante los primeros años de la década de los ochenta; las sesiones de noche eran cosa de “La Añepa”.
De este periodo es un artículo de Juan Sánchez García, “Nani”, aparecido en el número 1 de “El Aguijón” en el que, bajo el título El Cine-club: ¿Vale la pena su supervivencia?, y en su peculiar prosa, escribía: Es claro que sus orígenes históricos están enclavados en ambientes intelectuales y por lo tanto elitistas. [...] en esta línea hoy vive una crisis de identidad tal actividad, en cuanto el ropaje de que se había recubierto en estos años (posibilidad de obtener películas que la censura, a sabiendas de sus destinatarios, suavizaba en sus denigrantes amputaciones; aparte del componente de calidad de difícil obtención en las salas comerciales –todo ello hacía un buen bocado para los hambrientos de cultura que pululábamos alrededor de los ambientes universitarios, principales focos de reproducción de tales actividades–) se está hoy día descalabrando. La liberalización de la censura (que no su desaparición) y una nueva normativa cinematográfica ha permitido la generalización de la proyección de las conocidas películas de “arte y ensayo”, con lo que esto conlleva de satisfacción para los que van en busca de otras necesidades “extra-cinematográficas.
A esta entradilla, en la que señalaba el nuevo contexto, más problemático y competitivo, en el que iba a desplegarse la actividad del Cine Club, le seguían estas consideraciones: Sin embargo, aun después de todo eso, oso en darle cierta peculiaridad al cine club al que aquí hoy cuestionamos. Su horizonte ha cuidado mucho de diversificarse. No sólo no se encuadra en su marco habitual, sino que amplía su frente; intenta que también sean marcos habituales las plazas de los barrios, las bodegas, los institutos, colegios, es decir, todos aquellos lugares donde exista un mínimo foco de concentración.
El autor, sin abandonar un tono crítico, acababa resaltando las peculiaridades de esta aventura: la elección de la sede de la actividad "convencional" –el Cine Perdoma– una sala de la periferia, y la apuesta por la itinerancia en centros educativos y cívicos.
El misterio Picasso, Esta tierra es mía, El delator, Una noche en la Ópera y Octubre fueron, entre otros, algunos de los títulos de aquel voluntarista e iluso (¡amén de ilusionado!) intento de hacer pedagogía cinemátográfica y “revolucionaria” por plazas y bodegas –recuerdo como compañero de aquellas expediciones al anárquico García, empedernido noctámbulo al que en más de una ocasión tuve que “sacar de la cama” para cumplir con alguna de las proyecciones pactadas.
La vida política se fue atemperando y con ello, también, nuestra militancia; las excursiones a los barrios de la periferia –tutelados ya por la exitosa gestión de “los independientes” y en la que participaban sus coaligados de la UPC desde el área de Cultura– cesaron paulatinamente.
El Cine Club volvió a languidecer y enmudeció a finales de 1980.
CUARTA ETAPA: Un proyecto ilustrado
Un poco más tarde, avanzada la década de los 80, la apuesta de Francis Abrante por el cine –que le llevó, durante unos años, a gestionar diversas salas en distintas localidades de la isla, entre ellas la del Cine Orotava, y a organizar todo tipo de festivales y ciclos–, coincidió con mi etapa como Director del Instituto de Bachillerato Villalba Hervás (1985 – 1989).
Iniciamos, entonces, con el que era entonces Vicedirector, José Luis Prieto, dentro de un programa que podría etiquetarse como “cruzada ilustrada”, una serie de actividades destinadas, por un lado, a acrecentar el prestigio de la enseñanza que se impartía en el Centro así como la implantación del mismo en el pueblo y por otro incidir en la vida cultural de este último. Activamos, haciéndolo “volver a la vida”, el Cine–Club, desarrollamos una ambiciosa campaña de lectura en el Instituto, pusimos en circulación un periódico –El Buho– y animamos, en concierto con uno de sus dueños, Nicolás, una tertulia en La Añepa.
En El Día, a finales de noviembre de 1987 se publicaba, con mi firma, un artículo con el título La actividad cineclubista en el Valle: una larga tradición. En este artículo, tras un recorrido por la historia del Cine Club en la Orotava desde sus inicios en el año 1964 hasta su, entonces, más reciente singladura en los años 1978-1980, se decía: Inauguramos ahora una cuarta etapa auspiciada por el Instituto "Villalba Hervás" y recuperando su vieja sede: el Cine Orotava. La sesión inaugural tendrá lugar el martes próximo. Se proyectará el film "Papá está en viaje de negocios" de Emir Kusturica.
Se formalizaba asi una colaboración hasta entonces limitada a la organización de dos ciclos anuales que, con los títulos "Festival de Cine de Primavera" y "Festival de Cine de Otoño", pretendía mostrar a un público, en su mayoría juvenil, otro tipo de hacer cine en el que priman unos valores distintos a los vigentes: un cine cuya naturaleza es ser arte y no espectáculo, no un montaje de variedades técnicas y fuegos de artificio, sino una de las bellas artes.
Los títulos con los que se había abierto el primero de estos Festivales, en abril de 1987, fueron: Dos en la carretera de Stanley Donen, La soga de Alfred Hitchcock, Corazonada de Francis F. Coppola, Perro blanco de Samuel Fuller, Tiempos modernos de Charles Chaplin y Derzu Uzala de Akira Kurosawa.
Ya en el segundo Festival, el de Otoño, en noviembre de 1987, se apuntaba: Conscientes de que la organización esporádica de festivales es, aunque muy interesante, insuficiente para la importancia que el cine tiene en nuestros días como modelador de la sensibilidad, gusto y opinión, el Instituto, en colaboración con el Cine Orotava, y como proyección de la asignatura de Lenguaje Cinematográfico que en él se imparte en Segundo y Tercero de BUP, va a abrir un Cine Club...
Las películas que se exhibieron en ese Festival fueron: Crímenes del corazón, Ginger y Fred, Broadway Danny Rose, Función Privada, Werther y Platoon.
Estos anuncios, los del periódico y los de los programas de mano de los Festivales, acabarían cuajando y el martes 2 de diciembre de 1987 el Cine Club Valle Taoro inauguraba sus sesiones con la película Papá está en viaje de negocios de Emir Kusturica.
A este film le seguirían otros muchos, a lo largo del año 1988: Yesterday, La comedia sexual de una noche de Verano, Kagemusha, A nuestros amores, ¡Jo, qué noche!, Hammet, Lili Marleen, Accatone, Matador, Atraco perfecto, Pollo al vinagre.
Aún celebraríamos un último Festival en Mayo de 1988 con las películas Barry Lyndon, Jardines de piedra, Extraños en un tren, Las Bostonianas y Esperanza y Gloria.
El cansancio, las dificultades para conseguir material fílmico adecuado y la disminución de la respuesta del público harían desaparecer estas actividades en torno a 1989.
El cine en La Orotava, en sus manifestación más tradicional –la exhibición en una sala–ha desaparecido y, no sólo, metafóricamente: la demolición del Teatro Atlante es la constatación expresa de su obsolescencia y de la extinción de una determinada sensibilidad..
El Festival de Cortos, que anima desde hace cuatro años un entusiasta grupo de cinéfilos es el único vestigio de una tradición de años que, en esta crónica incompleta, hemos querido recordar.
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