Esperanza Aguirre ha conseguido poner de actualidad un asunto al que, desgraciadamente, por una visión simplista y, a mi juicio, errónea, apenas se le ha dedicado tiempo: ¿qué hacer con los alumnos destacados?
Recuerdo que, durante mi época como docente y después de una experiencia educativa en USA, traté de introducir en el centro en que trabajaba, el IES Rafael Arozarena, aprovechando la fiebre de la optatividad que aquejó a nuestro sistema durante un tiempo, un itinerario de excelencia a lo largo del Bachillerato. El intento se saldó con un fracaso y mi prestigio como vieja referencia de la izquierda quedó seriamente dañado; soplaban entonces poderosos vientos integradores en los que se ocultaba un castrante igualitarismo que ha hecho muy poco por la calidad de la enseñanza y durante años se ha penalizado a los que tenían mayor capacidad intelectual.
Obsesionados por extender la educación a todos -una actitud, sin duda, encomiable- se ha intentado, al tiempo, negar una realidad -la diferencia de capacidad intelectual de los alumnos- sacrificando la calidad: los contenidos -fuente de dificultad- se han dulcificado para "proteger a los desfavorecidos" y se ha acabado "vendiendo humo".
Negar la mediocridad del sistema educativo recuerda otras negativas -¡la de la crisis económica!- de infausto recuerdo y despachar con el calificativo de "ocurrencia" la imiciativa de la Presidenta de la Comunidad Madrileña es eludir el problema que la sustancia: el de la excelencia.
Quedó arrumbada en el basurero de la historia aquella vieja máxima, del también viejo Marx , "A cada cual segun sus necesidades, de cada cual según sus capacidades" ¡Quizás sea tiempo de recuperarla!
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