viernes, 17 de junio de 2011

FLASHES SOBRE LA VIDA POLÍTICA


  • Estos últimos días la ocupación de la calle como escenario de actividad política ha sufrido una deriva en la que son identificables signos preocupantes: la protesta pacífica, cuya imagen de marca han sido las acampadas, ha mutado en protesta airada y, en ocasiones, violenta, con la encarnadura de asedio a las sedes de las instituciones -Parlamentos y Ayuntamientos- en las que se ejerce la cuestionada democracia representativa -¡la vieja democracia burguesa de nuestra etapa marxista!.
  • Y, sin embargo, como la historia se ha encargado de demostrarnos, no hemos dado con un recambio aceptable. Sí hay, en cambio, necesidad urgente de renovación democrática y hacia ello parecía apuntar, al menos en cierta medida, el movimiento del 15M.
  • Hartos del lodazal en que, a menudo, se ha convertido en nuestro país el ejercicio de la política convertimos, por momentos, las acampadas de las plazas de las grandes ciudades en una resurrección del ágora de la Grecia clásica. La realidad se ha encargado de despertarnos de un sueño y de devolvernos a la complejidad de una sociedad en la que no cabe esperar remedios milagrosos: las reformas deben ser nuestro objetivo. 
  • Curados ya del sarampión revolucionario, que tiene como expresión emblemática la asamblea permanente, como horizonte la ilusoria felicidad de una sociedad sin tensiones y como actores a unas personas -los hombres y mujeres "nuevos"- que son pura ficción, apostamos por la imperfección perfectible de las democracias representativas.
  • Buscar "chivos expiatorios", en este caso los policías infiltrados, para explicar la deriva violenta de algunas acciones que se han llevado a cabo bajo el paraguas de los Indignados no deja de ser una simpleza: negar la complejidad y la disparidad de visiones en el movimiento del 15 M no es, desde luego, buena política y mucho menos, realista.
  • Si no se acotan espacios, se definen objetivos, se acompasan tiempos y se hace compatible la horizontalidad en la toma de decisiones con una cierta verticalidad que sirva como  referencia difícilmente se podrá ganar la batalla de la opinión pública, decisiva para ganar la guerra de la regeneración democrática.
  • Amparados en estos episodios de violencia algunos representantes de la clase política han reivindicado su legitimidad democrática contraponiéndola al, a su juicio, caótico e informe movimiento de los indignados que "han cruzado las líneas rojas". Sin minimizar los peligros de la deriva antisistema quizás les convendría reflexionar sobre la cuota de responsabilidad que, en la degradación de la vida democrática de nuestro país, a ellos les corresponde.

No hay comentarios: