De las actividades desarrolladas durante distintas
épocas de mi vida forma parte importante la edición de periódicos
–probablemente la razón haya que buscarla en mi vocación irrealizada de
escritor y configurador de opinión.
Mis primeras experiencias periodísticas
tuvieron lugar en el que bajo el nombre, de claras resonancias eclesiásticas, HOGAR
CLUB, se editó a finales de 1964 –lo dirigía Pedro Cruz Sacramento, hombre
vinculado desde esa época al cristianismo social. Tenía yo entonces 18 años y
ya había iniciado mi aventura madrileña, como queda reflejado en el listado de
articulistas del primer número donde aparezco así: Miguel Hernández, 2º de
Física.
El artículo con el que me estrené, Ellas, produce sonrojo al leerlo.
También, excepción hecha de lo escrito por José H. “Chela”, la mayor parte de
lo que se incluyó en los cuatro números que aparecieron. Entusiasmo sí que
había y una cierta voluntad de modificar –¡dentro de ciertos cauces!– una
realidad insatisfactoria.
La declaración de intenciones con la
que se abría el primer periódico, bajo la rúbrica de Tesorero, Melchor Dorta,
no ofrece dudas sobre el territorio en el que se movía el Hogar Club:
Estimados
lectores y amigos todos.
Quisiera
como encargado de la presentación del Hogar Club, de formación tan reciente que
aun no ha llegado a oídos de muchos jóvenes de La Orotava, exponerles
claramente lo que es o lo que será el Hogar Club, teniendo en cuenta, claro
está, mis escasas cualidades literarias.
El
motivo de su fundación se debe, en gran parte, a contar desde el principio con
el ofrecimiento estimulante de un local apropiado, donde encontrarmos una base
sólida en la que materializar nuestra idea, que consiste en conseguir el
acercamiento de los jóvenes de La Orotava.
Es
de mencionar que esta idea no partió exclusivamente de los jóvenes sino también
de algunas personas mayores que, con su consejo y apoyo, han contribuido a que
ésta sea una próxima realidad que satisfaga plenamente todas nuestras
esperanzas.
Pero
aparte de esta, yo añadiría que puede considerarse como otra causa el vernos
apoyados y el haber sido correspondidos en todo momento de una manera elogiable
por todos los miembros que forman actualmente el Hogar Club, ya que sin su
ayuda, todas nuestras ilusiones se hubiesen derrumbado.
Es fin del
Club conseguir que los jóvenes de la Orotava puedan ampliar su formación, en
toda la acepción de la palabra; desea también fundir en uno solo a todos los
grupos en los que desgraciadamente está dividida la juventud de esta Villa.
El Hogar Club
es un lugar en donde se acoge a todos los jóvenes –chicos y chicas– que con
buena intención acudan a él con el deseo de practicar sus aficiones preferidas.
Después de una enumeración de las actividades que se
pretendía desarrollar en el Club, concluía la presentación con un deseo:
En nombre de
la Directiva del Hogar Club quisiera rogarles su cooperación para que todos
estos objetivos no sean pura utopía sino con la ayuda de Dios, una próxima y
feliz realidad.
El
caserón en el que se ubicaba el Hogar Club no era otro que el que había acogido
en su momento al “Avecren”, nombre con el que calificábamos a un extraño colectivo
de mayores que, tras unos Ejercicios Espirituales, habían cambiado sus
costumbres y pretendían cambiar las de los demás – grupo al que considerábamos
el summun de la hipocresía y al que
pertenecían notorios personajes de la sociedad orotavense de entonces como
Pedro Méndez o Domingo Jiménez. Estaba, pues, vinculado a la Iglesia y era
ésta, por mediación de los jóvenes militantes de la Acción Católica –Pedro “el
Chatarra” (Presidente del Hogar Club) y Francisco Mesa Bravo entre otros–, la
que pretendía ejercer su influencia apostólica sobre los jóvenes.
No es extraño que alguno de los más lúcidos, como “Chela”,
expresara sus dudas sobre el tono del Hogar Club en un artículo que lo iba a
enfrentar con el por entonces párroco de La Concepción, Leandro Medina.
Decía el primero en una sección que titulaba Pedacitos de turrón…del duro y que
firmaba con el seudónimo de Veolof:
El peor
pecado es la hipocresía. Y hay que decirlo: Aquí, en el Hogar Club y en el
periódico, vamos pecando, ¡eh!, vamos pecando.
Modelo de
razonamiento de una muchacha del Hogar Club: “De acuerdo, el Hogar Club es para
todas las clases sociales, pero una cosa es que sea para todas ls clases
sociales y otra que entre todo el mundo”. Oído por mí, así. Sin comentarios.
¿No va siendo
hora de que ciertos señores que escriben en este periódico se quiten su
aureolita de santurrones y se muestren tal y como son? Yo creo que sí, porque
hay que ser bueno, malo o mediocre; pero serlo con valentía. Sin caretas.
Porque, vamos
a ver: “esto” ¿es el órgano informativo del Hogar Club o una revista de orientación
religiosa?
En resumen:
el Hogar Club no es lo que algunos esperábamos que fuese. Y, el periódico,
tampoco.
El Arcipreste no estaba dispuesto a dejar sin
respuesta la osadía del ya por entonces cáustico “Chela” y en un artículo, sin
firma, para así implicar a la directiva del Hogar Club, titulado Para ti, “Veolof”. Sólo para ti, dejaba
claras sus ideas:
Es valiente
el que escribe construyendo, a pesar de ver sus propios defectos. No es
hipócrita, a no ser que se ponga a sí mismo como modelo. Quizás al escribir
delinee su propio deseo de perfección.
En cambio es
cobarde el que todo lo critica, el que encuentra hipocresía en todo y en todos.
Y más cobarde cuando al criticarlos, se pone la careta del seudónimo, y pide a
los demás que se la quiten.
Estos
pedacitos de turrón tienen sabor de almendra amarga.
En torno a
los “pedacitos de turrón” se reune la familia toda para saborearlos. Pero
“estos”…espantan a la familia en vez de unirla.
Ya que te has
puesto cristales de color ante los ojos, ¿por qué has elegido el negro
precismente?
Es chocante
que los jóvenes se quejen siempre de la “incomprensión” de los mayores …y
luego…sean intransigentes con los propios compañeros.
Si crees que
este no es el camino, trázanos tú una meta y deja que todos contemplemos y
admiremos tu acierto. ¡Ah! y ayúdanos a seguirla.
Tú defines
que el peor pecado es la hipocresía. Yo –opinión modesta y particular– creo que
el peor pecado es “creer hipócritas a los demás”, porque eso es soberbia, y la
soberbia no sólo es el peor pecado, sino que es el origen de todo pecado.
Parece que te
molesta que salga a relucir el problema religioso en el periódico, que es
periódico de problemas de la juventud… Eso demuestra que también los jóvenes
son hombres, porque el hombre es “un animal religioso”. Si le quitas al joven
la religión, dime ¿a qué queda reducido?
También te
molesta el que el periódico y el Hogar no estén hechos a tu medida –“no es lo
que algunos esperábamos”– ¿Qué es lo que tú esperabas? Y lo que tú esperabas,
¿es seguro que es lo mismo que esperaban todos los demás? Además, ¿qué quieres?
¿Qué todos seamos tan perfectos como tú, a la primera…? En el camino estamos, y
deseos no faltan.
El tiempo, la
buena voluntad, la colaboración y la unión, a pesar de las divergencias, harán
lo que hoy es un deseo. Paciencia, chico.
El cura no escondía sus ideas y el lenguaje era
inequívoco: El hombre es “un animal
religioso”. Si le quitas al joven la religión, dime ¿a qué queda reducido?
Las reticencias de "Chela" eran compartidas por algunos de los que participábamos en el periódico y buena prueba de ello es que en Septiembre de 1965 sacamos a la luz, al margen de toda relación y tutela eclesiástica, una nueva publicación con la cabecera de AHORA.
De esta aventura hablaremos en la próxima entrega.