Cuando leo que la tasa de paro juvenil en nuestro país roza el 45% no acabo de entender la escasa contestación social que ello genera; al parecer nos hemos instalado en un conformismo, al que acompaña un acentuado individualismo insolidario, que nos inhabilita para ello.
Se dice que España cuenta con la juventud mejor preparada de su historia y probablemente así sea, pero también es esta una generación con escasas expectativas de llevar a la práctica lo que sus conocimientos posibilitan: ¡será, pues, una generación frustrada y, por desgracia, apática!
Es cierto, también, que estos años de crisis han servido para extender la perniciosa, por desmovilizadora, idea -¡idea interesada, sin duda!- de que la política está mediatizada de forma total por la economía a la que, con la encarnadura de "los mercados", resulta casi imposible ponerle rostro; se pretende que, al igual que en los viejos tiempos, quedemos a merced de unos nuevos dioses, más difusos si cabe que los de la mitología griega, ante los que, nos dicen, sólo cabe la resignación o la locura y la muerte ¿Será cierto que no puede ponérseles rostro o será esta idea una mera "cortina de humo" para acentuar nuestra sensación de impotencia? ¿Tenemos que aceptar, sin cuestionarlo, este diagnóstico? Estoy seguro de que otra realidad es posible.
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