miércoles, 28 de enero de 2009

UNA APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DEL CINECLUB OROTAVA


LA PRIMERA ETAPA

La Orotava, en el periodo en que el Cineclub vio la luz, 1964, ofrecía pocas posibilidades de ampliar horizontes a unos jóvenes, educados en su mayoría en el Colegio Salesiano. La educación recibida, de la que ya nos hemos ocupado con anterioridad, huelga decirlo, obedecía al patrón del nacional catolicismo de la época: disciplina, represión, temor a las disolventes ideas liberales, etc. y en este Colegio todas estas pautas se llevaban hasta sus últimas consecuencias: las lecturas estaban fuertemente controladas y no se potenciaban, los espectáculos – y en concreto el cine– eran considerados como fuente de peligros (la calificación moral de las películas "del 1, del 2, del 3 y del 3R y del 4", actuaba como referente, marcaba los límites para cada edad), el pecado gravitaba, omnipresente, sobre todas las actividades cotidianas.

Al mismo tiempo, aunque de modo soterrado, aún eran perceptibles las huellas dejadas por una contienda incivil que acarreó muertes no sólo como producto de una batalla sino, lo que era más sórdido, como consecuencia de una represión que para algunos sería mortal. Una pesada losa de silencios y de odios, a duras penas contenidos, impregnaba – pese a que no fuera sencillo percibirlo– el aparentemente apacible discurrir cotidiano. Poco a poco, sin embargo, íbamos situando a ciertos personajes.

En los bares, en los centros de reunión como la Acción Católica o el Liceo, fue haciéndose posible el encuentro entre dos generaciones de jóvenes –los nacidos durante o un poco antes de la Guerra Civil y los nacidos después – que, con distintos niveles de compromiso, acabarían compartiendo experiencias de diverso tipo. A algunos les resultaba interesante Monseñor Fulton Sheen y a otros nos inquietaba Dostoyeski.

El papel que el cine jugó en la infancia y la adolescencia de muchos de nosotros aparece poéticamente sugerido en la turbadora película de Víctor Erice El espíritu de la colmena: los ojos de la pequeña Ana Torrent fascinada por las imágenes del Frankestein de James Whale son la ventana abierta a otros mundos, a otra realidad distinta de aquella –hecha de silencios– de la que hay que escapar y de la que tan difícilmente puede escaparse. El cine impidió, sin duda, en gran medida que se nos helara el alma y ayudó, en múltiples ocasiones y sobre todo en las últimas filas de la sala, a que se nos calentara el cuerpo (¡qué joven de nuestra generación –y de tantas otras– no inició sus escarceos amorosos y el descubrimiento del otro sexo en la oscuridad de las sesiones de tarde del Atlante o del Cine Orotava!). No es extraño que en él buscáramos una vía de escape: sumergirte en sus historias era borrar nuestra historia próxima.

Pese al ambiente opresivo y opresor, que antes hemos sugerido, la anulación de la personalidad de algunos individuos no fue completa y, como ya he recordado en otro lugar, a través de ciertos libros –entre los que destacaría el catolicismo social y "comprometido" de Maxence van der Mersch (Cuerpos y almas, Una esclavitud de nuestro tiempo), las heterodoxias de Giovanni Papini (Gog, El libro negro, Palabras y sangre) o las preocupaciones existenciales de Unamuno (La agonía del cristianismo, El sentimiento trágico de la vida) –, de algunos viajes al territorio peninsular y de quien sabe qué otras vías, fue calando un cierto cristianismo de nuevo cuño, más abierto, crítico y solidario y gestándose más de una disidencia. Se crearon secciones de Acción Católica que tenían extraños nombres –JIC, JEC y JOC– y fue desplegándose así un cierto pensamiento heterodoxo y contestatario.

En este clima de fuerte impregnación eclesiástica no es extraño que la crisis religiosa, la liberación del corsé católico, fuera la muestra más significativa de un cierto deshielo ideológico.

Más adelante, como también he apuntado, el descubrimiento de otros autores como Camus, Sartre, Bemanos, Henry Miller, etc. y de libros como La Peste o El extranjero, Los caminos de la libertad o La náusea, El diario de un cura rural o, más tarde, Los grandes cementerios bajo la luna y Los Trópicos –en circuitos paralelos y clandestinos– fue permitiendo la emergencia de un pensamiento más libre que conduciría a la puesta en cuestión de un sistema ya no sólo religioso sino, también, familiar y político, mentiroso y falso. La rebeldía juvenil encontró, en nuestro caso, su causa. Existía un mundo, mucho más rico y estimulante, diferente de aquél que nuestros educadores o nuestros padres nos presentaban como único mundo posible. ¡Podíamos pensar de otro modo!. Poco a poco fue haciéndose palpable la falsificación de un pasado, hasta entonces de blancos y negros, no tan lejano y que había quedado aplastado por una guerra que comenzaríamos a observar con nuevos ojos. Los viejos republicanos, volverían a encontrar, en unos jóvenes nacidos después de esa contienda fratricida, oídos receptivos a unas ideas que durante mucho tiempo habían tenido que sofocar; la búsqueda de testimonios de los vencidos pasó a ser una obsesión. Sender, Arturo Barea, Max Aub, Malraux, Miguel Hernandez, Lorca, Neruda, etc., comenzarían así a ser parte de nuestra educación sentimental. Incluso las borracheras ayudaban a desinhibimos y más de una vez acababan por desatarnos la lengua para acabar gritando vivas a la República.

En el proceso de descubrimiento de la literatura jugaría un papel importante la labor desarrollada desde la Biblioteca Pública por el que sería, durante la mayor parte de este periodo que ahora historiamos, su bibliotecario –Eulogio Domingo Méndez.

Desde el periódico AHORA, en Septiembre de 1965, se saludaba la apertura de aquella en estos términos: Esperábamos desde hace mucho tiempo que la Biblioteca, instalada en la planta baja del Palacio Municipal e inaugurada oficialmente desde hace un par de años, quedase abierta al público. Pues bien, desde hace varias semanas se encuentra en funciones todos los días hábiles de 6 a 9 de la tarde. Dicha Biblioteca es bastante notable y se piensa perfeccionarla con el tiempo.


Solo tiene el pequeño defecto de los ruidos que ocasionan los ensayos de la Agrupación Musical Orotava y las molestias que producen algunos niños al lector. No obstante estos defectos, que fácilmente se pueden subsanar, no podemos silenciar la enorme alegría que nos produce el tener a nuestro alcance una buena Biblioteca.

La Biblioteca pasaría rápidamente a convertirse en un polo de atracción cultural y por su sede pasaría gran parte de la juventud inquieta de la Orotava. Los buenos oficios del bibliotecario no solo se tradujeron en el incremento y la diversificación de los libros y revistas que poblaban los anaqueles sino que ayudaron a muchos de esos jóvenes a descubrir el placer de la lectura y el compromiso democrático. Desde este enclave se establecería un puente entre la generación que animó el Cineclub desde sus inicios –la nuestra– y aquella otra –la de Domingo Domínguez, Nicolás, Nando, Juanito el “Poyo”, Ignacio, etc.– que iba a hacerse cargo de él durante la que sería su última temporada, la 1971 - 1972.

Cualquier manifestación que se saliera de la cotidianeidad, por inocua que fuera, era vivida corno un acontecimiento importante y algunas figuras pasaron a convertirse en iconos míticos. El Che, Fidel, Lumumba, Ho Chi Mihn y, más tarde, Allende, encarnaban, al mismo tiempo, los afanes revolucionarios de unos pueblos que nos parecían heróicos y nuestros propios deseos de liberación personal; lo mejor de nosotros mismos –¡al menos eso sentíamos entonces!– se proyectaba en ellos.

La sensación de estar transgrediendo lo permitido fue empujando a algunos a refugiarse en una actividad clandestina, inofensiva, en la mayor parte de los casos, durante este periodo. Forzados por un sistema político que no soportaba manifestación alguna de crítica y de libertad y que, como todos los totalitarismos, tenía sus confidentes, sus soplones, fuimos estableciendo lazos con algunos «notorios» activistas. Nos convertimos así en presa, en motivo de ocupación. para esos confidentes que remoloneaban alrededor de los grupos, asistían asiduamente a las sesiones de Cineclub, visitaban bares y tabernas y elaboraban informes...

Ganar espacios de libertad, esa era nuestra aspiración máxima, y al tiempo expresar nuestra personalidad sofocada. Así fueron construyéndose diversas plataformas –los periódicos, el Cineclub, las asociaciones, etc.– que, por pura necesidad, crecieron en sus inicios al amparo de instituciones religiosas – las únicas que gozaban entonces de cierta autonomía al margen (¿ o al lado ?) de las que oficialmente estaban adscritas al Régimen.

El Cineclub Orotava quedó aprobado e inscrito en el Registro Oficial de Cine Club con el número 74 - Sección B; su domicilio social lo tenía en el Colegio S. Isidro Labrador regentado por la Congregación Salesiana en la calle de Nicandro González y Borges. La fecha de inscripción fue el 23 de Marzo de 1965. La Junta Directiva estaba formada por las siguientes personas: Presidente: Justo Díaz Expósito. Vicepresidente: Melchor García Hernández, Secretaria: María Luz Luís Illada, Tesorero: Eulogio Domingo Méndez García, Vocales: Juan Felipe Hernández González, Antonio Santos Cruz, Carlos Tomás Pérez Méndez (sustituido en Octubre por José Antonio Delgado Luís).

Con anterioridad a esta fecha, bajo el nombre de Cine-Forum estudio 3, se proyectaron en los Colegios de los PP. Agustinos del Puerto de la Cruz y de los PP. Salesianos de la Orotava, en sesiones de prueba, películas de varias nacionalidades con el fin de ir interesando y enterando a la afición orotavense de nuestro propósito: elevar el nivel cultural cinematográfico Las películas fueron: La silla vacía, Margarita de la noche, Aventuras de Arsenio Lupin, La evasión, Maigret en el caso de la condesa, El rebelde orgulloso, El último perro y El eclipse.

La chica con la maleta de Valerio Zurlini sería la primera cinta proyectada bajo el nombre de Cineclub Orotava aún sin legalizar. La Memoria de la primera temporada hace un recuento de los films y de las actividades realizadas: Se comenzaron las proyecciones con la película “La chica de la maleta”, continuando a lo largo de la temporada con “Retrato en negro” de Michael Gordon; “Todos a casa” de Luigi Comencini; “El empleo”, de Ermanno Olmi; “El árbol del ahorcado” de Delmer Daves; “Adiós a las armas” de Charles Vidor; el listado de 35 películas finaliza con La colina de los diablos de acero de Anthony Mann. Se reseña también lo que iba a ser marca de la actividad del Cineclub, la presentación y el coloquio: Desde el comienzo de nuestras proyecciones y antes de empezar las mismas, uno de los componentes de la Directiva hacía la presentación de la película, iniciándose al final de ésta un interesante coloquio entre los asistentes, exponiendo todos y cada uno, sus opiniones sobre la película proyectada, haciendo resaltar a lo largo de éste, los valores artísticos y cinematográficos de cada película.

El Cineclub se vio así vinculado, en su primera época, a instituciones religiosas –en los programas aparece el título “Integrado en el Colegio Salesiano” y en sus Juntas Directivas aparece la figura del Consejero religioso. Desde él se ofreció, sin embargo, por medio de las presentaciones y coloquios la posibilidad de articular un cierto debate cultural que acabaría, inevitablemente y por las limitaciones de una institución enormemente conservadora, generando roces y fricciones que iban a hacer necesaria la emancipación.

Dos anécdotas, y el hecho significativo de la desaparición en Diciembre de 1965 del título “Integrado en el Colegio Salesiano”, en los dípticos con los que se informaba de la película, pueden servir de marco de referencia.

Diciembre de 1965. La elección de la película La gata sobre el tejado de zinc de Richard Brooks, basada en una obra de Tenesse Willians (¡hay que ver lo de moda que se puso este autor en esos tiempos!) no había estado exenta de discusiones; parecía una apuesta arriesgada porque lo escabroso del tema: la homosexualidad y los deseos sexuales (¡deseos antinaturales! como escribe Juan Cobos en Film Ideal) le habían merecido ser calificada como "del 4”. Alguna representante del gremio de las "beatas", miembro además de la aristocracia de la villa y poseedora de título nobiliario, había expresado su reprobación. El asesor religioso del Cineclub objetó, además, que el encargado de la proyección, José Acosta, era menor de edad y no podía actuar como tal. El ambiente se fue cargando y enrareciendo pero, finalmente y utilizando los servicios de otro proyeccionista, la película fue programada y exhibida. La batalla dejaría heridas.

Enero de 1966. La proyección de la película Los chicos de Marco Ferreri llevó a la sesión al entonces alcalde de la Villa, D. Juan Cullen; la película, cruda, realista, mostraba una España bastante alejada de la que nos vendía la propaganda oficial y en el coloquio algunos de los que intervenían lo pusieron de manifiesto. La autoridad municipal se vio obligada a puntualizar que esas manifestaciones, fuera de lugar, eran producto de nuestro desconocimiento de las excelencias del Movimiento del 18 de Julio. Más de un brazo en alto pidiendo la palabra, desde luego sin intención alguna de hacer saludo fascista, pusieron a prueba la habilidad del moderador que, no obstante, no pudo silenciar el comentario que daría fin, entre un considerable revuelo, al coloquio: ¡Ya estamos hartos de tanto 18 de Julio!. Resulta ocioso añadir que el alcalde se interesaría posteriormente por saber quien había sido el jovencito autor de la frase de marras.

La situación devino insostenible y el Cineclub decidió volar solo, abandonando paulatinamente el recinto del Colegio pero sin conseguir, durante largo tiempo, librarse de la asesoría religiosa que, no obstante, acabó cambiando de titular (el beligerante sacerdote Ángel Martín dejó su puesto al más conciliador Manuel Porlán).

La segunda temporada 1965 - 1966, de la que no se conserva Memoria Final de Actividades, fue de transición. Desde los incidentes de La gata y Los chicos, las relaciones con la Comunidad Salesiana se hicieron más tirantes y comenzaron a alternarse las proyecciones, en el lugar habitual –el Colegio S. Isidro– y las salas comerciales de la Villa (se tomó el acuerdo de elevar a la Superioridad la necesidad de que las proyecciones se lleven a efecto en los locales, Cine Orotava y Teatro Atlante, de esta Villa, dado el defecto de aforo del que hasta ahora se ha venido utilizando); también en el seno de la Directiva se reflejó esta tensión que, simplificando, podríamos etiquetar como batalla entre continuistas y rupturistas.

Los films exhibidos a lo largo de este período se inician con Electra, de Michael Cacoyanis el 24 de Octubre de 1965. Le seguirían: Gaudí, Crónica familiar, Vencedores y vencidos, Con la muerte en los talones, La gata sobre el tejado de zinc, Noche de circo, Un gángster para un milagro, Los chicos, Noche de verano, El hombre de Alcatraz, El milagro de Ana Sullivan.

Desde el 30 de Mayo al 14 de Junio se celebran, en el Cine Orotava, los Actos de Clausura de la 2ª Temporada. Las películas: El ingenuo salvaje (Elfidio Alonso), Suspense (Presentación: Melchor Dorta, coloquio M. Porlán), Calle Mayor (Alfonso Trujillo), La corrupción (Ángel Martín), La isla desnuda (Justo Díaz) y El evangelio según S. Mateo (Leandro Medina). En Agosto, colaborando con la Sección de Estudiantes del Instituto de Estudios Hispánicos, tiene lugar una Semana de Cine Hispano-argentino proyectándose El Jefe (Nicomedes Gómez Pimentel), El espontáneo (Alfonso Trujillo), El delantero centro murió al amanecer (Justo Díaz), Los tarantos (Juan Gómez Luís-Ravelo), El hombre de la esquina rosada (Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas), La tía Tula (José M. Martínez de la Peña).

Al mismo tiempo, durante este periodo, comenzó a publicarse un periódico Hogar–Club (nombre de resonancias cristianas), nacido al amparo de grupos de inspiración católica, en el que con mayor o menor timidez –y una dosis enorme de retórica– expresábamos nuestras opiniones.

La presentación del periódico en Octubre de 1964 deja claros sus objetivos: Quisiera exponerles claramente lo que es, o lo que será el Hogar Club... El motivo de su fundación se debe, en gran parte, al contar desde un principio con el ofrecimiento estimulante de un local apropiado, donde encontramos una base sólida en la que materializar nuestra idea, que consiste en conseguir el acercamiento de los jóvenes de la Orotava. Es de mencionar que esta idea no partió exclusivamente de los jóvenes sino también de algunas personas mayores que, con su consejo y apoyo, han contribuido a que ésta sea una próxima realidad... Es fin del Club conseguir que los jóvenes de la Orotava puedan ampliar su formación, en toda la acepción de la palabra; desea también difundir en uno solo a todos los grupos en que, desgraciadamente, está dividida la juventud de esta Villa.

Tutela bienintencionada, aspiraciones interclasistas –El albañil, el carpintero, el estudiante, el comerciante, el oficinista... y todos los que componen esta comunidad, pueden ser miembros activos del Hogar y colaboradores de nuestro periódico. Nuestra misión seria unir a toda esta juventud en un afán común: más alegre y mejor formada– amparo de las instituciones eclesiásticas, juventud sana.

Cuatro números (desde Octubre de 1964 hasta Enero–Febrero de 1965) recogen parte de una experiencia interesante y dan cuenta de momentos de lo que ha sido parte de la pequeña historia de nuestro pueblo –por ejemplo, en el número de Diciembre y con el título Sucedió hace ocho meses se da cuenta de la fundación, meses antes, de La Peña del Casco.

También en él –como en el Cine Club– se producirían fricciones con una autoridad religiosa patemalista y tolerante, pero sólo hasta cierto punto. Chela y el párroco de aquel momento D. Leandro Medina protagonizarían uno de estos choques. Para un grupo más radical, animador también del Cine Club, la tutela acabó resultando intolerable. También aquí había que intentar volar solos. Un nuevo periódico, con el título AHORA, saldría a la calle en Septiembre de 1965.

LA SEGUNDA ETAPA

La pugna en el seno del Cineclub, a la que hicimos mención más arriba, se saldaría con la «victoria» de las tesis rupturitas; se impondría, pues, una reorganización de la Junta Directiva que queda constituida, en noviembre de 1966, por las siguientes personas: Presidente: Justo Díaz Expósito, Vicepresidente: Melchor García Hernández, Secretario: Juan Felipe Hernández González, Vicesecretario: José Isidro Linares Bercedo, Tesorero: Domingo Abreu Rodríguez, Vicetesorero: Melchor Dorta Hernández y Vocales: Eulogio D. Méndez, Alfonso Trujillo Rodríguez, Manuel Rodríguez Mesa, Francisco García Hernández. Consejero religioso: Manuel Porlán.

Estos cambios en la dirección y los nuevos objetivos, que habían ido madurando a lo largo de la temporada anterior, son presentados así en la Memoria de la temporada 1966 - 67: La reorganización de la Junta Directiva y el propósito de exhibir films de riguroso estreno, constituyeron los dos agentes provocadores que determinaron el nuevo giro de nuestro Cineclub. Se trataba de la adhesión de un sector más amplio de público: el adulto. El círculo, estrecho en sí, en que nos desenvolvíamos no era propicio. Resultaba anacrónico e insuficiente: los films eran de reestreno y a veces las cintas se hallaban en muy mal estado. El ambiente tampoco lo era. Las garantías que podíamos ofrecer de una buenas sesiones a ese público eran poco menos que bastardas en interés, ya que no en calidad. No obstante, ese mismo público que pretendíamos ganar, y que considerábamos acreedor de «garantías» era demasiado irregular. ¿Respondería? La narración de la que hemos entresacado estas notas refleja claramente las aficiones literarias y cinéfilas de su autor, quien, a lo largo de ella, graduaba los tiempos e introducía elementos de suspense.

El balance final resultaría, no obstante, claramente optimista y así concluía la Memoria: Queda así cerrada una nueva etapa muy significativa y que se caracterizó por su singular ambición y la consecución de lo propuesto. Se abría un nuevo periodo que duraría 6 años y se clausuraba otro que merecía el siguiente, y quizás muy duro, juicio: Un año éste muy importante para nuestro Cineclub. Viene a significar algo así como "un reconocimiento oficial" de su mayoría de edad. Acabó con una serie de limitaciones, a todas luces perjudiciales para la continuidad del mismo. Limitaciones estas que marcaron, con un sello bien definido, las dos primeras etapas que, si bien podemos considerarlas como experimentales, una tercera en idénticas condiciones hubiera supuesto una estocada mortal para el mismo. El salto, revolucionario en sí, implicaba una serie de riesgos en los que campeaba, claro está, el económico. Sin embargo, el anquilosamiento de nuestro Cineclub había llegado a un punto en que se hacía necesaria la ruptura radical y absoluta de unos supuestos asfixiantes. Esta ruptura fue decisiva y se produjo sin muchas dificultades, aunque sí con pequeñas incidencias.

En la Memoria se apunta también la posibilidad de una muy pronta federación, máximo objetivo, hasta esa fecha, inalcanzado. Los films proyectados durante la temporada fueron: La tradicional La piel suave, París, bajos fondos, La mosca, Los honores de la guerra, El crepúsculo de los dioses, El maquinista de la General, Judex, La mano en la trampa, Llueve sobre nuestro amor, El escándalo Rosemarie, Tiempo de amor. Semana de cierre contó con los siguientes títulos: El momento de la verdad, La clave del enigma, Lemmy contra Alphaville, Relato íntimo, Mayor Dundee y Teresa Raquin.

Ya estaba claro que la cultura no era inocente y que su posesión liberaba (¡al menos eso creíamos entonces!). Había, pues, que importar, desde donde fuera posible, nuevo material, conseguir películas a las que no se tenía acceso en los circuitos comerciales. Asociarse a la Federación Nacional de Cineclub se convirtió en un objetivo que, por problemas económicos, tuvo que posponerse una y otra vez. La política explícita –la implícita siempre había estado presente– formaba ya parte de nuestras preocupaciones y el espectro ideológico de los que trabajaban en el Cineclub, dentro y fuera de la Directiva, era amplio –desde liberales tibios hasta filocomunistas–, lo suficientemente amplio como para que se midieran los pasos y unos atemperaran mientras otros empujaban para ir más lejos (resulta curioso constatar que, más tarde, cuando se intentó montar aquella utopía de gabinetes municipales en la sombra, auspiciados por la Junta Democrática, volviéramos a encontramos –¡esta vez sí! – como conspiradores, muchos de los que entonces preparábamos las sesiones del Cineclub o escribíamos en el nuevo periódico que con el nombre de AHORA acompañaba a nuestra actividad cinéfila). Por aquel entonces ya habíamos comenzado a leer a Marx, a Engels y a otros popes y epígonos; el marxismo había irrumpido en nuestras vidas y los textos de El manifiesto comunista o de Los orígenes de la familia la propiedad privada y el estado, entre otros muchos, nos habían procurado todo un nuevo conjunto de “verdades evidentes” que ejercerían una influencia marcada en las opciones vitales de algunos de nosotros.

Los inicios de la temporada 1967 - 68 ven, tras un largo forcejeo, la dimisión de su primer Presidente Justo Díaz Expósito. En su carta de despedida señala: Justo Díaz Expósito, tiene el honor de comunicar a la actual Directiva del Cine Club Orotava que a partir del día de la fecha - 26 de noviembre de 1967 -, dimite como directivo de dicha Asociación Cultural, de la que desde el primer momento fue su Presidente y sin cuya iniciativa personal los aficionados al Cine no contarían hoy con ESTE Cine Club.

Se hace cargo de la Presidencia el entonces Vicepresidente Eulogio Domingo Méndez – sin duda el principal animador de esta entidad hasta el año de su clausura en 1972 – y se reorganiza la Junta que, en 1968, queda compuesta por: Presidente: Eulogio D. Méndez, Vicepresidente: Francisco Miranda, Secretario: Juan Antonio Pérez Méndez, Vicesecretaria: Milagros Sánchez, Tesorero: Domingo Abreu, Vicetesorero: Melchor Dorta, Vocales: José Hilario Fernández, Quirina Miranda, Alfonso Trujillo, Francisco García Consejero Religioso: Manuel Porlán.

El Cineclub Orotava viviría, con altibajos, una etapa de gran actividad cultural y política –¡hasta donde era posible! – acentuando su carácter de foro de discusión y debate al que se desplazaban y en el que intervenían gentes de toda la isla.

No se conserva la Memoria de la temporada 1967 - 68, pero sí es posible reseñar la mayor parte de los títulos que se proyectaron. El infierno del odio de Akira Kurosaw la inicia y a este film le siguen: Campanadas a media noche, El buen amor, Los olvidados, La niña de luto, Amador, Ciudadano Kane, El espontáneo, La noche, Sibila, El barón fantástico, ¡Qué noche la de aquél día y Help. Clausura la temporada la 4ª Semana con las películas Eva (José H. Chela), Fahrenheit 452 (Alberto Omar), Nueve cartas a Berta (Fernando H Guzmán), En el umbral de la vida (Julio S. Pellicer), Romeo y Julieta (Enrique Romeu Palazuelos), Una historia de amor (Tomás E. Quintero).

Los problemas económicos, sin embargo, amenazan con asfixiar a la entidad y el gran objetivo que se apuntaba a finales de la temporada 66 - 67 –la federación– debe posponerse otra vez.

Los sufridos directivos y colaboradores del Cineclub se enfrentaban a múltiples problemas que tenían que ver, básicamente, con la elección del material y los intereses de los exhibidores –de racanería extrema en el caso de los Herreros y de apoyo en el de D. César García–, con las trabas burocráticas que acompañaban a cualquier proyección y con los agudos problemas de financiación.

La burocracia no era casual, obedecía, como en tantas otras instancias del Régimen, a una política de control. Así, el artículo 7 del reglamento de fecha 4 de Julio de 1963, establecía que los Cine club debían elevar a la Dirección General de Cinematografía y Teatro al iniciarse cada curso, un avance de las actividades previstas, así como ejemplares de sus programas y publicaciones, todo lo cual habrá de realizara través de la Delegación Provincial de Información y Turismo.

El Delegado recordaba, de vez en cuando, la necesidad de disponer de las solicitudes con mayor antelación y así, el 8 de abril de 1967, remarcaba: Recibido el escrito de fecha 5 de los corrientes, por el que pide autorización para la proyección del film «TIEMPO DE AMOR», el día 9, y sin que haya tiempo para conceder la oportuna autorización que se solicita, debe, para casos firme, tener en cuenta lo siguiente.' Las solicitudes de este género, teniendo en cuenta demoras lógicas de comunicaciones, 'deben formularse con mayor antelación, ya que ésta, fechada en 5 de abril, ha tenido entrada en este registro el día 8, es decir sin tiempo material para conocerla, contestarla y comunicar la contestación, Los programas o folletos anunciadores han de presentarse en número de 6 eiemplares personalmente. Ya que el presentador ha de firmar en los mismos el sello correspondiente con la hora de presentación. Le ruego tome nota de ello para lo sucesivo. Como se ve la maraña burocrática era impresionante y todo este cúmulo de permisos, notificaciones, etc., acabaría utilizándose por la Administración para dificultar el trabajo de un grupo que desarrollaba una actividad políticamente incómoda.

A las dificultades anteriores se añadían las derivadas de los problemas de financiación que aquejaron al Cineclub desde sus comienzos –problemas que también acabarían dando al traste con las actividades periodísticas ya reseñadas: Hogar - Club y Ahora.

Los ingresos del Cineclub provenían de las cuotas que los socios regularmente, o mejor irregularmente, abonaban. La cuantía de cada cuota – que daba derecho a dos sesiones – era de 30 pesetas hasta la temporada 1968 - 69 y de 40 pesetas a partir de la siguiente. Las semanas de cine, encuadradas dentro de las actividades programadas en las Fiestas Patronales, tenían la cobertura del Ayuntamiento de la Orotava y alguna de las programadas en el Puerto de la Cruz, la del Instituto de Estudios Hispánicos –resulta curioso constatar que estas semanas organizadas en el Puerto pretendían atraer no sólo a los vecinos autóctonos sino también a los extranjeros y a los turistas. En cierta forma constituirían un precedente de lo que luego pasarían a ser, mucho más tarde, los Festivales de Cine Internacional, luego convertidos en Ecológicos.

En un escrito de Octubre de 1969 en el que se solicita ayuda económica al Ayuntamiento puede leerse: Con motivo de hallarse próxima la reapertura de la temporada 1969 - 70, este Cineclub ha venido realizando últimamente una serie de gestiones encaminadas todas ellas a la consecución de unos fines, cuya importancia apreciaríamos en su justo valor si lo relacionáramos con la supervivencia misma de la entidad, en peligro ya desde la temporada pasada, como consecuencia de la crisis económica que siempre padeció este cineclub año tras año, hasta constituirse en crónica, y que se acentuó de forma alarmante desde el momento en que las circunstancias que rodearon el ejercicio de la temporada 1968-69 crearon una situación, en grado sumo, critica, estando a punto de arruinar toda una labor que por sus características mereciera calificarse de titánica. Que dichas gestiones dieron como resultado la agravación de la situación ya indicada en el párrafo anterior, como se verá en el recuadro que a continuación adelantamos, con el fin de dar una visión exacta de la serie de condicionamientos y limitaciones que cercan a este Cine club coaccionando sus infinitas posibilidades.


Estando obligados a proyectar dos sesiones mensuales, los gastos ascenderían a 10.000 a los que habría que añadir los derivados de la propaganda y otros varios por valor de 500 que hacen un TOTAL de 10.500. De todo ello resulta un déficit mensual de 4.500 ptas.

Resulta llamativo constatar la habilidad con que se practicaba una especie de “entrismo”, en la mejor tradición del trotskismo, en las actividades que auspiciaba el propio Sistema y se solicitaba ser subvencionado por el propio organismo al que se intentaba combatir.

Esta situación no se sostendría y ya en la temporada 1969 - 70, con ese lenguaje ambiguo, críptico casi, al que nos tiene acostumbrados el cronista del Cineclub, se dice: Solo nos queda dejar constancia de las frustradas gestiones realizadas con objeto de celebrar un ciclo de cine internacional, como remate y cierre de temporada. Una serie de obstáculos impidieron llevar a buen fin dichas gestiones. Esperemos que puedan ser salvados la próxima temporada.

Estas semanas de cierre de temporada quedarían definitivamente canceladas pese a los reiterados intentos de las Juntas Directivas. A las reticencias del Ayuntamiento se sumaban las objeciones que, desde el punto de vista de la rentabilidad económica, planteaban los propietarios de la sala de exhibición.

Durante la temporada 1968 – 69 el Cineclub aparece estancado y ello se refleja a en la Memoria del año: Muy poco puede decirse de esta temporada que nada supuso para el progreso y desarrollo de la entidad, y sí un lamentable retroceso, todo ello debido a la serie de dificultades Y obstáculos que surgen como consecuencia de la existencia de problemas de tipo económico, mal que caracterizara ya desde el principio de temporada a la organización y que hizo posible que ésta marchara a trompicones en todo momento, llegando a su final poco menos que sin resuello.

La programación regular incluyó: El criminal, La historia que nunca ocurrió, Proceso en Venecia, La ladrona y Las aventuras de Max Linder. El cronista no duda en señalar que la temporada ha estado llena de incidencias, de excelentes ideas de tipo experimental abortadas, de una frialdad sobrecogedora por parte del socio, de irregulares sesiones, y todo ello envuelto con el ropaje del grave problema económico...

El tantas veces pospuesto objetivo de conseguir la incorporación en la Federación Nacional de Cineclub, apuntado aquí al final de esta Memoria, acabaría alcanzándose, al fin, en Noviembre de 1969. El entonces Presidente, Eulogio Méndez, escribe en carta remitida a la Federación el día 3 de ese mes: Siendo el deseo de este Cineclub inscribirse en esa Federación, adjunto documentación requerida para tal fin. Este Cine club se compromete al cumplimiento de todas aquellas condiciones necesarias para su inscripción en esa Federación. Se inicia la temporada 1969 - 70 con la película de Bergman Un verano con Mónica y a ella siguen Fieras humanas, Harakiri, Faraón, Al final de la escapada, –que generaría una polémica muy viva–, Cumbite y Ciclón –que serían las primeras cintas suministradas por la Federación y cuya proyección se vio acompañada de un extraordinario éxito–, Belarmino, Las estaciones de nuestro amor, El poder del oro, Tres cuentos colombianos, El hombre no es un pájaro y Eroika.

El balance, no obstante, no resultó excesivamente satisfactorio desde el punto de vista económico porque con fecha 1 de Junio de 1970 se remite carta a la Federación en estos términos: Terminada la temporada 1969 - 70, este Cineclub se ve en la necesidad, a causa de un cierre extremadamente deficitario, de solicitar de la Federación Nacional de Cineclub la BAJA TEMPORAL del mismo.

Una vez abonadas todas nuestras deudas para con Vds. (gastos Agencia de Aduanas), y en vísperas de la reapertura de temporada 70 - 71, se solicitará de Vds. el ALTA de este Cine club, cuya existencia, tan precaria, se halla limitada por una serie de condicionamientos en justa relación con el carácter particular de nuestra población cineclubista.

La importación de películas desde la Federación de Cineclub atrajo a las sesiones a gran cantidad de jóvenes universitarios de La Laguna y Santa Cruz. Sin embargo, el ahora denominado coste insular resultaría muy gravoso para las finanzas de una entidad que sobrevivía gracias al entusiasmo y tesón de un grupo reducido de personas, al que una complicada maraña administrativa y dificultades de todo tipo acababan desesperando.

La temporada 1970 - 71 es vivida agónicamente por los que hasta entonces habían conseguido mantener en pie, pese a las dificultades, la actividad cineclubista. El círculo se va estrechando y, con la perspectiva que procura el escribir conociendo lo sucedido, podemos situar en su auténtico contexto la información que solicita el entonces titular de la Delegación Provincial de Información y Turismo, Manuel Delgado Aranda. E18 de Febrero de 1971 escribe: Le reitero el contenido del oficio Nº 95 de fecha 11 de Enero, por el que se le solicitaba, a la mayor brevedad posible, y con el fin de actualizar datos, lo siguiente: 1º Nombres de la actual Junta Directiva del Cineclub 2º Número de socios inscritos 3º Cuota a satisfacer por parte de los mismos 4º Cuantos datos considere interesante destacar.

El Presidente, Eulogio Méndez, en respuesta a dicho escrito, remite los datos solicitados y presenta la situación del Cineclub de modo descarnado: 1º JUNTA DIRECTIVA. Presidente: Eulogio D. Méndez García, Vicepresidente: Francisco Miranda Oliva. Secretario: Olegario Negrín Fajardo, Vicesecretaria: Emma Rosa Hernández Díaz. Tesorero: Domingo Abreu Rodríguez (sustituido por Isidro Álvarez Correa), Vicetesorera: María Gloria González Delgado, Vocales: José H Fernández Pérez, Juan A. Pérez Díaz. Isabel Oliva Cruz, Ángel Díaz García.


Cabe destacar lo siguiente: ¿posible obtención de UNA SUBVENCIÓN ANUAL FIJA de algún organismo? Este Cineclub que sólo de sus socios (un número fluctuante) vive, ha estado a punto de desaparecer en más de una ocasión. En estos momentos la situación es poco menos que desesperada. Sin local de proyección tenemos que alquilar uno. Esto en unión al acarreo y unas pólizas de Aduana por cada película contratada a la Federación Nacional de Cineclub, encarece notablemente las sesiones.

El resultado de este intercambio no es otro que el progresivo endurecimiento de las trabas administrativas para la exhibición de películas.

19 de Febrero de 1971: En relación con las sesiones de proyección de películas que se vienen proyectando por ese Cineclub, le recuerdo la necesidad de que dichas solicitudes de permiso de exhibición, cuando se trata de películas que no han sido proyectadas por ningún local cinematográfico de esta Provincia, deberán venir acompañadas de la correspondiente hoja de exhibición.

13 de Marzo de 1971: En relación con su escrito de fecha 10 de Marzo, esta Delegación no ve inconveniente alguno en conceder a ese Cineclub permiso para exhibir la película que menciona: siempre y cuando dicha película posea autorización genérica de exhibición a que alude el art. 40 de la Orden de 11 de Marzo de 1957 y no esté caducada la licencia de exhibición para la misma cuando se trate de películas extranjeras.


Por tanto, junto con la solicitud de permiso de exhibición de la película a proyectar deberán acompañar declaración jurada de que dicho film posee la autorización genérica antes mencionada, así como de que la licencia de exhibición está en vigor, ya que cuando se trata de películas extranjeras caduca a los seis años, salvo prórroga expresa.


Sin lo expresado, no será otorgado el permiso de exhibición que incumbe a esta Delegación conceder. A la vista de las circulares que dicho Cineclub emite, se echa de menos el pie de imprenta a que alude el art. 11 de la vigente Ley de Prensa e Imprenta. Efectivamente es reglamentario que se presente con antelación suficiente a la Delegación Provincial de Información y Turismo la Licencia de cada película. Sin embargo, dadas las características de las sesiones de los cineclubes, habitualmente los Delegados transigen, según determinadas condiciones. Hay soluciones para todos los gustos. Por ejemplo, unos solicitan se les presente la Licencia en cuanto la recibe el Cineclub con la película o al día siguiente, con lo que les autoriza «sub conditione»; otros se conforman con una declaración jurada; otros piden la presentación de fotocopia de las Licencias.

El Cineclub consigue sortear estas dificultades y la actividad continúa, pero la suerte está echada.

La Memoria de 1970-71, a diferencia de las anteriores, parece reflejar el cansancio de nuestro cronista que, en una escueta exposición, da cuenta de la actividad desarrollada: Gestiones llevadas a cabo en esta temporada con objeto de contribuir al progresivo desarrollo de la entidad, lo constituyeron sin duda alguna las solicitudes formuladas a dos organismos bien definidos.

La primera de ellas dirigida a la Federación, con el objeto de reanudar un contacto perdido como consecuencia de la BAJA TEMPORAL forzosamente solicitada con anterioridad. La segunda, a la Dirección General de Cultura y Espectáculos, con el fin de que este organismo resolviese la crisis económica que abatiera a esta entidad próxima al cierre de sus actividades. La reseña de las películas proyectadas, Senso, Pierrot el loco –cuya aceptación muy entusiasta provocaría un animado coloquio–, Edipo Rey, Ascensor para el cadalso, Stress es tres, tres, El barco de los locos, Iluminación íntima, Viva la República –la propaganda de esta cinta generó algunos problemas con la autoridad gubernativa porque se hizo en dos fases: en la primera se utilizó profusamente un cartel en el que solo aparecía el título (¡la Orotava se llenó así de vivas a la República!) y en la segunda se añadió la información que dejaba claro que solo se trataba de una película–, Dante no es únicamente severo, Acteón, Cuatro de la madrugada, Cortos cubanos, termina con la expresión de un deseo: Como en la anterior temporada, fracasaron las gestiones realizadas con vistas a la organización de un ciclo de cine. Solo nos queda esperar que en la próxima temporada 1971 - 72, como cierre de la misma, haya más suerte y podamos, igual que años atrás, rematarla con unos actos que contribuyan a interesar, a una mayoría más amplia, en nuestras manifestaciones culturales.

La documentación disponible muestra que a lo largo de la temporada se intentó importar desde la Federación un paquete de películas que incluía: El ángel azul, El muchacho del pelo verde, El joven Törless, Dios y el diablo en la tierra del sol, Un pugni in tasca, Sábado noche domingo mañana, Hiroshima mon amour, Kanal, etc., o conseguir a través de los distribuidores films como: Mamma Roma, Ocho y medio, Accidente, La busca, etc., sin que, por diversas razones fuera factible conseguirlo.

También a lo largo de la temporada se introdujo como novedad el encuestar a los socios después de cada sesión a fin de pulsar el grado de aceptación de la película y, como recoge un artículo de José H. Chela publicado el Jueves 8 de abril de 1971 en LA TARDE, la encuesta es un intento de que el socio dé su parecer al menos por escrito, ya que no lo hace en el coloquio. Los resultados de esta exploración se publicaban en las Circulares que, editadas a multicopista por falta de recursos económicos, informaban sobre el contexto y las características de película a visionar y permitían, además, reflexionar sobre la marcha del Cineclub. A lo largo de ellas es perceptible, tanto el uso del film comentado como medio para suministrar información política, como la creciente preocupación del equipo que anima el Cineclub por la falta de dinamismo de los coloquios que no consiguen generalizarse: El asunto de esta editorial es bien espinoso. Abordar el punto más vulnerable y, a un tiempo, el más importante de nuestro tinglado cineclubista, es exponerse a servir de blanco a las iras no sólo de sus detractores sino también de sus partidarios. No obstante, valga la pena el riesgo.

Las apelaciones a la participación no parecen haber surtido efecto porque en el ya citado artículo de Chela se lee: Desde la primera sesión, hasta hoy, cada película ha sido precedida de una presentación y seguida de un coloquio. Coloquio que, todo hay que decirlo, se transforma, la mayoría de las veces, en un nuevo monólogo del presentador, ya que, incomprensiblemente, los socios se abstienen de opinar y quedan satisfechos permaneciendo absolutamente mudos.

Finalmente, en Septiembre de 1971, el Secretario Juan Antonio Pérez Méndez certifica: Que obra en su poder escritos de fecha 31 de Mayo, 14 de Junio y 31 de Junio de 1971, en los que los Sres. que integran la Junta Directiva de esta Asociación Cultural presentan su dimisión alegando cada cual incompatibilidades bien de tipo profesional, bien de tipo estudiantil (ausencias).

Por tal motivo se acordó convocar Junta Extraordinaria, a fin de reestructurar dicha Directiva. Se produce así a la renovación de la Directiva del Cineclub que pasa a manos de una generación más joven y más politizada – algunos de cuyos miembros ya habían estado colaborando con la Directiva saliente. Su composición es más homogénea y su actitud más abiertamente militante. Presidente: Antonio Delgado Arbelo, Vicepresidente: Domingo Domínguez Luis, Secretaria: Emma Rosa Hernández, Vicesecretaria: Carmen Ortiz Martín, Tesorero: Jesús Escobar (por su incorporación al servicio militar ejercería sus funciones José Delgado Albelo), Vicetesorero: Nicolás González Lemus, Vocales: Abel Jesús Hernández Belza, Francisco J. Rodríguez-Franco, Jesús Oliva Cruz, Modesto Linares Núñez.

La primera circular que editan recoge sus propósitos: Este año estrenamos directiva. Esperemos que pueda funcionar tal como durante largos años la cesante y servirmos, como aquella, lo mejor de la cinematografía mundial. Aplaudimos su labor callada, casi en el anonimato y le agradecemos este cineclub que hoy se renueva en manos más jóvenes e impetuosas, empeñadas en vencer toda la serie de problemas que entraña la puesta en marcha de cada una de las sesiones.

La nueva directiva INVITA a cada uno de sus socios a participar en el seno de la misma, con el propósito de hacerles partícipes de sus problemas y de su interés por el buen cine. Considera labor de todos y cada uno hacemos auto propaganda con el fin de incrementar el número de socios y abolir así el binomio cineclub - minorías, al tiempo que aumentamos la recaudación económica que tan indispensable nos resulta. INVITA a participar en los coloquios para darle a esta asociación su verdadero cariz.

El anuncio de programación para la temporada 1971 - 72 incluye parte del material que no había sido posible proyectar la temporada anterior y respeta el esquema tradicional de funcionamiento del Cineclub. Así se lee en el Programa de Actividades que envía su Presidente a la Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos: Se tiene el propósito de proyectar dos films por mes de los que a continuación se expresarán, organizándose al final de la temporada, como ha venido siendo tradicional, y como clausura de la misma, un ciclo de cine bajo el patrocinio del Exmo. Ayuntamiento de esta Villa y como número cultural de sus fiestas patronales. Films a proyectar: El chico del pelo verde, Kanal, Los comulgantes, Los amores de una rubia –publicitada utilizando como señuelo la imagen ligera de ropas de su protagonista– Dios y el diablo en la tierra del sol, Dos vidas, Hiroshima mon amour – que por problemas de aduana no llegaría a proyectarse–, Los mártires del amor, Una muchacha sin historia, La vuelta del hijo pródigo, Sobre la fiesta y los invitados, La soledad del corredor de fondo.

La nueva Junta emprende una decidida política de captación de socios y de ampliación del radio de acción de influencia del Cineclub, apoyándose en un avance de programación que resulta sugestiva y sugerente. A lo largo de la temporada, sin embargo, se produce más de un desencuentro con la Federación Nacional de Cineclubs.

El primero de ellos tiene como argumento la pretensión del Cineclub Náutico de proyectar la película –ciertamente apetecible desde todo punto de vista y en particular del recaudatorio– Los amores de una rubia. El presidente del Cineclub Orotava, ante la carta recibida de la Federación y redactada en estos términos: Hemos recibido escrito del Cineclub Náutico de Tenerife, quejándose de la falta de colaboración de ese Cine club con ocasión de una proyectada sesión con la película Los amores de una rubia, que Uds. Tenían ya contratada. Lamentamos tener que dar la razón al referido cineclub, por cuanto la proyección de la película unos días antes, en nada les perjudicaba a Uds., se ve obligado a aclarar, con el asesoramiento evidente de su predecesor en el cargo, lo que sigue: Este cineclub desconocía la posibilidad legal de que otro cineclub situado en un radio de acción relativamente pequeño, pudiera proyectar las mismas películas contratadas por aquél. Caso de haberlo sabido nosotros hubiésemos aprovechado dicha posibilidad legal en temporadas pasadas, cuando el cineclub Náutico aún funcionaba regularmente y cineclub Orotava solicitó su colaboración: colaboración que nos fue negada aduciendo que federarnos supondría una serie de complicaciones, cosa que atrasó nuestra idea de una rápida federación. Nuestro propósito, por aquel entonces – y con tal motivo nos desplazamos en diversas ocasiones para mantener diversas entrevistas con directivos del cineclub de Santa Cruz – era programar ambas sociedades los mismos films, con el fin de que el acarreo y otros gastos nos resultaran menos onerosos. Las gestiones, como arriba indicamos, supusieron un fracaso.

Este cineclub, haciendo caso omiso de las advertencias del Náutico, se federó y ha venido desarrollando una labor que se ha traducido en una captación masiva de socios procedentes de La Laguna (ciudad universitaria) y santa Cruz. Esta captación ha sido posible debido no solo a la programación de films de interés, sino, sobre todo y ante todo, de la importancia que se le concede a la presentación y al coloquio, actividad esta Última de la que siempre careció cineclub Náutico y que cineclub Orotava ha sabido convertir en una fuente de sugerencias, de participación viva y comunicación entre los socios.

Al recibir la carta del cineclub Náutico no pudimos menos que sentir una profunda extrañeza ante el hecho, bastante insólito, de que un cineclub que lleva dos temporadas aproximadamente sin realizar sesiones, mostrase un súbito interés por una determinada película. Por este motivo enviamos carta a su directiva con el fin de averiguar si la sesión de "Los amores de una rubia" iba a significar el comienzo de una nueva etapa de labor continuada por su parte, y la posibilidad de una colaboración estrecha en lo sucesivo entre ambos cine clubs, como ya pretendimos una vez.


Dicha nuestra carta no fue contestada y, en su lugar, recibimos la suya que nos ha llenado de asombro, ya que no creemos pueda acusársenos de falta de colaboración sino, más bien, todo lo contrario. El escrito concluía: En lo referente a una colaboración futura entre cineclub Náutico y Orotava, si efectivamente aquel cineclub tiene intenciones de reanudar normalmente sus actividades, no hay objeción por nuestra parte ni nunca la ha habido, siempre y cuando se trate de una labor que tienda a hacer realidad los propósitos propios de un cine club y no de caprichos esporádicos.

La Federación contesta agradeciendo las explicaciones y reconociendo que queda patente una buena disposición por parte de ustedes a fin de lograr una colaboración y se despide aceptando que si tal colaboración no se consigue, pese a sus buenos oficios, trataríamos de respetar un margen de 10 días que es recomendable entre una y otra proyección.

El segundo tiene que ver, por un lado con problemas derivados del estado en que es devuelta a la Federación la película Dios y el diablo en la tierra del Sol y por otro los que surgen de la imposibilidad de proyectar la película Hiroshima mon amour por dificultades con la Aduana de Barajas.

El tercero, y probablemente el que más pesaría en el ánimo de los directivos del Cineclub Orotava, se produce como consecuencia de la orden de cierre del Cineclub.

El día 11 de Marzo de 1972 la Delegación Provincial notifica: Visto su escrito de fecha 8 de Marzo, presentado en esta Delegación el 10 del actual, por el que comunica que el próximo día 12 de los corrientes ese Cineclub desea proyectar en el Cine Orotava el film de E. Schorm LA VUELTA DEL HIJO PRÓDIGO esta Delegación Provincial no autoriza la proyección del citado film por no cumplir ese cine club con los trámites legales previstos en la Orden de 11 de marzo de 1957.

Llevaba a la práctica lo que le ordenaban desde instancias superiores: En cumplimiento de lo dispuesto por la Superioridad, comunícale haberse recibido en esta Delegación Provincial escrito Nº 187, de 21 de marzo último, de la Subdirección de Cinematografía de la Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos, en el que con relación a las actuaciones practicadas y diligencias instruidas gubernativamente para comprobar actividades ilegales de carácter político de diversos miembros de la Junta Directiva del Cineclub del Valle de la Orotava, se dice lo siguiente: [...] Visto el expediente citado, teniendo en cuenta que las actividades de los señores Antonio Delgado Arbelo, Francisco J. Rodríguez Franco, Nicolás González Lemus, Emma Rosa Hernández, Carmen Ortiz, Juan Manuel Pérez Hernández, constituye una vulneración de las disposiciones legales que regulan el Orden público en España.

Entre los acusados de actividades subversivas aparece Juan Manuel Pérez Hernández –Juanito el Poyo– quien, más tarde, iba a ser condenado por terrorismo como miembro activo del fanatizado Grapo y como coautor del atentado de la cafetería California en Madrid –¡esta es, sin embargo, otra historia!

El escrito gubernativo continuaba en los términos que siguen: Constituyendo, por otra parte, la actividad de este Cineclub un quebrantamiento del Reglamento que rige las actividades de estas Entidades Culturales ya que queda demostrado que funcionaba en régimen de taquilla abierta en lugar de limitarse a la recaudación de las cuotas de sus socios: Esta Dirección General ha dispuesto la cancelación de la inscripción del Cineclub del Valle de la Orotava en el Registro Oficial de Cineclubs. Esta decisión supone la clausura inmediata del Cine club y la prohibición definitiva de todas sus actividades.

La represión policíaca –cuya responsabilidad última, aunque intuida, no quedó nunca suficientemente aclarada– generó una psicosis de persecución que a los mayores pareció retrotraerlos a otra época de infausto recuerdo y a algunos jóvenes, entre ellos a miembros de la directiva del Cineclub, llevó a comisaría. Siniestros personajes, miembros de la Brigada Politíco Social, dejaban sentir su presencia en el pueblo, parejas de la Guardia Civil pasaban a realizar visitas aparentemente "inocentes". Se hablaba en voz más baja de lo habitual, se evitaba hacer llamadas telefónicas o se utilizaba un lenguaje críptico y numerosos papeles y libros –a veces inocuos– acabaron siendo pasto de las llamas. Con un extraño celo, individuos que probablemente no habían sentido ninguna atracción por los libros comenzaron a mostrar un interés inusitado por los ejemplares que podían encontrarse en la Biblioteca Municipal de la que, poco después, sería expulsado su bibliotecario.

El sistema represor mostraba, ahora de un modo más explícito, su verdadera faz y golpeaba al sentirse amenazado.

La Directiva del Cineclub, no obstante, decide presentar batalla y en sesión celebrada el 15 de abril de 1972 considera que la resolución dictada por la Subdirección de Cinematografía, de la Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos, no se ajusta a las normas legales de aplicación, por lo que por unanimidad, acordó interponer los recursos legales correspondientes.

En el escrito de recurso recuerda a la autoridad ministerial las causas legales, establecidas en la Orden del 4 de julio de 1963, por las que se podía abrir expediente sancionador a un Cineclub: a) no haber cumplido los fines legales para los que fueron autorizados; b) permanecer inactivos, sin causas justificadas, durante un curso; c) no poseer el número de socios prescrito en el apartado primero del artículo segundo del Reglamento, salvo dispensas de la Dirección General; d) haber incumplido reiteradamente lo dispuesto sobre la edad de los socios, inscripción y cotización de los mismos; e) haber incumplido reiteradamente los compromisos contraídos con la Filmoteca Nacional o con los organismos oficiales, personas o entidades particulares que les suministren material.

En segundo lugar, recurre el expediente sancionador por estar viciado de falta de competencia en la medida en que el Ministerio de Información y Turismo sólo podía aplicar la clausura del cineclub por seis meses pero de ningún modo la clausura definitiva, según se recoge en el artículo primero de la Ley 46/1967 de 22 de julio.

En tercer lugar se rechazaba el argumento de las supuestas actividades subversivas de varios miembros de la Junta Directiva por entender que aquellos, aunque habían sido «molestados» por las Fuerzas del Orden Público, no habían sido procesados por Orden Judicial e, incluso, alguno de los imputados ni siquiera pertenecía a la Junta Directiva del Cineclub.

El 6 de agosto del mismo año, el Ministerio de Información y Turismo atiende las alegaciones y resuelve: Estimar el recuso de alzada interpuesto por D. Antonio Delgado Arbelo contra resolución de la Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos de fecha 17 de marzo de 1972, la cual se anula por la presente, ordenando la retroacción de actuaciones al momento procesal inmediato a la recepción de la denuncia del Exmo. Sr. Gobernador Civil de Tenerife.

Esta victoria ante los Tribunales, pese a su importancia, resulta sin embargo pírrica, porque las Autoridades Gubernativas Insulares están decididas a acabar con el Cineclub y exigen, para permitir su reapertura, la dimisión de la directiva y la elección de una nueva en la que no figure ninguno de los implicados.

Los tiempos no permitían demasiado margen y, así, pese a la resolución absolutoria hay que “timonear” para mantener viva la plataforma del Cineclub. Se decide maquillar la directiva y el 13 de enero de 1973 en Junta General Extraordinaria se elige un nuevo equipo del que forman parte: Presidente: Isabelino Martín Pérez. Vicepresidente: Jaime Hernández González. Secretaria: Milagros Sánchez García. Vicesecretario: Fernando Estévez González. Tesorero: Ignacio Rodríguez Marrero. Vicetesorera: Rosario García Torrens. Vocales: Juana Huguet Chamorro, Milagrosa García Torrens, Julio Sánchez Pellicer, Matilde Pérez García.

El 28 de ese mismo mes se reanuda la actividad del Cineclub Orotava con la proyección de la película Freud de John Huston. Nada volvería, sin embargo, a ser igual.

Las condiciones de supervivencia eran ya escasas y el 2 de enero de 1974 el Cineclub Orotava comunica a sus socios y a la Federación Nacional de Cineclubs el cierre de su actividad. Se clausuraba así una etapa rica en experiencias vitales para todos los que participamos en ella.

jueves, 22 de enero de 2009

CULTURA Y CRISIS

CULTURA Y CRISIS



Ciertos acontecimientos recientes, puestos descarnadamente de manifiesto con la crisis económica que se nos ha venido encima, muestran la fragilidad y vulnerabilidad de la “industria cultural”.

Multitud de organizaciones dedicadas a la difusión o a la creación de la cultura han visto reducidas drásticamente sus ayudas o, incluso, anuladas: su actividad está, pues, seriamente amenazada.

Los criterios utilizados por las instituciones oficiales – Gobierno, Cabildos o Ayuntamientos – para esa reducción o anulación son, por graciables, al igual que sucedió también al concederlas, oscuras, subjetivas y opacas.

Se pone, así, de manifiesto no sólo que ese monopolio que el Estado ha adquirido como garante y apoyo a la actividad cultural es esencialmente perverso, por el control y subsiguiente sumisión que comporta, sino que se entienden, también, con claridad las razones que dificultan el mecenazgo y la participación más activa de empresas y particulares en el ámbito de la cultura: diversificar los apoyos impide su manipulación.

"EL AGUIJÓN" cumple años

PRESENTACIÓN



De vez en cuando, rebuscando en viejas carpetas (¡Dios mío, cuánto polvo se acumula en los anaqueles de las librerías!), asoma un retazo de la propia vida: cartas de amigos ya semiolvidados pero que, entonces, parecían imprescindibles, declaraciones radicales, notas para una novela nunca escrita, poemas de un amor absoluto que hoy sólo nos merecen una sonrisa, etc.

Apresados por el pasado sentimos un cierto regusto amargo en la boca y una punzante opresión en la frente como si, atropelladamente, todo el viejo cúmulo de posibilidades que nunca se concretaron, reclamara su materialización.

En ciertas ocasiones, sin embargo, esa Caja de Pandora nos sorprende agradablemente arrojándonos, sin esperarlo, un objeto en el que nos parece reconocer (¡incluso hoy día!) lo mejor de nosotros mismos; un objeto del que, a pesar de esa capa de cinismo y escepticismo con que los años (¡y tantas pequeñas historias!) nos han recubierto, nos sentimos especialmente orgullosos.

De esa Caja de Pandora proceden las páginas que ahora recupero: las páginas de EL AGUIJÓN: esa revista en la que aquellos que la hicimos posible pusimos tanto empeño, trabajo e ilusiones (¡vida en suma!).

Su próxima puesta en Red, ahora que se cumplen 30 años de su publicación, es, a pesar de lo que entraña de concesión a la nostalgia, una forma adecuada de rescate y de reencuentro con nuestros antiguos (¿viejos?) lectores.



EL AGUIJÓN vio la luz en Diciembre de 1978 y accedió a la oscuridad en Mayo de 1980; entre esas fechas se publicaron 11 números.

martes, 20 de enero de 2009

HISTORIA DE LA CIENCIA Y CULTURA



Es de sobra conocido el papel marginal que la ciencia juega en los relatos donde se cuenta la historia de nuestra civilización. Basta para sustanciar este hecho elegir cualquier texto con el que se enseña y aprende historia.

Y, sin embargo, si preguntáramos a un historiador si considera interesante investigar la historia de la Ciencia, probablemente su respuesta sería afirmativa. No obstante, ¿cuántos de ellos se ocupan de investigar, desde una perspectiva histórica, la ciencia que se hacía en el periodo que estudian?

Esta marginalidad de la ciencia y su historia en el mundo académico se extiende más allá de este ámbito para instalarse en el mundo de la cultura y así, en un libro de amplia difusión que lleva por título La Cultura. Todo lo que hay que saber, su autor, Dietrich Schwanitz, escribe en el capítulo V, bajo el epígrafe “Lo que no habría que saber”:

La esfera de la denominada “segunda cultura” es una esfera neutral. Este concepto procede de una controversia en materia de política cultural desencadenada en los años 1950 por el inglés C.P. Snow, físico y escritor de novelas al mismo tiempo, quien, durante el debate sobre la implantación de la escuela integrada en Inglaterra, pronunció una importante conferencia titulada “Las dos culturas”. Con esta expresión hacía referencia a la cultura humanista y literaria de la formación clásica, por una parte, y por otra a la cultura científico-natural y técnica. En su conferencia acusaba a la tradición cultural inglesa del gentleman y del amateur en general de haber dado siempre prioridad a la cultura humanista y literaria en detrimento de las ciencias naturales, con lo que habría contribuido al retraso de Gran Bretaña respecto a EEUU y Japón, países entusiastas de la tecnología. Consecuentemente, exigía que los planes de estudio de colegios y universidades prestasen mayor atención a los conocimientos técnicos y científico-naturales.

Esta conferencia, a la que se hace mención en la cita, provocó un amplio debate sobre la relación entre las dos esferas de la cultura. No obstante, la exhortación de Snow quedó prácticamente sin efecto; ciertamente hoy la escuela imparte los conocimientos propios de las ciencias naturales, que, en cierta medida, contribuyen a una mayor comprensión de la naturaleza, pero no a la comprensión de la cultura. Por eso sigue considerándose imposible que alguien no sepa quien fue Cervantes o Tiziano; en cambio, si no sabe qué dice el segundo principio de la termodinámica o qué relación existe entre el electromagnetismo y la óptica, o qué es un quark, nadie llegará a la conclusión de que está ante una persona inculta.

Por más lamentable que pueda parecernos a algunos, y aunque nadie se vea obligado a ocultar sus conocimientos científicos, hemos de reconocer que estos no forman parte de lo que se entiende por cultura.

Parece claro, por otra parte, que el autor al que hemos mencionado antes, por la mínima y casi testimonial extensión que dedica a la ciencia en su libro de unas 600 páginas, no parece alinearse con los que lamentamos esta situación y consideramos imprescindible modificarla.

Su posición es, además, ampliamente compartida por gran parte de lo que podríamos denominar el “estamento intelectual” y así la vemos aflorar periódicamente en los medios de comunicación cada vez que, por ejemplo, se discute sobre el sistema educativo. En efecto, entonces aparecen llamamientos desesperados de filósofos, filólogos e historiadores alertándonos sobre la paulatina pérdida de peso que las denominadas disciplinas humanísticas sufren en los programas de la enseñanza secundaria –ese periodo que resulta vital en la formación cultural de los adolescentes– y de esa algarabía parece desprenderse que la formación se ha desplazado en esa etapa educativa hacia la ciencia.

Se vislumbra, ultimamente, algo de luz al incluirse en el currículo de la enseñanza secundaria una asignatura que con el título Ciencias para el Mundo Contemporáneo deberán cursar todos los alumnos de Bachillerato.

Esta polémica, que en cierto modo se asemeja a los Diálogos de besugos que aparecían en el semanario de humor DDT, refleja, no obstante, una estrecha visión del humanismo (y de la cultura) que resulta preocupante no sólo por acientífica sino por lo que implica como sustrato con el que se construyen los hechos.

Si la Historia es, parafraseando al profesor Seco Serrano, maestro de historiadores, “ciencia de la realidad que tiene que ser construcción y no mero espejo de los hechos” y que, cuando se habla de cultura e incultura de una persona, como bien señala Dietrich Schwanitz, con toda seguridad se está utilizando como patrón de medida el mayor o menor conocimiento que se posee sobre historia, lengua o literatura y muy pocas veces se toma en consideración, como una muestra evidente de incultura, el desconocimiento de los rudimentos esenciales de matemáticas y física, biología, geología o química elemental, ¿no se estará llevando a cabo una construcción claramente incompleta y sesgada de los hechos?

Es cierto que, de vez en cuando, estos polemistas a los que antes hacíamos mención o los historiadores de la filosofía o las mentalidades no pueden evitar, cuando se remontan a los momentos fundacionales del pensamiento crítico, hacer mención, siempre con gravedad, a la importancia que una disciplina científica, la matemática, tuvo en la articulación de los sistemas de Platón y Descartes – cuya influencia en la conformación del pensamiento occidental es imposible soslayar – o que cuando teorizan sobre la Revolución Científica no puedan evitar referirse al papel central jugado por la Astronomía en la nueva ubicación del hombre en el mundo o que al hablar de ética y moral en nuestros días no puedan soslayar la importancia de la manipulación genética o que ... La lista es larga.

Esas menciones y referencias, sin embargo, son en general superficiales y en muy pocas ocasiones descienden a la esencia de lo que se discute: ¿se explica acaso, de forma inteligible, lo que significa el modo matemático de “ver el mundo” y las pretensiones que animaban a toda esa pléyade de pitagóricos que pueblan la historia de la filosofía o la ciencia, o cuál es el contenido sustancial del Principio de Relatividad de Galileo y cuál su importancia en el proceso de afianzamiento del Copernicanismo o el impacto que tuvo sobre el pensamiento de la época la unificación conseguida por Newton con su teoría de la Gravitación Universal?

¿Puede resultar extraño, entonces, que todo este conocimiento, del que parecen poder prescindir historiadores y filósofos, apenas forme parte del bagaje cultural del ciudadano medio y que a éste le resulten totalmente ajenos los modos de pensar en ciencia?

La ciencia, su importancia en la Historia, la historia de la ciencia en suma parece ser una parte prescindible de la historia universal. Y, sin embargo, ¿quién, en su sano juicio, dejará de reconocer el papel que la química jugó a lo largo del siglo XIX como factor esencial en el desarrollo económico y, por ello, social y político de la civilización occidental?, ¿negará alguien la mutación cultural que supuso la Teoría de la Evolución darviniana?, ¿sería comprensible nuestro mundo sin la energía eléctrica o sin la revolución que supuso la escisión del átomo?, ¿se entendería nuestra civilización sin los ordenadores?, ¿sería posible desconocer las implicaciones económicas y éticas que se desprenden de los avances en ingeniería genética?

Esta percepción que trato de trasmitirles aparece recogida en el documento INFORME DE LA ALLEA (ALL EUROPEAN ACADEMIES) sobre El papel de la Historia de la Ciencia en la educación Universitaria:

La historia de la ciencia es una parte olvidada, en forma inexplicable, de la historia universal (…) Se ha considerado natural el que la historia militar, la historia de la economía y otras partes de la historia, como la historia del arte, de la literatura, de la música, etc., forman parte de la historia universal y como tales han sido incluidas en el currículo de la enseñanza universitaria. No es éste el caso de la historia de la ciencia.

Nadie discute, desde luego yo no lo hago, que todas estas historias sean estudiadas no sólo en la Universidad sino también en la Secundaria porque deben formar parte de nuestra cultura, o si hemos de hacer caso a los paladines de la defensa de la educación humanística, de la Cultura (¡con mayúsculas!) pero no deja de sorprender el silencio que guardan en relación a la historia de la ciencia.

¿Cuáles son las razones de este olvido y de este silencio?

· Sin duda en ello ha jugado un papel importante el escaso interés que los propios científicos, al margen de honrosas excepciones, han mostrado por la propia historia de sus disciplinas, de tal modo que en muy pocas ocasiones se han creado cátedras desde las que impulsar la investigación en historia de la ciencia y su paralela inclusión como materia reglada en los currículos de las diversas carreras universitarias o se ha potenciado la formación de grupos de presión que trasladen a la opinión pública el contenido y la importancia cultural de su quehacer, divulgando la ciencia. Podríamos atribuir esta actitud de escaso interés por la historia de la ciencia al hecho de que toda obra científica –a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, con la obra literaria– es, por su propia naturaleza, perecedera, pues no en vano gran parte del conocimiento científico se construye negando, borrando, el saber previo: su historia sería pues un inventario de fracasos y como tal de escaso interés desde la perspectiva de la ciencia.

No desearía transmitir la impresión de que los científicos no hayan sentido, en ningún momento, interés por la historia de sus disciplinas o por la historia de la ciencia en general, pero sí es cierto que la preocupación ha sido minoritaria porque lo importante para ellos ha sido dejar su impronta en la ciencia, convirtiéndose en agentes de la historia más que en observadores de la misma.

Hacíamos mención, al inicio de esta charla, de la mínima atención que se le prestaba a la ciencia en los textos de historia; queremos aquí señalar que, en los textos de ciencia, tampoco se presta la atención debida tanto al papel que la historia en general y la historia de las ideas en particular han podido jugar en la elaboración de las teorías científicas, como al proceso de construcción de las diversas teorías científicas que, en estas exposiciones, parecen haber surgido ex nihilo.

El estudio de las disciplinas científicas, tal y como se contempla en los programas académicos en la actualidad presenta una serie de graves inconvenientes que ahondan la escisión cultural de la que nos estamos ocupando:

a) En primer lugar la desconexión entre materias que obliga al alumnado a tratar éstas como si fueran unidades aisladas en sí mismas. El saber aparece así desvertebrado y atomizado ante la mente del estudiante sin que éste tenga, en ningún momento, la oportunidad de entrever una visión global o de conjunto. A través de esta percepción, su intelecto se va organizando en parcelas autónomas, carentes de la necesaria conexión y relación. La disciplinariedad se convierte así en un hábito deformado de entender la cultura y la realidad aparece carente de coherencia y sentido global. Es lo que se denomina el cierre de la mente moderna caracterizado por la incapacidad para trascender el aislamiento y las particularidades disciplinarias.

b) El segundo de los inconvenientes proviene de la tendencia a convertir las ciencias en simples saberes operativos. El carácter funcional y práctico que el saber científico tiene en nuestras sociedades pivota sobre la operatividad del mismo y, en correlación con ello, el profesor tiende a que el alumno aprenda primariamente a operar y formular y sólo secundariamente a comprender. Las consecuencias inmediatas de tal quehacer generan en los estudiantes una carencia de flexibilidad y de profundidad reflexiva y una abundancia de mecanización y memorización, cuyo resultado último es la pérdida del sentido del aprendizaje. Si en el supuesto del apartado anterior el alumnado pierde el sentido al carecer de una perspectiva global, aquí lo pierde al carecer de los mecanismos de comprensión y explicación para su hacer. Se convierte de este modo en un mero peón de resolución de problemas concretos. Se ahonda aún más el cierre de su mente.

c) El tercero es que, si bien explícitamente no se enseña la historia de la ciencia como tal, implícitamente aflora a través de los distintos contenidos y lo hace, en la mayor parte de las ocasiones, de forma inconexa y errada. Se transmiten así visiones deformadas difíciles de erradicar posteriormente y que acaban consolidándose como estereotipos o concepciones ideológicas alienantes.

El carácter dado, formalizado y terminal con el que es presentado el corpus científico, junto a los atributos de certeza y objetividad atribuidos a la ciencia, configuran ésta como algo absoluto y cerrado. Prestigio, verdad y objetividad se convierten en rasgos de una creencia que fácilmente desliza hacia el dogmatismo. La ciencia se transforma así en un sustitutivo de las religiones en las sociedades tecnificadas.

La parcelación de los conocimientos, la ausencia de inteligibilidad y de sentido y esa perspectiva deformada coadyuvan a impedir que el alumno adquiera una visión clara y comprensible de lo que es una ciencia. Una de las consecuencias más evidentes de tal impotencia es el enorme auge y crecimiento, en nuestros días y especialmente entre la juventud, de las creencias en las pseudociencias, los fenómenos paranormales, la magia y el ocultismo. La mente del alumno busca explicaciones de conjunto a preguntas que son explicables desde la ciencia pero que habitualmente no se abordan. La formalización y el mecanicismo no satisfacen la inquietud de los jóvenes. Sólo una intelección viva, dinámica, cualitativa e imaginativa puede frenar el rápido avance de aquéllas.

· Por otra parte, desde el campo de la Filosofía y la Historia, y por causas que tienen que ver tanto con el centro de interés de cada una de estas grandes disciplinas, con las dificultades intrínsecas de la propia materia científica como con la deficiente formación que, historiadores y filósofos, reciben en ciencia, ha acabado asumiéndose que:

[...] El lenguaje ordinario falla siempre, en alguna medida, cuando intenta dar cuenta de los hallazgos de la ciencia. En física, la medida de esta incapacidad crece abruptamente entre Carnot y Helmholz o entre Faraday y Maxwell. Después de mediados del siglo XIX ese crecimiento se hace exponencial y provoca la catástrofe de comunicación que, por todos lados, hace opaco el quehacer científico moderno […].

 

Se ha acabado así aceptando, de modo acrítico, que la ciencia es sólo cuestión de los científicos.

No resulta, pues, extraño que historiadores y filósofos –a los que se ha venido considerando durante excesivo tiempo como mandarines de la cultura– hayan hecho suya esta conclusión de Gillespie y marginen, con las excepciones de rigor, a la ciencia en sus exposiciones históricas y filosóficas.

Han olvidado así que la noción de cultura no tiene perfiles nítidos, ni puede definirse sin tener en cuenta que posee historia y que esa escisión entre humanidades y ciencia, que ellos asumen como algo dado, no existió siempre.

En consecuencia, como señala el Informe al que antes hemos hecho alusión:

El enorme valor educacional de la historia de la ciencia no es percibido como tal por las comunidades universitarias objetivamente más próximas a ella. Los científicos, en general, piensan que el pasado tiene escaso valor para el futuro, los filósofos no sienten especial interés por la ciencia natural ni por su lenguaje específico y los historiadores, próximos también a los filósofos en ese desinterés, se han mantenido ajenos al hecho de que la ciencia tiene una dimensión humana que corre paralela a su aparente inhumanidad, que es parte significativa de la historia humana y no solo un esfuerzo por desvelar aspectos no humanos y no históricos de la realidad.


Vamos, sin embargo, a incluir a continuación algunas de las razones que, repetidas más a menudo, aparecen entrecruzadas, con mayor o menor énfasis, en la argumentación de aquellos autores que sí consideran necesario convencer a los escépticos y contumaces de la necesidad de estudiar y desarrollar la historia de la ciencia.

a) La historia de la ciencia, cuando está correctamente enfocada, puede tener efectos benéficos sobre la ciencia de nuestros días. Conocer aquélla ayudaría a hacer una ciencia mejor.

b) La historia de la ciencia proporciona material al examen crítico que la ciencia hace de sí misma: aumenta la valoración de lo que ahora poseemos, cuando reconocemos las dificultades que costó adquirirlo.

c) La historia de la ciencia desempeña una importantísima función como fondo para otros estudios metacientíficos, tales como la filosofía y la sociología de la ciencia.

d) La historia de la ciencia puede desempeñar una importante función didáctica al demostrar la verdadera naturaleza del conocimiento científico.

e) La historia de la ciencia al reflejar la situación de la ciencia como el centro de la evolución humana y su meta más alta, serviría para restaurar los rasgos verdaderamente humanos del retrato de la ciencia y actuaría como puente a la laguna existente entre la ciencia y las humanidades, demostrando cómo las ciencias naturales forman parte del humanismo de nuestro tiempo.

Quisiera detenerme en otra cuestión que dificulta la tarea de difusión de la ciencia y su historia y por ello el acercamiento de estas al gran público. Me estoy refiriendo al escaso eco que estas materias en cuentran en los medios de comunicación.

Yo mismo, a lo largo del periodo en que he estado promocionando el libro con el título "Historia de la Ciencia" me he encontrado con periodistas, locutores de radio o televisión que manifiestan de forma directa y sin rubor alguno el desconocimiento que tienen sobre el asunto y me han pedido que me autoentreviste: quizás en esta época en lo que todo el mundo parece saber todo de todo este reconocimiento haya que valorarlo pero, por otra parte, no hace sino corroborar cuanto hemos argumentado con anterioridad. La ciencia, ciertamente, no forma parte de la cultura.

El resultado final que esta breve cata sobre la actitud académica de científicos, filósofos e historiadores pone de manifiesto, no es otro que la ausencia de esta materia en el nivel universitario; ausencia que tiene repercusiones obvias, tanto sobre aquellos que ahí hemos estudiado, pasando más tarde a enseñar Ciencias, Filosofía, Historia, etc., (porque difícilmente puede enseñarse aquello que se desconoce) o a investigar en Historia, como sobre los textos que manejamos y utilizamos en cualquiera de los niveles educativos y en estas disciplinas, escritos habitualmente por personas para las que la Historia de la Ciencia carece de entidad .

Pese a que la argumentación que hemos desarrollado a lo largo del artículo deja bien claro nuestro alineamiento con los que sostienen que no hay necesidad de justificaciones pragmáticas para la historia de la ciencia, porque en cuanto factor importante del desarrollo cultural y social en general, la ciencia tendrá que llamar, naturalmente, la atención del historiador del mismo modo que, por ejemplo, la religión y la economía. Es más, como posiblemente la ciencia ha constituido incluso el factor de mayor importancia en el desarrollo de la sociedad moderna, se requerirá cada vez con mayor urgencia para entender nuestro mundo una comprensión de la historia de la ciencia.

HISTORIA DE LA CIENCIA VOLUMEN II



 
El texto que hoy presentamos y en cuya estructura voy a detenerme a continuación es una modesta aportación a esta tarea de incorporación de la Ciencia a la Cultura.

 

 

 
CONTENIDO DEL LIBRO

 

 
El libro, concebido inicialmente como soporte para impartir una asignatura que, como iniciativa pionera en nuestro país y en países de nuestro entorno, se enseñaba en el nivel educativo de la Secundaria, pasó a ampliar sus objetivos para acabar siendo un texto dirigido al público en general que ayude a comprender el papel esencial que la ciencia ha jugado y juega en la configuración de nuestra cultura. A lo largo de los Bloques en los que está dividida la obra completa encontramos cuatro vías de aproximación a la Historia de la Ciencia: la filosófica, la de las Ciencias físico-químicas, la de la medicina y las ciencias de la naturaleza (o de la vida) y la matemático-tecnológica. Puede así diversificarse el enfoque del curso haciendo uso de uno o varios de ellos de manera privilegiada, en el caso de su uso como manual de enseñanza, o abordarse la lectura del libro desde una aproximación temática en función de los intereses del lector.

Al texto principal en el que se desarrolla de forma multidisciplinar la historia y la emergencia de las ideas de las diferentes disciplinas científicas le acompañan distintos complementos que enriquecen y diversifican el relato central: Biografías breves de los principales científicos, notas Para ampliar conocimientos, detalles sobre Los lugares de la ciencia, en donde se historian sucintamente algunas de las instituciones que contribuyeron decisivamente al avance de las ciencias, un breve descripción de algunos de los Instrumentos relevantes que aparecen como significativos en cada periodo histórico, Textos para comentar seleccionados de entre las obras de mayor proyección de la época, con una guía para realizarlos y una serie de Actividades a realizar por los alumnos.

Cada Bloque va precedido de una presentación que pretende recoger en pinceladas el ambiente de la época – el aire de los tiempos – a la que siguen una Introducción histórica y unas Tablas cronológicas y finaliza con una bibliografía que, aparte de los libros para ampliar estudios, incluye una selección de novelas, películas y comics relacionados con el periodo y con los temas desarrollados en cada capítulo.

En los Bloque segundo, tercero y cuarto se han introducido, en forma de Apuntes breves, notas en las que se estudia la relación entre la Historia de la Ciencia y las Islas Canarias, haciendo referencia bien a instituciones de investigación como el IAC o el Centro de Productos Naturales, bien a científicos o divulgadores canarios como José Clavijo y Fajardo, José Viera y Clavijo, Agustín de Betancourt y Blas Cabrera, o bien a expediciones y expedicionarios extranjeros que convirtieron las Islas en territorio de exploraciones científicas: tal es el caso del P. Feuillé y su determinación de la longitud geográfica de la Isla de Hierro, del caballero Borda y su medición de la altura del Teide, de Humboldt o del primatólogo Wolfan Köhler.

La historia que se relata en este volumen se inicia en el siglo XIX, siglo durante el cual no sólo se consolidarán disciplinas como la Termodinámica, la Química, la Electricidad, el Magnetismo o la Óptica, hasta entonces ajenas al proceso de matematización de la Mecánica llevado a término por Newton en sus Principia, sino en el que va a gestarse una creciente unificación de saberes dispersos guiada en gran medida por lo que se llamaría programa de Newton.

En efecto, a finales de ese siglo, la ciencia del calor acabará por hundir sus raíces en el dinámico mundo de los átomos en movimiento; la ciencia de los cambios en la estructura de las sustancias, los fenómenos químicos, se interpretará en clave atómica; y muchas de las manifestaciones y propiedades de la materia hallarán su explicación en la teoría maxwelliana del electro­magnetismo que unificará electricidad, magnetismo y óptica. Se establecerá entonces lo que acabaría conceptuándose como modo clásico de ver el mundo que, a grandes rasgos, podemos caracterizar como sigue:
  •   La materia, a la que tiende a concebirse como discontinua en su estructura, se mueve a través del espacio y en el tiempo según las leyes de la mecánica. Estas leyes son tales que si se conoce el estado de un sistema en un momento determinado, resulta factible determinar ese estado en cualquier otro momento del pasado o del futuro. La evolución del mundo físico es, pues, determinista.
  •  Todas las diferencias aparentemente cualitativas de la naturaleza, el aspecto que presentan las cosas, se deben a las diferencias de configuración o movimiento de estas unidades básicas o de sus agregados. Los cambios cualitativos son, pues, meros efectos superficiales del desplazamiento de esas unidades elementales, los átomos.
  •  La acción recíproca entre los corpúsculos básicos no es una acción a distancia; por el contrario, ésta puede siempre explicarse por una serie de acciones sucesivas transmitidas por el medio que separa a los cuerpos que interaccionan (este medio sutil es el éter).
  •  La energía puede propagarse desde un lugar a otro de dos modos alternativos y excluyentes: mediante partículas o mediante ondas.
  •  Las propiedades de un sistema, incluidos los atómicos, pueden medirse con una precisión ilimitada; para ello basta con reducir la intensidad de la sonda utilizada o introducir un ajuste teórico controlado.
Esta visión, que exige además un cierto modo de entender el espacio y el tiempo, supone la aceptación de una causalidad mecánica en la que el mundo, cuya existencia objetiva no se cuestiona, evoluciona de un modo claro y determinista, gobernado por leyes formuladas mediante el lenguaje de las ecuaciones diferenciales.

Todo este cuerpo de conocimientos aparece condensado, por una parte, tanto en las leyes de Newton para los sistemas mecánicos, donde se establece una conexión entre los efectos —los cambios de movimiento— y sus causas —las fuerzas—, como en la expresión general de una de las interacciones fundamentales de la materia —la gravitacional— con la que se unifican las dinámicas terrestre y celeste y, por otra, en las leyes de Maxwell, mediante las que no sólo se explican los fenómenos eléctricos y magnéticos sino con cuyo concurso se desvela la naturaleza electromagnética y ondulatoria de la luz. Se cierra así el círculo y el edificio de la llamada Física Clásica perece estar concluido y brillar en todo su esplendor.

En paralelo a estos avances teóricos se desarrollan también nuevos instrumentos de observación que amplían los límites del mundo visible tanto hacia el dominio de lo más grande como hacia el de lo más pequeño.
  • Así, el Universo, ya abierto, verá extender sus fronteras hasta extremos insospechados e incorporará nuevos «personajes» al escenario. Los «Universos isla», las galaxias, los cúmulos estelares, etc., compartirán desde entonces protagonismo con el viejo Sol, los planetas y las estrellas «fijas». La representación gana en dinamismo y complejidad.
  • En el otro extremo, el de lo muy pequeño, las innovaciones en el microscopio desvelan texturas insospechadas y alumbran otros mundos en los que bulle la vida de seres diminutos, los microbios, cuya subsistencia amenaza, a menudo, la nuestra y la de los seres que se mueven en nuestro habitat: el mesocosmos. La medicina adquiere, así, otra dimensión.
El siglo XIX es testigo también de lo que acabará siendo una revolución equiparable a la que había desencadenado la mutación de las ciencias físicas durante los siglos precedentes. Las ciencias de la naturaleza, hasta entonces englobadas bajo la denominación de Filosofía Natural, descubren que los objetos de los que se ocupan poseen historia, una historia larga, y que esos objetos han sido moldeados, por evolución, a lo largo del tiempo. Charles Darwin, el artífice de lo que acabará denominándose Teoría de la Evolución, pasa a engrosar las filas de los gigantes del pensamiento. Los seres vivos, y el mismo hombre, dejan de ser creaciones divinas y pasan a ser observados con los escrutadores ojos de la ciencia. Se configura, así, la Biología y a su sombra crecen nuevas y específicas disciplinas como la Fisiología experimental, la Bacteriología y Microbiología, etc., a las que poco a poco se va incluyendo en el marco de las ciencias tradicionales mediante la intervención directa del hombre sobre los objetos de su estudio: los seres vivos y él mismo.

El Universo amplía, pues, sus dimensiones espaciales y temporales y la vieja y confortable morada organizada en torno al Hombre, hecha a su medida, salta hecha añicos. Una mutación cultural, al mismo tiempo que política, acaba por instalarse.

 Los fundamentos de lo conceptuado más arriba como visión clásica del mundo, sin embargo, resultarán ser menos sólidos de lo imaginado y muy pronto negros nubarrones se apuntan amenazadores en el horizonte. La tormenta acabará tomando cuerpo durante el siglo XX. En el umbral de este siglo, Max Planck se ve obligado a introducir extrañas hipótesis para explicar un fenómeno puntual, el espectro de radiación del cuerpo negro. Las consecuencias, no obstante, resultarían imprevisibles porque, de hecho y a pesar de las intenciones de su autor, iniciarán el proceso de desmantelamiento progresivo del armonioso y aparentemente acabado edificio de la Física Clásica. Poco después, en 1905, Albert Einstein somete a revisión el misterioso comportamiento de la luz. De su análisis resultará, por un lado, un apoyo a las intuiciones cuánticas de Planck y, por otro, una puesta en cuestión de las nociones de espacio y tiempo que sustentaban la visión clásica del mundo.

Los años que siguen se acabarán siendo los más creativos que se recuerdan y hacia finales de la década de los 30 el panorama de la Física, y con él la visión del mundo natural, se habrá vuelto irreconocible. Física Cuántica y Relatividad centrarán, a lo largo del primer tercio de siglo, el programa científico de las denominadas ciencias duras que, a su término, habrá definido los perfiles básicos de una nueva construcción que sustituye a la ya derruida edificación clásica. Esta nueva manera de ver el mundo se caracteriza por unos rasgos que niegan de forma radical aquellos que definían el paradigma clásico:
  • La materia y la energía sufren un proceso de entrelazamiento que las hace intercambiables y, al mismo tiempo, las propiedades que habían definido a aquella (la discontinuidad granular) se difuminan para dar paso a una nueva entidad a la que se describe en términos duales —ondulatorios y corpusculares— mediante lo que se conocerá como función de ondas. Esta función evoluciona de acuerdo con las nuevas leyes de la física cuántica.
  • Todas las propiedades de un sistema, incluidos los atómicos, no pueden medirse simultáneamente con precisión ilimitada; existen parejas —entre ellas la posición y el momento lineal— cuyo conocimiento simultáneo completo nos está vedado y, por ello, el estado inicial de un sistema no queda definido y su devenir temporal deja de ser determinista. La evolución del mundo físico es, pues, indeterminista y sólo podemos hablar de probabilidades en lugar de hacerlo sobre certezas.
  • La información puede propagarse desde un lugar a otro por medio de entes cuánticos que muestran, en función de la sonda utilizada —el aparato de medida— o el diseño del experimento, sus propiedades corpusculares u ondulatorias.
  • El espacio y el tiempo, hasta este momento, realidades separadas pasan a confundirse en una nueva entidad a la que se etiqueta como continuo espacio-tiempo en el que nociones como la de simultaneidad devienen problemáticas.
  • El versátil e indetectable éter electromagnético, medio soporte de la transmisión de información en el espacio y el tiempo, abandona el escenario para dejar paso a nuevas nociones en el espacio-tiempo. Aquí la materia-energía dictará al espacio-tiempo como configurarse y éste determinará el movimiento de aquella.
Por otra parte, los avances científicos y técnicos que ya prefiguraba el siglo XIX se suceden a un ritmo desenfrenado y su impacto en la vida de las comunidades resultará considerable. Las profundas mutaciones que tienen lugar en las comunicaciones, el transporte, la sanidad, la vivienda, el ocio, etc., hacen irreconocible un mundo que hasta entonces cambiaba parsimoniosamente. Estos avances, sin embargo, no sólo no consiguen cerrar la cisura que separaba el mundo desarrollado del tercer mundo sino que la acentúan.

Dos grandes guerras de alcance mundial ponen de manifiesto no sólo que la Tierra se ha convertido en una aldea global entrelazada económica y políticamente sino que sus moradores —los humanos— somos capaces de la mayor barbarie y que el barniz de la civilización es muy endeble y vulnerable. Ya Freud había atisbado, en los albores del siglo XX, ese abismo de instintos y deseos embridados por la cultura, que se oculta en el interior del hombre. Unas armas de poder destructor total —expresión límite de la capacidad tecnológica incontrolada— muestran la fragilidad de nuestra existencia y la de nuestro planeta. A un mundo dividido en bloques políticos irreconciliables, como secuela de la pugna por el poder político y económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial, que contempla impotente cómo se instala el equilibrio del terror, le seguirá otro, ya en nuestro siglo XXI, amenazado por la capacidad letal del terrorismo de signo islamista que hunde sus raíces en un totalitarismo de matriz religiosa.

La imbricación de la ciencia con el poder político, económico y militar así como la desaforado capacidad transformadora de la tecnociencia que invade espacios hasta entonces vedados – la manipulación genética - comienza a ser percibida como peligrosa. La autonomía de la ciencia y los científicos pasa a ser cuestionada y los problemas éticos del uso y abuso de la ciencia y la tecnología se instalan así en primer plano. Asistimos, al mismo tiempo y en paralelo, no sólo a una pérdida de confianza en el Progreso, noción esta que se ve, hoy día, profundamente erosionada, sino también al rebrote potente de múltiples corrientes de pensamiento irracional que presagian tiempos de inquietud. Resulta por ello de la máxima urgencia dotar a los ciudadanos de las herramientas necesarias para comprender, con mentalidad informada y crítica, tanto su propia complejidad como la de los tiempos en que viven. Sólo de este modo dispondrán de capacidad para decidir responsablemente.

Se cierra así un viaje que se inició en las áridas y secas tierras de Grecia y que nos ha llevado por todos los rincones de nuestro planeta. Los limitados horizontes de entonces se han ampliado hasta extremos inimaginables y el Cosmos finito ha mutado en Universo abierto. Es posible que la frescura que animaba a los pioneros del pensamiento racional haya desaparecido o resulte menos perceptible, pero la tensión que estimulaba entonces y estimula ahora la mente de los más capaces sigue siendo la misma: hay todo un mundo por descubrir.

Este libro, en un curso en el que se inicia una nueva disciplina con el ambicioso nombre de Ciencias para el mundo contemporáneo que van a cursar todos los estudiantes de Bachillerato y con la que se pretende disminuir la incultura científica de nuestro país, es, sin duda alguna, una herramienta útil para profesores y alumnos: en él pueden rastrearse los orígenes de los conocimientos científicos que condicionan nuestra vida.