miércoles, 26 de enero de 2011

EL AÑO INTERNACIONAL DE LA QUÍMICA, UNA OPORTUNIDAD PARA CONOCER SU HISTORIA





La Asamblea General de la ONU proclamó al 2011 como el Año Internacional de la Química para concienciar al público sobre las contribuciones de esa ciencia al bienestar de la humanidad.

2011 coincide, además, con el centenario del Premio Nobel otorgado a Marie Curie por sus aportes a la química y a la fundación de la Asociación Internacional de Sociedades Químicas.

La conmemoración enfatiza la contribución de la química como ciencia creativa esencial para mejorar la sostenibilidad de nuestros modos de vida y para resolver los problemas globales y esenciales de la humanidad, como la alimentación, el agua, la salud, la energía o el transporte.

La UNESCO y la IUPAC (International Union of Pure and Applied Chemistry) han sido las instituciones designadas para llevar a cabo esta promoción.

Un enlace en el que puede ampliarse esta información y consultar contenidos de interés soble esta ciencia es el que sigue:


Creemos que, también, puede ser una buena ocasión para conocer algo más su historia y a este asunto vamos a dedicar una serie de artículos que hoy iniciamos..

................................................


LOS INICIOS

Datar el uso del fuego para transformar los alimentos o el de las plantas como remedios médicos no resulta, sin embargo, sencillo. Sabemos, eso sí, que estos procesos, en los que hay mucha química han formado, sin duda, parte del proceso de hominización.

Lo que ahora denominamos Química científica es, en gran medida, heredera de tres tradiciones: la técnica, la médica y la alquímica. Entre estas tres tradiciones se producen influencias y entrelazamientos y su separación hay que entenderla como un recurso metodológico.

• La tradición técnica aparece representada por la minería y la metalurgia, la tecnología del vidrio y la cerámica, el tintado y teñido de tejidos así como, más tarde, por la industria de la pólvora. En esta tradición, al igual que en la tradición médica, encontramos fielmente representada la idea de que la ciencia, en este caso la Química, tuvo sus inicios en los intentos de resolver necesidades humanas.


• El uso de diferentes remedios químicos en el tratamiento de las enfermedades, la tradición médica, tiene una larga historia que se remonta al mundo antiguo y que encuentra su precedente más próximo en la iatroquímica.


• La tradición alquímica representa lo más próximo a una elaboración teórica en Química. Aparece como una amalgama entre ciertas especulaciones filosóficas y diversas técnicas de carácter químico, y en su desarrollo se gesta una cierta unión entre lo que podríamos denominar química teórica y química práctica. La Alquimia no es, sin embargo, sólo esto; basta para confirmarlo abrir cualquiera de sus textos y leer algo de lo que en ellos aparece escrito: Toma el lobo gris, el hijo de Saturno (...), y dale en pasto el cuerpo del rey. Cuando lo haya devorado, haz un gran fuego y arroja el lobo encima, de forma que se queme por completo. De esa forma, el rey será redimido (Basilius Valentinus, Las doce llaves).



LA ALQUIMIA

Quizás ayude a entender la Alquimia el tener en cuenta las sensaciones que experimentarían los primeros químicos al realizar su trabajo: los procesos químicos son eminentemente creativos pues el uso de ciertos materiales con propiedades determinadas, sometidos a ciertos procesos que el químico controla genera, algo totalmente distinto a las sustancias de partida. Esta creación dota a su autor de un poder que hasta entonces era privativo de los dioses; el hombre deviene creador y aparece más próximo a ellos. No es extraño, pues, que la actividad alquímica aparezca revestida de un ropaje religioso y adopte un lenguaje esotérico sólo para iniciados y que el propio trabajo del alquimista –la obra– sea entendido y asumido como un camino de perfección personal.

En la teoría aristotélica de los cuatro elementos encontraron los alquimistas una teoría de la materia que apoyaba su práctica química. Aparte del lugar natural, que tendían a ocupar en un Cosmos organizado y jerarquizado, los elementos poseían ciertas cualidades que le otorgaban su carácter específico; Aristóteles creía en la existencia de una cierta clase de materia prima esencial, indefinida y carente de forma, que devenía elemento, adquiriendo forma, cuando ciertas cualidades adecuadas le eran impresas. Estas cualidades también eran cuatro –caliente, frío, húmedo y seco– y asociadas en parejas no irreconciliables, como las que representan caliente-frío o húmedo-seco, determinaban el carácter de cada elemento. Así, la Tierra era seca y fría, el Agua húmeda y fría, el Aire húmedo y caliente y el Fuego seco y caliente.


En el esquema aristotélico un elemento podía transformarse en otro modificando alguna de sus cualidades, por ejemplo, la Tierra podía transformarse en Fuego eliminando la frialdad de la primera y sustituyéndola por la sequedad del segundo.

Estos elementos, por otra parte, como consecuencia de la dinámica impuesta al Cosmos por el Primer Motor, aparecían entremezclados dando origen a la diversidad material. Cada sustancia de nuestro mundo era, pues, una mezcla de estos elementos primordiales. La acción del alquimista no era otra, en el fondo, que la determinación de las proporciones en que estos elementos aparecían en cada sustancia (un proceso de análisis diríamos hoy día) y la subsiguiente modificación de las mismas alterando el conjunto de esas cuatro cualidades (un proceso de síntesis).

En este recorrido sintético no es posible detenerse en todo aquello que el amplio campo de la alquimia sugiere; elegiremos por ello, para trazar alguna pincelada más sobre este lienzo fragmentario, dos aspectos de esta visión organicista de la naturaleza –preñada de aristotelismo pero también de astrología, magia y misticismo– ; el primero tiene que ver con la naturaleza de los metales y el segundo hace referencia a la influencia de la alquimia en la salud.

Las materias metálicas –escribe Cardano– son para las montañas lo mismo que los árboles, con sus raíces, tronco, ramas y múltiples hojas (…) ¿Qué es una mina sino una planta cubierta de tierra? (…). El hombre, en el laboratorio, puede modificar los ritmos de maduración de los metales en el seno de la tierra, su acción puede, pues, comprimir el tiempo. El orgullo creador se extiende así no sólo al ámbito de lo material, también se ejerce sobre el discurrir del tiempo.

• Por otra parte, la extensión de la teoría de los cuatro elementos y de su complemento de las cuatro cualidades al ámbito de la vida humana en la teoría de los cuatro humores es parte sustancial de la medicina galénica; de acuerdo con ella se atribuían muchas enfermedades al exceso o defecto de estos humores, a la rotura de la “armonía” en suma. No olvidemos, además, que existe toda otra tradición alquímica preocupada no tanto por la transmutación de las sustancias en oro –en su vertiente material– sino como medio para obtener la vida eterna, la inmortalidad.



Las pervivencias alquímicas, al menos en sus aspectos menos místicos, se mantuvieron con uno u otro ropaje hasta mediados del siglo XVIII y entre sus cultivadores se encuentran personalidades como Boyle o Newton. Es cierto que en su época, siglos XVII y comienzos del XVIII, y gracias, en parte, a su trabajo, fue perdiendo credibilidad la teoría de los cuatro elementos o su versión posterior de los tres principios paracelsianos, afianzándose una visión atomista de la materia y una filosofía mecánicista; todo ello, sin embargo, no impidió que la pretensión fundamental de la Alquimia –la transmutación de los elementos– fuera contemplada por ambos como posible.





No hay comentarios: