jueves, 25 de noviembre de 2010

FIESTAS, SALVAJES Y TRANVÍA


Acabo de ver en televisión imágenes de algunas de las salvajadas que tienen como escenario el tranvía que hace el trayecto Santa Cruz- Laguna; parte de esas imágenes corresponde a  las noches de Carnaval y otras a las de los fines de semana.

Lo que aparece muestra el incivismo de grupos -se dice, e imagino que así es, minoritarios- de "intoxicados", que no dudan en destrozar bienes públicos y en poner en riesgo no sólo su vida (¡lo que, reconozco, me importa poco!) sino, (¡y esto sí me preocupa!), la de los demás.

Impacta, porque, a diferencia de lo que sucedía en otros tiempos, la educación alcanza ahora a la mayor parte de la población y, casi con toda seguridad, esos energúmenos han pasado por las aulas de escuelas, quizás de los institutos y, tal vez, alguno por las de la Universidad. No puedo evitar que la constatación del fracaso me irrite y entristezca.

Espero que, a diferencia de otros casos, esta vez no aparezcan los indignados representantes del amable y pacífico pueblo de Tenerife para "matar al mensajero" y considerar como un agravio que se airee un problema de gran calado: la ordinariez, borreguez y cutrerío que suele acompañar a la mayor parte de las manifestaciones festivas -carnavaleras o de botellón- en las que el sentimiento de ser parte de la masa anula la individualidad y en las que se constata el fracaso de una sociedad que se encuentra a gusto en ellas.


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