miércoles, 5 de septiembre de 2012

MALTRATO BANCARIO: TRIBULACIONES DE UN USUARIO DE LA CAJA




Uno siempre había creído –al menos eso era lo que decían quienes sabían de economía, finanzas y negocios– que cuando una empresa necesitaba liquidez, dinero en suma, se esforzaba por atraer a los clientes ofreciéndoles incentivos, buen servicio y ventajas de todo tipo; jamás, salvo que quienes regentaran la entidad fueran suicidas o pretendieran acabar con ella, era de recibo actuar de otro modo y, en ningún caso, era imaginable tener como código de conducta el desprecio y maltrato del usuario.

Pues bien, en estos tiempos de mudanza y de destrucción de ancestrales certezas, esta creencia carece, al parecer, de sentido; para cerciorarse de ello basta con acudir a la Caja de Ahorros de La Orotava a realizar cualquier gestión: colas interminables, restricciones horarias para realizar según qué operaciones, escasez de personal, etc., etc., etc.; en suma, desatención y maltrato al cliente.

Puestos a tomar el pelo a quienes depositan el dinero en esa entidad, o quizás por eso –ya se sabe que pervertir el lenguaje y el significado de las palabras es ahora moneda corriente– ha pasada a formar parte de un grupo mayor que –¡sí!, ¡sí!, no es broma– se denomina Banca Cívica (¡¡¡). 

El sector bancario, responsable en gran medida de este desaguisado que padecemos todos y estimulado tanto por las escasas responsabilidades que se le han exigido como por la inyección de dinero –el nuestro– con que le surte el Gobierno, no sólo no modifica sus malas prácticas sino que, por el contrario, las acentúa: ¿por qué preocuparse por el servicio que damos si, en cualquier caso, nuestro rescate está garantizado?

Hay que devolver el verdadero sentido a las palabras y empezar poner en valor nuestra condición de ciudadanos.



martes, 4 de septiembre de 2012

CHO - ¿O SERÁ CHA?- FERIANTE DE HONOR: CULTURA Y DEPENDENCIA


La reciente designación de la exconsejera de Educación y actual Vicepresidenta de la ZEC, Dña. Milagros Luis Brito, como "Cho Feriante de Honor" en la Feria de Pinolere, me ha hecho reflexionar sobre las servidumbres que conlleva depender, para subsistir, del arbitrismo de aquellos que ocupan puestos desde los que se decide la concesión o no de subvenciones dinerarias a las instituciones culturales. 

Estoy convencido de que las razones de esta designación poco tienen que ver con sus méritos como artesana y mucho con la buena disposición que habrá mostrado para el mantenimiento de la Fundación, también lo estoy de que tanto los responsables de la Feria como la premiada lo saben -aquellos ocultan las verdaderas razones y ésta se "hace la loca" y agradece la distinción (¡una más para su currículo!). En todo caso resulta penoso que sea el estado de ánimo del político de turno el factor determinante de la pervivencia o desaparición de una actividad, prestigiosa o no, y que los animadores de proyectos como el que nos ocupa se vean obligados a ejercer como actores y en cierta medida -dicho esto sin ánimo de ofensa- como "estómagos agradecidos"; pero así funciona el asunto.

Una sociedad civil desvertebrada, en la que la cultura aparece mediatizada por su dependencia del poder, está a merced de estos politiquillos de profesión que lo mismo valen para gestionar medio ambiente, educación, cultura, economía o lo que le echen. 

Para ellos ¡Lo importante es estar en la feria!, con título honorífico o no.